Como siempre, la dualidad me caracteriza. Físicamente estoy exhausta, al borde de una gripe que no se decide a atacarme con toda su potencia, pero tampoco deja que me sienta completamente saludable. Está esperando que tenga cinco minutos libres en los que no tenga nada que hacer para instalarse cómodamente dentro de mí. Emocionalmente, estoy en paz, ansiosa por acción. Lista para mis exámenes, con casi todas mis obligaciones cubiertas. Pero quiero más que eso. Cosas nuevas, oportunidades insospechadas que aparezcan de la nada.
(En cuanto a viejos dilemas, he decidido que mientras no suenen trompetas dentro de mi cabeza, que me aseguren que esa es la solución, no voy a arriesgar que pilares que sostienen mi cordura se desmoronen.)
Quiero momentáneamente dejar de pensar, de analizar, de buscar explicaciones complicadas para sentimientos o situaciones. Que algo inesperado, sea tan increíblemente bueno, que me agarre de sorpresa y que sea tan intenso que no deje lugar a ninguna duda, miedo o indecisión.
Fue tan liberador cuando escuché por primera vez que tratar de convencer a los demás de tu punto de vista era un gasto de energía innecesario y que tenía que desprenderme de ese hábito lo más rápidamente posible. No quiero pelear, y aún así disfruto de un buen debate. Las cosas no cambian por que no todos sean como yo.
Yo no conocí al chavo; sé que es hermano de un amigo de un amigo mío, estudiaba ingeniería eléctrica, y cuando pasó su accidente los amigos de su hermano y los vecinos de su colonia hicieron varias actividades para recaudar dinero y cubrir sus gastos hospitalarios. No lo conocí y sin embargo no puedo evitar sentir que es una barbarie lo que le pasó. Es la primera vez en mi existencia en que quiero que una de mis acciones quede registrada a nivel colectivo, como un llamado de atención, que aunque aparentemente inútil, no puedo no hacer. El silencio, en este caso, me parece una especie de complicidad. Él era uno de nosotros, pudo haber sido un amigo mío, mi hermano, o pude haber sido yo. Es muy triste que su muerte sea la que nos haya hecho reaccionar a muchos que vivimos aislados en nuestras burbujas protectoras. Me encuentro ante otra situación en la que mis esfuerzos son microscópicos, y en la que ya no hay nada que hacer para solucionarla, pero esto no puede quedarse fácilmente en el olvido, y por eso voy a unir mi voz a ellos.
Definitivamente la inocencia no es algo propiamente infantil. Puedo hacerles una lista de eventos traumáticos que han desmoronado la base de mis creencias y de mi fe en los seres humanos, pero me he dado cuenta que mi estoicismo viene desde antes, y que sólo esperaba una ocasión en que alguien me defraudara para que yo pusiera en práctica todo esa amargura que tenía guardada en algún rincón de mi ser. Ocurrió el primer gran cisma en mi alma: la sensibilidad para lo abstracto y la apatía hacia lo real. Me volví bastante despiadada con los seres de carne y hueso, no perdonaba las faltas de las personas que conocía y no tenía restricciones a la hora de juzgarlos. La solución ideal fue refugiarme en personajes ficticios de libros, películas, fantasías inventadas que contradijeran todo lo que estaba viviendo.
Pero si a medida que uno crece se hace más sabio, es por que uno comete sus propios errores y comprende que los ajenos no son necesariamente producto de la mala intención. La inocencia es un estado a ser descubierto, pero he aquí la dificultad: después de ver la vida a los ojos, con todos sus defectos y fallas ¿se puede alcanzar un estado de pureza y espontaneidad que te permita vivir cada experiencia como si fuera la primera vez? Por que yo quiero creer; me niego a estar condenada a ser una cínica permanente que sólo ve lo peor de los demás por que es lo que espera de ellos. Y me aferro con todas mis fuerzas a pensar que es posible algo que nunca he visto, que casi nadie a mi alrededor tiene, y que todos creen que desearlo me lleva por un camino inexorable a la desilusión. Pero una de las grandes realizaciones de mi vida fue que ya me han decepcionado y que todavía guardo un poco de fe. Es algo lento y gradual, pero poco a poco la vida se acomoda a las creencias. Espero que así sea.
Empiezo pensando en los pequeños detalles irritantes: tendría que lavar el carro los domingos con mi hermano, me hubieran presionado más a hacer deportes, tendría que pasar más tiempo con mi papá, PERO no hubiera puesto un pie en la cocina en toda mi vida, y nadie me hubiera hecho sentir mal por eso. Pensándolo bien: sería un pésimo hombre. No me imagino ser el que toma la iniciativa de invitar a alguien a salir (obviando las discusiones de que las chavas también deberían de hacerlo), de estar cortejando a alguien y los millones de rechazos que tienen que experimentar. Por otro lado, es bastante aburrido sólo sentarse a esperar a que el otro tipo entre en razón…
Me aconsejaron que usara de referencia a los hombres que conozco para encontrar alguien con quien me identificaría. No hay ninguno.
No quiero ni imaginarme qué sería tener otro cuerpo, adoro con toda mi alma tener el mío.
Atravieso todas las etapas de las reacciones psicológicamente adversas: empecé sintiéndome intrigada por esta cuestión, pasé al entusiasmo feroz, y ahora estoy en la exasperación. ¿Qué tipo de pregunta es esa? Es imposible saber cómo sería si fuera hombre, por el sencillo hecho de que la mitad de mi personalidad actual es producto de un condicionamiento cultural inconsciente. A pesar de que rechazo muchas de las actitudes catalogadas como “femeninas”, en ocasiones termino haciendo uso de ellas por que me salvan el pellejo. Es imposible enumerar las veces que he fingido ser damisela en peligro para librarme de alguna trastada. No tengo idea de cómo trataría a las mujeres, por que si me preguntan cómo trato a los hombres actualmente, mi respuesta deja mucho que desear.
Concluyo este asunto extraño, con la forma increíble en que el sujeto culpable de este post me dijo que hubiese sido como mujer. En sus propias palabras: “sería slutty, pero no whore”.
(Pequeña e ingenua Marcela, ¿qué esperabas? Deja de buscar en ellos lo que sólo tú puedes darte. Sólo serían curitas temporales a heridas que llegan hasta la médula. Reconozco que son un excelente escape, una droga perfecta que te descubres deseando en medio de la biblioteca cuando deberías de concentrarte en otros asuntos. Pero no puedes seguir así. ¿Cómo te atreves siquiera a emitir opiniones del camino de perdición de otros de tus amigos, cuando son tan paralelos a los tuyos? ¿Cómo crees que los vas a rescatar o ayudar? Quítate la paja de tu propio ojo, pedazo de hipócrita.)
Muchos de los argumentos de esas mujeres me parecieron válidos. Si ellas han soñado toda su vida con ser madres, pero no han encontrado a un hombre que quiera casarse con ellas y/o tener hijos (y son más cada vez, por lo que veo), no deberían de privarse de semejante experiencia por tal pequeño “tecnicismo”. No ocupan hombres, muchas de ellas ni siquiera quieren tener que ver con ellos. Quieren ahorrarse líos como divorcios, peleas, decisiones sobre la crianza. Por eso deciden convertirse en “madres solteras por decisión propia”. No estamos hablando de niñas de 17 años que quedan embarazadas por accidente, son mujeres profesionales que sienten que su tiempo se está acabando, y quieren tener un hijo antes de que sea demasiado tarde. Los procesos de adopción son demasiado largos, y complicados para gente soltera. Es una opción, pero no la mejor.
Me sorprendió tanto cómo ellas quieren tener hijos sin padres, y creen que eso libera muchas de las expectativas de las posibles relaciones futuras que tengan. Ya no existe la presión de buscar en cada cita a un prospecto padre. Al parecer, los hombres huyen de ese tipo de mujeres. Fue muy interesante leer cómo una de ellas hasta tenía un novio, que no se casaría con ella, ni aceptó tener hijos con ella. (¿Qué tipo de amor es ese? No estoy diciendo que todo mundo debería de casarse y tener hijos, como si ese fuese el gesto de amor más grande que existe, pero si te enamoras de alguien así, es por que algo de eso te atrajo de ella, y ¿realmente preferirías que tu novia tuviese un hijo de un completo desconocido con tal de no tener uno tuyo? El cinismo y la desesperanza están alcanzando niveles preocupantes en las personas.)
Ser una madre soltera por decisión propia no es fácil ni barato. Encontrar a un donante que te convenza es complicado, comprar esperma es bastante caro y competitivo, y la inseminación artificial es un proceso que la mayoría de las veces no resulta exitoso. Aunque queden embarazadas, criar a un hijo sola es arduo, pero por lo menos es una decisión que ellas han tomado de forma consciente, y no es resultado de un accidente o de una separación. Supongo que es mejor ser hijo deseado sin padre, que con uno que no te haya querido y tampoco te cuide.
Yo me alarmaba cuando leía en “El segundo sexo” que los hombres iban a terminar siendo innecesarios, y que muchas mujeres ciertamente desean eso, pero no imaginaba que iba a ser testigo de ese fenómeno. No puedo negar que como mujer el tener un hijo es una posibilidad intrigante, pero tener uno a toda costa me parece extremo y me hace cuestionar los verdaderos motivos que tienen esas mujeres para hacer eso. Es un motivo egoísta, me comentaba alguien, criar a un hijo que no va a tener padre lo va a convertir en un paria de la sociedad, y ellas lo hacen para no estar solas, o por satisfacer sus impulsos; no hay razones altruistas detrás. Creo que nada reemplaza la opción ideal: enamorarse de alguien, y que sea tan increíble que los dos estén de acuerdo en compartir eso con otro ser, que ambos se responsabilizarían por cuidar. Fuera de eso no vale mucho la pena. Pero he aquí, que la opción ideal es la que menos se da…
Comparo a los judíos con los hondureños y me asombro ante el sentimiento de unidad de los primeros. Ellos se tienen a sí mismos, a falta de todo lo demás; las dificultades son oportunidades para crecer más, creer más, pelear más. Y este país mío en el que lo único que compartimos es el espacio territorial, somos incapaces de tener una identidad que defendamos a capa y espada. Cualquier problema que se nos presente es una excusa para querer abandonar este lugar más rápido, para querer adoptar otra cultura que nos haga olvidar lo que heredamos.
¿De quién es la culpa y cómo se mejora? Supongo que la responsabilidad es compartida por cada uno de nosotros. Si por algún tiempo me consideré “ciudadana del mundo” para renegar de cualquier posible deber a esta tierra, cuando vi lo que le pasó a muchos de mis amigos que se fueron a estudiar a Europa, me di cuenta que el resto del mundo no necesariamente me aceptaría como una ciudadana suya. Los tipos se encontraron en medio de un ambiente ferozmente competitivo, donde ellos eran unos invasores que venían a quitarle cupos a los nacionales, y terminaron cruzando el Atlántico para llevarse con otros latinoamericanos. Si en Honduras se sentían avergonzados y hablaban pestes de ella, en sus fotos de allá aparecen con banderas colgadas en sus cuartos, o sosteniéndolas en medio de una fiesta, y todo el tiempo llegan historias de sus añoranzas y su inaptabilidad.
Existe un patriotismo; al final de cuentas es necesario un patriotismo. Pero para ser sincera, no lo siento y no puedo forzarme a sentirlo. Tal vez algunos de nosotros nunca hemos tenido, ni tengamos en el futuro un lugar al que llamemos propiamente hogar, puesto que un hogar no es el lugar donde nacimos y crecimos, sino aquel donde somos libres de ser a nuestro gusto y nos encontramos rodeados de semejantes que comparten nuestros valores. Seremos eternos extranjeros en todas partes.
Si no es tener un país físico, si no es la abundancia material, si no es el lenguaje ni la religión, ¿de dónde surge el sentimiento de pertenencia realmente? ¿De la historia? Pero si la historia se escribe todos los días, ¿cómo intentamos implantar eso hoy?
Siempre me he preguntado cuál es la actitud correcta que debería de tomar para la rutina diaria: si tratar por todos los medios de conservar un poco de mis actividades que me recuerdan quién soy, o sumergirme totalmente en lo demás y no dejar rastros de un yo que posiblemente necesite evolucionar para adaptarse a nuevas condiciones. En ocasiones logro trascender la melancolía permanente que me persigue, pero no puedo decir que soy una fuente de entusiasmo. Sólo pululo por la vida, sin juzgar, sin sentir. Y me cuestiono sobre si esa no es la verdadera muerte del espíritu, o si es simplemente una paz que no depende de nada externo. El asunto es que estoy lejos de haber renunciado conscientemente a los placeres de ser un humano común. Todavía deseo reconocimiento, éxito, atención, y aún si reconozco que son necesidades banales y superficiales, únicamente me siento peor por desear cosas que realmente no me van a hacer sentir satisfecha nunca.
¿Quién es aquel que va a venir a decirme que estoy haciendo las cosas bien o mal? He pedido tantas señales y no sé si es que no he aprendido a interpretarlas o sencillamente mis ecos se han esfumado en el vacío. No se puede confiar en los sentimientos, puesto que estos son fluctuaciones controlables por la voluntad. El único camino pareciera seguir a ciegas esperando que las cosas salgan bien y que ello sea tu confirmación. Pero si por un lado me dicen que el camino del menor esfuerzo es el correcto, por otro me aseguran que tengo que rechazar cualquier obstáculo y avanzar a pesar de las dificultades. ¿Cómo saber si son “semillas de oportunidad” o simples indicaciones de la necesidad de claudicar y empezar en otro lado? Tal vez me estoy enredando en una categorización simplista de un propósito a gran escala que se escapa a mi comprensión. Pero si no he soportado que otros me digan que existen cosas que no estoy preparada para saber, mucho menos voy a tolerar tratar de convencerme a mí misma con un argumento semejante. Bueno, malo, no existen, aunque mi búsqueda va a ser siempre por sentirme feliz, por alcanzar lo que sueño, por que nadie me estorbe y por salir victoriosa de todas las batallas.
Nos reclamó que el día que ellos se mueran, van a ser mis primos y mi tía que se encargarían de nosotros. No lo creo. Él, como todo un experto en la materia, habla de convivencia familiar, después de haber estado enemistado por más de 15 años con hermanos suyos.
Estoy cansada de esta gente. De ninguna forma se puede estar en paz con ellos. Trato de manejarlos con pinzas, hablar con ellos lo estrictamente necesario para no entrar en conflictos, hago mis deberes, soy responsable… pero siempre se las ingenian para encontrar alguna falla, la maximizan hasta el delirio y hacen aquel drama espantoso.
Empiezo a crear teorías descabelladas de cómo el temperamento de mi papá ha afectado la forma en la que me relaciono con los hombres. Es curioso, por que no soportaría a alguien que fuera tan explosivo como él, pero la gente demasiado pacífica me deja indiferente. Tiendo a ser increíblemente desconfiada y controladora, esperando el momento en que la otra persona va a mostrar sus defectos. Ahora que lo pienso bien, no hay ninguna mujer en mi familia, que esté satisfecha con su esposo. O son divorciadas, viudas, o están casadas pero desearían no estarlo. Espero que no sea una deuda kármica que yo también tenga que pagar. Por suerte, en este momento he encontrado paz interna en cuanto a este dilema se refiere. Estoy sola y estoy aliviada de estarlo. Me he convertido en un ser bastante autosuficiente. Las pequeñas ventajas de tener novio no me hacen falta (excepto los besos quizá), y las funciones de relaciones públicas que relegaba a la otra persona -ordenar en los restaurantes, hablar con desconocidos, pagar en el cine- he aprendido a manejarlas bastante bien. No puedo decir que no me gustaría volver a enamorarme. Pero de esa forma irracional y absurda que consume cada poro. No espero menos.
Pero por mientras mi vida se limita a familia y estudios. La familia apesta y los estudios consumen. Tengo que buscarme un hobby.
Para que vean un poco de los frutos de mi labor, estas son algunas perspectivas y la maqueta del proyecto de diseño: una terminal de autobuses. En estas dos perspectivas invertí todo mi fin de semana. Mi brazo y mis dedos están entumecidos de tanto pintar, pero estoy satisfecha con el resultado.
La casa en sí es preciosa, aunque sea neo-clásica, con las típicas columnitas imitación griegas antiguas, y su volumetría predecible, pero el interior me fascinó. Fue donada al gobierno por una ex primera dama, y en su honor hicieron una sala con objetos personales suyos y de su marido: una polvera, una Biblia y medallas del ex presidente. Por un momento pensé que era un desliz perdonable, semejante superficialidad en un lugar como ese, pero la verdad todo el resto del recorrido es un montón de cachivaches viejos, sin ningún interés concreto más que la persona a la que pertenecieron. Una cítara del compositor de la música del himno nacional, un abanico de una poetisa famosa hondureña que nadie que no dé clases en una escuela primaria ha leído, una máquina de escribir de algún presidente, un microscopio antiguo de la universidad autónoma que ha de ser igual a los que se usan actualmente, una máquina de coser… No hay nada importante que proteger allí, pero si tu mano cruza la cadena que te separa de las vitrinas, alarmas se disparan como si hubiera una invasión terrorista y los guardias se lanzan encima de ti para evitar que dañes los recuerdos de nuestro preciado pasado histórico.
Es vergonzoso que nadie se interese por la historia de Honduras, pero cuando se estudia un poco de ella es más vergonzoso darse cuenta que la situación actual es resultado de cómo la misma gente a la que se le dedica ese museo de porquería es la que vendió el país a extranjeros, por beneficios personales. Nuestros gobernantes no tienen méritos reales que puedan exponer ante los ciudadanos y de los cuales enorgullecerse. Por eso tenemos que conformarnos con ver sólo su chatarra vieja. No entiendo la noción de patriotismo, pero es que no ha existido nunca en nuestra historia. Ni siquiera nuestros indios pudieron morir valientemente para sacar a los españoles. Quitando a Lempira no hay nadie más, y por eso sólo a él se le recuerda. Siempre regalamos en bandeja de plata todo lo que teníamos y nos conformamos con las migajas. Hoy ya es muy tarde, y sería inútil hacer algo. Por eso renuncié hace mucho tiempo a cualquier noción de que pertenezco a un pueblo en particular, pero admiro a esas personas que aman genuinamente a su país, de forma inteligente y no fanática, y que su amor no nubla su capacidad de ver lo que está mal y querer mejorarlo.
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Father lucifer
You never looked so sane
You always did prefer the drizzle to the rain
Tell me that you're still in love with that milkmaid
How's the lizzies
How's your jesus christ been hanging
Nothing gonna stop me from floating
Nothing gonna stop me from floating
He says he reckons i'm a watercolour stain
He says i run and then i run from him
And then i run
He didn't see me watching
From the aeroplane
He wiped a tear
And then he threw away our appleseed
Nothing gonna stop me from floating
Everyday's my wedding day
Though baby's still in his comatose state
I'll die my own easter eggs
Don't go yet
And beenie lost the sunset but that's but that's ok
Does joe bring flowers to marilyn's grave
And girls that eat pizza but never gain weight
Father lucifer you never looked so sane
Esta es mi interpretación, versión editada.
En un post anterior hice una review del más reciente disco de Fiona Apple, y lo comparé con el disco en el que sale esta canción: “Boys for Pele”. Para que entiendan un poco el contexto en el que se encuentra, el disco lo hizo Tori como respuesta a la ruptura con su novio de siete años y productor de sus dos primeros álbumes. Mucho más que expresar el pesar por haber perdido a un amigo, toda su vida, su futuro y su valor como persona fueron analizados escrupulosamente para intentar descubrir qué había salido mal. Si durante casi todas las canciones ella se auto-pisotea emocionalmente, ya al final encuentra un poco de redención y aprende a lidiar con ello.
En esta canción en particular, ella cuenta una experiencia que tuvo con drogas en la que, en una alucinación, platica con el diablo.
En mi forma torcida de percibir las cosas, conserva algo del significado original, contarle al demonio sobre este tipo que te ha abandonado, excusándose detrás de tus errores, pero sin grandes remordimientos por haber desecho todo aquel inmenso futuro con el que se había soñado y que resultó ser un mísero espejismo (he wiped a tear, and then he threw away our appleseed). Pero no sólo es un amante perdido. Es todo el Universo que está poniéndote en tela de juicio y no está del todo seguro si vas a salir con vida de esto. Y aquí es cuando aparece la frase increíble, que calla los reclamos externos y los temores creados por uno mismo: “nothing’s gonna stop me from floating”.
Esto lo dice un testigo externo, pero no necesariamente ajeno a su situación. Desde afuera él parece exagerado, dramático, pero sé que muchos rasgos de su enfoque al trabajo los tengo yo. Desde la semana pasada nos preguntábamos con una amiga, que estudia lo mismo que yo, cómo nos percibirán los demás con respecto a los estudios, y desde entonces, esta pregunta me ha estado persiguiendo. Una conversación con respecto a este tema añadió más componentes a una posible respuesta. Y al parecer sí doy esa sensación de que no logro manejar bien mis responsabilidades, o de cualquier forma, no las disfruto.
Sé que está mal y es muy inmaduro, pero últimamente mi psicosis ha llegado al punto en que aquellos que no tienen ocupaciones, o tantas como yo, se me hacen intolerables a la vista. Me da la sensación de que pierden su tiempo, de que desperdician su juventud, que no se sacrifican y por ende no merecen nada, y es terrible. Es una etapa, y se me va a pasar, pero por ahora así me siento. Estoy constantemente rodeada de gente que trabaja mucho, tal vez demasiado, y ahora muchos de ellos se cuestionan todo lo que sacrifican por sus estudios. No tienen vida personal, hobbies, no pueden salir en la noche a mitad de semana, como los estudiantes de carreras administrativas… La solución que encuentran es matricular menos clases, pero eso alarga el período de tiempo que van a vivir en la universidad, así que pareciera que la corrección es peor aún que el problema.
Desde hace un tiempo, empecé a pensar que no tenía que huir de mi lado oscuro. Todo aquello que no me gusta de mí. He querido empezar a enfrentar mi propia negatividad, mis miedos y paranoias. Verlos de frente, reconocerlos. Y confiar en que para trascenderlos, tengo que dejarlos libres. Por eso escribo tanto de las cosas que salen mal, de todo aquello de lo que temo no estar a la altura. Simone lo dijo una vez: “de los días felices no hay mucho que contar”, y tiene algo de razón, en el sentido de que las situaciones que implican un reto son aquellas que nos hacen analizar todos los elementos en juego, y una forma para ello es escribir. No soy negativa ni pesimista. Pero no puedo callar lo que no concuerda con la imagen que yo o que los demás quisieran tener de mí.
¿Realmente con desearlo mágicamente las cosas se van a hacer fáciles? Es cierto, el verdadero mérito es hacer las cosas sin esfuerzo, y aquellas que hacemos de esa forma son aquellas cosas que amamos. Pero si he aprendido algo del amor es que no es un sentimiento que allí está y bien por él. Es un compromiso que se renueva constantemente, y que necesita alimentarse con atención y entrega. Una actitud positiva es indispensable, pero al reconocer las derrotas momentáneas recordamos un aspecto de nuestra condición humana: la capacidad de caer, para eventualmente volvernos a levantar.
Voy a tratar de hacer entender la magnitud de este acontecimiento.
Desde hace muchos años, la familia García estableció un patrón de comportamiento para las épocas sin trabajadoras: se empezaba de forma optimista los primeros días. Recordaban los defectos de la última persona que atravesó por la casa, y se hacían de buen gusto los quehaceres, mi mamá hasta deja comida hecha para que nadie tenga que cocinar. Ya a medida que avanzan los días todo mundo se aburre de arreglar su cuarto, de jamás tener ropa planchada, del sucio de la casa y de llegar después de 10 horas de estar en la universidad para encontrar todo desordenado y sin nada que comer que no necesite cocción. Si la primera etapa de nuestro nuevo estilo de vida estaba representada por la ley de Hooke (esfuerzo proporcional a deformación, gráficamente una línea recta), ahora se ha llegado al punto de fluencia: todos se desmoronan de la cólera, la impaciencia y del hambre. Hasta que llega otra muchacha, por recomendación de cualquier persona, con quien volvemos a desquitarnos hasta que se va ella también. Había pasado tanto tiempo desde el comienzo enfermizo de este ciclo, que lo había olvidado por completo.
Soy la primera en aceptarlo: sería un desastre como ama de casa. Aborrezco cocinar, limpiar, lavar, y cualquier actividad juzgada como propia de las mujeres. (Hablando de las mujeres, feliz día internacional de la mujer. Resulta que tenemos un día nacional y además otro a nivel mundial. Es posible semejante zoroilada.) Cuando viva sola voy a ser la imagen publicitaria de todas las comidas rápidas, sopas instantáneas o simplemente me voy a ir a vivir cerca de Yanis y así comer comida rusa todos los días. (miren qué casualidad: ya vivo cerca de él. Qué útil va a ser en esta época de necesidad...) Odio con todas mis fuerzas malgastar mi tiempo enfrente de una estufa, y gran ironía: me encanta la gente que cocina. En estos días sin nadie que cuide de mí, voy a estar condenada al abandono alimenticio. Voy a regresar a las horrendas catrachitas de la universidad que había jurado solemnemente no volver a comer.
En fin, empieza la cuenta regresiva. Espero que mi mamá se desespere lo suficiente para que nuestra antigua trabajadora regrese, o que para cualquier persona ocupe su lugar. Mientras tanto: ¿adivinen con quién se va a desquitar ahora que no hay empleada en la casa?
Sueño con irme a París y estudiar allá. Saldría los primeros días, como buena turista, con mi cámara, mi diario, los peluches de Hoops and Yoyo para tomarles fotos y con el librito zoroilo, que me daría una lista de lugares adónde ir cuando se acaben los destinos más conocidos. El libro es una forma de recordarme que hay un futuro después de todo este ajetreo que conozco por vida en este momento, que hay más que Tegucigalpa en mi horizonte, y que tengo que encontrar un lugar donde pueda realizar otros sueños imposibles de materializarse aquí.
Un compañero de la facultad, muy inteligente por cierto, me contaba de su amor inquebrantable a su patria, de la literatura revolucionaria que lee, y del deseo de igualdad y justicia entre los seres humanos que busca todos los días. Seré una más del montón, pero me resulta completamente indiferente todo ese palabrerío. Creo que la verdadera revolución comienza a nivel individual, con tu expansión de la conciencia y/o la realización de tus metas. Lo que pase a nivel de colectividad refleja el estado de cada persona, y tratar de solucionar los problemas de la humanidad con arreglos políticos o económicos siempre va a ser infructuoso. No tengo fe. Ni vergüenza: quiero ser feliz yo.
De seguro para cuando tenga la oportunidad de ir a Francia van a haber cerrado la mitad de los establecimientos que aparecen en el libro, pero no importa. Si ahora es mi esperanza en el futuro, más adelante va a ser un recuerdo del camino que recorrí.
¿Deseos de huir de todo esto? No lo creo. Estos días he tenido un respiro por que el arquitecto de Diseño anda en una capacitación, y llego temprano a mi casa sólo para sentirme como animalito desorientado ante el ocio. Almuerzo viendo “Seinfeld” y después recuerdo que tengo cosas que hacer que no incluyen ir a cazar una granita por toda la ciudad con mis amigos, que fue lo que hice los tres meses de vacaciones que tuve. Afortunadamente la próxima semana tengo tres días consecutivos de exámenes, para borrar cualquier rastro de descanso que haya tenido la desgracia de acumularse en mí.
Para algunos observadores lejanos este tipo de existencia pareciera ser monótona y repetitiva, pero todo lo contrario: vivo al filo del peligro a cada segundo. Descargas de adrenalina me saturan en múltiples situaciones, como cuando la vida de mi grupo de Estructuras pende de un hilo por que no hemos conseguido un edificio en construcción que podamos calcular para el proyecto final. O el drama novelesco que se dio entre un grupo de chavas que creíamos que eran nuestras amigas incondicionales y que al final nos abandonaron a nuestra suerte a la hora de elegir compañeros para el susodicho grupo. Y no puedo dejar de lado la hora de comedia cada martes y jueves con el arquitecto Matamoros, que es simplemente, un chiste andante. Es una lástima no tener una grabadora de video conmigo en esa facultad. Sí, la universidad es una jungla, los arquitectos depredadores y aún así no logro despertarme en todo el día. ¿Cobardía? No, simple, puro y genérico SUEÑO.
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