La vida de una soltera fuera de clases es una llena de aventuras, plagada de emociones fuertes e infestada de adrenalina. La adaptación al nuevo ambiente no es gradual, como en la mayoría de las especies: de un día para otro empiezas a llenarte de diligencias, cosas que hacer y gente que visitar. Las habituales ocupaciones mentales e intelectuales son desplazadas por las domésticas. Un día se consagra únicamente a exterminar la fauna y flora del armario. Cinco años y medio en la facultad de arquitectura te han preparado para el momento en que vas a reorganizar los muebles de tu cuarto tomando en cuenta criterios correctos de circulación y separación de actividades. Que al final de la remodelación quede mobiliario que ahora no cabe no es culpa del diseñador, son gajes del oficio, y siempre hay espacio que necesita ser ocupado en la bodega de la casa.

El nuevo tiempo libre es consagrado a las amistades y la familia. Das gracias a Dios que tus amigos sepan cocinar porque eso significa constantes invitaciones a almorzar. No es una tarea muy ardua porque no son tantos, pero ahora puedes recorrer todos los cafés de la ciudad con toda la libertad del mundo, hasta dos o tres veces en un día. Se regresan a las andanzas de la vida nocturna: martes de mitad de precio en el cine, miércoles de peso en Bamboo, sábados en Light, billares, Manatee’s… Logras recopilar las reglas para una salida exitosa a discoteca (usar zapatos cerrados de punta dura; dejar el suéter en el carro, con una botella de agua para la salida; preferir ropa oscura que no se deshaga en una lavada y que no te importe llenar de humo de cigarro; bailar en los límites de la pista de baile, cerca del aire acondicionado o de la salida de emergencia –si es que el lugar tiene una-; no llevar cartera pero sí a tu amigo para que ande tu celular y billetera, aunque las llaves de la casa las debe cargar uno mismo, en caso de secuestro).
La mejor motivación para las visitas de compromiso es no tener nada mejor que hacer. Navidad con los amigos de tus papás que no mirabas desde que tenías menos de un metro de estatura. Visitas post navideñas a las tías que te sirven más tragos que tus amigos. Segunda demonstración de tus conocimientos arquitectónicos cuando tu primita de cinco años requiere que desarmes correctamente una casa de muñecas. Salidas a Santa Lucía con tus padres, ahora que descubriste que media hora en el carro pasa rápido si llevas una almohada y un suéter para los aires acondicionados exagerados.

Pero lo más importante de estos períodos de transición es que ahora puedes dedicarte a todas esas faenas que sólo se pueden disfrutar en solitario. Como el subestimado fino arte de la correcta aplicación del esmalte de uñas. Se requiere investigación previa, tener asegurado en la tele un programa que no te deje desesperarte la hora y pico que tardan en secarse las dos capas de barniz, la base y el sellador, y por supuesto, práctica, mucha práctica. Disfrutas las ya olvidadas siestas de los sábados en la tarde. Rompes tu propio récord de cuántas horas seguidas puedes ver un canal sin tener necesidad de cambiarlo. Subes de nivel en WoW como si te estuvieran pagando por lograrlo. Tienes programadas visitas al dentista para extracción de cordal, corte de pelo, posible revisión con el oftalmólogo, reanudar clases de baile y prácticas de fútbol. Y un facial casero.

Oh, sí, la vida de una soltera fuera de clases es una llena de aventuras, plagada de emociones fuertes e infestada de adrenalina.
Odio las festividades. Ya, lo dije. No soporto el relajo que se hace en las tiendas y en las calles; todo tipo de decoración me parece vulgar; la música navideña es insoportable bajo cualquier estándar, cantada por niños, caricaturas, Aimee Mann, Sarah McLachlan, en versión metal, cumbia, salsa, lo que sea. No necesito más excusas para abrazos incómodos, felicitaciones hipócritas, ni pasar ratos interminables con la familia, cercana o extendida. Ni siquiera los regalos son buenos: pasamos de un montón de juguetes envueltos que cubrían la sala, a un walkman, una ocasión ni hubo regalos, y ahora ni siquiera se molestan en preguntar si quieres algo, te dan el pisto. Además que estoy condenada a no recibir lo que realmente quiero (un perro) hasta que yo tenga mi propia casa, que va a ser dentro de muchos, muchos años, porque antes voy a vivir en un apartamento mientras logro ahorrar. En año nuevo ni siquiera se da dinero. Hasta las 12 la paso en mi casa, con las mismas tres personas del resto del año porque no me acuerdo de cómo se llaman las otras personas que llevan mi misma sangre, cenamos a medianoche, y luego me voy con mis 3 amigos a ver películas que siempre tenemos la mala suerte que resultan malísimas, no importa el criterio con el que fueron escogidas, y no nos emborrachamos porque el vino no logra ese efecto, solo da sueño y nos terminamos durmiendo.
¡Quiero que esto se termine pronto! Y que tan siquiera pasaran buenas películas en la tele, o que no perdieran los dvds de Entourage en Metromedia.
Para el post navideño de este año, voy a compartir la famosa receta del cheesecake de mi madre. Es una de mis especialidades, junto con la sopa instantánea y las palomitas de microondas. Probablemente sólo Bessy algún día lo haga... ;)

Lo primero es moler un paquete de galletas maría, marca incendio, no deben ser caras, para preparar el molde.





La técnica que he perfeccionado para moler ha sido extender todas las galletas en una tabla y aplastarlas con el rodillo. Es rápido y con la menor cantidad de desperdicios. Además, después de cuatro meses de serruchar, y cortar madera, las galletas son muertas de la risa.


Las galletas no deben quedar pulverizadas por completo, pero tampoco deben quedar pedazotes que sean incómodos en el pastel terminado.


Se derriten en la estufa dos barras de margarina.




En los moldes donde se van a hornear los pasteles (la receta ajusta para dos medianos), se ponen las galletas, y se agrega la margarina derretida, para hacer una pasta.





Para la mezcla de los pasteles, se licuan, todos de un solo: 3 huevos enteros, 1 libra de queso crema, media libra de mantequilla crema, 1 lata de leche condensada y 1 cucharadita de vainilla.




Se agrega la mezcla en los moldes, y se meten al horno, a 350°C, por aproximadamente media hora, o lo que sea necesario hasta que estén dorados. En todo caso, hay que estar pendientes de que no se quemen.





Y se ven los resultados finales:

Bueno, espero que pasen una muy buena Navidad, con mucha comida y la mejor tele posible.
Por lo que no entiendo cómo es que absolutamente todas las fotos de la cena navideña de los A*l*e*r*o*s (sin importar el tipo de flash), salieron borrosas como si estuviéramos intoxicados. El lugar elegido para este año, por falta de tiempo para comida rusa, fue cierto restaurante nuevo en un complejo comercial nuevo, pero que en realidad de nuevo no tenía mucho. Los a*l*e*r*o*s somos una especie en peligro de extinción, puesto que muchos de sus miembros no comprenden sus responsabilidades y se van al extranjero en momentos cruciales como este (verdad, Bertha, Andrés y Juank?!?!?!), sin embargo, la pasamos bien recordándolos a todos.

Mafer llegó tarde, porque Tigo es una transnacional que maltrata a sus empleados haciéndolos trabajar como burritos de carga.







El-Herminio:


Moi, que no puedo creer no tenga una carrera como modelo. Sos demasiado fotogénico.


Mafer me regaló un gorrito de Señora Claus. Me lo puse únicamente porque los meseros en el restaurante no andaban disfrazados navideños y por lo tanto no me podían confundir por una de ellos, y porque necesito desesperadamente un corte de pelo.

¿Qué podemos decir de la chica "Foto Angel" que no se haya dicho hasta el momento?

Espero las inevitables represalias, pero no es mi culpa, no hay ninguna foto de Yanis en solitario. Oops... :)

Y las obligatorias fotos de grupo. Con gorrito.

Sin gorrito.

Cuando estaba todavía inmersa en el torbellino de las clases, hice una lista con todas las actividades que quería hacer en vacaciones, con la intención de tener un recordatorio que la vida continuaba después de la universidad, y que tengo cosas en el futuro que sí voy a disfrutar. Olvidaba que las vacaciones traen muchas cosas pero se llevan otro montón de ellas, sin las cuales pierden todo gozo o sentido para sólo convertirse en un montón de tiempo ridículamente libre y vacío. No apareció ningún prospecto interesante de trabajo, relacionado o no con la carrera; estoy demasiado cansada todavía para empezar a repasar antes de Taller 3; cuando pienso en las prácticas de fútbol con el equipo de la facultad sólo imagino que voy a pasar muchas horas estancada en el tráfico sin nadie interesante con quien hablar.

A veces me asusta ser tan antisocial, o depender tanto de mi filtro ante el resto del mundo. Tal vez sencillamente me vas a hacer tanta falta que ni quiero pensar en ello.

Hemos cruzado el umbral y ahora podemos dar testimonio de qué se siente estar en último año de arquitectura. Como en toda gran iniciación, hubo una gran ceremonia, y la nuestra fue la fiesta-tributo al profesor de Taller 2 por motivo de su jubilación. El festejo era organizado por Expresión 3, la otra clase que impartía el arquitecto, que por ser de tercer año estaba plagada de gente joven, ridículamente joven y para rematar los males, desconocida.

Probablemente dos años sí sea mucho tiempo en la vida real, pero dos años en tiempo arquitectónico, con todas las desveladas, el estrés y las subidas de peso aumentan de forma exponencial esa brecha entre generaciones. Por un instante sentí que los diez compañeros que andábamos allí estábamos más cerca de los arqueológicos maestros que de toda la manada de pre escolar. Y así como este semestre presencié el ocaso de una promoción aceptablemente talentosa, un poco más unida que el promedio pero irritante como casi no existen, dentro de poco será mi turno de ceder el espacio para que la niñez se haga presente. Es de esperar que no tengo muchas ilusiones puestas en ellos: al momento del número musical, todo degeneró de una inocente tocada de canciones de los Beatles, a un concierto de heavy metal estridente que provocó la huida de todos los profesores, en especial del homenajeado. ¿Mi lugar dentro de esa cadena alimenticia? Me recuerda mucho al que tenían Kevin y Brittany en “Daria”. Sólo que con 2 neuronas extra y un mejor color de pelo.
En estos días de final de temporada, un apartado muy especial se lo lleva la conclusión de Taller II. Fue tedioso, cansado y estresante hasta los últimos minutos, pero en esta ocasión se nos unió una armada de colaboradores a la que le debemos haber salido con vida de todo esto. Llegaron Ivania, la hermana de Deysi; Yanis, Moisés, Herminio y Raúl. A pesar de que algunos ya habían hecho sus apuestas, la noche transcurrió sin peleas.

Paris fue de las últimas en llegar a la entrega, pero causó sensación.


Resulta que vamos a tener 100 si para el miércoles terminamos de hacerle un remate a las vigas de techo, y cambiamos de lugar los cables tensores que soportan el entrepiso. Personalmente, me encuentro física y anímicamente incapaz de continuar con esta pesadilla. Los resultados son geniales, pero el proceso es lo peor, el puntaje me resulta secundario.

Se me había olvidado mostrar antes la portada del juego de planos. Adivinen quién hizo ese magnífico render (que casi le costó la vida a Olivia)...
La segunda parte de la mañana consistió en la exposición de las maquetas al resto de la facultad.
Paris y su club de fans.

Veamos los acabados interiores: vista desde la sala.

El comedor:
Vista desde la cocina:
En el nivel superior, el dormitorio:
El baño principal:



La fachada principal:
El grupo completo posando sin importar las ojeras:
A pesar de que Raúl no pudo asistir, no pudimos dejar de homenajear a nuestros colaboradores:
En el acceso principal tenemos a un perrito, que sirve de tributo a Rabi Antonio, un poodle vecino de la casa de Iris, que sólo por tener ese nombre merecía estar en la maqueta, aunque sea simbólicamente.
Se acabó! Vamos a Taller 3...
Este es el link, para el que quiera ver tooodas las fotos del semestre.
Para terminar con este ciclo de posts arquitectónicos relativos a la clase de Teoría Superior, presento el ensayo final, con un tema libre, que todos los alumnos tuvimos que hacer. Este ensayo contiene algunos elementos que ya mencioné en otros posts, que eran únicamente para mi estudio personal. El blog volverá pronto a la normalidad con el inicio de las vacaciones... o tal vez no. Nunca se sabe ;)
Se define la pintura como el “proceso por el que una materia colorante se aplica, mediante algún método, a una superficie de soporte, con el propósito de representar o sugerir a través de la línea, color y materia, alguna entidad visible o imaginaria.” Es una arte plástica, puesto que utiliza materias sólidas que el artista modela. Surge hace más de treinta mil años, antes que la escritura, por lo que desde sus inicios sirvió para definir y caracterizar una época. Su característica esencial consiste en ser bidimensional, y ayudarse del dibujo, el modelado y el colorido para sus resultados finales.
La arquitectura es el “arte de proyectar y construir edificios o espacios para el uso del hombre”. Pero es un arte cuando detrás de sí conlleva una búsqueda estética. La definición de arquitectura se ha ampliado a través de los tiempos por teóricos que realzan algunos de sus aspectos en particular. Vitruvio tomó en cuenta la seguridad a nivel constructivo, la función a la que se destina y la belleza que posee, llamando cada una de ellas firmitas, utilitas y venustas. Para León Battista Alberti el movimiento de los pesos o cargas, y los materiales que se han utilizados deben ser útiles para el hombre. Eugène Viollet-Le Duc insiste en que en ella no se puede separar la teoría de la práctica, y Sigfried Gideon estima que son los materiales y los principios económicos los que deben ser correctamente aplicados en la creación de espacios.
Si bien son artes que tienen una base en común, para luego separarse en sus usos y aplicaciones, ambas interactúan la una con la otra, y muchos de los estilos arquitectónicos, en especial los que se han dado a partir del siglo XIX, son directamente influenciados por las exploraciones y los principios teóricos de los pintores de la época.

Ambas artes se rigen por los mismos principios básicos de composición: la proporción, la medida, la armonía entre las partes. En las dos juega un papel crucial el uso que se dé a la luz. Pero allí donde la pintura es libre, la arquitectura se ve limitada y viceversa. Entendiéndose el rol del pintor como el que ha tenido en los últimos dos siglos, este es un solo individuo que hace sus obras de la forma que mejor le parezca: tiene la opción de adherirse a las reglas académicas clásicas, o bien da más importancia a lo que le dicte su visión única y subjetiva. La pintura requiere presupuesto y tiempo mucho menores que lo que significa una construcción, y en definitiva, si el artista se independiza de la crítica y de sus colegas contemporáneos, la única limitante que posee es su imaginación. A pesar de que el arquitecto “tiene bajo sus órdenes a trabajadores que son incapaces de pensar de forma autónoma” y su oficio es un “arte de sistemas” como lo planteó Aristóteles, no hay que olvidar que son raras las ocasiones en que construye para sí mismo con sus propios medios. En esencia, el arquitecto está subordinado a un cliente que proporciona los fondos, y aunque el cliente le dé plena libertad, no puede obviar las leyes físicas de la naturaleza, ni los medios tecnológicos de la época y el lugar en que se encuentre. Este arte reúne a personas de varias áreas, que incluyen ingenieros civiles, mecánicos, eléctricos, albañiles, por mencionar a algunos: sería casi imposible que un solo arquitecto diseñe y construya una obra aislado del resto de la humanidad. Es por eso que muchos arquitectos, ya sea por vocación o al verse truncadas sus posibilidades de construir, se refugian en la pintura. De hecho, es necesaria un manejo mínimo de la expresión gráfica para dar a entender un proyecto: en el origen del mismo se encuentra la representación bidimensional, las plantas, los cortes, las fachadas y las perspectivas son herramientas que sirven para mostrar en qué consiste un diseño, aunque no transmite por completo la experiencia de habitar un espacio, justamente la característica esencial de la arquitectura.


En el siglo XIX, a pesar del auge de la industrialización, la arquitectura se debatía entre las formas clásicas y las construcciones de hierro. No es casualidad que la Ópera de París fuera inaugurada en 1875 y unos cuantos años después se erigiera la Torre Eiffel.


Por otra parte este fue el siglo de la invención del daguerrotipo: la pintura se había librado de su rol de representar fielmente la realidad y podía encaminarse por otros rumbos. Ahora la pintura era sólo pintura, muchísimo antes que los deconstructivistas dijeran que la arquitectura sólo debía parecer arquitectura. Se dejan de lado todos los temas históricos, religiosos o mitológicos. Se toma simbólicamente el año de la muerte de Eugenio Delacroix como el inicio del Impresionismo. Esta es la estética de lo pasajero, lo que buscaban estos pintores era transmitir la sensación del instante. Fragmentaban el color de manera que se perdía el detalle, todo se ve borroso, como si estuviera en movimiento. El impresionismo también tomó su inspiración del arte japonés, pero esta influencia se prolongó hasta el siguiente movimiento: el Art Nouveau. Esta corriente se oponía a la industrialización, y llamaba diferente según el país, pero las características esenciales fueron las mismas: decoración con motivos florales o animales, formas ondulantes, que también se dieron en la pintura con representantes como el austríaco Gustav Klimt y que se aprecian en construcciones como el edificio de la Secesión de Joseph Maria Olbrich.



La pintura evoluciona hacia el postimpresionismo, con dos tendencias. La primera, a la que pertenecieron Georges Seurat y Paul Cézanne, dejará de realzar el movimiento de sus predecesores y aunque sea más realista, no cae en el naturalismo. Se considera el ancestro espiritual del Cubismo y el arte abstracto. La segunda tendencia es la de los precursores del Fauvismo y el Expresionismo. El dibujo vuelve a ser importante, pero únicamente para transmitir la visión subjetiva y emotiva de estos pintores. Sobresalen Vincent Van Gogh y Paul Gauguin. Ya en el siglo XX, la primera guerra mundial propulsó el Expresionismo que justamente lidia con la angustia de esa época, deformando la realidad, utilizando colores violentos, formas agresivas. Los pintores se reúnen para formar una comunidad artística que se preocupa por el rol que tienen dentro de la sociedad: Die Brücke y más adelante Der Blaue Reiter. Estas organizaciones pictóricas encuentran su paralelo en la Cadena de Cristal, fundada por el arquitecto Bruno Taut, en la que arquitectos como Hermann Finsterlin, los hermanos Luckhardt y Walter Gropius, intercambiaban cartas y dibujos de cómo debía de ser la arquitectura utópica que imaginaban y que no podían construir por falta de recursos. Sin embargo, la falta de apoyo y la popularidad del Modernismo que venía naciendo, hizo que los arquitectos expresionistas pasaran a formar en 1925 la “Nueva Objetividad”, alejándose de sus postulados iniciales y acercándolos a la estética de la época, más sobria y ortogonal. Los pintores expresionistas se mantuvieron por más tiempo, y prefirieron llevar sus convicciones hasta las últimas consecuencias antes que cambiar de parecer. Los nazis consideraron el expresionismo un arte degenerado y las persecuciones que hicieron al fundador de Die Brücke, Ernst Ludwig Kirchner, contribuyeron a que se suicidara en 1938.



Probablemente el movimiento pictórico de mayor relevancia para la arquitectura ha sido el Cubismo. Tomando como punto de partida “Las señoritas de Avignon” de Picasso, estos artistas traducen la realidad utilizando elementos geométricos. Hasta 1910 el cubismo se consideró analítico: la forma predominó sobre el color, los contornos del dibujo se disolvieron y los objetos se fundían entre ellos, hasta perder la esencia de los mismos. En 1912 se reacciona contra esta tendencia abstracta y se da el cubismo sintético, donde se experimentó con la técnica de los papiers collés, los inicios del collage. Años después, en 1928, el primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna marca el inicio del Modernismo. Estos congresos tienen como finalidad replantear el rol que debe tener la arquitectura en la sociedad de su tiempo, y formalizar los principios que la regirían a partir de entonces. Pretendía que la arquitectura mejorara el mundo a través del adecuado diseño de los edificios y de la planificación urbana, lo que la vinculaba a los aspectos económicos y políticos de su tiempo. La estética modernista se opone por completo a la decoración y el ornamento en las obras. Para ellos toda forma resulta de la función que debe cumplir el proyecto, que será realizado con los volúmenes más simples y puros que sea posible, justamente su vínculo con la pintura: el realce a las formas geométricas. El cubismo desechó por completo la perspectiva que la pintura arrastraba desde el Renacimiento, de la misma forma como los modernistas rechazan los estilos arquitectónicos pasados.


A partir de entonces, las principales vanguardias pictóricas que habrían de influenciar la arquitectura tomarían como punto de partida el Cubismo. El Futurismo toma su nombre del libro de Filippo Tommaso Marinetti, publicado en 1909 “Fundación y manifiesto del Futurismo”. Es un arte con una teoría muy marcada: rechaza el arte del pasado, celebra la tecnología y los avances científicos, está profundamente impregnado de una conciencia política y un nacionalismo. Los visuales resultan ser agresivos, predomina la idea de fragmentación de la imagen. Por su parte, el Constructivismo ruso lleva más allá la abstracción, hasta el extremo de ni siquiera tomar como punto de partida objetos reales. Sus diseños son primariamente geométricos. Estos son los dos movimientos en los que se basaría el aspecto visual del Deconstructivismo, que aparecería mucho tiempo después, a finales de los 80s (aunque se le debe agregar el método popularizado por el filósofo francés Jacques Derrida, la deconstrucción). Las principales características de este estilo arquitectónico es la fragmentación de las formas geométricas, apoyada en las técnicas constructivas más avanzadas. Estas construcciones no presentan ninguna referencia a estilos pasados, y no se preocupan por insertarse en su entorno.


El Cubismo también tuvo repercusiones en pintores como Piet Mondrian y arquitectos como Jacob Johannes Pieter Oud, cofundadores de la revista y el movimiento del mismo nombre “De Stijl” (el Estilo). Oud expresó que “la arquitectura moderna evolucionará cada vez más hacia un proceso de reducción a proporciones positivas, comparable a la pintura moderna”. Este movimiento tiene como ideales la unidad y la armonía, al crear un arte que sea universalmente comprensible. Mondrian utiliza únicamente los tres colores primarios, el rojo, amarillo y azul, además del blanco, el negro y el gris, y la dirección de las líneas las reduce a la vertical y la horizontal. La casa Schröder, del arquitecto Gerrit Rietveld, está diseñada de acuerdo a todas esas reglas. Las diferentes masas forman un cuadro fragmentado por placas horizontales, paneles de vidrio, los antepechos y los soportes verticales. Como Mondrian no aceptaba las líneas diagonales en sus composiciones, las ventanas de esta casa se abren únicamente en una posición: a 90 grados en relación a la fachada. Los elementos lineales de la construcción son rojos, azules o amarillos, los planos son blancos o grises.



La simplicidad de los diseños y el juego de líneas y planos de De Stijl marcaría un punto de partida para el Minimalismo, pero este lleva consigo además, un profundo rechazo al arte Pop americano de los años 50. En gran auge en Nueva York y California, esta corriente cuestiona los valores tradicionales del arte, desde lo hecho a mano, el objeto artístico como único y la originalidad. Toma sus temas de la vida cotidiana, objetos consumibles y efímeros, publicidades, los cómics, las estrellas de cine. Los artistas casi ni tienen una relación directa con sus obras; muchos de ellos emplean asistentes que los ayudan con sus técnicas de impresión, son prácticamente fábricas de arte. La arquitectura minimalista manifiesta un profundo desagrado en contra de semejante exhibición y pretende revalorizar la obra de arte, separándola del contexto si este se muestra indigno de ella –la casa Nakayama de Tadao Ando tiene un muro perimetral que la cierra al resto del vecindario- y haciendo gala de la monocromía y de los amplios ventanales transparentes.


Actualmente, los recursos tecnológicos como los programas de computadora, liberan al arquitecto de la obligación de manejar técnicas de dibujo para poder vender sus diseños. De hecho, mientras más apegada a la realidad esté una imagen renderizada, es más efectiva. Por su lado, la pintura se alejó de su propósito de reproducir la realidad hace muchísimo tiempo. Hoy en día pesa más el enfoque subjetivo o emotivo del artista, que la técnica empleada. Pero ambas artes nunca dejarán de interactuar y de influenciarse mutuamente. En primer lugar, porque la pintura lleva la ventaja en poder hacer experimentaciones formales más rápidas, y puede pasar de un postulado teórico a otro en menos tiempo. Y aunque la arquitectura se tarde un poco más en traducir esos postulados a espacios habitables, cuando lo logra, sus resultados pueden tener mayor impacto en la sociedad, ya que son apreciados por cualquier persona que pase al lado de una construcción, en vez de tener que ir a un museo a apreciarla. Sin embargo, no podemos obviar la inspiración que toman los arquitectos de las visuales bidimensionales, y gracias a que la pintura contemporánea nos ha ayudado a valorar las formas sin representaciones de carácter figurativo, hoy somos capaces de comprender mejor la arquitectura contemporánea.

Así como el inicio del Modernismo quedó establecido en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna CIAM en 1928, y el Deconstructivismo tuvo su equivalente en la exposición en el MOMA en 1989, el movimiento de Arquitectura Ecológica nació con la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992. En este importante evento se definieron las pautas de sostenibilidad que deberían seguir los países a partir de entonces, entendiéndose como sostenibles aquellas actividades que logren satisfacer las necesidades de la población actual y local sin poner en riesgo la capacidad de las generaciones futuras o de poblaciones de otras regiones de solventar sus propios problemas. El desarrollo sostenible no trataría a partir de entonces únicamente de la situación ecológica mundial, será un enfoque holístico que englobará el progreso económico, la justicia social y la preservación del medio ambiente, y para ello requeriría de la participación de profesionales de varios ámbitos, biólogos, sociólogos, políticos, y por supuesto, de los arquitectos.

La arquitectura ecológica, también llamada arquitectura verde, bioclimática, sustentable o sostenible, es una corriente que se está dando en la actualidad y sobre la cual se debate si consiste en una tendencia formal o no. El dilema se presenta ya que es obligación de todo arquitecto velar porque sus proyectos tengan un adecuado tratamiento climático, orientando correctamente los edificios o utilizando los materiales adecuados. Pero la verdad es que en la práctica se irrespetan todas esas normas y se recurre a soluciones forzadas y costosas para solventar los errores de diseño, como son por ejemplo los equipos mecánicos de climatización. La arquitectura ecológica posee un trasfondo teórico en el que se apoyan sus obras: su principal objetivo es un manejo adecuado de los recursos. Se apoya en el ideal utópico de que el humano restablezca el equilibrio con su entorno, y se logren resolver los problemas que conlleva la tendencia a la concentración masiva, las grandes urbes. Muchos críticos relacionan el movimiento con el High Tech, pero en este caso no se hace un alarde tecnológico, se utiliza para mejorar las condiciones del edificio y reducir su impacto dañino. Se puede cuestionar el gasto que representan estos sistemas o materiales especializados en una arquitectura que dice proteger al medio ambiente, pero hay que recordar que lo económico no es lo más barato, es lo más rentable. Lo primordial es lograr calidad de vida, un ambiente agradable, y todo lo que implica: confort térmico, tener una temperatura adecuada, un buen grado de humedad, luminosidad y aire. Es por eso que las ventanas juegan un papel importante. En algunos casos, están programadas para abrirse o cerrarse dependiendo de la temperatura interior. La fachada del edificio es considerada la piel del mismo: respira, deja pasar el aire, interactúa con sus alrededores, se inserta en él. Se usan vaporizadores de agua que riegan los árboles; cortinas o espejos de agua; parasoles que no sólo son decorativos, tienen aspas que producen corrientes de aire.



El uso de las torres de viento es muy popular en estos proyectos. En los cubos de gradas se dejan aberturas en la parte alta, que pueden manipularse según las condiciones del clima de la temporada. Si hace frío las aberturas se cierran para conservar el calor. Si por el contrario, hace calor, se abren para que el aire caliente se escape.




Otro aspecto muy importante de esta arquitectura es el estudio de los materiales. Sus propiedades térmicas, su apariencia, pero ahora importa si son amigables al ambiente a lo largo de su vida: que no dañen el ecosistema en el momento de su extracción, durante su uso y que sean reciclables. Se promueve también que sean propios del lugar, puesto que es extremadamente caro y contaminante el transporte de materiales de país en país. De la misma forma, la vegetación propuesta debe pertenecer a la región, y se procura que haya un equilibrio entre área construida y áreas verdes.

Como se trata de respetar el ambiente en el que está la construcción, este enfoque se amplía hasta cómo se accede al edificio, cómo se puede mejorar el trazado de la ciudad y cómo se transita en ella; se vuelven una preocupación los servicios de transporte público.

Es lógico que esta arquitectura respete al máximo la topografía del lugar si lo que trata es de no irrumpir en ella. Las construcciones resaltan los desniveles del terreno o tratan de dar la impresión que el edificio es parte del mismo.


La arquitectura ecológica en ningún momento trata de copiar formas o estructuras de la Naturaleza, pero sí trata de entender sus mecanismos, los interioriza y los traduce en una propuesta que se apoya en la tecnología, para lograr armonía entre el hombre y su ambiente. A pesar de que las modas en las artes son pasajeras y luego se tratan de aplacar y contradecir, tratar de menospreciar las prácticas de este movimiento sería un gesto irresponsable y malintencionado. Tal vez no llegue a ser considerado un estilo en sí, pero probablemente impregne las tendencias futuras de un nuevo respeto por el medio ambiente.