La proyecciĆ³n y la identificaciĆ³n son dos procesos inherentes al desarrollo del ser humano. En todos los niveles se vuelve necesario salir del cuerpo y de la historia que uno vive para verla reflejada en otra persona. Es algo que supera el narcisismo, se origina en la necesidad de tener distancia para comprender, para inspirarse o para tener un indicio de cuĆ”l serĆa la acciĆ³n correcta a tomar cuando se enfrenta algĆŗn dilema. El modelo que se elige seguir, ya sea real o imaginario, se convierte en el arquetipo en el que se construye la vida y se basa el comportamiento. A los 16 aƱos escuchĆ© por primera vez la mĆŗsica de Tori Amos y combinada con la historia de su vida y su forma de pensar quedĆ© maravillada al punto de convertirla en una de las heroĆnas de mi mitologĆa personal. Todas las mujeres que admiro sobresalen en algo que las ha hecho trascender su condiciĆ³n de mujer, pero al mismo tiempo la han elevado gracias a sus logros. Comparten tambiĆ©n que ante barreras que en su momento parecieron infranqueables, mostraron extraordinaria resistencia, pasiĆ³n y ambiciĆ³n. Me hacen sentir orgullosa de ser mujer y me motivan a encontrar mi propio camino. Fue muy curioso cuando leyendo la autobiografĆa de Amos descubrĆ que sus arquetipos lo son literalmente: son varias de las diosas pertenecientes a distintas mitologĆas del mundo. Las diosas de la creaciĆ³n, la fertilidad y la destrucciĆ³n, entre muchas otras. Ella no sĆ³lo conoce sus historias y sus significados, a travĆ©s de su arte trata de canalizar sus energĆas y de alguna forma invocarlas para que exorcicen sus propios demonios y le ayuden a encontrar paz y equilibrio. Pero yo estoy convencida que como sociedad tenemos nuestros propios arquetipos, que al ser colectivos tienen que ser accesibles y por tanto no pueden ser de un nivel tan alto que la mayorĆa no pueda comprender; los hĆ©roes que representan nuestras aspiraciones son las celebridades.
Es un fenĆ³meno ineludible, por la saturaciĆ³n de los medios o por nuestra propia curiosidad o morbosidad: las personas famosas son mĆ”s que tipos corrientes que salen en la televisiĆ³n, son sĆmbolos de todo lo que anhelamos, tienen lo que quisiĆ©ramos poseer y viven lo que nos gustarĆa probar algĆŗn dĆa. Muchos dicen que son imĆ”genes a las que recurrimos por temor a nuestra propia mortalidad -lo que explicarĆa la necesidad imperiosa que tenemos de que nunca envejezcan, de que siempre se vean impecables- pero la proyecciĆ³n ha alcanzado niveles que merecen el esfuerzo de analizarse, porque de alguna forma en el mundo en el que estamos, todos pasamos por lo que a ellos les sucede. El ejemplo mĆ”s sencillo serĆa el de Madonna, la encarnaciĆ³n del poderĆo feminista. La creaciĆ³n de su imagen pĆŗblica se explica por todos los siglos y siglos de opresiĆ³n al sexo femenino –sin este antagonismo no tendrĆa sentido lo que ha hecho-, y su culto es justificable porque ha logrado tomar las riendas de su vida a niveles que nunca antes se habĆa logrado. Yo la admiro tambiĆ©n porque ha sido tan exitosa que ni siquiera las cadenas paternales representan una carga para ella: se han tenido que subyugar a sus logros. Hasta hace poco era la quintaesencia de la mujer que lo tenĆa absolutamente todo: el triunfo y la versatilidad profesional, cantidades interminables de dinero y poder, un fĆsico sorprendente y hasta una familia envidiable. Pero se divorciĆ³ de Guy Ritchie, y todo mundo se preguntĆ³ quĆ© habĆa salido mal. ¿SerĆ” cierto que las mujeres no podemos tener familia y una carrera sin tener que sacrificar una de las dos? Recordemos que ella podrĆa dejar de trabajar por el resto de su vida para criar a sus hijos y ser una esposa mĆ”s si lo quisiera, no tiene nada que demostrar a nadie, pero no lo hizo. Y ahora no puedo escuchar “Hard candy” sin pensar en que ese fue el disco que rompiĆ³ a Madonna y a Guy Ritchie (fue culpa de Pharrell y Timbaland, ella debiĆ³ saberlo); en realidad no podĆa escucharlo mucho para empezar.
En la ceremonia de los Oscars de este aƱo Jennifer Aniston fue la presentadora de los premios de las categorĆas de animaciĆ³n, y en un momento la cĆ”mara enfocĆ³ a Angelina Jolie, por supuesto. Pareciera que nadie se ha recuperado del hecho que el hombre supuestamente mĆ”s guapo de la tierra haya dejado a su esposa, famosa por ser guapa pero no al grado de ser intimidante, por la otra mujer. Fue el triunfo de la infidelidad que toda la sociedad occidental todavĆa estĆ” tratando de digerir. Honestamente yo esperaba que despuĆ©s que le hicieron eso a la pobre Aniston un rayo fulminara a esos dos seres demasiado atractivos para ser verdad, el karma tiene que existir despuĆ©s de todo, pero 6 hijos despuĆ©s ellos siguen felices y campantes, y los Ćŗnicos indignados somos nosotros porque entre todos los hombres del mundo John Mayer fue el desafortunado escogido para ser el rebound guy.
Todo esto suena inocente y hasta risible: las rupturas amorosas cuando uno puede costearse un paro de labores indefinido y acompaƱarlo con televisiĆ³n de pantalla gigante y seƱal satelital se pueden sobrevivir con relativa facilidad, y uno se consuela con que nuestros lĆos amorosos los comparte todo mundo y hasta a niveles peores porque son pĆŗblicos. Pero hay un grado de proyecciĆ³n que resulta impactante e incluso peligroso: cuando nuestro arquetipo se enfrenta a una situaciĆ³n desgraciadamente demasiado habitual y en la que su reacciĆ³n va a influenciar a muchas personas que han vivido lo mismo. Y es lo que sucediĆ³ con Rihanna cuando fue golpeada por su novio, Chris Brown. El muchacho es producto de un ambiente de violencia familiar, por lo que sus actos son una triste oda a la memoria genĆ©tica, pero lo que decida hacer Rihanna de ahora en adelante va a repercutir en muchas niƱas y mujeres que la admiran, o que van a dar por sentado que su reacciĆ³n va a ser la correcta sĆ³lo porque es famosa. Puede acusarlo y encarcelarlo, lo que serĆa lo justo considerando lo sucedido, pero el muchacho no tiene ni 20 aƱos, y ella estĆ” muy joven para enfrascarse en acusaciones legales. AdemĆ”s se podrĆa percibir como vengativa por no perdonarlo y dejarlo en paz, aĆŗn sabiendo que esos episodios tienen una alta probabilidad, sino seguridad, de repetirse, y que en caso de que vuelva a suceder ella serĆ” en parte responsable por no haberlo detenido a tiempo. PodrĆa perdonarlo y dejarlo ir, ¿pero serĆa justo? ¿Se lo merece sĆ³lo porque fue una reacciĆ³n visceral a la violencia que Ć©l mismo presenciĆ³? ¿QuĆ© hay de todas las mujeres que son golpeadas por sus novios o esposos y tienen tanto miedo por lo que vaya a sucederles si acusan a sus abusadores o estĆ”n tan idiotizadas que creen que se lo merecen? ¿QuĆ© van a pensar si ven que ella decide no hacer nada, que eso no es tan grave? AsĆ como todas las celebridades viven agradecidas por el apoyo a sus seguidores deberĆan de sentir responsabilidad porque quieran o no, son sus guĆas y ahora esta muchacha tiene mucho en sus manos, tal vez mĆ”s de lo que deberĆa enfrentar a su edad.
La primera vez que tuve la desgracia de presenciar algo parecido a todo esto se me preguntĆ³ quĆ© se tenĆa que hacer en esos casos y a pesar que estaba muy pequeƱa, inmediatamente respondĆ: divorcio. Terminar. Sigo creyendo que es cierto, y que cualquier otra soluciĆ³n es producto de racionalizar y querer ser masoquista. Para mĆ es una situaciĆ³n intolerable e inaceptable, de infligir, sufrir o presenciar y merece ser castigada. Pero los arquetipos se encuentran en otra esfera a pesar de que viven situaciones similares. Sus acciones se escapan a nuestros deseos y por eso sĆ³lo pueden ser sĆmbolos que uno adopta cuando uno los necesita, pero que se desechan cuando se ha superado el estado que representan. Y asĆ como hay arquetipos positivos, de inspiraciĆ³n y bondad, los hay terrorĆficos, malignos, destructivos y hasta mĆ”rtires y victimistas. El problema se vuelve cuando las acciones de nuestros hĆ©roes repercuten directamente en nuestras vidas diarias y su imagen queda agrietada permanentemente porque uno descubre que son de carne y hueso y se rinden ante sus debilidades sin importar a quien arrastran en su marea. Por eso es que uno no puede tener hĆ©roes cercanos.
“When I try to define my work, I keep going back to the language of architecture, because it is multidimensional. I’ve always been drawn to books by architects; I try to look at building plans, to discover the secret passageways architects devise to allow entry and exit, to understand how they might create solidity or flow in a building. These choices resemble those that songwriters must make. When I want to learn from other writers’ songs, I spend a lot of time examining their frameworks, stripping them down in my mind, listening over and over. I feel as though I’m sitting with another architect’s blueprints. I see the patterns within the songs, the word choices they make, the voicings within the arrangements, all that. The most important ingredient might not be the most obvious. An incredible melody might be hidden within a distracting arrangement, or by a dissonant chord structure.
Houses, pianos –these inanimate objects are alive for me. They are made of primal materials: wood, stone, metal. Within such objects you can find an animate soul. If you gathered together a geneticist, an architect, a physician, a historian, a geologist, an archaeologist, and somebody who works with the psyche and said, “Define the Wailing Wall in Jerusalem,” what would they say it’s made of? Is it only the mortar and the stone, or does it contain what people have projected onto it? It has taken something on. It has taken something on that cannot be defined just by using visual perception. You can “put it under a microscope” and you still won’t be able to prove scientifically what it is that people are feeling when they stand facing this Wailing Wall in Jerusalem. I’m interested in the composition of an object as it goes beyond the obvious. I feel the same way about musical composition. Songs, texts, are alive. I’m not saying they have two arms and two legs and a head like an alien. But there’s a consciousness there, an autonomy. I’m a co-creator, of course, but this hubris that a lot of writers have in which they think that they’re the Source –that’s a lie.
This is one reason I’m so drawn to a song’s architecture, to studying what a song is made of and why it works, how a sonic space is created that invites people in, what makes a listener start to listen. I’m interested in the moment in which a creation begins to live.”
Houses, pianos –these inanimate objects are alive for me. They are made of primal materials: wood, stone, metal. Within such objects you can find an animate soul. If you gathered together a geneticist, an architect, a physician, a historian, a geologist, an archaeologist, and somebody who works with the psyche and said, “Define the Wailing Wall in Jerusalem,” what would they say it’s made of? Is it only the mortar and the stone, or does it contain what people have projected onto it? It has taken something on. It has taken something on that cannot be defined just by using visual perception. You can “put it under a microscope” and you still won’t be able to prove scientifically what it is that people are feeling when they stand facing this Wailing Wall in Jerusalem. I’m interested in the composition of an object as it goes beyond the obvious. I feel the same way about musical composition. Songs, texts, are alive. I’m not saying they have two arms and two legs and a head like an alien. But there’s a consciousness there, an autonomy. I’m a co-creator, of course, but this hubris that a lot of writers have in which they think that they’re the Source –that’s a lie.
This is one reason I’m so drawn to a song’s architecture, to studying what a song is made of and why it works, how a sonic space is created that invites people in, what makes a listener start to listen. I’m interested in the moment in which a creation begins to live.”
“I think of the structure of any particular song as a house. The bathroom is the bathroom, and you have to understand the shape of the bathroom and its needs. The kitchen’s the kitchen. Sometimes you want the chorus to be the kitchen in a song. Sometimes you want the chorus to be the shower, very cleansing. Sometimes it’s the bedroom. Or sometimes the chorus is that shower, but instead it’s about being naked and soap and it’s sexy –or it’s not sexy at all, but an eradication of someone or something. It could even be akin to “I’ve gotta wash that God right outta my hair,” depending on what sticky archetypes have been prodding through the night. The point is, even in terms of the emotion expressed, the shape matters before the story does. Without the structure, there’s nowhere for the story to live.”
“(…) I knew it was potentially a good song because foundationally I was working with marble, not linoleum. I like linoleum, but you have to be a little more selective, because linoleum can be a completely bad idea in a lot of structures, whereas marble, if it’s good-quality marble, is always useful somewhere, even if only as the kitchen worktop.”
“Imagine that you have been able to let yourself into this fascinating architectural space but you’re in only one room and you do not know how to get to the other rooms because as of now there are no doorways. It becomes like a sonic puzzle.”
“The belief that the songs are a space doesn’t change. When I walk in it, though, what I choose to hang on the walls and bring into the room can change. But whatever the space, the challenge is to find the root of what and who the song Being is. It might be a lullaby, or a waltz. If I can go back to the song’s original form and retain the core of that form, then I can still thoroughly justify the interior decoration, what I call the rearrangements of the song, in whatever the space is.”
- Tori Amos y Ann Powers, "Tori Amos: Piece by Piece"
Eventualmente tenĆa que pasar: ayer se cancelĆ³ -temporalmente- mi cuenta de WoW, para poder hacer cosas a las que no podrĆa dedicarme si la tuviera activa, como mi reporte de la prĆ”ctica por ejemplo. Sin embargo, he querido honrar estos dos buenos meses que tuve y mostrar algunas de las novedades de la expansiĆ³n. Una de ellas es la cantidad increĆble de vehĆculos que ahora se pueden usar en ciertas misiones. Hay tanques, aviones y hasta una alfombra voladora! Es sĆŗper emocionante.
Y bueno, no es precisamente nueva, pero paguĆ© mucho por poder usarla en nivel 77, asĆ que muestro mi montura voladora: Otra innovaciĆ³n fueron los disfraces de los personajes. Por alguna extraƱa razĆ³n a mĆ me tocaban los de niƱa y a Daxja los de niƱo. ¿Coincidencia? No lo creo.
Hasta Hermenegildo se pudo disfrazar en una misiĆ³n en que tenĆamos que matar a un hombre-lobo y sus minions lo infectaron con una enfermedad que lo convirtiĆ³ en uno de ellos.
Me encantĆ³ una misiĆ³n en la que Tertuliana pudo entrar en contacto con ella misma en el futuro. Especialmente al final en la que la Tert del futuro le dice a la del presente que por favor descanse, que con razĆ³n terminĆ³ cayendo en la bebida.
Otra misiĆ³n increĆblemente genial fue cuando se nos encargĆ³ salvar a Undercity y matar a los lĆderes alianza. Resulta que Varimathras traicionĆ³ a la nueva y "mejorada" Sylvanas Windrunner (me gustaba mĆ”s antes), y tomĆ³ el control de la capital de los undeads. Pero Sylvanas contactĆ³ a Thrall el lĆder de los orcos y se nos pidiĆ³ a Daxja y a mĆ que los ayĆŗdaramos a recuperar la ciudad.
Desde luego, tuvimos la oportunidad de conocer al Lich King en persona, el mismĆsimo Arthas. Se nos apareciĆ³ despuĆ©s de matar a un tipo que supuestamente era servidor suyo. (El error ortogrĆ”fico es por un defecto que no permite leer la Ćŗltima letra de los nombres, a saber quĆ© serĆ”.)
Como empecĆ© a jugar el 21 de diciembre tuve la oportunidad de hacer las misiones de fin de aƱo. AquĆ luzco mi montura navideƱa.
En las capitales habĆan aparatos para convertirse en gnomos, que parecen duendes de Santa. AquĆ comparto un momento con Great Father Winter, que tenĆa algunos regalos para mĆ bajo el Ć”rbol.
Daxja y yo jugando en la nieve, despuƩs de matar al abominable Greench.
Posando con un hombrecito de nieve:
Tuve la oportunidad de estar en el Lunar Festival, y hasta matĆ© a Omen, el chucho elite calavera, y me comprĆ© el trajecito festivo. Por primera vez pude estar en el "Love is in the air" festival, en el que el personaje se perfuma y ofrece tokens de amor a los guardias, que a cambio le dan regalos. No sĆ© cĆ³mo, pero de repente en Orgrimmar empezĆ³ a perseguirme un cupido goblin.
Mi primera etapa de transiciĆ³n fue a los 17 aƱos cuando tuve que decidir una carrera, un lugar donde vivir y una persona con quien estar por primera vez. Pero esas decisiones se fueron gestando muchos aƱos atrĆ”s, debido a cosas que me habĆan sucedido y cosas que habĆa aprendido y a veces parece que sĆ³lo se puede ver lo que pasĆ³ despuĆ©s de esas decisiones, que ahora entiendo estaba muy joven para tomar y que no tuve las personas adecuadas para guiarme o hacerme entender su importancia.
TenĆa 13 aƱos cuando me metĆ al infame y popular curso que imparten en el Hotel Honduras Maya que convierte a las personas en pseudo entusiastas y robots de la iniciativa, pero yo entrĆ© en Ć©l porque era mi primer aƱo de secundaria y sentĆa que me perdĆa de muchas cosas por ser demasiado retraĆda –al punto de no socializar con casi nadie en el colegio aparte de Bertha y otras 3 personas- . TodavĆa tenĆa presentes en la cabeza las imĆ”genes de mi graduaciĆ³n de 6to grado en la que me habĆa sentido tan miserable, entre otras cosas porque mi mamĆ” me habĆa escogido y obligado a usar una chaqueta azul atroz estilo militar, con todo y hombreras ochenteras; una falda blanca de seƱora de 40 aƱos y unos zapatos bajos color blanco. Me sentĆa la niƱa mĆ”s horrible del mundo. Mi papĆ” no habĆa ido a la ceremonia de la maƱana y lo percibĆ como la peor traiciĆ³n a un ser querido. Realmente no habĆa nada porquĆ© ir a celebrar, pero cuando te obligaban a algo no habĆa forma de escapar (no es muy diferente 10 aƱos despuĆ©s). Fui a la estĆŗpida reuniĆ³n, en la que pasĆ© con mis dos amigas de aquel tiempo huyendo de la pista de baile porque no querĆa que nadie me viera y de por sĆ no sabĆa bailar. No querĆa estar con mi familia, no querĆa comer, querĆa que me tragara la tierra y nunca me dejara volver a salir. Hasta que mi maestro llegĆ³ a saludarnos cuando velĆ”bamos de lejos a la gente bailando y divirtiĆ©ndose. Nos preguntĆ³ quĆ© pasaba, porque no estĆ”bamos allĆ y respondimos que no sabĆamos bailar. “MĆrenlos a ellos!”, nos respondiĆ³, “Nadie en esa sala sabe lo que hace”. Y los volteamos a ver, no desde la perspectiva de las niƱas que idealizan a los demĆ”s sino que los ven por lo que realmente son y eso nos dio el coraje de ir a menearnos sin sentido tambiĆ©n. Pero por esa noche fue que me metĆ a clases de baile aƱos despuĆ©s. Y por la que aprecio tanto a la gente que es muy inteligente, exigente con la vida y aĆŗn asĆ puede darse permiso de hacer el ridĆculo rodeado de gente que prefiere quedarse parado viendo desde afuera.
EncontrĆ© hace poco los apuntes del curso de Dale Carnegie sobre las metas que me habĆa puesto para mi vida y cĆ³mo pensaba lograrlas. No recuerdo a esa persona que escribiĆ³ “Yo Marcela, dentro de 13 aƱos estarĆ© graduada de AdministraciĆ³n de Empresas o Leyes”. Sobre todo por lo que pasĆ³ despuĆ©s. Al aƱo entrĆ© al curso de caricatura con un joven muy famoso en ese medio. Fue como que algo se hubiera despertado en mĆ: pasaba todo el dĆa buscando ideas para hacer dibujos, que bajo su tutela se orientaban mucho a la protesta social, pero que eran vĆ”lidos a pesar de mi tĆ©cnica infantil y amateur. Con el tiempo fui mejorando, y me emocionĆ© tanto con las posibilidades de la ilustraciĆ³n que ampliĆ© mis horizontes matriculĆ”ndome en clases de Dibujo de Figura Humana, con un arquitecto absolutamente brillante, amante de los libros y de la mĆŗsica tambiĆ©n, que me dijo que se imaginaba que yo iba a estudiar algo de DiseƱo Publicitario. El dibujo progresĆ³ naturalmente hacia la pintura y comencĆ© a recibir lecciones con una maestra que a pesar de sus buenas intenciones no lograba entender mis ideas sobre lo que querĆa pintar. Me ponĆa enfrente floreros y verduras y yo me sentĆa desesperada por empezar a retratar todas aquellas cosas que sentĆa que tenĆa que decir. Cuando al fin me dio libertad de hacer un cuadro de lo que yo quisiera hasta se asustĆ³ porque nunca se imaginĆ³ algo asĆ que viniera de mĆ, no porque tuviera una tĆ©cnica impecable ni mucho menos, pero creo que ella esperaba un atardecer con montaƱas y animalitos y yo hice un torbellino del que salĆan ramificaciones que eran distintas mujeres con diferentes significados. De eso querĆa hablar, de los trastornos de la personalidad que acompaƱan a la condiciĆ³n de ser una fĆ©mina en el mundo, y cĆ³mo uno tiene que reprimirlos para funcionar, para aparentar ser normal ante los demĆ”s, no muy distinto de lo que hago 8 aƱos despuĆ©s. Mi vida era sĆ³lo ir a la escuela en la maƱana, pintar en la tarde y leer en la noche, y de repente tenĆa 17 aƱos y tenĆa que decidir algo que estudiar que me permitiera continuar con ese modus vivendi porque yo sabĆa que no querĆa nada mĆ”s en el mundo. QuerĆa crear, expresarme, empaparme de las ideas de otros para que las mĆas tuvieran sustento, vivir eternamente a la caza de algo nuevo y no terminar como una mujer frustrada que no tiene nada mĆ”s que justifique su presencia que la familia que mantiene pero que a la larga ni se lo agradece, como todas esas mujeres que no dejan nada tras de sĆ, que no saben quĆ© hacer en un dĆa libre y que no piensan ni sienten nada. TenĆa que decidir pronto algo en lo que me gustarĆa trabajar en una Ć©poca de mi vida que no comprendĆa en lo absoluto ese concepto, y todo mundo me decĆa lo que no podĆa o no me era permitido hacer, en lugar de ayudarme a buscar opciones y darme confianza en que la vocaciĆ³n es lo mĆ”s sagrado que cada persona posee, y es tan valiosa que a la larga resulta rentable si uno le da la importancia y el ambiente adecuado para hacerla crecer. Ese aƱo fue difĆcil, fue terrible: tenĆa tantas expectativas, tantas esperanzas en lo que habrĆa de venir. Recuerdo un atardecer en la playa de RoatĆ”n durante nuestro viaje de Ćŗltimo aƱo en el que le daba una charla a una compaƱera sobre el significado de la vida que segĆŗn yo habĆa encontrado en “Los hermanos Karamazov”, que la vida hay que amarla antes que entenderla y me creĆa tan poderosa, tan especial como que si el mundo fuera a protegerme de la mediocridad. SentĆa que el destino era aquel camino maravilloso que se desplegaba ante mis pies, y en el momento menos pensado estaba en un aula atestada de gente esperando al maestro de 110, sentada en el piso porque ya no habĆan mĆ”s sillas. Yo creĆa que ese tiempo era de transiciĆ³n y que necesariamente algo mejor tendrĆa que aparecer. TenĆa que decidir mi vida, quiĆ©n querĆa ser y quĆ© querĆa lograr. Escuchaba a Tori y leĆa a Simone, buscando en ellas seƱales de que mi vida tambiĆ©n tenĆa un propĆ³sito.
Y ahora terminĆ© la universidad y sigo escuchando a Tori y leyendo su autobiografĆa, y despuĆ©s de leer sobre otras increĆbles mujeres volverĆ© a leer a Simone, porque esta es otra etapa de transiciĆ³n, con la diferencia que ahora sĆ sĆ© adĆ³nde quiero ir y estĆ” otra vez esa ansiedad por el futuro, pero hay algo de paz en saber que aunque las cosas no salgan exactamente como yo espero voy a estar bien porque no voy a volver a permitir que sean otros los que decidan mis capacidades y trunquen mis ambiciones porque son muy grandes para las vidas cĆ³modas que ellos decidieron para sĆ mismos. Es la misma etapa con un poco mĆ”s de conciencia.
Me he concentrado tanto en explorar y descifrar las vicisitudes de ser mujer que nunca antes me habĆa detenido siquiera a pensar en lo difĆcil que ha de ser ser un hombre. Tienen mucho que dar a cambio de su supuesta fuerza fĆsica y su desapego de las emociones. Se espera tanto de ellos sĆ³lo por su cuerpo o por sus congĆ©neres, roles que ellos mismos no han elegido conscientemente muchas veces sino que les han sido impuestos desde afuera, asĆ como a nosotras. Tal vez ellos no sean vĆctimas de la responsabilidad al punto de tener que dar a luz a sus errores y tal vez esa libertad los haga creerse importantes y superiores, pero yo no puedo dejar de sentir lĆ”stima por ellos. Me parece que son esas criaturas tan dependientes, tan solitariamente inĆŗtiles. PodrĆ”n hacer las mismas cosas, pero nunca las van a sentir igual si no tienen a alguien con quien compartirlas. Trabajan tan duro. Se asolean todo el dĆa, cargan bloques, varillas de hierro de nueve metros de largo, se suben en andamios a mĆ”s de tres metros de altura, se cuelgan con un aro de metal a poner anillos para el armado de las columnas y nadie les preguntĆ³ si tenĆan la fuerza o vitalidad para hacerlo, tuvieron que fingir que podĆan desde el primer dĆa que lo intentaron porque si no serĆan estigmatizados por el resto de sus vidas. Algunos comienzan tan pronto con ese estilo de vida. Son muy jĆ³venes, algunos son niƱos literalmente, se ven hasta dulces e inocentes embarrados de lodo y con cemento que se regĆ³ en sus caras cuando cargaron la bolsa abierta hacia la mezcladora. Son niƱos en ropas destrozadas, tennis que dejan los dedos de los pies al descubierto y paƱuelos en la cabeza para cubrir su pelo chamuscado; niƱos que en el momento menos pensado sacan un cigarro y se ponen a fumar algo que uno espera que sea tabaco porque no lo es necesariamente si nos guiamos por los olores sospechosos y conocidos que se sienten en la construcciĆ³n. Me cuesta mucho verlos trabajar y no poner cara de tristeza; no pensar en cuĆ”ntos de ellos deberĆan estar en la escuela o en el colegio y no tienen esa oportunidad cuando otros desaprovechan tan horriblemente el privilegio de estudiar. Tengo que ponerme lentes de sol y mi mejor cara de pocos amigos porque es un esfuerzo enorme no arquear las cejas automĆ”ticamente. Veo sus vidas y es tan difĆcil, pero trato de pensar que es aĆŗn mĆ”s difĆcil no tener trabajo, como le pasa a todos los demĆ”s que llegan esperanzados por encontrar una oportunidad en la obra y se van desilusionados cuando les anuncian que no hay vacantes por el momento.
A la hora del desayuno veo a algunos con sus pailitas donde llevan la merienda y me pregunto quiĆ©n les prepara su comida para el trabajo. Algunos compran algo para almorzar en la caseta expuesta al polvo frente a la calle y me preocupa si acaso estĆ”n gastando demasiado de lo poco que han de ganar sĆ³lo para poder estar allĆ, sin tomar en cuenta los otros gastos de su casa. Y quiĆ©n los esperarĆ” en su casa. ¿Realmente serĆ” tan malo que cuando terminen su largo y tedioso dĆa de trabajo que tuvo que alargarse porque unos miserables vendedores de concreto pusieron menos de 14 metros cĆŗbicos de mezcla en los camiones y atrasaron por una hora y media la fundiciĆ³n de una zapata corrida lleguen a su casa donde los reciba una esposa ansiosa por verlos y escuchar sobre lo que hicieron hoy mientras les sirven un plato de comida caliente y los hace sentir queridos y realmente importantes en el mundo para alguien? ¿SerĆ” un crimen tan atroz contra el feminismo y contra Santa Simone no sentir como una traiciĆ³n al ser cocinar un poco, tener el espacio comĆŗn en orden y armonĆa y hacer lo mejor que uno pueda para que la otra persona se sienta cĆ³moda y feliz? No estoy de acuerdo con que juzguen mi valor y desempeƱo como mujer bajo esos estĆ”ndares, pero mientras yo haga lo que me gusta en el mundo realmente no es sacrificio cuidar a alguien que quiero de la forma mĆ”s tradicional que exista. Y hablo de los hombres que hacen trabajo arduo y fĆsico, pero los otros tambiĆ©n merecen alguien que los cuide cuando estĆ©n enfermos, aunque tengan 50 aƱos y se enorgullezcan de ser solteros sin compromiso. EstĆ”n incompletos y me siento muy triste por ellos.
Probablemente yo he confundido mentir y aparentar con el acto supuestamente inocente de dividir en varias una sola personalidad y categorizarla de manera que se adecĆŗe a las funciones que se encuentra realizando en el momento o las personas que la estĆ”n rodeando. Todo mundo lo hace, ¿por quĆ© entonces me siento culpable?
Siempre me he creĆdo una persona con mucho potencial. Algunas personas me lo han dicho, a otras vivo tratando de convencerlas, pero todo en mi vida gira alrededor de las posibilidades que podrĆan abrirse para mĆ y todo aquello que yo podrĆa ser. Y estĆ” bien: he aquĆ el potencial. Pero yo quiero saber cuĆ”ndo va a empezar a dar frutos y pruebas de su existencia porque siento que persigo la grandeza como a una zanahoria frente a mĆ, que me hace caminar pero a la que no voy a llegar. Nunca nada pasa.
Las cosas estos dĆas pasan rĆ”pido, tanto que parece que va a cumplirse mi sueƱo de que el tiempo antes de graduarme se esfume sin dejar rastro, pero ahora que he modificado el continuum quiero tener la oportunidad (tiempo) de dejar algĆŗn testimonio, de poder procesar y entender, porque este ritmo me hace sentir una autĆ³mata, o mejor dicho, me hace dejar de sentir. Me detengo por un instante, me regalo una noche libre y me pongo a evaluar si mi situaciĆ³n corresponde al potencial que juro tener.
Por muchos aƱos me he considerado traicionada por la vida porque no me sacĆ³ de este paĆs para estudiar una carrera que se pueda ejercer sin amargarse y arrugarse, y por mucho tiempo he esperado su compensaciĆ³n. CreĆa que la balanza se tenĆa que equiparar con algo tan extraordinario que me harĆa creer que no desperdiciĆ© oportunidades ni mis grandiosos talentos. ActuĆ© como una criatura orgullosa a la que la gente tenĆa que pedir perdĆ³n por no estar a su nivel y por no poder darle las cosas que creĆa merecer.
Sentir que uno tiene potencial implica necesariamente buscar validaciĆ³n. Se vive tratando de dar fe con las calificaciones, pero si consideraba mediocre al maestro no era digno de mi esfuerzo tampoco. DespuĆ©s de todo ser inteligente es ser como un artista caprichoso y voluble. EstĆ” tambiĆ©n la aprobaciĆ³n familiar, el respeto a los horarios, el no emborracharse y chocar carros, el tratar de hacer lo que los padres considerarĆan lo Ć³ptimo. Pero eso tambiĆ©n es un espejismo peligroso e insatisfactorio porque cuando uno estĆ” allĆ” afuera, dando la cara por uno mismo, uno sabe en el fondo que ese no es el lugar en el que he de estar y que he llegado hasta aquĆ por quedar bien con la gente y por evitar confrontaciones en lugar de siendo fiel a mĆ misma y haciendo aquello que me hace feliz. Al final mis papĆ”s van a morir creyendo que hicieron lo mejor que pudieron (probablemente sea asĆ), yo me voy a quedar con la vida falsa que construĆ para que ellos no se pudieran quejar y me voy a dar cuenta que a la Ćŗnica que traicionĆ© fue a mĆ misma. Ellos no sienten que me deben nada; pues mi responsabilidad recae sĆ³lo en mĆ.
Cuando conocĆ a una extraordinaria mujer que engloba casi todo lo que me gustarĆa alcanzar en la vida no pude resistir la tentaciĆ³n de preguntarle por quĆ© regresĆ³ aquĆ sabiendo que hubiera podido abrirse camino en cualquier otro lugar. Me explicĆ³ y entendĆ. Me sentĆ agradecida porque me hizo pensar que no todo estĆ” perdido y que la AutĆ³noma no deja algĆŗn tipo de marca o sello del destino que me condena a una vida con mentalidad de la AutĆ³noma. Me hizo pensar que podrĆa hacer lo que me gusta aquĆ, sin sacrificar mi esencia. Pero no quiero: anhelo irme y dejar de pelear contra la corriente. Me quiero dar la oportunidad de viajar y conocer otros paĆses, y si tengo que permanecer 9 horas diarias en un lugar que sea haciendo algo en lo que desee permanecer por mĆ”s tiempo. Merezco darme la oportunidad de intentarlo, de hacer la lucha y buscar mi propio camino, no porque es la posibilidad que se me arrebatĆ³ cuando era mĆ”s joven, ni porque el mundo debe venerarme y hacer lo que yo diga, sino porque es mi sueƱo y no hay ninguna otra razĆ³n por la que aceptarĆa esta tortura que llaman vida si no fuera por la posibilidad de realizarlo.
Y la verdad es que sĆ recibĆ esa compensaciĆ³n. Ćl sabe quiĆ©n es.
La sangre no es el verdadero inconveniente de tener el periodo, a decir verdad no recuerdo mi vida antes de ella. El problema es que el tamiz hormonal se ensancha y uno se convierte en un hombre que camina por la calle en una noche nublada y con viento en la que cada rĆ”faga que mueve una nube y deja al descubierto la luna lo hace convertirse en lobo, para luego cubrirla y regresar a la normalidad. Estos dĆas extraƱos me hacen preguntarme cuĆ”l de las dos versiones es mi verdadero yo: si el censurado, sumiso y amable, o el voluble y explosivo.
A medida que los aƱos pasan uno aprende a disimular esos cambios a tal punto que sĆ³lo el ojo experto los podrĆa distinguir (pero ¿quiĆ©n se interesarĆa en hacerse experto en mi vida aparte de mĆ?). Tal vez no disimular, digamos posponer las reacciones, porque el proceso sigue siendo el mismo: estĆmulo que da lugar a llanto o enojo; pero la experiencia permite que las lĆ”grimas o los gritos se detengan por una cierta cantidad de tiempo hasta que la persona a la que se dirigirĆa el espectĆ”culo estĆ© lejos del lugar. La energĆa no se disuelve, se desborda posteriormente en privado o con muy pocos desafortunados que pueden decir que tienen mi confianza o tuvieron la desventura de acompaƱarme en el instante en que no pude contenerme mĆ”s.
La voz en mi cabeza es normalmente cruel y despiadada, pero acaba siendo conciliadora con el mundo exterior; estos dĆas son su feriado y representan una liberaciĆ³n que a mĆ me asusta a veces. Tiene ideas extraƱas y vengativas, como plantĆ”rsele enfrente al ingeniero que me puso una calificaciĆ³n basada en su pobre simpatĆa hacia mĆ y recordarle todas las cosas horribles que me han contado de Ć©l en las Ćŗltimas semanas. Y a veces esa voz se divide en una audiencia completa que experimentan los sucesos desde distintas perspectivas. Hoy presentĆ© mi solicitud de prĆ”ctica al arquitecto encargado de recibirlas, que no se molestĆ³ en preguntar en quĆ© tipo de proyecto estoy trabajando, cuĆ”les son mis ocupaciones, ni que estoy aprendiendo en Ć©l, su interrogatorio se limitĆ³ a si me estaban pagando o no. Ante mi negativa estallĆ³ en un sermĆ³n a todo volumen sobre el tipo de profesionales que forma la facultad que no tienen siquiera las agallas de negociar aunque sea una paga para el transporte y son tan mansos que nunca van a poder comportarse como debe hacerlo un graduado. Una parte de mĆ querĆa ponerse a llorar porque me estaban gritando, otra querĆa responderle indignada que es justamente la gente como Ć©l que no puede entablar una conversaciĆ³n o dar un consejo en un tono que no sea militaresco las que le enseƱan a uno que es mejor no decir nada nunca porque las repercusiones al hacerlo son muchas mientras que la automutilaciĆ³n no hace daƱo a nadie y otra querĆa tomarse el tiempo de explicarle la situaciĆ³n para que Ć©l entendiera que ya me ha tocado estar en lugares atroces por dinero y que no valen la pena, mientras que prefiero quedarme donde estoy porque es poco tiempo y me siento bien. Pero como expliquĆ©, la prĆ”ctica hace al maestro; no le dije nada y me fui a llorar a mi casa 7 horas despuĆ©s.
Como los animales que se aĆslan cuando van a mudar de piel, estos dĆas rechazo compaƱĆa, plĆ”ticas o cualquier tipo de contacto. Me siento culpable despuĆ©s cuando me doy cuenta de lo tajantemente que evitĆ© a alguien, pero espero que comprenda que fue por su bien. A cualquier frase que me diga, por dentro tengo una respuesta feroz que dar y hay momentos en que se escapa de mi control y de mi boca. No es que los demonios se hagan presentes en este momento, es que estĆ”n allĆ siempre y soy una carcelera extremadamente talentosa el resto del mes. Lo divertido es que nunca he atribuido nada de esto al hecho de ser mujer, sino a ser algĆŗn tipo de psicĆ³pata que necesita terapia desesperadamente.
Pero mi sangre marca la posesiĆ³n sobre mi vida y no renunciarĆa a ella por nada. Mientras siga llegando no tengo que rendirle cuentas a nadie y soy absolutamente libre: libre de seguir gritando y enojĆ”ndome con quien encuentre a mi paso.
Sentada sobre un bloque, bajo el sol de las 3 de la tarde, viendo como funden una columna –sin bomba-, me pregunto si Zaha Hadid construye. Si la gran Zaha Hadid, una de las pocas mujeres sĆŗper estrellas en el mundo de la arquitectura contemporĆ”nea, pasa tardes enteras bronceĆ”ndose y ensuciĆ”ndose, aspirando polvos que son mezclas de cemento con tierra y discutiendo con albaƱiles que no saben cĆ³mo comportarse con ella porque todos sus jefes hasta ahora habĆan sido hombres y para ellos las mujeres son sĆ³lo esas cosas a las que decirles tonteras cuando pasan frente a la construcciĆ³n, nunca estĆ”n dentro de una. Me pregunto si incluso le tocarĆ” vestirse como una mujer musulmana en los paĆses donde no es permitido mostrar la nariz siquiera: capas y capas de telas negras, en proyectos ubicados en paĆses desĆ©rticos. Tal vez nadie tiene problemas con ella porque no es precisamente material de portada de revista. Me pregunto si cambiarĆa ser lo talentosa, famosa e influyente que es por tener el cuerpo de una modelo.
Ser la Ćŗnica hembra en un ocĆ©ano de machos es de esas cosas que pareciera que hago a propĆ³sito para tener algo de quĆ© escribir, pero juro que fue pura coincidencia. Nunca me he sentido mĆ”s mujer en mi vida que en estos dĆas. A pesar que todo mundo es sĆŗper amable y los Ćŗnicos albaƱiles que no me irrespetan son los de este proyecto, pareciera que todo se ha conjugado para recordarme que esto es una prĆ”ctica, es temporal y no serĆa tan fĆ”cil si esto fuera un trabajo verdadero. Todo mundo habla de cĆ³mo la construcciĆ³n es un oficio arduo y absorbente, sin horarios, de mucho esfuerzo fĆsico y que en realidad nunca se termina: cuando todo mundo se ha ido a casa el contratista tiene que llevar el registro de las actividades, las facturas, las planillas, etc. Es un trabajo que no tiene lugar permanente; uno debe seguir las oportunidades donde estĆ©n y a veces no estĆ”n en la ciudad; se tienen que buscar en el campo, en una montaƱa sin agua, en un barrio marginal infestado de mareros, en una carretera por la frontera con otro paĆs. Y justamente la lejanĆa y los riesgos de esos lugares son los que desaniman a los dueƱos de las empresas a asignar como jefes de proyectos a ingenieras o arquitectas. Uno no va a estar con la familia y si tiene la fortuna de tenerla en la misma ciudad probablemente no tenga tiempo de disfrutar con ella, asumiendo que esta mujer en cuestiĆ³n siente el llamado biolĆ³gico de tener una. ¿Por quĆ© siempre se asume que una mujer estĆ” programada para casarse y tener hijos y se percibe eso como algo negativo? ¿Por quĆ© esto es un impedimento, tan siquiera mental, para que sea exitosa profesionalmente? ¿Por quĆ© se asume que lo ventajoso en la vida es ser un macho sin ataduras y con fuerza fĆsica, en lugar de una criatura estĆ©ril y sin gracia, condenado a la soledad?
No entiendo cĆ³mo es que la vida sigue teniendo ese cisma cuando en la universidad todos y todas recibimos la misma educaciĆ³n: no hay arquitectura o ingenierĆa sĆ³lo para hombres o sĆ³lo para mujeres. Todo mundo asume que las niƱas no se quieren ensuciar, no les gusta pelear y detestan contorsionarse atravesando cimbras, pero en realidad hay mujeres con la vocaciĆ³n de construir, de estar en el campo y que disfrutan ver una pared levantĆ”ndose bloque a bloque. Tal vez yo no sea una de ellas, pero me da mucho pesar que todavĆa se me haga querer creer que no lo puedo hacer o que no me conviene serlo. Al final de cuentas esto es de alguna forma un trabajo automĆ”tico: la parte artĆstica se deberĆa haber cumplido en el diseƱo, donde siento un llamado mĆ”s intenso, lo que es lĆ³gico porque estudiĆ© arquitectura. ¿Entonces por quĆ© el 99% de los arquitectos famosos e influyentes de todos los tiempos sĆ³lo han sido hombres? Como si las mujeres no pudieran pensar ni diseƱar o no lo pudieran hacer al mismo nivel. ¿Y quĆ© tuve que haber estudiado segĆŗn la sociedad? ¿CuĆ”les son las carreras aptas para mujeres? ¿Trabajo social? ¿EnfermerĆa?
Estos dĆas he estado pensando seriamente en el mundo que me ha sido heredado por mis antepasados. Un mundo de crisis financiera, desempleo y destrucciĆ³n ambiental. Pero nunca he dejado de pensar en el mundo que me heredaron las mujeres que me precedieron. Hoy me puse a hacer una prueba de resistencia del concreto y me costĆ³ un mundo tirar la mezcla reciĆ©n hecha con la cuchara hasta el cilindro, pero no permitĆ que me ayudaran. SentĆa que mĆ”s que caballerosidad era que por dentro se decĆan que no iba a ser capaz de hacerlo, y me preguntĆ© quĆ© dirĆa mi abuelo, que me mandaba a costurar manteles en lugar de ayudarlo en el taller de carpinterĆa, si me viera en ese momento. Probablemente pensarĆa que soy una ridĆcula que nunca va a llegar a hacerlo tan bien como un hombre y que por eso no deberĆa intentarlo ni desperdiciar mi tiempo, y esa es justamente la razĆ³n por la que no puedo tener hĆ©roes masculinos o son muy pocos. Ellos lo dan todo por sentado y no han tenido que pasar por lo que no tiene que vivir todos los dĆas, porque no se ha acabado, por lo menos aquĆ, y me pregunto si algĆŗn dĆa se terminarĆ”. Me pregunto si se ha terminado para Zaha Hadid.
Un artĆculo sobre la ola en aumento de mujeres con grados universitarios que deciden tener o adoptar uno o mĆ”s niƱos, sin la intenciĆ³n o preocupaciĆ³n de casarse o incorporar una pareja masculina a su familia.
Me pregunto si pasarĆ” algo similar con los hombres, llegar a cierta edad, no haberse casado y decidir criar hijos por sĆ solos.
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