Lo confieso, probablemente no hubiera venido nunca a Nîmes si Björk y dentro de poco Radiohead no hubieran decidido de tocar en esta ciudad. Debo decir que hubiera sido un grave error de mi parte. Compré estos boletos en diciembre del año pasado, plenamente consciente que para la fecha del concierto de Björk debería de estar finalizando mi maestría, ya sea entregando la monografía o defendiéndola, así que existiría el riesgo que el viaje se cancelara y perdiera el dinero. Compré luego los boletos de tren, no rembolsables ni con posibilidad de cambio, porque sorpresa, mis días de la tarjeta de descuento del tren por tener entre doce y veinticinco años ya han quedado muy lejos. Así que organicé mi primer viaje con una velita encendida a los espíritus del bosque para que pudiera venir. Milagrosamente todo se alineó: tuve mi defensa un lunes, dejándome el martes libre para venir a descubrir esta ciudad.

Llegué a las diez y media de la noche, con una mochila pesada y un maletín aún más pesado porque decidí viajar con la segunda Olivia, para ver series en el tren, escribir posts, poder chacharear por internet y porque Olivia y Tofi (mi peluche) son lo único que me hacen sentirme en casa cuando estoy lejos (Tofi no pudo acompañarme, sólo tenía espacio para uno de los dos). Y Nîmes no ha de ser una ciudad muy grande porque sus buses dejan de circular a las ocho de la noche. No tuve otro remedio que tomar un taxi. Doce euros después estaba en el albergue, un rancho gigantesco y muy cómodo, pero alejado, oh no sabía cuánto en aquel momento, de la ciudad.

Siempre me siento extraña viajando sola, como si me sintiera culpable y avergonzada por no tener a alguien que haya querido acompañarme. Me metieron en un cuarto con tres otras chavas que ya estaban dormidas cuando decidí acostarme a medianoche. Me sentí como una invasora en un cuarto de mejores amigas, pero a la mañana siguiente una se fue muy temprano, otra una hora después y cuando regresé de bañarme la tercera se despertó. Las cuatro estábamos solas y eso en cierta forma me hizo sentir mejor. No dormí en toda la noche a pesar de estar exhausta, pero creo que la combinación almohada dura, ronquidos ajenos, ventana abierta y la gripe que me cargo desde la semana pasada no me ayudaron en lo más mínimo.

Esa mañana mientras me cambiaba me di cuenta que había dejado en Bordeaux mi desodorante y mi bloqueador solar. Mis dos artículos esenciales pero que no caben en mi bolsita con todas las cremas en tamaño viajero que tengo. Me di cuenta también que olvidé mi cámara. ¿Qué diablos he estado cargando entonces? Salí a la aventura tratando de arrimarme a cualquier sombra que encontrara. Por “aventura” entiéndase “compras” porque era el primer día de los descuentos de verano. Deben saber que he estado en un régimen ascético en los últimos meses, especialmente con la inminencia del fin de la beca, pero no podía dejar pasar los descuentos. Hasta investigué si Nîmes tiene mis tiendas favoritas antes de venir y ubiqué sus direcciones. Como vengo dentro de poco con mi madre para el concierto de Radiohead (el concierto coincidía con su visita, así que la traigo a conocer, creo que no le interesa el grupo), no me preocupé por hacer turismo cultural en este primer día. Recorrí tienda tras tienda con resultados satisfactorios, pero no extraordinarios. “Mango” me decepcionó, ninguno de los vestidos que me gustaba estaba en mi talla y los que sí me quedaban no me convencían. Me llevé sólo una falda (estoy en mi etapa de vestirme como el personaje de Zooey Deschanel en “New girl”, uno de estos días lo voy a explicar mejor). “Zara” me parece aún más caro que nunca, como si fuera el último bastión de la moda que piensa ser inmune a la crisis. Me llevé un vestido aun así, de pajaritos y de cuello de colegial, porque estoy en mi etapa de vestirme como el personaje de Zooey Deschanel en “New girl” (suspiro). Pasé por “André”, la única tienda de zapatos en la que no me he arrepentido comprar por el momento y me llevé unas bailarinas, las últimas que me atrevo a comprar. He comprado como seis pares de esos zapatos diabólicos y todos me hacen daño, me causan heridas, me sacan sangre; parezco japonesa en el siglo XIX torturando mis pies. Pero estoy usando faldas y no soporto usar tacones todo el tiempo, así que las bailarinas son un mal necesario… En fin, eso me pasa por ver demasiadas series. Divagué por unas cuantas horas más y sólo pude encontrar una camisa en “Camaïeu” y no, no había “H&M” en el centro de Nîmes, hubiera tenido que ir a un centro comercial en la periferia y no estoy tan loca todavía. Además, la ropa de esa tienda generalmente es de mala calidad, por eso es tan barata, pero a veces me saca de apuros. Puedo entonces decir con orgullo que hice compras inteligentes y a buenos precios. El único placer culposo fue una almohada de viajes que encontré en “Etam” con un dibujito de un gato abrazando una almohada. No pude resistir, es demasiado hermoso. La única cosa que me queda pendiente es un par de tennis veraniegos que no se vean demasiado horribles con una falda y que pueda usar cuando me vaya de turismo con mi madre. Por supuesto, si alguna buena oferta aparece no garantizo controlarme.

Sí, comí en McDonald’s. Ni modo. Siempre termino comiendo allí. Pregunté si había un “Flunch”, un buffet de todo-lo-que-puedas-comer a cinco euros, pero no había en la ciudad. Los platos del día de los restaurantes no bajaban de diez euros y no tenía ganas ni de un sándwich ni de un kebab. McDonald’s es un mal necesario, especialmente porque soy mujer y las mujeres necesitan ir al baño, no pueden liberarse como cualquier perro callejero. Lo único que puedo decir en mi defensa es que en el segundo día comí un desayuno de un café frente a la “Maison carrée” y al museo de arte contemporáneo de Norman Foster porque si voy a pagar cinco euros para desayunar por lo menos que sea con una vista magnífica.

Fui a ubicar el lugar donde iba a ser el concierto, un anfiteatro romano del primer siglo después de Jesucristo, las Arenas de Nîmes. Regresé al albergue porque me estaba muriendo del calor, seguramente olía a zorrillo sin desodorante y no soportaba el sol. Me terminé comprando el desodorante y la crema solar al final. Me bañé, descansé y salí con dos horas de anticipación al lugar del concierto porque nunca antes había ido a un espectáculo tan grande y no me imaginaba cuánta gente podría estar. Cuando llegué había una buena cantidad de personas, pero nada monstruoso. Esperé afuera como veinte minutos y abrieron las puertas para dejar entrar a la gente. Tranquilamente el anfiteatro se fue llenando. Estaba en un muy buen asiento, con una excelente vista panorámica y más o menos cerca del escenario. Lo mejor hubiera sido verlo en primera fila desde abajo pero como soy muy pequeña cualquier zoquetongo me bloquea la vista fácilmente. Prefiero estar sentada tranquila desde lo alto; si era lo suficientemente bueno para los romanos es bueno para mí. La música antes del concierto era extrañísima. Muchos me dirán que es normal para un concierto de Björk pero creo que hasta para esos estándares esos grupos desconocidos que ni Shazam (aplicación de Blackberry para reconocer canciones) logra identificar entran en el rango de esotérico.

El concierto estuvo brillante. Aparte de todas las preocupaciones por la fecha de mi defensa, este viaje tenía el factor riesgo adicional que Björk ha estado enferma y ha estado cancelando conciertos desde hace varios meses. Pero hasta en eso tuve suerte porque no sólo cantó, sino que se lució. Escogió canciones súper movidas, de su más reciente disco pero también de los anteriores. A cada una de ellas me moría de ganas de saltar, bailar y cantar, pero estaba rodeada de un montón de viejos apagados. Además la gripe me tiene con voz de trompeta y no puedo gritar. Por una vez agradecí que el nuevo look de la cantante sea un afro anaranjado porque eso facilita mucho verla en vivo. El coro de cantantes que la acompañan es impresionante y el juego de luces y de fuegos artificiales que ambientan el concierto es espectacular. Todo me encantó, me moría de la felicidad y no podía creer que realmente estuviera allí. Después de haber escuchado tanto a esta mujer, sola en mi casa, en mi cuarto, en un replay interminable que rayó casi todos mis discos, finalmente la pude ver en persona, que es mil veces mejor que en estudio. Ya había visto sus conciertos en DVD obviamente, así que sabía lo enérgica que es, pero estaba aún más agradecida por haber estado para este disco que es mi favorito de todos los que ha hecho después de “Vespertine”, uno que me encanta particularmente. No hay mucho que me guste de “Médulla” y tengo dificultades para aceptar ese desliz horroroso que hizo con Timbaland. “Biophilia” sin embargo, es una joya de principio a fin. Así que aunque estos dos últimos años hubiesen sido una pesadilla ininterrumpida, estas diecisiete canciones hubieran justificado todo.

Nîmes me parece entonces una candidata perfecta a la categoría “Paraíso en la tierra”. Tiendas, vestigios romanos, arquitectura contemporánea y buenos conciertos. Si en mi próximo viaje descubro un buen restaurante chino consideraré seriamente abandonar Bordeaux de una vez por todas.


I have to confess I probably would have never come to Nîmes if Björk and soon Radiohead hadn’t decided to play in this town. I have to say it would have been a great mistake on my part. I bought those tickets in December, last year, fully aware that at the time of Björk’s concert I would be finishing my master, whether turning in my thesis or defending it, so there would be the risk of having to cancel the trip and losing the money. I bought later the train tickets, non-refundable nor possible to be changed, because surprise, my days of enjoying a discount card for having between twelve and twenty-five years are long over. So I planned my first trip with a lit candle to the forest’s spirits so that I could come. Miraculously everything worked out: I defended my thesis on a Monday, giving me Tuesday free to come discover this town.

I arrived at ten thirty at night, with a heavy backpack and a suitcase even heavier because I decided to travel with Olivia the second, so that I could watch series on the train, write posts, be able to chat online and because Olivia and Tofi (my stuffed bear) are the only things that make me feel at home when I’m far away (Tofi couldn’t come, I had enough space for just one of them). And Nîmes is far from being a big city since its buses stop circulating at eight at night. I didn’t have any other choice than to take a cab. Twelve euros later I was in the hostel, a huge and comfortable ranch, but so far away, boy didn’t I know how much back then, from the city.

I always feel strange when I travel by myself, as if I felt guilty and ashamed of not having someone to keep me company. I got stuck in a bedroom with three other girls that were already asleep when I decided to go to bed at midnight. I felt like an invader in a room full of best friends but the next morning one left very early, the second one an hour later and when I came back from taking a shower the third one woke up. The four of us were alone and that reassured me in some way. I didn’t sleep the whole night in spite of being exhausted but I think the combination of a hard pillow, strange snoring, open window and the cold I’ve been dragging since last week didn’t help at all.

That morning as I was putting my clothes on I realized I left my deodorant and my sunscreen in Bordeaux. My two essential items that don’t fit in my little travel bag with all the other creams. I later found out I forgot my camera. What the hell have I been carrying then? I left for adventure trying to sneak under any shadow I found. For “adventure” you must understand “shopping” since it was the summer sales first day. You should know I’ve been in an ascetic regime these last few weeks, especially with the impending end of my scholarship, but I couldn’t give up on the sales. I even researched if Nîmes had my favorite stores before coming and I located its addresses. Since I’ll be coming again soon with my mother for Radiohead’s concert (her visit coincided with the concert, so I’m bringing her to visit the town, I don’t think she cares about the band), I didn’t care for making cultural tourism that day. I went through a lot of stores with satisfactory results but not extraordinary ones. “Mango” disappointed me, none of the dresses I liked were in my size and those who were my size didn’t convince me. I took away just one skirt (I’m going through a phase where I dress like Zooey Deschanel’s character in “New girl”, I’ll explain that better one of these days). I felt “Zara” to be even more expensive than ever, as if it was fashion’s last bastion standing immune to the crisis. Nevertheless I bought a dress there, with little birds and school-girl collar neck, because I’m going through a phase where I dress like Zooey Deschanel’s character in “New girl” (sigh). I went to “André”, the only shoe store where I haven’t regretted buying so far and I took some flats, the last ones I dare to buy. I’ve bought like six pairs of those diabolical shoes and they all hurt me, cause me pain, make me bleed; I look like a Japanese woman in the XIXth century torturing my feet. But I’m wearing skirts and I can’t stand heels all of the time, so flats are a necessary evil… Anyway, that is what happens when you watch too much TV shows. I wandered a few hours more and all I could find was a shirt in “Camaïeu” and no, there wasn’t an “H&M” in downtown Nîmes, the only one was in a shopping mall in the outskirts of the city and I’m not that crazy yet. Besides, the clothes in that store are generally of poor quality, that’s why it’s so cheap, but sometimes they get me through the day. I can therefore proudly say I made smart buys at good prices. The only guilty pleasure I allowed myself was a neck travel pillow I found at “Etam” with a drawing of a cat, himself holding a pillow. I couldn’t resist it, it was too cute. The only thing left to get is a pair of summer sneakers that don’t look too awful with skirts and that I can’t wear when I’m traveling with my mother. Of course, if another good sale should appear I can’t guarantee to control myself.

Yes, I ate at McDonald’s. Again. I always end up eating there when I travel. I asked if there was a “Flunch”, an all-you-can-eat-buffet that costs five euros, but there wasn’t any. The restaurants never cost less than ten euros and I didn’t want a sandwich or a kebab. McDonald’s is a necessary evil, especially because I’m a girl and girls need to go to the bathroom, we cannot liberate ourselves like any street dog. The only thing I can say in my defense is that on the second day I had breakfast in front of the “Maison carrée” and the Norman Foster’s contemporary art museum because if I’m going to pay five euros to eat at least it has to be with a magnificent view.

I went to explore the place where the concert would take place, a Roman amphitheater of the first century A.C., Nîmes’ Arenas. I came back to the hostel because I was dying from the heat, I surely stank like a possum without deodorant on and I couldn’t stand the sun. I ended up buying deodorant and sunscreen in the end. I took a shower, I rested and I left two hours early because I have never been in a big show like that and I didn’t know how many people there could be. When I got there, there were a lot of them, but nothing scary. I waited outside for like twenty minutes and then they opened the doors to let people in. The amphitheater got filled very slowly. I was in a great seat, with an excellent panoramic view and relatively close to the stage. It would have been better to see in the first row from the pit but since I’m too small any idiot can easily block my view. I’d rather be upstairs watching from above; if it was good enough for the Romans it shall be as well for me. The music before the concert was very weird. Some will say that’s normal for a Björk concert but I think that even for those standards those unknown bands not even Shazam (Blackberry app that recognizes songs) can identify can be considered esoteric.

The concert was brilliant. Besides the concerns about the date of my defense for my thesis, this trip had the additional risk that Björk has been sick and has been cancelling concerts these last few months. But I was lucky because not only did she sing, but she outdid herself. She chose very upbeat songs, from her recent album but also from her previous ones. With each one I was dying to jump, dance and sing but I was surrounded by a bunch of boring oldies. Besides, my cold has given me a trumpet voice and I can’t scream. For once I was grateful that the singer’s new look is an orange afro because that helps a lot when watching her live. The all-girl choir accompanying her is impressive and the lights and fireworks in the concert are spectacular. I loved the whole thing, I was dying from joy and I couldn’t believe I was actually there. After having listened to this woman so much, alone at home, in my room, in an endless replay that nearly scratched all my CDs, I finally got to see her in person, which is a thousand times better that in the studio. I had obviously seen her live DVD’s before, so I knew how energetic she is, but I was even more grateful for being there because her last album is my favorite of all she has done after “Vespertine”, one of my beloved. There is not a lot I like about “Médulla” and I have difficulties accepting that horrendous mistake she did with Timbaland. “Biophilia”, on the other hand, is a jewel from beginning to end. So even if these last two years would have been an uninterrupted nightmare these seventeen songs would have make up for it.

It seems to me that Nîmes is then a perfect candidate for the category “Heaven on earth”. Stores, Roman vestiges, contemporary architecture and great concerts. If during my next trip I find an excellent Chinese restaurant I’ll seriously consider leaving Bordeaux once and for all.


Algunas imágenes calidad Blackberry que trataré de repetir calidad cámara Sony. Total que nunca van a ver Nîmes en alta resolución hasta que estén en persona.

Some images Blackberry quality I’ll try to repeat Sony camera quality. That is to say you won’t get to see Nîmes in high definition until you’re there in person.

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Debo rendirme a la evidencia luego de pasar seis días en París: soy una turista. Llevo seis días evitando todo tipo de espejos y superficies reflectoras. Conservo la esperanza que esta criatura ojerosa, de piel quemada y pelo espantado no sea realmente yo, o más realísticamente, que una noche de sueño reparador en casa pueda hacer milagros. Me veo como una turista, me muevo como una, me alimento como una, Dios, hasta huelo como una turista. Mi único punto a favor es que hablo el dialecto local. Todos los otros signos, sin embargo, resaltan mi condición de foránea.
Juro que esta no soy yo. Juro sobre lo más sagrado que poseo, mi libro de etiqueta de Emily Post, que normalmente uso faldas y zapatos cuyo aspecto estético supera su comodidad y que si no hiciera temperaturas tan extremas el delineador se quedaría en su lugar haciéndome parecer despierta. Desgraciadamente el turismo, lo he dicho antes, es una guerra: contra el tiempo, contra las masas humanas haciendo fila para entrar a los monumentos, contra el sol y la lluvia, contra la comida barata que se acumula en las caderas y la cara que descuartiza la billetera. Más aún, es una guerra contra la condición humana misma que pretende aniquilar el cansancio físico, comprimir mucho sueño en pocas horas y ver todo aunque no se comprenda nada. En el turismo se juega la vida, puesto que nunca se sabe cuándo se tendrá la oportunidad de volver. A cada caminata, con cada foto se pretende evitar un futuro arrepentimiento. Como ir a Nápoles y no comer en la pizzería de Michele; estar en Taipei y no subirse al último piso del 101. Hay que hacer todo, ver todo, probar todo o hay que atenerse a las consecuencias.
Somos seres espirituales pero mi cuerpo físico no puede caminar más y los rótulos de “A partir de este punto le queda una hora de espera” en una fila me provocan tics nerviosos. ¿Lo peor? Es que debería apuntar todo lo que vi y lo que hice porque está condenado a esfumarse y a dejar sólo recuerdos vagos donde lo vivido se enmaraña o se pierde.

I have to surrender to the evidence after spending six days in Paris: I’m a tourist. I’ve been avoiding for the last six days any kind of mirrors and reflecting surfaces. I still have hopes that this creature with deep bags under her eyes, burned skin and crazy hair isn’t really me, or more realistically, that a night of repairing sleep at home can work miracles. I look like a tourist, I move like one, I eat like one, God, I even smell like a tourist. The only point in my favor is that I speak the local dialect. All the other signs, however, make my situation as a foreigner stand out.
I swear that this isn’t me. I swear on the most sacred thing I own, Emily Post’s etiquette book, that I normally wear skirts and shoes whose aesthetic aspect is surpassed by its comfort and that if the temperatures weren’t that extreme the eye liner would stay in its place making me look as if I was awake. Unfortunately tourism, I’ve said it before, is a war: against time, against the hordes waiting in line to go inside a historical building, against the sun and the rain, against cheap food that accumulates on your waist and expensive one that tears apart your wallet. Even more, it’s a war against the human condition itself that aims at annihilating physical exhaustion, at compressing a lot of sleep in a few hours and at seeing everything even though you won’t understand anything. When you’re a tourist your life is at stake since you never know when you’ll be able to go back. With every walk, with every picture you try to avoid future regrets. Like going to Naples and not eating at Michele’s pizzeria; being in Taipei and not climbing to the 101’s last floor. You have to do everything, see everything, taste everything or face the consequences.
We are spiritual beings but my physical body cannot walk anymore and the signs of “From this point on you have to wait one hour in line” give me motor tics. The worse part? I should write everything I saw and did because it’s doomed to evaporate and leave behind only vague memories where the experiences get tangled up or get lost.