El otro día una familiar me relataba horrorizada las andanzas estilo Anaïs Nin de otras familiares, menores de edad y sin aparente dirección en la vida. Como estoy con mi experimento de no opinar con respecto a lo que hagan los demás, no dije nada en ese momento (cosa que no es muy rara en mí), pero me quedé pensando en que probablemente las niñas no sean perversas, si no que sólo estén aburridas. (¿Pero aburridas de qué, si no les gusta estudiar o trabajar?) Y hoy me encontré tratando de estudiar en la espantosa biblioteca de mi facultad -porque ¡sorpresa! el sindicato de trabajadores tiene huelga y las bibliotecas centrales estaban cerradas- imaginando si esos métodos de distracción lograrían hacer algo por una estudiante de arquitectura que ha logrado aclimatarse casi razonablemente al trajín diario. Ahora que hemos superado con creces los 21 días de rigor que la cultura popular determina como los obligatorios para acostumbrarse a algo, me levanto a las 5 de la mañana, sin ánimos, pero sin problemas; estudio en la universidad, voy a clases, vengo a mi casa a seguir estudiando, y los fines de semana me doy permiso para dormir hasta las 8 de la mañana pero, ¿solo para qué? La respuesta es obvia y redundante. No debería de quejarme puesto que mi sistema ha probado ser eficiente. Logro dormir poco pero a diario, y no sufro de desveladas repentinas que reduzcan mi productividad el resto de los días que no son de entrega, pero una vez que se ha domesticado al monstruo de la dificultad del inicio, el reto pasa a ser rutina, y el tedio hace su aparición. Entran en acción todos esos escapismos dañinos pero deliciosos, aprendidos de las novelas de Oscar Wilde, donde las personas abandonan las etiquetas de bondadosos o demoníacos, para entrar en algún punto del espectro de “¿qué tanto tu existencia me aburre?”.
Se nos explicó que la curva de aprendizaje es una representación gráfica de los cambios en los comportamientos de las personas que se ven sometidas a una situación de aprendizaje, en la que realizan acciones repetitivas, y cómo uno mejora, desde la primera vez que no se tiene idea de lo que se está haciendo, hasta que se acostumbra y puede hacerlo más rápido y mejor. Pero nadie cuenta la segunda parte de la historia, cuando la acción repetitiva se prolonga por tiempos demasiado continuos, en los que no se ve cerca el final, y el empleado se termina hastiando y mandando al carajo tanta estructura, reglas, horarios, tareas, entregas, exámenes, ploteos, secuelas, cálculos, etc, etc, etc, ad infinitum, blah.
Y he comprobado en carne propia que uno va mejorando a medida que pasa el tiempo. Las situaciones serán las mismas, pero la persona es diferente: de ahí que el cinismo haya reemplazado a la desolación.
Felicitaciones por mí.
Yo todavía no puedo reconocer que todo lo que soy en este momento es el resultado de mis propias decisiones, de todo lo que decidí para mí misma en el pasado. Me sigo viendo a mí misma como aquella víctima del autoritarismo paterno que no me dejó irme a estudiar en el extranjero a los 17 años, o de la eterna permisividad de mi madre que nos hizo pasar a mi hermano y a mí tantas cosas que muchos años después de que sucedieran todavía le reclamo en mis silencios y en mi renuencia a establecer conversaciones con ella o con mi padre. Sé que hay tanta genial que ha salido de esa universidad, y probablemente jamás estaré a la altura de algunos de ellos, y aún así sigo pensando que estoy perdiendo mi tiempo y desperdiciándome en ese antro ridículo. Soy perfectamente capaz de reconocer mis inseguridades y paranoias, pero no dejo de culpar a otros por no saber lidiar con ellas, por dejarme sola o peor, por haberme dado esperanzas de que yo era bienvenida dentro de su círculo.
Cuando me creía en medio de una búsqueda espiritual y significativa pensaba que al vivir todo esto estaba saldando algún tipo de deuda pasada, o que estaba obteniendo aprendizaje necesario para cumplir cierta misión, y hoy solo me parece una tortura horrible, una razón para justificar todos los caprichos que he adquirido, con la excusa que me hacen soportar la rutina y todas esas cosas que jamás, absolutamente jamás voy a ser capaz de cambiar, y de las que aspiro a alejarme lo más pronto posible. Estoy en clases y es un desastre, con sus horarios absurdos, los minutos contados para terminar miles de trabajos, los profesores, los compañeros… Pero me dan una semana de vacaciones y añoro estar fuera de mi casa, lejos de la música desde las 9 de la mañana, los discursos interminables a la hora de la comida y mis papás rondando porque no tienen nada que hacer. Pero me tengo que tragar todo porque no tengo ningún lugar adonde ir ya que tengo un montón de tareas y la hemeroteca está cerrada.
Y todo esto es mi creación. Sin importar si crea o no en divinidades o reencarnaciones, todo mundo me dice que esto es mi responsabilidad, y nadie va a tener la habilidad o el deseo de ayudarme. Yo creo en la ley de la adaptación, en la capacidad para salir adelante en cualquier medio, y a pesar de todo siento que hasta ahora he hecho lo mejor que he podido y me he comprometido hasta donde era capaz de hacerlo. Pero no logro quitarme esa espina, y maldigo a ese tipo que dice que hasta que una persona pueda decir, profunda y honestamente, “soy lo que soy como consecuencia de mis elecciones de ayer”, tampoco podrá decir “elijo otra cosa”, porque sé que tiene razón.
Ayer fue el día que me tocó aprender a la fuerza que uno debe ser humilde todo tiempo porque no sabes de dónde puede provenir la próxima lección. Rafael es uno de esos tipos que nunca había visto en los tres años que llevaba estudiando en la facultad, pero de repente apareció en mi clase de Diseño II. Si nunca lo había visto, era porque pertenecía a otra generación, en otras palabras, estaba viejo. Y seguramente tenía otras responsabilidades aparte de la universidad, porque ese semestre se retiró de todas las clases y no lo volví a ver hasta que llevé Estructuras III. Como esa clase infernal tiene un proyecto en grupo, Scarlett, Ana Lucía y yo esperábamos revivir con Bessy las trasnochadas de cuando trabajamos juntas en Concreto, pero nos abandonó por Alejandra, que había pactado anteriormente estar con René y no separarse de él bajo ninguna circunstancia. Eso resultaba en un grupo de seis personas, el ingeniero no permitió un grupo de más de cinco, y mis dos amigas y yo nos vimos obligadas a improvisar. El resto de los compañeros eran viejos, repitentes o sencillamente irresponsables. Nancy se nos acercó. Yo no la conocía mucho, y ya era bastante difícil trabajar con ella también en Diseño 3, pero no tuvimos excusa para negarnos. Y se nos acercó Rafael. “¿Puedo trabajar con ustedes?” Nos quedamos viendo entre nosotras. Pensé lo que siempre trato de pensar en estas situaciones: “Todo pasa por alguna razón. Este momento es como es, porque el Universo es como es. No voy a forzar soluciones. Voy a ser flexible como el palo de bambú, blah, blah, blah…”.
Fue un semestre difícil, lleno de trabajo, típico de la facultad. Desde un principio tratamos de organizarnos bien, para hacer ese proyecto de la manera más eficiente, reuniéndonos desde las primeras semanas para que no se acumulara el trabajo. Pero el tarado de Rafael nunca podía reunirse. No podía hacer el trabajo que se le asignaba. Y un día dejó de ir a clases. Yo no cabía de la furia y la indignación. Le hicimos el favor de aceptarlo en nuestro grupo, ¿y así es cómo pagaba???? Ni siquiera por la necesidad de mantener su palabra, de defender su honor fue capaz de avisarnos que ya no iba a seguir en la clase. Ese tipo estaba muerto para mí. Inmediatamente dejé de dirigirle la palabra. Después resulta que fuimos las únicas de toda la clase que terminamos el proyecto COMPLETO (no sabíamos que sólo era necesario calcular las cimentaciones del edificio y no todas sus losas, vigas, columnas y losas) y antes de tiempo, pero como el ingeniero perdió el cd con la versión digital (porque desde luego que lo entregamos, ¿cómo íbamos a ser tan idiotas para no entregarlo?) nos bajó puntos y tuve que ir a recuperación, pero esa es otra historia, que está en los archivos de este blog.
Después llevé Taller I, con Simon Cowell. Uno de los proyectos era hacer un catálogo de todos los materiales de construcción existentes en el mercado hondureño. Teníamos que andar en todas las tiendas y ferreterías mendigando brochures, y anotando sus direcciones y teléfonos. Aparte de Deysi, toda la clase eran un montón de raros o irresponsables, o los decentes ya estaban en grupo, y me tocó volver a estar con Rafael. Le tuvimos que dar otra oportunidad, asignándole trabajo que hizo cuándo y cómo le dio la gana y no como tenía que hacerlo, pero yo ya estaba advertida, y nada podía sorprenderme. Pero un día llegó a la reunión de grupo, y me dijo que antes había pasado por mi casa dejándome un libro que creía que yo podía disfrutar. Era “La estrategia del sexo”, de la antropóloga Helen Fisher. Se miraba absolutamente genial, pero ya estaba leyendo otra cosa, y tenía otros en la lista después. Emily Post hubiera dicho que si no podía leerlo inmediatamente, que debía devolverlo inmediatamente, agradeciendo el gesto amable. Pero como el chavo este nos dejó plantadas en Estructuras, decidí que podía quedarse sin su libro hasta que tuviera tiempo de leerlo, sin importar el tiempo que tuviera que pasar. Y resulta que, en efecto, el libro es brillante. Lo descubrí ayer, un año después de que me lo prestaron, en una noche de insomnio en la que lo agarré porque creí que la antropología iba a ser lo suficientemente tediosa para dormirme. El libro trata de explicar cómo la “hembra del humano” es la única de todas las especies que existen en la Tierra que no tiene un periodo de celo definido, y que su capacidad para tener relaciones sexuales en cualquier momento de su ciclo –y disfrutarlas-, son algunas de las razones que explican la organización social, política y religiosa de los seres humanos. Pero voy a hablar más de él en otra ocasión, este post ya se lo dediqué a Rafael. Definitivamente, ¡gracias Rafael!
Cuando sea el fin del mundo y esté sentada a la derecha de Dios padre, y me ponga una película con todos los procedimientos que me han hecho los dentistas, el que voy a recordar con más cariño y menos dolor van a ser las extracciones de cordales, por muy increíble que suene. Qué criaturas más detestables y horripilantes, que por una cariecita mísera tienen que deshacerte toda la parte interna del diente, y para qué? Para que después te quede molestando de todas formas. Si te sigue doliendo, te repiten la obturación, y si sigue doliendo, endodoncia, y después corona, y después placa, y te lo recomiendan con esa nonchalance tan descarada, como si esas cosas no necesitaran miles de citas y miles de lempiras gastados en ellas. ¿Cómo es posible que una simple reparación de una obturación fisurada resulte en la muerte de un diente perfectamente sano?????
No hay nada rescatable de una visita con un dentista: los olores son horribles, los sonidos aún peor, quisiera encontrar una asistente que no deje trabado el tubito de la succión con mi lengua, y no, nunca voy a poder saber si me han dejado alta la reparación del diente porque estoy demasiado anestesiada para experimentar cualquier sensación. “Cloverfield” hubiera sido más terrorífica si en vez de los monstruos esos hubiese aparecido una fresa de taladro gigante. Los odio!!!! Los aborrezco!!! Les deseo una larga vida plagada de halitosis permanente!!!!!
Excepto a la doctora experta en endodoncias que tenía un televisor en el techo. Ella me cayó bien.
Se dice que aquello que una de las causas determinantes de la evolución de la especie humana es la capacidad de sus miembros de comunicarse entre ellos. El lenguaje, tanto verbal, escrito o físico es el puente que tendemos desde los confines de nuestro aislamiento personal, para tratar de conectarnos con otros individuos, y de esta forma poder agruparnos con los que sean similares, porque ningún hombre es una isla, y requiere de otros seres para poder justificar o disfrutar de su existencia. Pero existen grietas que ningún tipo de signo es capaz de explicar: la estructura no está ausente, pero la comprensión es imposible. El emisor se encuentra en una tira cómica donde lo que dice en la burbujita aparece en símbolos y dibujos que los que lo rodean no logran descifrar.
Tal vez es que uno no logra expresarse bien.
Probablemente es que uno se vuelve tan autodestructivo que el público se vuelve cada vez más escaso, y está probado que si ni la gente que es responsable por tu existencia siente algún tipo de preocupación por tu destino, mucho menos tiene porqué tenerla alguien que ha decidido por voluntad propia estar a tu lado. Todo tipo de compromiso o promesa es generalmente ilusorio.
Y sin embargo no se puede dejar de intentar tender el puente, aunque por los momentos no hayan receptores presentes, capaces o interesados. Se tiene que seguir intentando, porque algún día llegará alguien que pueda decir desde lo más profundo de su espíritu “Entiendo”, y no volverás a sentirte tan solo. Una sola persona sí puede marcar una diferencia en otra, y si puede con una sola puede con toda la humanidad, y ese día llegará y sólo esa esperanza es la que hace posible que me levante todas las mañanas a continuar con esta historia.
Cuando estudias arquitectura, es justo y necesario tener una vía de escape, algo que te haga sentir que la vida es mucho más que desvelarse solo y en silencio, paranoiqueando sobre si tenías que hacer todos los cálculos de ductos de instalación de aire acondicionado o si era suficiente calcular las cargas térmicas de los espacios para ubicar los difusores en el plano. Personalmente, tengo 3 vías de escape: una es el blog, de la otra no puedo hablar y la tercera es la televisión (por si a alguien no le había quedado claro a estas alturas). Muchos de mis compañeros a lo largo de los años me reclamaban cómo era posible que me quedara tiempo de seguir miles de series al mismo tiempo, y de saberme de memoria la vida de cualquier artista de segunda categoría que estuviera de moda en el momento. Sólo puedo decir que es el vicio el que lo encuentra a uno, como cuando tienes la mesa de dibujo a espaldas del televisor y mágicamente aparece un espejo con el que puedes alcanzar atisbos de la acción, pero en realidad a quien más tengo que agradecerle por haberme creado a su imagen y semejanza es al VHS. Con esos dos métodos había logrado subsistir hasta ahora, pero como toda buena adicción ahora necesito más para obtener el mismo nivel de disfrute del pasado. Ahora, una disposición ingeniosa de los muebles en mi cuarto me permite tener de frente la tele cuando trabajo, y desde entonces los límites que separan la realidad de la ficción se han anulado casi por completo.
Por ejemplo, no es casualidad que las revisiones de Taller sean los martes y jueves, días de American Idol. Después de todo, tenemos mucho en común con esos pobres tipos. Trabajamos tanto durante toda la semana, bajo una presión obscena e inhumana, por unos pinches tres minutos de presentación/revisión, que serán evaluados despiadadamente, por el juez/profesor de turno. A pesar de que en este preciso instante estoy con un equivalente a Randy Jackson, el único cuerdo que te da crítica constructiva de manera que no dañe permanentemente tu autoestima, ya me ha tocado estar con gente como Simon Cowell. Sólo les faltaría vestirse igual todos los días, pero en lo demás son idénticos. Y sí, tenemos a una Paula Abdul entre nosotros, pero obviamente no puedo revelar su nombre, y tendrán que creerme cuando les digo que las imitaciones que hacen de ella son tan divertidas como fidedignas. Cierto, nosotros no tenemos un solo ganador, puesto que son varios los que logran sobrevivir a las clases, pero el porcentaje de eliminados/gente-que-se-va-a-las-privadas es muy similar al del programa. Ni decir que para que te vaya bien en la revisión debes apoyarte en los clichés populares… está sobreentendido.
Si alguien ha visto alguna vez “Jeopardy” se puede hacer una excelente idea de cómo es la clase de Organización de Obras. El presentador/ingeniero es ultra carismático, un ícono por sí mismo. Pero cuando empieza la acción no puedes distraerte ni por un segundo, porque te has perdido por completo. Tiran las preguntas, respuestas y explicaciones a la velocidad del rayo, no te queda tiempo de reaccionar y todo termina tan pronto dejándote una ligera sensación de que eres más idiota de lo que creías, y tienes tanto que ir a estudiar cuando regreses a casa.
¿Y Diseño? Diseño…
(Suspiro de resignación)
Oh, diseño…
Diseño es como esos programas horrendos de los canales prohibidos como History Channel, cualquiera de la franquicia Discovery (excepto el Travel and Living) o Nat Geo, que deben existir, pero que no puedes esperar a que terminen para que pases a cosas más interesantes.
Se me había olvidado mostrar los renders que hice para el proyecto del curso de Autocad 3D que presenté en las vacaciones de enero (más de seis meses después de terminar el curso), que son del centro de reciclaje de Diseño 5, que había mostrado en este blog como anteproyecto y proyecto final.
Hoy en la cena se contó una historia sobre dos tipos debatiendo la diferencia de calidad entre la educación que dan las universidades privadas y la universidad pública. Uno de ellos tenía a un hijo estudiando en la privada y el otro era un graduado de la pública. Es obvio el lado del que estaba cada uno. Resultó que el que estaba a favor de la educación pública tuvo mejores argumentos y seguramente fue más intimidante (pertenece a mi familia, por lo que no me sorprendería), porque terminó la discusión como el ganador, pero de una forma ligeramente tajante y agresiva, aunque socialmente aceptada en el mundo adulto. Mi dilema es sobre qué necesidad tenía este tipo de imponer su punto de vista, en un escenario tan delicado. Digo delicado porque el otro señor estaba defendiendo la educación que está recibiendo su hijo, y por más razones lógicas que se le pongan enfrente tiene motivos emocionales para pensar como lo hace. Y seguramente va a quedar esa espina dentro de él porque no pudo defender lo suficiente su opinión, o porque su amigo fue tan insensible… pero sólo estoy imaginando.
Hay varios enfoques para las discusiones, debates o negociaciones en general: gano/pierdes, como este caso en particular, donde una persona impone su pensamiento sin importar como atropella a los demás ni el resultado a largo plazo que eso tenga en su relación; el pierdo/ganas, donde uno se somete conscientemente y deja que el otro se salga con la suya, ya sea porque se valora la relación más importante que las diferencias, o porque se es muy perezoso o bien inseguro y temeroso a la confrontación; el gano/ganas donde dos seres racionales son capaces de comprometerse por un bien común y por último está el “no hay trato”, donde sencillamente no se discute, nadie consigue lo que quiere pero no se deja al otro ganar por encima de uno. Por supuesto que en un universo ideal lo óptimo sería que cada quien fuera capaz de tratar de entender a su contrincante, ponerse en su lugar y después exponer su forma de pensar sin resultar irritante, pero siendo honesta, después de todos estos años de pelear con la gente, mi vicio por el debate ha perdido su atractivo. La primera vez que escuché que para vivir en paz es necesario dejar de convencer a la gente que tienes la razón, me sentí profundamente impactada. Tanta energía que había desperdiciado. Especialmente con sujetos que admiten ser mayores y que piensan que la gente adulta no aprende nada nuevo. La siguiente etapa fue de “esta persona me importa más de lo que me importa que crea que soy tan inteligente que puedo defender mi posición”: tampoco funciona. Se aprovechan y terminas escuchando miles de discursos ridículos porque como no los detuviste en una ocasión ahora se creen libres de tirarte encima sus teorías extremistas. Y generalmente ellas no valoran tanto tu amistad como para poner de lado su ego por tenerte en sus vidas. Entonces, ¿qué? No hay trato, ni modo. Prefiero no discutir religión, política, feminismo, educación superior, formas de vestir, peinar o comer, situación familiar; experiencia/falta-de u opiniones sobre sexualidad; tatuajes, literatura, música (especialmente cristiana y Ricardo Arjona), televisión, películas, baile, matemáticas, dinero, mascotas y a veces hasta las clases y la experiencia laboral, excepto con personas de mucha confianza, y aún con ellas estoy consciente del límite al que puedo llegar. Pero entonces me sorprendo de cómo nunca soy capaz de sentir una conexión verdadera con otros seres humanos. La cuestión es que en la práctica no se puede ser completamente honesto con alguien, sin pagar las consecuencias. Como cuando un esposo piensa algo sobre la familia de su esposa y se lo dice, y probablemente ella no le reclame en ese momento, pero lo esté guardando para la próxima gritada y lanzada de objetos, porque el esposo ingenuamente creyó que estaba en una burbuja donde sus propios juicios no iban a ser evaluados por la otra persona.
Se dice que en la medida en que uno se conoce a sí mismo de manera profunda y sin reservas, aceptando tanto lo bueno como lo malo es cuando uno logra conocer y tratar mejor a los demás. Y que las relaciones que tengas con los demás son un espejo de la relación que tienes contigo mismo. De cualquier lado que lo vea, el paisaje se ve oscuro. Y continúo girando alrededor del mismo punto sin lograr trascenderlo. Es demasiado cruel, quisiera tanto que se acabara.
Hoy nos fuimos de visitas en nuestra clase de taller. (Sí tuvimos que presentar plano, así que no fue feriado ni nada por el estilo.) Empezamos la mañana en el edificio del grupo Intur que están haciendo en el boulevard La Hacienda. Va a tener 12 pisos de alto y entrar en él es sumergirse en un universo paralelo. Es lo increíble de conocer este tipo de construcciones: de repente las clases se ven tan insignificantes y ridículas, las cosas en vivo y en directo ya cobran sentido.
La ingeniera que nos estuvo guiando era una antigua compañera de colegio de Deysi. Seguimos con los jovencitos profesionales. Ya quiero salir!!!
La vista que va a tener el edificio es impresionante. Es una lástima que esté bloqueándosela a todas las casas que van a quedar detrás de él.
Toda oportunidad es buena para modelar.
Awwww... mi clase...
La segunda visita fue a un edificio de estructura metálica, en las Lomas. Lo interesante de esta obra son los detalles de las uniones entre los elementos, las soldaduras, que son cosas que no enseñan mucho en la universidad.
Jeje... Una ménsula mal puesta. Qué nivel.
Ahhh, la vida de los arquitectos es muy ajetreada y asoleada.
Hace exactamente un mes que los albañiles para mí eran esos seres insoportables que llegaban a mi casa con sus maquinitas ruidosas a levantarme temprano en las vacaciones. Ponían sus emisoras de rancheras y la última vez que tuvimos a un grupo de ellos en mi casa, al día siguiente que terminaron de trabajar, otros tipos vinieron a llevarse los televisores y mi adorado equipo de sonido. Pero gracias a la clase de Organización de Obras me he visto inmersa en el submundo del trabajo manual ingenieril, y tengo muchas cosas que contar al respecto.
En clase se nos enseña que por ley es necesario pagar a los empleados los días festivos, los domingos, el medio día de los sábados. Pero la ley más fuerte es la costumbre, porque por ejemplo, días que no son festivos per se, como el 24 de diciembre, el 31 de diciembre, miércoles santo o la feria patronal de la ciudad, todo mundo decide trabajar medio día, pero se tiene que pagar la otra mitad o atenerse a las consecuencias.
El sueldo de un empleado de la construcción –porque no todos son llamados albañiles- puede negociarse al destajo, también llamado por obra, o por día trabajado. Cada una de esas formas de pago trae sus ventajas y desventajas. Por ejemplo, si uno prefiere pagar por obra que vayan haciendo, se tiende a perder menos tiempo y no se necesita estar vigilando constantemente. Se sabe que a mayor trabajo, más van a ganar, entonces están motivados. Pero de la misma forma, por querer avanzar rápido el trabajo puede tener menor calidad. De la otra manera, por jornada, hay interés porque los tiempos perdidos sean más, porque uno nunca sabe cuándo va a volver a conseguir otro trabajo. Hay que estar encima de todos, y es más difícil evaluar quién ha hecho qué.
Como en todo oficio, hay una jerarquía de poder basada en la habilidad de cada individuo, y desde luego, su remuneración aumenta a medida que se sube en la pirámide. Los que están más abajo son los peones. Su función principal es estar acarreando los materiales y las herramientas para que otros trabajen. Se les ponen a hacer cosas que no requieren mucha ciencia como excavaciones, limpiezas o rellenos. Los ayudantes son todos aquellos a los que les ponen a hacer las mezclas. Les siguen los media cuchara, que se auxilian de un peón para hacer emplantillados en cimentaciones, firmes de concreto, cajas de aguas negras, y seguramente, las cajitas de los interruptores eléctricos de sus casas (pero sólo la caja, no la instalación del cableado) fueron puestas por algún media cuchara que ya podía usar el plomo y el nivel. Muchos han escuchado alguna vez el término “pintor de brocha gorda”; pues también existen los carpinteros de serrucho gordo, y dentro de esta categoría se clasifica a los albañiles tipo 1. Son aquellos que hacen trabajos un poco más difíciles que sus predecesores, pero que no ocupan acabados muy finos, como muros de mampostería, soleras, jambas, castillos, paredes. Pero para eso tienen a un ayudante y a un peón a su mando. Los albañiles tipo 2, con un ayudante, ya pueden hacer repellos y pulidos. Los albañiles especialistas son los tipo 3, que se encargan de los enchapados en general, tanto en pisos como en paredes. Y si bien no pertenecen al equipo permanente de la construcción, es necesario contratar por temporadas a topógrafos, armadores de acero, carpinteros, pintores, soldadores, electricistas, fontaneros y encieladores. Y uno les presta los ayudantes y peones que tenga disponibles. El grado más alto al que se puede llegar en una construcción es a maestro de obra, que como nos decían a nosotros antes de esta clase, son los que son capaces de interpretar los planos hechos por ingenieros y arquitectos.
A todos aquellos que permanecen en la obra uno como patrón debe pagarles a ellos, y cobrarle al cliente, las obligaciones patronales y los derechos laborales. Todas son un porcentaje del salario base de un empleado. Como obligaciones patronales, tenemos el 1.5% que se da al Régimen de Aportaciones Privadas; el 7% del Instituto Hondureño de Seguridad Social, y un 1% que se le da al Instituto de Formación Profesional INFOP. Al empleado se le da un aguinaldo o 13avo mes de pago, que se le da el último día de diciembre, y un 14avo mes que se paga el 30 de junio. Se agregan también el preaviso, el auxilio de cesantía y las vacaciones. Cuando uno quiere despedir a un empleado, dependiendo de cuánto tiempo tiene de trabajar para nosotros se le debe pagar una cierta cantidad de días para que busque un nuevo puesto, y a esto se le llama preaviso. El auxilio de cesantía se le da cuando se despide al empleado injustificadamente. Y después de estar trabajando por más de un año, cada persona tiene derecho a vacaciones remuneradas. Todos estos valores van aumentando conforme se acumula el tiempo. Es por eso que en una obra que se tarda mucho, tener gente trabajando es muy costoso.
Pero veamóslo así: ¿cuánto ganan estas personas? Tomando valores promedios, no actualizados, un peón gana más o menos 100 lps, un ayudante 125, un media cuchara 150, un albañil 225, y un maestro de obra 265 lps. Si multiplicamos ese valor por 30 días que se les paga, y uno considera que trabajan ocho horas, bajo el sol, jalando bultos ultra pesados, corriendo el riesgo de ser aplastados por encofrados si han sido mal puestos, o tropezarse en algún zanjo, almorzando churros con coca y que seguramente tienen que mantener a más de 3 hijos que es el promedio en este país, los tipos lo ven pasar a uno y le silban, ¿cómo voy a ser capaz de reprocharles eso??? Por eso es que es importante ir a la universidad, para aprender lecciones de este calibre.
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