Toda esta semana estuve pensando en el post que haría para motivar a la gente que está en Honduras y lee el blog (delirios de grandeza) a que votaran en las elecciones internas. Pero honestamente no tuve el coraje de aconsejar a nadie viendo las horrendas opciones que teníamos para escoger. Estaba agarrando las papeletas y yo no tenía idea de por quién iba a votar, de hecho, cuando llegué a los candidatos a la alcaldía nunca antes había visto a los otros 3 tipos aparte del alcalde actual de Tegucigalpa.
La boleta de diputados fue lo peor. Las fotos eran de tan mala calidad -o los tipos eran tan feos- que me sentía en algún departamento de policía identificando mareros. Aquí es cuando se aplican todos esos documentales que explican cómo la gente fea obtiene penas más fuertes por los mismos crímenes que cometen los guapos: ese montón de viejos, arrugados, con cara de malos, y esas doñas sin peinarse inspiran desconfianza sin importar sus verdaderas intenciones. Un tipo incluso tenía un ojo mucho más grande que el otro, así como el maestro de Daria. ¿Y alguien puede explicarme esa ola de gente de la “farándula” hondureña que se lanza de diputados, como si tuvieran preparación para esos cargos por hacer programas o ser cantantes? Casi me muero de la risa cuando vi a Jireh Wilson que iba con Canahuati, o a Juan Fernando Lobo que tan bien me caía en mi adolescencia vender su alma con Pepe Lobo. Pero confieso que sí voté por la última candidata que se parece a la arquitecta Zaha Hadid…
Así que no culpo a nadie por no haber ido a mancharse con tinta indeleble. Aunque daban combos al 2x1 en Chili’s para la gente que había votado (lo que me hace pensar que el grupo Intur tiene más intereses políticos en este país de lo que uno se hubiera imaginado).
Tengo un serio problema con la “aceptación”. Uno de mis libros favoritos es “Las 7 leyes espirituales del éxito” de Deepak Chopra: siento que me revitaliza cada vez que lo leo, estoy absolutamente de acuerdo con él, pero siempre hay un punto en el que me quedo trabada, no puedo avanzar y salgo al mundo como si nunca lo hubiera leído o entendido porque no puedo aplicarlo y es justamente cuando habla de la aceptación. El concepto es que todo es como es porque el Universo es como debe ser. Este momento miserable es la culminación de todo lo que he vivido en el pasado y luchar en contra de este momento, amargarme porque es así, sufrir y contar mis desgracias, es oponerse al peor de los competidores, el Universo mismo. Puedo “desear” que todo sea diferente, siempre y cuando sea con la conciencia de que el presente es como es. Unas páginas más adelante afirma que: “la atención en un punto específico es aquella calidad de atención que no se doblega en su propósito. La atención sobre un punto específico quiere decir que debes mantener tu atención en el desenlace de tu intención con tal indomable propósito que rechaces totalmente cualquier obstáculo que pueda consumir y disipar la calidad de enfoque de tu atención. Que exista una total y completa exclusión de todo obstáculo en tu conciencia. Tú puedes mantener una serenidad firme y al mismo tiempo dedicarte a tu meta con pasión intensa. Este es el poder de la conciencia sin apego y la atención sobre un punto específico simultáneamente.” ¿Ven la contradicción? ¡Tengo que aceptar las cosas y al mismo tiempo encerrarme en mí misma diciendo que van a ser diferentes, aunque así como están las cosas no van a ser diferentes en el futuro! Mis entrañas no captan el concepto de intención sin apego: yo soy pura intención, obsesión hecha carne, compromiso esperando una causa para ofrecer su vida. No sé cómo desapegarme, cómo transitar por la vida creyendo que todo está bien cuando todo alrededor/en-mi-interior indica lo contrario.
Según lo expuesto anteriormente, el Universo ya está en equilibrio, tiene las cosas en su lugar y mantiene un balance de cuentas perfecto, haciendo que cada quien pague las deudas que le toca en el momento justo. Me permito diferir. Toda esta semana hemos estado haciendo la verificación de la accesibilidad en los edificios, y quitando que ha sido un trabajo agotador que nos ha hecho recorrer la ciudad de extremo a extremo, gastando horas que pude haber aprovechado estudiando para los exámenes de esta semana, comiendo afuera y gastando el dinero de mi mesada en parqueos para carros que ni son míos, es un trabajo que de antemano se sabía que iba a ser inútil y frustrante. Qué ingenua he sido pensando que la gente se va a interesar por los derechos de los tiburones si ni siquiera les importan los derechos de las personas. Las iglesias no tienen entradas para personas con discapacidad, en los hospitales públicos no puede circular alguien en silla de ruedas, no podrían estudiar en ninguna parte, ni siquiera las malditas franquicias gringas invasoras que han convertido esta ciudad en una versión pueblerina de las Vegas con bajo presupuesto tienen rampas o pasillos anchos, puertas de baños por las que una persona pueda entrar. El único lugar al que podrían ir en toda Tegucigalpa es a Chiminike, pero si son como yo y no toleran a los infantes no sé qué tendrán que hacer allí. Estábamos en la universidad analizando el porcentaje de la rampa de acceso desde la entrada peatonal y me moría de ganas por gritarle a cada uno de los vagos que camina por ella si no sabe que es de uso exclusivo para personas con discapacidad, que ellos no tienen razones para no usar las gradas. Pero insisto: yo sabía antes de empezar esto que los resultados iban a ser negativos, que esta era una decepción anticipada y aún así no puedo evitar sentirme desolada por lo confirmado. La gente cree que las únicas personas con discapacidad son los pobres que piden dinero en los semáforos, sentados porque no pueden caminar, pero por cada uno de ellos hay miles que sí están tratando de salir adelante, de estudiar o trabajar y ni siquiera tenemos un mínimo de consideración hacia ellos poniendo una maldita pendiente de concreto a todos los lugares a los que uno debe o quiere ir.
La semana antepasada fue la primera evaluación de Teoría Superior y hoy recibo un mensaje de la arquitecta que quiere verme una hora antes de la clase de mañana para discutir los resultados de los exámenes. El mensajito en sí es mala señal: si fueran buenas noticias no habría necesidad de discutir nada, todo estaría bien, nos hubiera felicitado por nuestro trabajo y continuaríamos con los temas del día, pero el siguiente mensajito me dice lo que ya sé. Los resultados son terribles. Cuando yo empecé como asistente de la arquitecta para esta clase lo hice porque adoro esta asignatura, la considero lo esencial de la carrera; es lo que distingue a un maestro de obra de un arquitecto. Toda esa gente que se gradúa sin haber entendido lo que se explica en ella es sencillamente eso, un maestro de obra salido de la universidad. Estará condenado por los siglos de los siglos a ser un urbanizador con casitas que parecen de interés social, va a ser reproductor de revistas, van a llegar clientes con recortes de casitas con detalles mal copiados de obras grecorromanas y ellos gustosos se las van a construir en Las Lomas y todavía van a tener el descaro de colgar un gran afiche con su nombre como si debieran sentirse orgullosos de semejante despliegue de ignorancia, esnobismo y estupidez. Que la arquitecta que da la clase sea brillante es un bonus, es la coincidencia cósmica por la que agradezco haber desperdiciado una parte de mi vida en ese piso mal pintado del L2. Esa mujer es tan inteligente, ha viajado tanto, es tan apasionada por su trabajo. Le ponen un edificio enfrente y puede hablar por horas y horas de lo que significa esa construcción, de si es funcional o no, de si puede ser considerarse arte. Y al mismo tiempo es divertida y carismática. ¿Qué más se le puede pedir? Como ingrediente adicional trabajar para ella me resta 100 horas de mi práctica profesional, algo que no pude hacer con el trabajo tufoso de mis vacaciones pasadas. Comencé muy emocionada con este proyecto, abriendo el blog, preparando exposiciones, redactando las preguntas que les haría a los estudiantes la siguiente clase. A todo mundo le ando pidiendo sus ensayos finales para publicarlos, le paso escribiendo a miles de ex alumnos que nunca me contestan, ando mandando mensajitos a lo loco y no he conseguido ni la mitad de los que me gustaría poner. Alquilé un libro para aprender a enseñar el arte de redactar ensayos de manera que pudiera explicárselo a los alumnos y que tuvieran todas las herramientas para sacar buenas notas. Les he dado materiales de lectura que la maestra en semestres anteriores no había permitido porque quería que cada uno investigara por su cuenta; compré un libro de Hegel para principiantes que pasé toda una tarde escaneando para pasarlo en pdf, les he dado mis correos, mis teléfonos, paso en la facultad casi todo el día en caso de que quieran contactarme, y ¿para qué? Los días que tenían que leer nunca lo hacían, nadie se dignó en abrir el libro de Hegel y cuando les pregunté si habían leído el post sobre cómo escribir un ensayo nadie había entrado al blog una tan sola vez. Yo podría hacer todo eso por las 100 horas y ya, pero he llegado a conocer a los alumnos (eran muchos a los que no les hablaba antes :P), les tengo mucho aprecio y realmente quiero que pasen con buenas notas, especialmente los que sí han demostrado interés y les gusta participar en clase. Pero no es justo que no pongan de su parte tampoco. Son muy pocos los que no faltan a una clase de por medio (aunque sólo es una vez a la semana) y hay varios que ni siquiera fueron al primero de los dos exámenes, sin contar a los que sencillamente se retiraron. Yo creía que podía hacer una diferencia. La clase es genial de por sí, yo sólo quería reforzar las cosas que cada quien tenía que investigar por su lado facilitándoles textos, las presentaciones. Creía que ver los ensayos de ex alumnos los iba a inspirar para que ellos hicieran sus propios intentos y que en cada clase nos íbamos a sentar a discutir los mejores de la semana, pero hasta ahora sólo uno de ellos se ha atrevido a darme algo para publicar. Supongo que es aquí donde debo utilizar la aceptación.
Supongo que el desapego termina surgiendo del cansancio y la resignación. Debes continuar con tu trabajo porque compromiso significa llegar hasta el final, y Teoría no es trabajo para mí, es mi vocación, así que no hay esfuerzo de por medio. Cuando veo la gran mediocridad que es el mundo actualmente el único consuelo que me queda es que estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo en las manos y si por ahora sólo puedo denunciar con mi investigación a los edificios que no son accesibles, es lo que voy a hacer entonces, sabiendo que el día que me toque construir al fin voy a poder hacer algo concreto. Quisiera recordar esto todo el tiempo, sentir que lo que hago es importante sin agobiarme porque no es suficiente. Nunca nada es suficiente pero es así, aunque yo siempre desee más.
Imagínense que ya han conseguido los planos constructivos de un proyecto que quieren realizar; ya sacaron las cantidades de obra de todos los materiales que ocupan para hacer esa construcción. Invirtieron mucho tiempo en hacer las fichas del proyecto que les dice cuánto cuesta cada actividad para realizar el proyecto y ahora quieren saber cuánto va a costar la obra en cada mes de su desarrollo. Si alguna vez se enfrentan a semejante situación de vida o muerte agradecerán haber leído este post. Además de que tengo examen el miércoles, ni modo.
Como dije, el primer paso es enumerar todas las actividades que conforman el proyecto, con su costo de mano de obra, materiales, el total y su duración en días.
Se hace el diagrama de flechas de las actividades, los cálculos a lo largo de la ruta y el diagrama de Gantt para saber qué vamos a estar haciendo en todos los meses de la construcción.
Se pasa luego al costo directo por mes. El costo directo de una actividad es la suma de sus materiales y mano de obra, sin agregar nada más. En esta parte vamos a separar las actividades según el mes en que se realizan y determinar cuánto dinero representan. Hay que tener cuidado, porque si una actividad no se termina en un mes hay que determinar el porcentaje de la misma que se está haciendo en él. En la tabla tendremos entonces: las actividades, el porcentaje de cada una de ellas que se hace en ese mes, el costo de mano de obra y el costo de materiales (ambos multiplicados por los porcentajes) y su sumatoria.
Los indirectos de construcción se agregan al costo de materiales y mano de obras para conformar los costos de construcción. Estos indirectos son todos los costos específicos a este proyecto que se dan en la obra, e incluyen los empleados fijos de la obra (maestro de obra, vigilante, un perito mercantil que trabaje de bodeguero, los peones) y los servicios públicos.
Luego se pasa a los costos de operación. Estos son los costos en los que incurre toda la empresa, pero se dividen entre todos los proyectos que realiza. Incluye gastos de administración –los empleados fijos de la empresa más los gastos de la oficina-, y los gastos de venta –lo que se invierte para dar a conocer la empresa, publicidad, comisiones a terceros, entre otros-. Para este ejemplo se está asumiendo que los primeros 3 meses la empresa maneja cuatro proyectos, y para los 2 últimos meses está manejando solamente 3 proyectos. Se hace una lista de cuánta es la aportación de las utilidades de los distintos proyectos para saber qué porcentaje de los costos de operación asignarle a cada uno de ellos. Luego se saca la mensualidad correspondiente a la obra en la que estamos trabajando.
El resumen de los costos por mes es un estimado inicial de lo que se pagará según las distintas categorías de los costos. El primero es del costo de construcción (materiales, mano de obra e indirectos) y operación (administración y ventas).
Se pasa al cálculo de la utilidad, tomando el 15% de lo calculado anteriormente, construcción y operación.
El cálculo de los imprevistos es sobre el 5% del costo directo solamente, y se dividirá su total entre los 2 primeros meses porque estamos asumiendo que la mayor cantidad de errores se cometen en esa etapa. (Cuando sean constructores experimentados van a poder volarse si quieren esta categoría, pero por mientras es recomendable conservarla.)
Para calcular el anticipo, el primer cheque que nos van a entregar para iniciar la obra, se va a tomar el 30% del total de la obra hasta entonces. Esa será nuestra base para el costo financiero que es la fianza que se debe entregar al banco por el anticipo. El interés de esta fianza es del 4% anual, y sólo se paga el primer mes del proyecto.
Como a los clientes no se les puede presentar el presupuesto de la manera transparente en que lo estamos haciendo aquí, es necesario calcular un factor de sobrecosto. Multiplicaremos las actividades de la obra por él y nos dará lo que cuesta cada una de ellas con los indirectos, los gastos de operación, utilidad, financiero e imprevistos diluidos en su precio. Tomando como base el costo directo total del proyecto, dividimos, uno por uno, el total de indirectos, operación, utilidad, imprevistos y financiero. Sumamos esos resultados y le sumamos una unidad y nos da el factor de sobrecosto. Pasamos a multiplicar las actividades por ese factor como mencioné previamente.
Se continúa con las estimaciones mensuales, que es parecido al costo directo por mes, pero ahora las actividades tienen su valor real. Sólo que en esta tabla se acostumbra a poner todas las actividades de la obra, pero se calculan las correspondientes al mes en que se está trabajando. Eso nos va a decir cuánto tenemos que cobrar por cada mes. Aquí hay una advertencia: a cada estimación se le va a calcular y restar el 30% porque en cada mes hay que devolver ese porcentaje de manera que se compense el anticipo inicial que tenía ese valor.
Con las estimaciones hechas podemos calcular finalmente nuestro flujo de caja en el que se muestran los ingresos y los egresos de cada mes. Los ingresos los conforman: la caja y banco, que es lo que se ha acumulado del mes anterior y es igual a 0 en el primer mes; las estimaciones de obra, que hay que recordar que se pagan después de realizadas, es decir que las actividades de octubre se pagan en noviembre, etc; la estimación del último mes: en el último mes se paga la estimación de las actividades realizadas el mes anterior más las de ese mes porque el proyecto no continúa después; el capital propio si el dueño o el constructor desea invertir en el proyecto; si es necesario se pide un préstamo bancario y si se puede se agregan los ingresos por ventas. Los egresos incluyen los famosos costos de construcción desglosados, los costos de operación también desglosados, el costo financiero que además de la fianza incluye el capital propio que hay que reembolsar si se puso en primer lugar, otros costos y los imprevistos. Se resta al ingreso total el egreso total y obtenemos la última casilla de superávit o déficit que nos indica qué tan bien estamos. Lo óptimo es arreglar las actividades en el diagrama de Gantt de manera que nunca estemos con déficit, pero si eso es imposible, como en este caso en el que me dio pereza volverlo a arreglar, se le avisa a los proveedores que va a haber un mes en el que van a tener que darnos crédito a cambio de que paguemos de contado el resto del tiempo. Si son observadores se van a dar cuenta que el superávit del último mes es igual al valor de las utilidades. ¿Coincidencia? ¡En lo absoluto! Significa que todo lo que sobra es para nosotros, los constructores. Yay!
Presupuesto
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Hay casi que admirar la capacidad del ser humano para resistirse al cambio aunque la vida le dé miles de señales de que es hora de enfrentarlo. Nada los inmuta, nada los conmueve, todo permanece igual para ellos aunque el mundo se desmorone a sus pies. Alguien muere pero nadie de las personas que lo conoció adquiere un ápice de apreciación por su vida o la vida en general. Las semanas de cruel enfermedad fueron un contraste horripilante con respecto a la existencia de alguien tan bueno, dulce y amable, pero la gente alrededor se enoja, se pelea, manipula, se separa definitivamente. Si yo no la hubiera conocido en persona erróneamente le atribuiría responsabilidad por el comportamiento asqueroso de sus engendros pero he aprendido que cada quien responde por su pellejo nada más.
Por unos cuantos centímetros de distancia se salvó de ser aplastado por el poste en el que estrelló un carro. Pero ni para él, ni para su familia algo cambia, excepto que ahora van a tener que caminar más. Esos acontecimientos que deberían de hacerte abrir los ojos, replantear tu camino, hacerte un mejor ser humano, querer más a la gente con que te tocó convivir, pasan desapercibidos, casi como si fuera un mérito perserverar en el estancamiento.
Encuentran al amor de su vida, tienen hijos, forman una familia y siguen siendo lo mismo. A veces hasta son peor porque tienen más gente con quien perpetuar y practicar sus defectos.
Cambian de trabajo, de casa, de país, pero todo permanece igual.
El Dalai Lama dice que el verdadero cambio es algo gradual e imperceptible, pero yo no veo gradual, veo inexistente. No hay evolución ni agradecimiento, no puede surgir sabiduría de la falta de consciencia tan descarada de la que todos hacen alarde.
Siento tanta vergüenza, tanto pesar.
No me importa qué tan borrosas sean las imágenes que los espejos cercanos intenten reflejar sobre mí: me niego a verme a través de ellos. Ellos creen que me conocen porque me han visto por 23 años pero no se molestan en preguntar, no saben ni qué clases estoy llevando. Yo les dije un día: “miren, en otros lugares sí me aprecian” y su magnífica respuesta fue “es que aquí te conocemos”, pero en realidad no me conocen; yo cambio todos los días, aprendo algo nuevo todos los días y merezco que me quieran conocer de verdad, que me presten atención. Mi sola presencia no es que tengan una relación conmigo.
Merezco ser escuchada aún cuando tengo una opinión distinta; que yo no tenga que andarlos persiguiendo para que intentemos arreglar las cosas; merezco que se tenga la iniciativa externa de que todo mejore porque yo soy una buena persona y vale la pena tenerme como amiga. Es cierto que deben decirme la verdad aunque esta no sea de mi agrado pero eso no elimina el derecho a que sea en un buen tono, sin pretender desvalorizarme, o adoptando posturas que ellos no soportarían de parte de otras personas.
Tengo todo el derecho, incluso el deber, de cultivar aquellas relaciones que me hagan sentir feliz, en las que yo sienta reciprocidad en el afecto, donde hay atención y cuidados. No es justo que yo tenga que mortificarme por esos pocos seres que no me preguntan cómo estoy, que no son capaces de darme un abrazo, que ni se interesan si me está yendo bien en mis estudios, que no pueden decirme que están orgullosos de mí o que me quieren, cuando hay personas que sí lo sienten y lo pueden expresar. Yo no tengo nada de malo y que esas interacciones temporales no sean satisfactorias no significa que no soy lo suficientemente buena, ni que debo sufrir por su indiferencia como si de un reproche divino se tratase.
Me rehúso a que las opiniones y las críticas de otros sean aquello que va a dictarme qué hacer y cómo sentirme. Me niego a verme a través de ellos porque yo soy una buena persona y vale la pena tenerme como amiga.
Estos han sido buenos días. Ayer Deysi, Yanis y yo fuimos premiados en la ceremonia de excelencia académica (lo que significa que tendremos pisto en Navidad -yay!-). Dejo algunas fotos del evento.
Por cierto que esta foto salió en La Tribuna, y también aparecemos en miniatura en El Heraldo.
Y hoy nos reunimos con el arquitecto de Diseño por primera vez después de la fatídica entrega. Nos explicó todo lo que había que hacer para la siguiente etapa que concluiría el 15 de diciembre y son miles de planos más que los que hemos hecho hasta ahora. Al final de la clase pidió a nuestro grupo que por favor lo viéramos al final de la clase, y justo cuando pensamos que nos iba a regañar por entregar tarde o a decir que teníamos errores en nuestro proyecto, nos felicitó por nuestro trabajo!!! Dijo que el proyecto estaba muy bueno y se alegraba porque habíamos ido más allá de lo que se había pedido. Así que todo ese relajo valió la pena.
Felicidades a nosotros!
Presento el proyecto de Diseño 8 (en su estado inicial, falta la segunda entrega) que consiste en la remodelación del interior de los edificios existentes y la proyección de nuevas edificaciones para la Facultad de Medicina, de la UNAH, por supuesto. Nuestro concepto formal consiste en unificar el edificio 1 que es de piedra, y el edificio 2 que es de ladrillo, en un edificio ubicado entre ellos que simule la forma de la piedra del primer edificio, con bloques de ladrillo del edificio 2 y transparencias. Se elimina el estacionamiento entre los edificios para reemplazarlo con una plaza peatonal.
Edificio 1
Edificio 2
Piedra del edificio 1
Fachada principal del edificio 1B, Biblioteca y Administración
Según nuestra propuesta, el edificio 3 conserva las aulas que tiene actualmente, pero desaparecen sus auditorios para hacer tres niveles de estacionamiento, se le agregan aulas, una cafetería que reemplaza unas casetas improvisadas que hay ahorita, y los auditorios se dejan en los últimos niveles. Se quiere aprovechar la forma del terreno escalonando el edificio, e intercalando ventanales con vidrio para ser coherentes con el edificio 1B.
Funcionalmente, se logró agrupar todo lo que era administrativo, los cubículos de maestros, las funciones que no eran académicas, y crear más aulas, más laboratorios y ampliar todas las áreas que ya existen. Pero son miles de plantas y la vida es muy corta, tendrán que creerme :P
Las tradiciones y las supersticiones tienen razón de ser, tienen una base sino científica, por lo menos comprobada empíricamente. Ejemplo de esta ocasión: las entregas. Mi ritual personal hasta ahora para todas las entregas de Diseño desde que existe el blog es publicar fotos del proyecto la noche antes de presentar con el arquitecto. Y hasta ahora todo había salido bien. El día que decido postergar la publicación para el día siguiente lo pagué caro, muy muy caro.
La idea original era que cada una de nosotras iba a trabajar por su cuenta en lo que tenía asignado hasta el domingo en la mañana cuando nos íbamos a reunir para unificar y plotear ese mismo día, o en caso de emergencia el lunes. Y no tengo la potestad para narrar las eventualidades de mis compañeras, pero afortunadamente las mías sí. Mi asignación consistía en el edificio 1 y el de la biblioteca: las plantas actuales, las nuevas, los planos estructurales, instalaciones eléctricas, hidrosanitarias y las fachadas actuales del edificio 1 que ya estaban dibujadas, sólo requerían configurarse en los layouts. Tenía planeado terminar las plantas viejas y nuevas antes del viernes, dejar el viernes en la tarde para hacer un plano que explicara el concepto detrás del proyecto, y el sábado para las instalaciones. El domingo iría a casa de Scarlett a platicar, hacer el índice y jactarme por lo increíblemente organizadas que somos. Pero era viernes en la tarde y yo no había terminado las plantas.
He recalcado en innumerables ocasiones que no soy religiosa, pero la única práctica con la que sí estoy de acuerdo es con dejar un día libre sagrado, como los adventistas que no pueden trabajar los sábados. Yo soy una adventista, pero de los viernes. Mis tardes de los viernes son intocables: es el único momento en que me olvido de la universidad, hasta tengo la costumbre de salir para olvidarme de mi casa. Fue horripilante y traumático, pero ese día lo tuve que dedicar a poner ejes, ventanas, puertas, dibujar polilíneas sobre líneas mediocres que nunca llevaron un curso de autocad 2D. Salimos a tomar café con los aleros y Juank un ratito en la noche porque no lo habíamos recibido apropiadamente desde su regreso de Washington y en un momento Mafer dice: “Mañana voy a estar todo el día en la oficina. Me pueden ir a comprar mi regalo para mi cumpleaños”. Maldición, este martes cumple años Mafer. Así que me levanto temprano a trabajar, termino las plantas y comienzo instalaciones eléctricas. Riquísimo porque mis papás salen a almorzar cada semana de por medio y estoy sola en mi casa, trabajando con mi música a todo volumen. Pero me toca salir a buscar regalo en la tarde. Y nadie está de acuerdo con mis opciones: una tienda súper pinta de decoración de interiores para niños, llena de cosas para regalarle a alguien que quisiera tener un cuarto súper bonito o que le gusten las manualidades (Bertha si hubiera apreciado mi regalo de allí!). Vamos a perder el tiempo a las Cascadas, donde me desilusioné con la pista de hielo de Digicel que en realidad es de plástico. A las dos horas estoy que exploto: yo tengo que trabajar. Vuelvo a mi casa y termino tardísimo, sólo la iluminación y las tomas. Me cae el mensajito de si me quiero reunir mañana a las 9. No sé cómo andarán ellas, pero yo prefiero terminar en mi casa.
Me voy a dormir y me levantan a las 2 de la mañana con noticias del choque de un carro de mi casa por parte de un miembro de mi familia que iba conduciendo. No estoy autorizada para dar detalles, pero si alguien quiere comprar un pedazo de chatarra amoldado con la forma de un poste aunque con el motor en excelente estado se puede contactar conmigo para que negociemos. La conmoción y la cólera no me dejan dormir hasta las 4 de la mañana, pero para mi desgracia continúa el resto del domingo en los miembros del clan. Igual, tengo que trabajar. No estoy físicamente presente con mis compañeras pero la tecnología del siglo XXI me permite estar con ellas aunque no las vea en persona. Y mi desgraciado router deja de funcionar. En circunstancias normales eso significa que no voy a poder revisar mi correo obsesivamente cada dos horas, o peor, los 500 feeds (no exagero) que tengo que se actualizan cada 15 minutos. Pero ese día, justo ese día, significa que no voy a poder enviar planos para que otra persona los tenga en caso de que Olivia implosione (que sabemos es seguido), no voy a poder pedir planos que ocupe, no voy a poder consultar sobre lo que estoy haciendo para que las demás lo hagan igual que yo y la entrega sea coherente. Lo reseteo pero no funciona. En la noche tengo completos los planos estructurales. Llega Juank a auxiliarme con el router, pero no es la red, es el aparato el que ha decidido dejar de servir. Es necesario comprarse otro, justo en este tiempo apocalíptico que se avecina.
Termino mis instalaciones hidrosanitarias y me pongo a corregir todo lo que he hecho hasta ahora. Me acuesto a dormir y me despierta una llamada. “¿Quién puede estar llamando un domingo a las 8 de la mañana?” Resulta que hoy es lunes y yo tengo Obras a las 8 de la mañana. Es Yanis que ya viene por mí y yo no estoy ni bañada. Le explico que la diferencia fundamental entre un estudiante novato de arquitectura y uno a punto de graduarse es que el primero no asiste a sus clases de la mañana de un día de entrega porque no quiere levantarse, el segundo porque no puede levantarse. Un café de desayuno y voy a mi clase de Italiano; no llegué a Obras. Y después alegre y campante busco a Deysi para que vayamos donde Scarlett a hacer el índice, enumerar las hojas y a plotear cerca de allí. La entrega es a las 2, nos damos de plazo hasta las 11 y media para terminar e irnos a imprimir. Una hora después de lo planeado salimos.
La primera mala señal fue que nos fueron dando 56 planos, que con un costo de 25 lempiras por plano son 1400 lps. Yo había sacado 300 del banco, Deysi andaba 250 y Scarlett 200. Jamás hubiéramos pensado que iban a salir tantos. La arquitecta del lugar tiene un poco de confianza con Scarlett (y sabe donde vive) así que podíamos pedir fiado, pero preferí ir a pedir dinero con mi madre antes que recurrir a eso. Nos envió a un banco cerca de allí. Vamos con Scarlett mientras Deysi imprime. Es la una de la tarde.
Resulta que imprimieron un plano y la letra es diferente porque la computadora de la arquitecta no tiene la fuente que usamos en los 56 planos del proyecto. Deysi tiene instalado el modelo del plotter que estamos utilizando, pero su computadora se niega a reconocerlo. Después de muchos intentos y consultas logran instalar la fuente en la otra computadora, pero resulta que no quiere abrir ningún archivo de Scarlett: aparece un mensaje de Error Fatal, el Autocad se cierra, e intenta hacer un recover del archivo pero no funciona. Scarlett va a su casa a enviarlos por correo, yo trato de bajarlos de versión en mi compu (la única que no tiene problema con esos archivos), pero no funcionan ni los que yo modifiqué, ni los que envió Scarlett por correo, ni los que ella trajo en una memoria directamente de su casa. No tienen los drivers para instalar el plotter en mi compu. Son las dos de la tarde y empezamos a recibir llamadas de si ya llegó el arquitecto, adónde estamos nosotras.
Una hora más tarde, después de miles de intentos, a Deysi se le prende el foquito: se pueden exportar como archivos PDF. Lo más rápido posible los convierto a ese formato, nos ponemos a imprimir a lo loco, pero ya van a ser las 3 y el arquitecto dice que se va a las 3 y media. En medio del ajetreo no nos habíamos dado cuenta que no habíamos impreso mis plantas, que no tenían problema para abrirse, y el plotter es lento, muy lento cuando tienes el tiempo encima para la penúltima entrega de tu vida de estudiante. Terminamos a las 3 y media justo, salimos a toda velocidad, pero ni siquiera a un tercio del camino recibo la llamada fatídica: el arquitecto se fue.
Scarlett lo llama, y él acepta recibir los planos en un lugar cerca de donde tenía que pasar de todas formas. Lo esperamos en la calle, con el viento del frente frío y el frío del desvelo, y lo vemos llegar. Nos disculpamos y nos pregunta porque imprimimos en ese formato tan grande cuando él pidió todo en tabloide. Si nos hubieran visto las caras. Y adónde está nuestra memoria explicativa, donde describimos en detalle la situación actual y la contrastamos con nuestra propuesta. Es la primera vez que escuchamos que eso se tenía que hacer. ¿Qué ondas con los otros grupos que nadie nos avisó? ¿Saben por qué dejamos de ir la semana pasada a revisar en Diseño? ¡Porque estábamos trabajando en la entrega de Diseño! Qué desastre, qué fatal, que falta de cortesía, que falta de sentido común el nuestro de no ir a hablar con el arquitecto el viernes para preguntarle si lo que íbamos a hacer estaba bien. Nos da de plazo hasta mañana para llevarle la memoria.
¿Así que, qué hemos aprendido hoy?
Que no vuelvo a entregar sin publicar. Que no vuelvo a plotear el mismo día de la entrega. Que no vuelvo a atenerme a mis compañeros para nada. Que no hay que beber y conducir. Que me tengo que meter a un curso de redes algún día en el transcurso de mi vida. Que los congresos de arquitectura son para la gente que no está estudiando arquitectura porque mientras haya entrega no importa cuántos arquitectos italianos vengan, simplemente no puedes ir.
Que no sabes lo que es tener internet hasta que lo pierdes.
Los estudiantes de arquitectura somos una especie aparte de seres humanos que deciden, con plena consciencia en el mejor de los casos, alienarse por completo por una carrera. Nuestra vida son nuestros estudios y al resto de las actividades y al resto de las personas –amigos, novios, familias, mascotas- se les hace un favor al dedicarles algo del preciado tiempo que en realidad ocupamos para trabajar o dormir. Somos incomprendidos porque tienes estar en nuestros zapatos para entender que si hay entrega de Taller 3 a la mañana siguiente, sin haber podido trabajar durante el día porque todo mundo decidió atrasarte, y un tipo, que en cinco minutos se convertirá en un ex amigo y un mal recuerdo de alguien con quien solías platicar y con quien alguna vez saliste y fue todo un fracaso, justo en este momento decide que quiere ponerse a pelear con vos por puras trivialidades y te pone a elegir entre presentar un plano o conservarlo a él y no vas a dudar por un segundo en escoger el plano. Te terminas aislando porque te ríes de las carreras de cuatro años pero son las 3 de la mañana y cuando todo mundo está bien dormido secretamente anhelas una licenciatura con la que no tuvieras que tener ojeras todo el semestre, o que no fuera normal que se te caiga el pelo más que al común de los mortales que sí pueden salir y a quienes les tienes que rechazar todas las salidas los fines de semana.
Pero rectifico: los estudiantes de arquitectura que sí tienen intenciones de graduarse en menos de 7 años somos una especie aparte de seres humanos; porque la facultad está plagada de personas que tienen impreso en la frente un contador con los años que les faltan para irse a una privada, para cambiarse de carrera, o aún peor, para quedarse en la misma facultad de la que vos te esforzaste tanto por egresar, mientras ellos pululaban en la salita a todas horas, tocando guitarra o chismorreando, y cuando salgan, se van a querer comparar con vos porque según ellos recibieron la misma educación. Nuestro trabajo no va a ser de vida o muerte de manera tan literal como lo va a ser el de un estudiante de medicina, pero nuestras probabilidades de terminar la carrera o de terminar como fracasados son muy similares a las de ellos y por eso son los únicos que despiertan algún tipo de empatía. No vas a tener otros novios que no estudien arquitectura porque es imposible que veas personas de otros lados; la gente se casa inmediatamente después de estudiar porque la sensación de envejecimiento, de supuesta madurez, de que la vida te ha pasado enfrente y no disfrutaste nada es inevitable. Los mejores años de tu vida los pasaste encorvado sobre una mesa, sobre un computador. Las excentricidades son habituales porque generalmente son la única distracción; la comida es la mejor parte del día porque es lo que distingue estas 24 horas de las que han de venir; uno empieza a vestirse bien porque quiere disimular la miseria interna.
Es el arte de crear espacios vacíos porque la familia que supuestamente está orgullosa de que estudies eso ahora no la conoces, no tienes nada de qué platicar con ellos, incluso la que no es inmediata ni siquiera es bienvenida. Y vas a levantarte un día y todo eso habrá terminado. Las entregas, las planificaciones, las organizaciones de obras. Y tendrás el papel ese en la mano con el maravilloso título de “arquitecto”, pero ¿quién carajos va a querer celebrar con vos? Nadie. Y no me importa porque mientras ese día no llegue no puedo desviarme de mi objetivo, no puedo aceptar distracciones. Voy a graduarme aunque sea lo último que haga.
En la década de los 70s se hizo un experimento con varios niños de preescolar en el que una persona les puso una golosina enfrente y les dijo que iba a ausentarse por 20 minutos. Durante ese tiempo podían tomar y comerse la golosina, pero si esperaban hasta que volviera el experimentador iban a ser recompensados con dos golosinas. Se hizo un seguimiento a los niños, doce años más tarde, cuando estos ya eran adolescentes. Un tercio de los muchachos que en su infancia no resistieron el impulso y se comieron su bocado se convirtieron en jóvenes problemáticos, anti sociales, frustrados, incapaces de manejar adecuadamente situaciones de estrés, desconfiados, resentidos, celosos, peleones y con puntajes en los exámenes del SAT mucho más bajos que sus contrapartes que sí resistieron la tentación. Los niños que sí esperaron los 20 minutos -tapándose los ojos, distrayéndose cantando, jugando o hasta intentando dormir- se hicieron muchachos competentes, emprendedores, con confianza en sí mismos, honrados, responsables y con muy buenas notas en los SATs. La pregunta obligatoria aparece: ¿nos habríamos comido la golosina a nuestros cuatro años?
El ingeniero de Obras III nos puso a leer “Inteligencia emocional”, un libro de Daniel Goleman en el que explica cómo el concepto tradicional del coeficiente intelectual es un indicador muy pobre e incompleto para determinar si una persona va a ser exitosa o va a sentirse satisfecha a lo largo de su vida. Para él todas las habilidades para controlar y manifestar adecuadamente las emociones, motivarse a uno mismo ante los obstáculos de la vida y tener relaciones interpersonales fructíferas y profundas son las que realmente cuentan, y eso explica porque personas que son académicamente brillantes terminan con trabajos insípidos, matrimonios arruinados, sin dinero y amargados. Ese conjunto de habilidades las engloba en el término inteligencia emocional, que no puede ser medido en tests globales cómo el CI sino solamente verificando cómo reacciona la persona ante determinada situación. El psicólogo pretende demostrar también que este tipo de inteligencia sí puede mejorarse a lo largo de la vida y que no estamos condenados a ser víctimas de nuestros impulsos si nosotros no lo queremos así.
Ahora, en el contexto de lo explicado anteriormente trataré de analizar si mis comportamientos recientes han sido emocionalmente inteligentes o simplemente primitivos. Por ejemplo, el lunes de la otra semana hay entrega de Diseño VIII. Es la pre entrega del proyecto, que se distingue de una entrega de anteproyecto en el sentido de que esta última es completamente arquitectónica: plantas, fachadas, cortes, nada constructivo, cero instalaciones, mientras que en esta ocasión tenemos que entregar planos estructurales, de instalaciones hidráulicas y eléctricas, además de todas las plantas, fachadas y cortes, con la dificultad adicional de que estamos trabajando en una remodelación y eso significa que hay que mostrar planos de la situación actual comparados con la nueva propuesta. Son días ajetreados, estresantes, porque todo el semestre nos hemos concentrado en el Seminario y un poquito en Planificación y ahora pagamos las consecuencias, haciendo todo a última hora y descuidando todos los otros aspectos de nuestras vidas académicas o de otro tipo. Pues estoy trabajando en mi casa, corrigiendo plantas de los edificios de la facultad de Medicina, que una empresa de mala muerte digitalizó atrozmente, como si los hubiera arruinado a propósito para provocar el sufrimiento de cualquier persona que los ocupara. Son muchas horas de atrofia mental, porque no es un trabajo emocionante ni creativo, y ocupo un poco de distracción. Van a ser las 6 de la tarde; a las 7 comienza mi hora oficial de relax y cenar y se plantea una disyuntiva: descanso por 20 minutos viendo online el episodio de esta semana de The Hills o continúo responsablemente con mi labor hasta las 7 de la noche cuando podría verlo sin robarle minutos a mi horario de trabajo. Esta es realmente una decisión difícil porque 20 minutos de distracción pueden significar un alza en la productividad en lo que queda antes del descanso oficial, mientras que el trabajo prolongado puede hacerse tedioso y aburrido al punto de volverse lento. Aristóteles decía que cualquiera puede enojarse, pero uno debe aprender a enojarse con la persona adecuada, en el grado exacto, el momento oportuno, con el propósito justo y el modo correcto. Pues decido equilibrar entonces: en una esquina de la pantalla de la computadora pongo The Hills, y el resto lo dedico a seguir dibujando. Cierto que no le presto tanta atención al programa pero no se requiere gran concentración para entenderle, y por lo menos me concentro en el plano en los momentos en los que la conexión de Cablecolor comienza a apestar. ¿Qué significa eso? Probablemente que a los cuatro años me hubiera levantado de la silla a pedirle a uno de esos niños que sí se quería comer de un solo su bocadillo que lo compartiera conmigo para no comerme el mío, o que tal vez si había un televisor cerca el experimentador se hubiera quedado esperándome porque yo estaría muy distraída con algún programa. Sea como sea, la inteligencia emocional tiene muchos matices más que sólo diferir el placer y esperar luego la recompensa. Hay muchas formas torcidas para comerse el pastel y tenerlo también y allí es donde entra el coeficiente intelectual.
El único indicio que alguna vez he tenido a lo largo de mi vida que iba a terminar estudiando arquitectura ha sido que desde muy pequeña me gustaba mover de lugar los muebles en mi cuarto. Yo tenía metido en la cabeza que una nueva etapa de la vida comenzaba cada vez que cambiaba de lugar las cosas y todos mis muebles tienen arruinadas las patas porque yo los arrastraba por todas partes para probar cómo quedarían mejor. Cuando llevé Diseño 1 con el arq. (…), el único maestro de los 6 maestros que imparten esa clase que enseña criterios de funcionabilidad, lo primero que vine a hacer en cuanto aprendí cómo era una correcta circulación en un espacio fue a ordenar mi cuarto. Y desde entonces tengo serios problemas para cambiarlo. Es como si el conocimiento bloqueara la creatividad, porque es cierto que antes me solían quedar pasillos de 50 centímetros entre un mueble y la cama, pero yo era feliz sabiendo que todo estaba distinto.
Me he propuesto como regalo por egresar de estos 6 años de tortura auto infligida que mi proyecto de “graduación” sea la redecoración de mi cuarto. Voy a pedir que me financien unas cuantas latas de pintura, voy a rellenar todos los hoyos por todos los cuadros que he colgado, voy a comprar tela y negociaré si es posible realizar un librero que cubra toda una pared reemplazando de una vez por todas los diferentes muebles que andan por allí recopilando cosas sin discriminación. Voy a investigar apropiadamente: escribiré una lista con todo lo que según mi criterio debe tener un cuarto ideal, y para buscar ideas voy a desempolvar mis revistas y mis libros de casas. No más pizarra de la Sirenita, adiós cuadros de caricaturas de cuando estaba en primaria. Creo que la renovación que acaba de hacerle mi madre a las cortinas de florecitas va a tener que quedarse en otro lugar: llega el momento en la vida de toda jovencita en que tiene que dejar atrás su infancia para enfrentar las responsabilidades de la vida adulta y convertirse en una mujer. Las calcomanías de las hadas de Disney que me regalaron hace poco van a ser los únicos vestigios del pasado. (Están demasiado geniales, ni modo. De hecho, no las pego ahorita porque las paredes están muy sucias; de allí el deseo de pintar y reordenar.)
He estado pensando que ahora que termine de estudiar y busque un trabajo por mientras me largo de este lugar quisiera que fuera algo tranquilo y al mismo tiempo interesante. No sé qué tan buena sea la paga en esas revistas de “Casa y hogar” de El Heraldo, o hasta las ediciones de decoración de “Estilo” (me muero de la risa si termino trabajando para ellos), pero basándome en la calidad de sus publicaciones, su principal problema es que no cuentan con un arquitecto. Heme aquí. Tampoco estoy muy enterada si Tegucigalpa tiene empresas de decoración de interiores, pero tengo la impresión que eso me gustaría mucho. Otra de mis opciones era trabajar en un museo ya que quedaría bien para el tipo de maestrías a las que quiero aplicar. Acabo de hacer una encuesta para estudiantes de arquitectura donde preguntaban sobre si nuestra facultad ha hecho cambios curriculares debido a la crisis económica que enfrenta el mundo actualmente (carcajada contenida), si yo he pensado cómo adaptarme a estos tiempos difíciles. Son 6 años de no poder leer un libro sin interrupciones, de no poder salir, de tener que ver a las mismas personas todos los días, de ver truncados tus sueños de independencia por esa carrera taaaaan larga, pero cuando finalmente se terminan de verdad se abren muchas puertas, muchas puertas más que sólo asolearse en una construcción.
Me muero de la vergüenza por pertenecer a la raza humana cuando veo documentales como "Sharkwater" que tratan sobre la caza de animales en peligro de extinción, en este caso de los tiburones. Es desolador, es increíble el descaro que tenemos para eliminar especies enteras por cualquier propósito que sea porque ninguno es justificable. Comparto la opinión de una de las personas que aparece en este documental diciendo que las generaciones futuras nos van a ver a nosotros como bárbaros, inhumanos, así como nosotros vemos a las generaciones que practicaban la esclavitud. No entiendo qué hace pensar a los humanos que ellos son superiores en alguna forma a los animales. (Ese fue mi principal reproche cuando leí a Ayn Rand y estudié el Objetivismo: esa gente cree que el hombre es tan poderoso, tan indispensable que no les preocupa arrasar con los recursos naturales, contaminar el planeta entero si eso resulta ser económicamente rentable.)
El director de este documental termina literalmente huyendo de Costa Rica porque desenmascara la mafia que trafica aletas de tiburón, para luego ir a Galápagos y encontrarse con un problema muy similar. Para rematar los males se infecta con estafilococo y corre el riesgo de perder una pierna... El final es esperazandor y desgarrador al mismo tiempo; tienen que verlo.
La arquitectura no tiene como vehículo de la evocación mimética la realidad objetiva inmediatamente dada en su real coseidad
El filósofo húngaro Georg Lukács hace una importante revaloración de la arquitectura enmarcada en principios socialistas. Dedica un capítulo entero de su tratado sobre estética para dedicarse a este arte que los filósofos más importantes hasta ese momento habían colocado siempre en el puesto más bajo de sus jerarquías. Lukács llama a este pensamiento “estética especulativa”, ya que para ellos son las artes ideales, en el sentido que le dan más preponderancia a las ideas, las que contienen una mayor excelencia espiritual. Él trata de demostrar que la arquitectura es un arte que debe ser estudiado con detenimiento de manera independiente a otras manifestaciones artísticas, ya que a pesar de sus semejanzas con ellas sus diferencias son fundamentales para su comprensión.
Lukács comienza haciendo una crítica, muy justificada, al sistema idealista de Hegel. Según este último la arquitectura se desarrolló antes que otras las otras artes, pero ese es un error comprensible puesto que se desconocían para esa época los descubrimientos referentes a los estadios primitivos de la humanidad que hoy se manejan de manera común. Pero más importante que eso, Hegel manifiesta en sus teorías una profunda ahistoricidad de las ideas estéticas, como si el arte estuviera consumado y completo en sus primeras expresiones y no evolucionara junto con la historia. Se juzga el arte con las ideas presentes como si estas hubieran estado allí desde sus inicios. Aunque Hegel va por buen camino al decir que la arquitectura tiene fines que no son artísticos y es un arte al mismo tiempo, la limita cuando la considera un receptáculo de imágenes divinas, del arte que él si considera que expresa adecuadamente el balance entre forma e idea: la escultura. La trata como un arte servil, sin preocuparse de los problemas estéticos que se presentan en la creación de un espacio que tenga la intención de orientar la vida del hombre.
Por su parte, Lukács piensa que lo estético es algo que nace paso a paso en el curso de la evolución de la humanidad y no es algo que esté dado solamente por la naturaleza fisiológica y antropológica del hombre. Por muchos años la arquitectura cumplió funciones primarias, de protección contra la naturaleza y enemigos, tenía que tener una estructura adecuada y de allí debía elegirse y construirse bien, sin siquiera plantearse el problema de si cumplía con alguna cuestión artística. Ningún otro arte puede decir lo mismo, aunque cumpla, y esta es una innovación filosófica de Lukács, con una misión social.
De las necesidades de la vida nace un medio, pero este sólo se hace arte hasta que da un “salto cualitativo”, cuando expresa las vivencias posibles del hombre. Dicho de otro modo, hay una evolución: se comienza con una necesidad, se pasa a la misión social y por último se llega a la realización estética. Probablemente las construcciones originarias sin fines estéticos despertaran emociones de alegría por la protección que daba a las personas que las usaban, estos podían hasta experimentar orgullo si ellos mismos los habían fabricado. Este era un estadio intermedio en el que se elaboraban edificaciones técnicamente útiles y ya existían las emociones ligadas a ciertas representaciones espaciales, como por ejemplo las sepulturas neolíticas que hacían sentir que se protegía al muerto o se defendía a los vivos de un poder mágico, pero la arquitectura como arte da su salto cualitativo en la revolución urbana de las regiones fluviales de Asia y Egipto, cuando se construyen grandes ciudades, las edificaciones son más numerosas y aparece el carácter colectivo de construcciones como las grandes murallas de piedra que reemplazan a las empalizadas, o los templos y sepulturas monumentales en vez de las tumbas pequeñas. Su función es despertar sentimientos colectivos y los significados emocionales de las ceremonias o ritos (si esa era la función del lugar) se intensifican porque se ha modificado el espacio para ese fin en específico.
La arquitectura se diferencia de las otras artes porque no puede, en ningún caso, dejar de regirse por principios científicos, matemáticos o técnicos. Este es el componente de la primera mímesis de la arquitectura: reproduce visualmente la lucha entre la gravedad y la rigidez, esas fuerzas de la naturaleza que se ven sometidas por las necesidades humanas, pero siempre creando un espacio con “intención de visualidad”. Enfocándonos en los aspectos tecnológicos, para un especialista la obra puede ser sumamente inteligente y clara aunque para un humano normal a primera vista sólo se vea un caos. Lukács considera un error muy grave de parte de teóricos y practicantes de la arquitectura de su tiempo -como la Bauhaus- considerar que lo técnico es automáticamente estético. Para él la arquitectura es un arte auténtico cuando la producción consciente tiene lugar sobre una base colectiva y no sobre las necesidades y exigencias de un hombre individual (aunque esto se aplica para construcciones con fines privados: en las sociedades precapitalistas la conexión de la vida individual con sus fundamentos sociales es más profunda que en el capitalismo, la construcción expresa la capa social más que las particularidades del propietario). Todo esto desemboca en la segunda mímesis de la arquitectura: su necesidad social generalizada, su misión social. La primera mímesis es desantropomorfizadora, científica, pero es la segunda la que sirve para reconectar al hombre, transforma cualitativamente de manera estética al espacio. En las otras artes la persona experimenta por medio de la contemplación, en la arquitectura uno vive en la obra de arte, uno pasa de ser un hombre común y corriente a uno artístico.
La lucha social entre clases puede aparecer miméticamente en las otras artes, sin embargo, en la arquitectura sólo se pueden apreciar los resultados de la lucha, no la lucha en sí. De hecho en ella no puede expresarse nada artísticamente negativo, ni tampoco muchas emociones y actitudes ideológicas debido a la relación que tiene el hombre con la realidad, debido a que se está creando el mundo (aunque no se refiere al hombre directamente se crea para los individuos como miembros de una colectividad social). A pesar de todo esto, la arquitectura sigue siendo el medio por excelencia que revela el ser social general de un periodo, las determinaciones sociales que se impusieron, a través de la evocación inmediata, sensible y significativa. Tiene una extraordinaria sensibilidad con respecto a las transformaciones histórico-sociales: han habido culturas que no han tenido pintura o que se han privado del teatro, pero no pueden existir sin edificios y es por eso que cada sociedad, a partir de cierto nivel evolutivo tiene que poseer su PROPIA arquitectura (quitando la civilización maya y las influencias coloniales, que Honduras no tenga arquitectura de identidad, ¿significa que no ha evolucionado lo suficiente?).
En la época en que Lukács redactó esas líneas el estilo que hoy llamamos modernista empezaba a propagarse. Esto lo interpreta como una decadencia de la misión social que le había sido confiado a la arquitectura. Desde su perspectiva, el apogeo del capitalismo destruyó la vinculación orgánica entre el hombre, el trabajo y el producto del trabajo como se había dado en las culturas precapitalistas. Ya no hay individuo de clase, sólo individuos per se, y lo que se llama desde entonces “sencillez” o “cientificidad” son tecnicismos inhumanos, conscientemente desantropomorfizadores que ponen de manifiesto el vacío y la pobreza de la vida moderna. Los “nuevos resultados científicos”, los “nuevos materiales” (ambos clichés que se utilizan hasta la saciedad para caracterizar al modernismo y los estilos que se derivan de él) favorecieron la desaparición de los principios estructurales visuales de la arquitectura, pero no son la razón principal de que todo eso haya sucedido. El boom de lo geométrico sólo logró que todos los edificios, sin importar su función y lo que deban evocar en las personas, sean parecidos formalmente. Lo geométrico es en realidad abstracción indiferente, es una subjetividad vacía, un capricho de la moda. Se dice que se está liberando de los postulados anticuados pero sólo se dejó de crear espacios concretos para el hombre: se ha eliminado la segunda mímesis, ahora sólo se está tomando la primera, la técnica, pero se dijo que la técnica es desantropomorfizadora y no es estética. Ahora se tienen que conseguir efectos artísticos ocupándose de cuestiones secundarias como el color de los edificios o suavizando las fachadas para que no se vean tan inhumanos, no se pueden crear edificios estéticos por lo menos se trata de que sean agradables.
Lukács dice que la arquitectura no puede expresar la lucha entre someterse o rebelarse a la situación que vive el hombre, pero creo que él pensaría diferente si viera estilos como el deconstructivismo. Aunque a ese estilo también se le reprochan los mismos argumentos de inhumano y desestabilizador es porque justamente critica a la sociedad moderna, crea externamente el mundo fragmentado que llevamos por dentro, como colectividad. Lukács no está de acuerdo con el capitalismo y eso lo condiciona a rechazar el modernismo, independientemente de que muchos arquitectos que hicieron edificios con ese estilo sí tenían intenciones de hacer espacios evocadores y tomando como partida el hombre: el Modulor de Le Corbusier es un ejemplo de eso. A pesar de que comienza criticando a Hegel, que consideraba el arte de su época como decadente en comparación a lo que se hizo en Grecia antigua, él también termina revelándose como un apocalíptico que no trata de investigar apropiadamente los nuevos valores estéticos que están surgiendo en el tiempo que vivió. Sin embargo insisto en que a pesar de sus defectos valora más la arquitectura que los filósofos que le precedieron e incluso que muchos arquitectos, y como lo he comprobado en persona, como muchos estudiantes de arquitectura.
Un experto en Feng Shui no tiene que quebrarse la cabeza con mi cuarto: mi cabeza luce exactamente igual. Las cosas están a primera vista en su lugar, pero al acercarse un poco se puede observar que todo está apiñado a la fuerza porque en el mueble hay más libros de los que en realidad está diseñado para almacenar. La mesa de trabajo está medio despejada, sólo porque hay varios libros en el suelo que no caben en ninguna otra parte.
Se dice que no hay accidentes, entonces estoy asumiendo que hoy que tenía programado mi laboratorio de italiano y que olvidé las formas y documentos que acreditan que soy alumna de la clase por lo que no me dejaron entrar significa que yo en el fondo no quería ir. Cierto, en el último momento un tipo de la alcaldía al que teníamos que entrevistar para la clase de Planificación nos dio cita a mis compañeras y a mí a la misma hora del laboratorio. Iba a tener que faltar y probablemente iba a estar en desventaja con respecto al resto del grupo por el resto del semestre, así que tenía razones para querer evadir el laboratorio, pero ¿no hubiera sido más sencillo aceptarlo conscientemente? Me hubiera ahorrado la corrida por el boulevard Suyapa tratando de alcanzar un bus que mágicamente me dejara en la Colonia en menos de 20 minutos con el tráfico de las 8 de la mañana.
Después de toda una mañana en el centro, venimos a mi casa a trabajar con mis compañeras. Frente a la puerta me doy cuenta que olvidé las llaves porque cambié de cartera… para ir al centro. Y mi hermano que permanece 24 horas al día en la casa, justamente hoy decidió que era un buen día para ser solidario con sus compañeros que están plantados frente a Casa Presidencial. Tuvimos que irnos donde Scarlett. En la mañana paso con sueño porque desde el inicio del semestre no me he acostumbrado a despertarme a las 6 y media. Después la somnolencia continúa porque paso con hambre: como me levanto tarde mis desayunos han bajado drásticamente de calidad. Hoy almorzamos en el centro y comí tanto que sorpresa! Me dio sueño después de comer. Estábamos reunidas y en un momento tuve que ceder la computadora, me terminé durmiendo en una silla, frente a mis compañeras que sí trabajaban.
A medida que llega el final y contemplo lo que ha sido mi vida en estos últimos años cuando pienso en el futuro no puedo dejar de añorar una gran cama de la que no tenga que salir por los próximos seis años, para equilibrar el tiempo invertido. Cuando veo a mis compañeros ya graduados que pasan con los mismos ajetreos y desesperaciones de cuando eran estudiantes me digo a mí misma que no quiero ser así cuando yo esté en su lugar. ¡Quiero vivir! ¡Quiero leer! Quiero hacer algo que no me chupe toda la energía, que no me deje exhausta y sin motivación al final del día. Espero ganar lo suficiente para poder pagarme algún día un face-lift, pero si puedo evitar necesitarlo, mucho mejor. ¿Realmente es mucho pedir un trabajo que te guste, que pague bien y que te deje tener una existencia satisfactoria?
Me pregunto si las personas cercanas a uno que mueren se convierten en tus ángeles guardianes. Me pregunto si en el tiempo transitorio antes que decidan reencarnar o antes de que se sumerjan de nuevo en la gran piscina del Espíritu Colectivo de la humanidad deambulan invisiblemente alrededor de todos aquellos que dejaron, viendo cómo son realmente, echando una mano cuando hay problemas o evitando que les sucedan cosas malas.
El jueves en la tarde estábamos muy angustiadas por diseño porque teníamos resueltos todos los edificios menos el estacionamiento, y en nuestro proyecto ese es un componente de vida o muerte. Scarlett se enfermó y nos quedamos solas con Deysi viendo qué se podía hacer. De la nada apareció una idea y todo se resolvió fluida y rápidamente. Esa misma noche yo tenía que preparar la parte que me tocaría exponer sobre Georg Lukács para la clase de Teoría Superior del día siguiente, pero no pude leer nada durante la semana y estaba tan cansada en ese momento que sabía que nada se iba a pegar a mi cerebro en esas condiciones. Me resigné a acostarme y dormir. A la mañana siguiente no hubo tiempo de abarcar Lukács porque faltaban unas cuantas explicaciones de Hegel que duraron las dos horas, por lo que se postergó todo para la próxima semana. Hoy que nos reunimos para trabajar en Diseño teníamos que cranear un concepto formal y la volumetría del proyecto a cualquier precio porque no podemos seguir trabajando sin eso. El inconveniente fue que anoche Deysi hizo la celebración su cumpleaños con su familia con una taqueada y una fiesta y por eso andábamos desveladas y de mal humor. Pero sólo con ver las fotos de las texturas de la piedra de la facultad de Medicina se nos ocurrió qué hacer, terminamos temprano y por primera vez en todo el semestre tuve libre aunque sea un pedazo de mi domingo. Me pregunto si mi abuela tuvo algo que ver en todas esas situaciones.
Su recuerdo y la consciencia de lo que su partida representa en mi vida llegan por oleadas. Paso distraída con mis tareas, con todo lo que tengo que leer, los lugares a los que tengo que ir, pero me descubro en los momentos menos esperados recordando la última vez que fuimos juntas a Guayape y terminé montando a caballo. En medio de cualquier actividad cotidiana alguna memoria al azar aparece y me desoriento por un instante.
La gente a mi alrededor ha reaccionado de manera muy extraña con todo este tema. Nadie me pregunta nada, nadie me llamó ese día. Actúan como si nada hubiera pasado y como si eso no tuviera impacto en mí, pero yo les hago las cosas fáciles al no hablar al respecto porque sé que se comportan así porque no saben qué hacer. La verdad es que no dejo de pensar en esto y necesito hablar.
Cuando pierdo la perspectiva sobre algo trato de imaginar cómo reaccionaría si yo tuviera una hija que estuviera atravesando lo que yo estoy viviendo en ese momento. Trato de ver todo desde una perspectiva más objetiva y sabia, y algunas veces da buenos resultados (de esa manera fue que entendí finalmente que las cosas con mi primer novio no iban a funcionar jamás). Si tuviera una hija que perdió a su abuela lo más seguro es que le diría que ella ahora va a ser su ángel guardián, por lo menos temporalmente. Y se lo diría, aunque yo no lo sepa con certeza, sólo porque eso la haría sentir mejor y en situaciones irremediables eso es lo único que queda.
Cuando mi abuelo murió hace 10 años yo era esa niña pequeña a la que imagino y no sentí la mitad de la desolación que experimento ahorita. No porque no lo admirara y lo quisiera mucho, tampoco porque no me entristeciera que dejara a mi abuela y a sus hijos. Pero su muerte fue tan pacífica que no me pareció otra cosa que no fuera natural.
Voy a volver a leer “The year of magical thinking”.
Después de muchos fines de semana de no visitarnos, finalmente Margarita volvió a salir. Fue muy amable en dejarse fotografiar en plena acción.
Aquí la vemos queriendo abrigarse con un maletín.
Pero se dio cuenta que estaba siendo fotografiada y se acercó a la cámara.
Lentamente...
Es una tortuga después de todo.
Hasta que pudimos conseguir un close-up.
Y nos dio una majestuosa foto de perfil.
Margarita es muy amigable y se deja tocar hasta la cabeza.
Pero no es fan de que le toquen las patitas y por eso las guarda.
Aquí la vemos queriendo abrigarse con un maletín.
Pero se dio cuenta que estaba siendo fotografiada y se acercó a la cámara.
Lentamente...
Es una tortuga después de todo.
Hasta que pudimos conseguir un close-up.
Y nos dio una majestuosa foto de perfil.
Margarita es muy amigable y se deja tocar hasta la cabeza.
Pero no es fan de que le toquen las patitas y por eso las guarda.
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