21 April 2019

“Before (Sunrise)” and “After”

Probablemente suene arbitrario comparar “After” (2019) y “Before Sunrise” (1995) por la única razón que son dos películas que vi este fin de semana, pero en realidad las dos tratan del encuentro de dos desconocidos que se enamoran durante los primeros años de la vida adulta. La comparación se termina allí, porque los quince años que las separan no solo se traducen en ropas y peinados diferentes, pero en dos visiones totalmente opuestas de cómo piensan y actúan los jóvenes y de las cosas que los preocupan. Odio tener que ser la persona irritante que dice que todo era mejor antes, pero es indignante ver lo que los años 2000 han hecho con las películas para adolescentes/jóvenes adultos. Y ya es hora de que los adolescentes y jóvenes adultos protesten contra tanta basura.


It may sound arbitrary to compare “After” (2019) and “Before Sunrise” (1995) for the sole reason that they are two movies that I watched this weekend, but they both deal with the encounter of two strangers who fall in love during the early years of adulthood. The comparison ends there because the fifteen years that separate them are manifest not only in the different clothes and hairstyles, but also in two opposite visions of how young people think and act and the things that worry them. I hate to be that annoying person who claims that everything was better before, but it is infuriating to see what the 2000’s has done to teenage/young adult movies. And it is time for teenagers and young adults to protest against that crap.



Que conste que fui a ver “After” libre de prejuicios, porque no sabía que es una serie de fan fiction del grupo “One Direction” escrita por una joven de veintitantos años en su teléfono y luego compartidas en una red social de escritores, antes de ser publicadas. Lo más seguro es que de haber tenido esa información antes me hubiera ahorrado esas dos horas de mi vida. O tal vez hubiera ido de todas formas, por eso de que me gusta estar al tanto del zeitgeist para saber en contra de qué me tengo que rebelar.


La película trata de Tessa, que acaba de entrar a la universidad a estudiar economía porque, a pesar de que le gusta el inglés, quería algo que le garantizara un trabajo. Por medio de su compañera de cuarto, que seguramente es rebelde porque tiene un piercing en la nariz, tatuajes y usa medias de rejillas, conoce a Hardin, un “bad boy” supuestamente guapo que se viste de negro y que siempre está de mal humor. Obviamente, en contra de sus instintos y de los de su madre, Tessa se enamora de él. Y obviamente, algo sale mal y la historia de amor se termina, por lo menos hasta que salgan los próximos episodios de la saga, porque este es apenas el primero.


La historia es un producto derivado de “50 shades of grey” que de por sí es un recalentado de “Twilight”. Por lo menos Stephanie Meyer tiene el mérito de actualizar la tradición de las criaturas fantásticas para una nueva generación. Pero nunca va a dejar de sorprenderme cómo nos siguen vendiendo las mismas tramas una y otra vez, con personajes tan vacíos y totalmente desconectados de la realidad. “After” no es una película: es un infomercial de dos horas para los iphone, para la ropa de Gap, para el shampoo “Suave” y para canciones que la gente va a buscar en Shazam y luego escuchar en Spotify. Hardin está enojado contra su padre porque fue alcohólico, pero como es rico, entonces lo tiene que soportar. Usa camisetas de grupos que ni siquiera son lo suficientemente rebuscados o agresivos para darle un poco de legitimidad. Tessa es muy bonita, es decir conforme a todos los cánones del patriarcado, y hasta es virgen y sin ninguna personalidad, mucho menos aspereza. Y los personajes se enamoran solo porque los dos han leído las mismas novelas de Jane Austen y de Emily Brontë, una elección literaria que no brilla por su originalidad.


No me enoja la historia de amor trillada, me enoja que sea tan simplista, que no se moleste en presentar una imagen más realista de la complejidad de esa edad en la que salís de tu casa y dejás a tus padres por primera vez, tenés que decidir tus estudios y en cierta forma lo que vas a hacer el resto de tu vida, tenés tus primeras experiencias románticas y sexuales y tratás de hacer amigos en un lugar nuevo. Todo eso es confuso, difícil, pero también emocionante e increíble. Me cuesta creer que los jóvenes de 18 años no tengan vidas interiores más profundas y que vivan en una burbuja con pura estupidez por oxígeno. Que puedan romper con sus padres sin pensarlo dos veces y sin remordimientos a posteriori, que no sientan angustia con respecto al futuro que los espera en el mundo laboral, o preocupación en cuanto al calentamiento global o a la situación política de su país. Me niego a creer que una Tessa de la vida real no se haría más preguntas sobre sus decisiones en una sociedad donde el feminismo ha tomado un protagonismo tan importante.


“Before Sunrise” es la antítesis de esa porquería. Trata de la experiencia universal de quedar encantado con alguien y querer conocerlo hasta en los últimos detalles. De la magia de pasar horas y horas platicando, haciéndole preguntas y presumiendo tus teorías. Es un retrato fidedigno de lo que significa querer afirmarte como individuo, pero conectarte con alguien más, y de esa edad en la que estás habitado por las exigencias y las aspiraciones de lo que quisieras que fuera tu vida. Es una lástima que hasta ahora vi esta película, hubiera sido mi favorita de mi década de los veinte. A los treinta y tres, el mundo real me ha apaleado lo suficiente para saber que no todos los ideales del inicio de la adultez logran sobrevivir, pero por lo menos los tuve. Podré recordar esa época con nostalgia, pero también con orgullo de la sed de conocimiento que tenía y de mis ambiciones para el futuro.


Qué vergüenza que no se espere más de los jóvenes de ahora. Espero que haya algunos que cuenten historias más interesantes que las que se escriben en un teléfono.



Let it be said that I went to see “After” without any prejudice, because I did not know that it is a fan fiction series of the group “One Direction”, written by a twenty-something girl in her phone, then shared on a writers’ social network, before they were published. Knowing this beforehand may have spared me those two hours of my life. Or maybe I would have gone anyway, because being up-to-date with the zeitgeist allows me to know what to rebel against.


The movie is about Tessa, who just started college to study economics, because even though she loves English, she wanted something that could guarantee her a job. Through her roommate – who is surely a rebel because she has a nose piercing, tattoos and wears fishnet stockings – she meets Hardin, a “bad boy” supposedly good-looking who only wears black and is always in a bad mood. Obviously, against her and her mother’s instincts, Tessa falls in love with him. And obviously, something goes wrong and the love story ends, at least until the next episodes come out, because this one is just the first.


The story is a “50 shades of grey” spin-off, which was already a “Twilight” by-product. At least Stephanie Meyer had the merit of updating the tradition of fantastic creatures for a new generation. But I will never cease to be amazed at how they keep selling us the same storylines again and again, with totally empty characters and disconnected from reality. “After” is not a movie: it is a two-hour infomercial for iphones, for Gap clothes, for “Suave” shampoo, for songs that people will search in Shazam before listening on Spotify. Hardin is angry with his father because he used to be an alcoholic, but since he is rich, he must deal with him. He wears shirts from bands who are not unknown nor aggressive enough to legitimate him even a little bit. Tessa is pretty, in other words she fits all standards of patriarchy. She is even a virgin with no personality, least of all some rough edges. And the two characters fall in love because they have read the same Jane Austen’s and Emily Brontë’s novels, a literary choice that does not stand out in terms of originality.


I do not mind the cliché love story, I am angered at its simplicity, at the fact that it does not portray a more realist image of the complexity of that age when you leave your home and your parents from the first time, you have to decide your studies and in a way what you will do the rest of your life, you have your first romantic and sexual experiences and try to make friends in a new place. All of that is confusing, hard, but also amazing and exciting. I have a hard time believing that 18-year-olds do not have more profound inner lives and that live in a bubble filled with stupidity as oxygen. That they can break up with their parents without thinking it twice and no afterthoughts, that they do not feel anguish for the future that awaits them at the work place, or worry for global warming or for the political situation of their country. I refuse to believe that a real-life Tessa would not further question her choices in a society in which feminism has taken such an important place.


“Before Sunrise” is the antithesis of that garbage. It is about the universal experience of being smitten with someone and wanting to know him or her to the last details. Of the magic of spending hours and hours talking, asking questions and flaunting your theories. It is an accurate portrayal of what it means to affirm yourself as an individual while wanting to connect to someone else, and of that age in which you are inhabited by the demands and aspirations of what you want your life to be. It is such a shame that I just watched it now, it would have been my favorite movie of my 20s. At 33, the real world has beaten me enough to know that not all ideals of early adulthood survive, but at least I had them. I may remember that period with nostalgia, but also with pride of the thirst for knowledge and the ambitions for the future I had.


It is shameful that we do not expect more from young people now. I hope that there are some who are telling more interesting stories than those written on a cellphone.

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