Cuando trató el tema de las represas se concentró en todas las consecuencias que acarrean su construcción, desde la adulteración de los ríos que se convierten en posas de agua estancada imposible de consumir o utilizar de otra forma, hasta las especies de animales que mueren a consecuencia de las inundaciones y de la alteración de las aguas. También explicó cómo se violentan los derechos de las personas que viven cerca de esos proyectos, cómo son forzados a evacuar muchas veces con compensaciones risibles a cambio de que abandonen su vida entera. De hecho, por estar entrevistando guaranís desalojados a causa de la construcción de la represa Yacyretá en Argentina, Bertrand y su equipo fueron arrestados y detenidos por varios días. Los liberaron pero se les obligó a salir del país inmediatamente. El último episodio fue sobre los bosques y todo lo que ocurre con la deforestación. Las imágenes de las hordas de mariposas Monarca que llegan a México son increíbles. Pero de igual manera son impactantes las vistas de montañas enteras que se van pelando y que quedan con un suelo inservible.“Vu du ciel” muestra las dos caras de los problemas, tanto sus causas, como las incipientes pero esperanzadoras soluciones que se están dando. Digo incipientes porque unas cuantas iniciativas apenas pueden compensar por todo el daño que todos hacemos, muchos por ignorancia, otros por necesidad. Es terrible ver que una gran parte de las personas responsables de la deforestación o del tráfico y caza de animales en peligro de extinción lo hacen porque no tienen otra forma de sobrevivir. (Este era el caso de los pobladores de Haití, que fueron entrevistados en la primera temporada de esta serie y que relataron cómo se ven obligados a cortar y quemar los pocos árboles que quedaban para ser vendidos como carbón en los mercados. Ellos estaban conscientes del daño que hacían pero eran muy pobres como para no seguirlo haciendo. De hecho, las imágenes de la frontera Haití y República Dominicana mostraban el contraste espantoso entre una nación completamente desértica y una que había logrado preservar su riqueza natural.) En Camboya matar a un tigre y venderlo equivale a 40 años de salario. Estas personas no tienen alternativa. Pero cuando una empresa multinacional destruye la selva amazónica para alimentar vacas, con la plena conciencia de lo que están haciendo, o cuando los desechos de las fábricas hacen casi imposible el proyecto de eliminar las emisiones de gases dañinos para la atmósfera, es imperdonable, tanto para las empresas como para los gobiernos. La falta de resultados concretos, de acuerdos o tan siquiera de intenciones que se dio en la reciente cumbre de Copenhague sólo demuestra la falta de interés que tienen las autoridades de los países industrializados en realizar cambios que alteren el destino apocalíptico al que se está dirigiendo el planeta Tierra. Pero cada uno de nosotros tiene una participación innegable, en cosas tan sencillas como la comida que consumimos, más aún en todo aquello que se refleja en las políticas de nuestro país. Bertrand en sus entrevistas siempre pregunta por qué es importante salvar tal especie de animal o de planta, y al final, es cierto, ¿qué nos importa a nosotros, seres efímeros, que probablemente no estemos aquí para cuando no hayan árboles, petróleo, elefantes o leones marinos? Me gustó la respuesta de una persona que dijo que este era nuestro legado, que la Tierra se nos había entregado en buenas condiciones y que los humanos no podíamos ser responsables de su destrucción. Yo no soy muy optimista, pero creo con toda el alma que no podemos dejar de intentarlo, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Después de todo si fuimos tan inteligentes para crear un mundo tecnificado, conectado entre sí, donde en ciertas partes del mundo es más rentable botar el exceso de comida para no bajar su precio que distribuirla equitativamente, ¿por qué no habríamos de encontrar una solución a los desastres que hemos hecho? Yo le reclamo tanto a las generaciones pasadas, a los inútiles viejos decrépitos que ya se van a morir y que no van a ver la inmundicia que nos han dejado, pero en unos cuantos años va a ser mi hija que va a reclamarme a mí haberla traído a este pozo de injusticias y corrupción y yo no voy a tener ningún argumento en mi defensa si no hice algo para remediarlo.
Cenamos nuestros platillos favoritos:
Y vimos una de sus películas favoritas "The house bunny". Resulta que Sheldon es un gran fanático de Anna Faris. Después disfrutó una de sus tradicionales pululadas entre mis peluches:
Me explicó que Sheldon se escribe con M:
Y después de un poco de lectura era hora de ir a jugar en la rueda, donde yo ya no lo podía acompañar. Pero nuestra noche estuvo increíble. ¡Adiós gordito!
El diseño incluía el muelle con su respectiva bodega, el puente colgante y la remodelación del módulo de baños existente en un cuarto de control eléctrico.
Este es un render muy básico (hay que ver la computadora deplorable que me dieron! A duras penas pude hacer esto!!) de lo que hubiera sido un módulo de la banca, con las diferentes gramas y las separaciones de piedra:
Desde su primera aproximación, la obra “Jaulas” de Juan Ramón Laínez muestra claros y definidos contrastes. De fondo se vislumbran líneas verticales y horizontales que quedan casi opacadas por ondas de colores que parecen ir más allá de los límites del cuadro. En el primer plano se pueden apreciar dos objetos pequeños y más atrás dos figuras de gran tamaño, haciendo pensar en algún tipo de comparación o metáfora.
Las figuras de gran tamaño son dos jovencitas muy parecidas que se encuentran frente a una reja, cubiertas con una especie de manto duro, probablemente metálico, que parece encerrarlas, aunque sólo cubre sus cabezas y no impide movimientos a los lados. Frente a ellas están dos pájaros, también con un enrejado de fondo, que tienen en sus plumajes los mismos colores de los vestidos de las muchachas. Es importante mencionar que las rejas son planas y no dan la impresión de encerrar por completo a las figuras.
Si se toma en cuenta el título de la obra, al ver los barrotes de fondo se puede asumir que se están observando a las aves y a las jóvenes desde el interior de su confinamiento. En un sentido tradicional, una jaula se construye para animales peligrosos o para animales hermosos que corren el riesgo de escaparse. En todo caso es un mecanismo para poder controlar o para sentir que se posee a la criatura. La metáfora es casi obvia: de la misma manera en que se pretende encarcelar a un animal destinado a circular libremente, se espera poder restringir a las personas. A las niñas particularmente se les quiere proteger de un mundo cruel y perverso que podría mancillar sus virtudes, pero así como los animales no son capaces de expresarse en su máximo potencial cuando no son libres de andar a su antojo, las personas tampoco cumplen con su vocación al ser constantemente limitadas.
Sin embargo, las jaulas se ven desde adentro y como se mencionó anteriormente, son unidimensionales, lo que podría significar que es un tipo de restricción autoimpuesta. La expresión de las niñas refuerza esta suposición ya que no parecen estar molestas o tener un profundo pesar. Por el contrario, sonríen como si guardaran un secreto, como si el aislamiento fuera su propia elección y así es como realmente les gusta vivir. Lo que para un espectador al otro lado de los barrotes puede parecer tedioso, injusto y un cruel destino, para el individuo que lo experimenta es en realidad una fuente de paz e inspiración, lleno de vida y movimiento, evidenciado por el juego de las líneas en las ropas de las muchachas. Recuerda un poco al fascinante mundo interior de las hermanas Brönte, o al de Emily Dickinson, quienes encontraban mucho más interesante el universo que ellas crearon que aquel que podía estar disponible fuera de las casas que rara vez abandonaron durante sus vidas.
Por lo que se regresa al primer punto: “Jaulas” es un juego de contrastes, entre la rigidez de los barrotes y el movimiento de las ondas que componen a los personajes, pero sobretodo entre la luz y la actividad constante que se desarrolla adentro de los que parecen ser los límites del individuo y los oscuro y tenebroso del mundo exterior.
En la vida real y por ende en el libro, Julie es bocona, tiene mal carácter y, si me apego a sus descripciones, hasta mal aspecto. A sus 29 años trabaja como secretaria en una organización del gobierno que se encarga de atender asuntos relacionados a todo lo posterior al 11 de septiembre. Lo odia y es infeliz. A esto se suma que vive en un apartamento pequeño y asqueroso de Long Island City, con probablemente lo único positivo de su existencia, su esposo de más de diez años, su novio de la secundaria, Eric. Su vida no tiene propósito y nada que la entusiasme, y un día que visitaba a sus padres en Texas se siente atraída por el libro de recetas de Julia Child, que le trae varios recuerdos de infancia. Sin ninguna credencial que la respalde –no es buena cocinera ni tampoco buena comensal (nunca antes había comido un huevo!)- decide embarcarse en la desafiante aventura de cocinar las 524 recetas de MtAoFC en 365 días y plasmar la experiencia en un blog.
Las anécdotas de la preparación de los platos son tan divertidas como muchas veces incomprensibles, para nosotros analfabetos culinarios. Tiene que preparar cosas con ingredientes difíciles de encontrar, aún en Nueva York, y muchas recetas incluyen partes de animales y criaturas que han de saber mejor de lo que suenan: riñones, cerebros, médula, pato, camarones…
Julie vive a través de las experiencias de sus amigas la soltería y el libertinaje que ella probablemente nunca disfrutó y al que no puede sucumbir ahora. Uno llega a conocer un poco de ellas, de su hermano, de su jefe, y estoy segura que si al final no dedicara unas cuantas líneas en contar qué pasó con todos ellos me hubiera quedado esa inquietud devorando mis entrañas.
Sin embargo, todo queda subordinado al cariño que uno tiene por Julie, la persona. Uno puede leer entre líneas todo lo que ella siente que pudo ser y que no se dio, ella estudió Teatro y Escritura Creativa en la universidad y todavía mira el teatro con aquella nostalgia de que fue el único momento en que realmente se sintió feliz. Se rebela en contra de su trabajo terrible por medio de la cocina, a pesar de que está lejos de ser una chef. Pero su proyecto tiene mucho de esperanzador: es un poco de orden, estructura y disciplina en su vida frustrada y en su apartamento sucio, es también creatividad y un juego con lo desconocido en su rutina monótona. Lo que comienza siendo un reto y una meta personal habría de ser aquello que le cambiaría la vida.
Extrañamente, la verdadera Julia Child no encontró simpática a Julie ni meritorio su proyecto. Pero Julie explica que lo que importa es la Julia que ella tiene en su cabeza, aquella que fue su inspiración, que aunque Child no lo haya visto así, fue un tipo de alma gemela. El libro también te deja con una profunda satisfacción y optimismo de ver lo que son capaces de alcanzar tus colegas bloggeros y por supuesto, muchas ganas de cocinar.
Últimamente he estado pensando mucho en Emily Dickinson, la genial, reclusa e introvertida Emily Dickinson, que casi no tenía amigos, no salía de su casa y no fue reconocida en vida por gran cosa, a pesar del enorme legado que dejaría después. En mis tiempos de adolescencia pasaba convencida que la vida valía muy poco y que lo importante era la Obra, no en el sentido al que se refiere Escrivá de Balaguer, sino a la Obra Maestra que nos espera a cada uno de nosotros, después de muchos años de esfuerzo perfeccionando nuestras habilidades para ser dignos de recibirla y ser su traductor. Con el adormecimiento de los estudios la Obra fue perdiendo protagonismo en la lista de prioridades, creyendo que cuando estos terminaran uno la podría retomar (no se puede), así que para desestresarme y distraerme de la unidimensionalidad de la vida estudiantil decidí probar las oportunidades que vivir podía ofrecer. La vida son las relaciones, dicen muchas personas, particularmente las populares, y aquí es donde empieza mi pequeño recuento de la falta de amistades que yo soy capaz de establecer. Como ya he mencionado previamente, antes de tener novios tenía mejores amigas, quienes tenían sus propios amigos por su lado, pero que de alguna forma lograban introducirme en sus actividades. Los novios introducen familias –no particularmente mi fuerte tampoco-, y los amigos políticos, que generalmente representan agradables sorpresas, pero que de alguna forma no dejan de verme como “la novia de…” y por mucho que uno desee establecer rutinas o planear salidas, sin el novio en cuestión falta el puente, el territorio en común.
Lo que me lleva a la situación actual, donde sólo tengo a mis adorados Herminio y Moisés que cuando se acuerdan de mí y salimos a pasear, no dejan de hablar de WoW, que es en lo que invierto todas las noches así que el mundo real me parece un triste lugar para hablar de realidades ficticias. Yo, que solía ser una agresiva defensora de la vida propia e independiente, me encuentro sin nada que hacer, nadie con quien salir y nada que me motive a bañarme antes de las 11 de la mañana. Me doy cuenta de lo patética que sueno, lo sé, ni modo.
No todo es malo, no lo voy a negar. Los primeros días son invertidos en profundas limpiezas del cuarto; ir de compras por mi cuenta no arrastra ese sentimiento de culpa porque en el fondo a los hombres no les gustan las tiendas, no importa cuánto lo nieguen y uno gasta menos cuando no se tiene a nadie con quien ir a tomar café, que en mi caso debería ser prohibido ya que tengo miedo de actualizar la libreta de ahorro por miedo a las cifras que vayan a aparecer. Uno estudia tranquilo en soledad, escucha música extremista cuando no hay que aparentar no tener serios problemas psicológicos y puede ver la cantidad de episodios de reality shows que se quiera, ya que tampoco hay que hacer creer que se tiene buen gusto. Se puede reflexionar sobre lo que es importante y sobre quién es uno realmente, separado de esa droga que es el apoyo incondicional. Lo malo sucede cuando es un sábado por la noche y uno está en casa pensando que a los 24 años debería estar bailando, bebiendo o haciendo cualquier cosa acorde a la juventud y libertad que se tiene, pero que por varias razones no es posible.
¿Qué sería de mí si esto fuera un estado permanente y no temporal, que de acuerdo a mi temperamento, siempre es una posibilidad? ¿Me forzaría a salir de mi casa y conocer a nuevas personas? ¿Me pondría en contacto con todos aquellos que me simpatizan pero que me imagino con ocupaciones más interesantes que esperar mi llamada? ¿O seguiría viendo tele, leyendo blogs y libros sobre cocina y dándome ánimos para empezar los días más temprano?
¿Y a qué Obra me podría dedicar? No me veo intenciones de regresar a la pintura, mi diario sigue pasando por una mala racha que las resoluciones de año nuevo no logran resucitar y no tengo nada más que yo pueda producir por mi cuenta que pueda justificar mi aislamiento o distraerme de él. Repito hasta el cansancio que las relaciones con los demás son un espejo de la relación que se tiene consigo mismo, por lo que yo no he de mantenerme mucho en contacto con quien sea que soy. Pero he de retomar la noción que el mundo interior es más rico, más interesante e imperecedero, totalmente opuesto al mundo engañoso de las formas y las personas. La soledad no me asusta tanto como el aburrimiento y contra eso sí puedo encontrar solución.
Espero.
La mayor parte de los infantes que no tienen a sus padres no tienen la oportunidad de estar en un orfanato y se ven en la terrible situación de velar por sus hermanitos mucho antes de que lleguen a la pubertad. A veces no tienen casa, y aunque la tengan, viven en zonas insalubres, verdaderos basureros. Frecuentemente no tienen que comer, es casi utópico pensar en que van a la escuela. Se mira la forma en que viven los muchachos que están en la cárcel, de la cual probablemente nunca vayan a salir. Y una de las peores historias es la de un jovencito, víctima de mutilación genital a causa de las supersticiones de la población.
Madonna decide colaborar con las organizaciones "Raising Malawi" que trata de mejorar sus condiciones de vida y con “Spirituality for kids” que trata de orientar a los niños en temas de espiritualidad que los hagan sentirse más seguros sobre sí mismos y les den herramientas para enfrentar y cambiar su realidad. Individualmente ayuda a los protagonistas del documental, adoptando a David, consigue la operación del niño que fue mutilado y le compra una casa y patrocina los estudios de otro de ellos.
La cinta es bastante fuerte y en los momentos en que se sentía bien pesada no podía dejar de cuestionar esta tendencia a ver documentales que me ha pegado recientemente, asociándola con un extraño masoquismo. El mundo es tan horrible, ¿por qué verlos? Conocer todas esas cosas no va a cambiar nada, con cada nuevo programa de esos se amplían aún más los límites de mi impotencia, de mi tristeza por pertenecer a una especie tan cruel y perversa que permite que sucedan todas esas cosas en el planeta. Sin embargo quiero pensar que aprender sobre la vida de las personas fuera de mi burbuja y sobre todos los mecanismos que nos mantienen en funcionamiento crea aunque sea un poquito de conciencia en mí, me hace cambiar, si es posible hasta mejorar. Tal vez por ahora esos cambios son graduales y por ende mi impacto sea mínimo, pero va a llegar el momento en que voy a ser parte de decisiones que podrían alterar el curso de mi ciudad, de mi país, tal vez hasta del planeta entero. A todos nos llegan esos momentos. Y es sólo a través de la conciencia que voy a ser capaz de tomar mejores decisiones, aquellas que sean éticas, responsables y en beneficio de mis semejantes y de todas las otras especies que viven con nosotros. Los documentales no son un incentivo para el optimismo: por cada hora de desgracias que presentan tal vez cinco minutos traten sobre los esfuerzos que se hacen para contrarrestarlas, pero aunque todo sea una causa perdida no es excusa para no tratar de cambiar las cosas, no puede quedar en nuestra conciencia nuestra falta de acción y querer ignorar lo que ocurre no elimina nuestra responsabilidad en ello. Y lo que ocurra con una tan sola persona afecta a todos los que habitamos la Tierra; no digamos un millón de niños huérfanos.
Ella tenía conocimiento de la novia del hermano de un cuñado, o algo así, que se había ido a Francia como niñera y que había sido acogida por una familia tan maravillosa que se quedó con ellos mientras estudiaba. No conocía en persona a la muchacha en cuestión, pero seguir su ejemplo le parecía una buena opción. Mientras platicábamos se me ocurrió entrar a la página de la organización que maneja esos intercambios peculiares y cuando leí el inciso sobre “estar dispuesto a realizar labores domésticas y de limpieza ligera” casi me caigo al piso. Le pregunté que cuál sería su reacción si ella tuviera una hija y, pudiendo darle casa, comida y educación en su país, la niña estuviera tan obstinada en viajar que no le importaría irse como empleada doméstica a Europa (que no tiene nada de malo, pero tomemos en cuenta que ella tiene alternativas que está rechazando por pura inmadurez). Le expliqué que sin tener una referencia directa de experiencias de personas que ya hayan pasado por ese proceso no puede ilusionarse esperando cosas que tal vez no sean lo que parecen. Estando lejos de casa no hay garantías de su seguridad, sin mencionar el hecho que estaría desperdiciando tiempo valioso de la etapa de estudio para cuidar niños ajenos. Su respuesta fue que ella es de mente abierta.
¿Por qué mejor no termina de estudiar aquí la licenciatura para luego buscar opciones de maestría, que son más abundantes y serían más provechosas para ella a largo plazo? Después de todo, aquí hay jóvenes graduándose antes de los 20 años, ganando experiencia laboral rápidamente y por ende convirtiéndose en mejores candidatos que ella para una beca. ¿A qué edad se piensa graduar? ¿Cuál es el plan de su vida? Además, aunque la previamente mencionada oportunidad de estudio se hubiera presentado, ¿cómo va a irse, desobedeciendo a sus papás, construyendo su futuro en semejante base de discordia? Tarde o temprano tendría que regresar a Honduras, aunque sea de vacaciones, ¿en qué estado quedarían esas relaciones?
Días después, conocí a otra Marcela, esta de 15 años, quien vive en exactamente las mismas condiciones que yo a esa edad. La niña era encantadora, y me encantaba recordar gracias a ella los dramas del colegio, las compañeras, las idas al mall, entre otras cosas. Pero pasadas las cosas bonitas, quería olvidar esa época, justamente por todo lo que ella acababa de vivir que a mí me pasó también. No fui muy alentadora: las cosas no mejoran con los años. Se van ganando ciertas libertades ya que llega un punto en que es virtualmente imposible que te controlen las 24 horas del día, pero nunca se detiene la doble vida que es la única que permite que uno no pierda la cordura.
Esos encuentros con el pasado proyectado en otras personas me recordaron lo que me dice alguien que asegura que no cambiaría nada de su vida. Realmente no hay forma en que hubiera actuado diferente, aunque a mí sí me hubiera gustado que todo fuera distinto. Pero entiendo que no hubiera sido posible, no en las condiciones, el contexto, con las personas involucradas. Si tan sólo hubiera tenido a una persona 9 o 4 años mayor que pudiera ser de confianza y con quien pudiera hablar, creo que eso hubiera sido una enorme mejoría. Sólo me queda buscar a la Marcela del futuro para que me oriente.
Y uno se encuentra en un conflicto. La atracción de lo nuevo y el temor a lo nuevo tiran de uno casi con igual fuerza. Todos los conflictos se desarrollan según este esquema, sólo cambia el tema. En la pubertad, el tema se llama sexualidad, amor, pareja. Despierta el deseo de hallarse un oponente, el Tú, el polo opuesto. Uno desea entrar en contacto con aquello que a uno le falta, y no se atreve. Surgen fantasías sexuales, y uno se avergüenza. Es muy revelador que este conflicto se manifieste como inflamación de la piel. Y es que la piel es la frontera del Yo que uno tiene que cruzar para encontrar el Tú. Al mismo tiempo, la piel es el órgano con el que el ser humano entra en contacto con los demás, lo que el otro puede tocar y acariciar. La piel tiene que gustar para que el otro nos quiera.
Este tema candente hace que la piel del adolescente se inflame, lo que señala tanto que algo pugna por atravesar la frontera –una nueva energía que quiere salir-, como que uno pretende impedírselo. Es el miedo al instinto recién despertado. Por medio del acné uno se protege a sí mismo, porque el acné obstaculiza toda relación e impide la sexualidad. Se abre un círculo vicioso: la sexualidad no vivida se manifiesta en la piel como acné: el acné impide el sexo. El reprimido deseo de inflamar al prójimo se transforma en una inflamación de la piel. La estrecha relación existente entre el sexo y el acné se demuestra claramente por el lugar de su aparición: la cara y, en algunas chicas, el escote (a veces también la espalda). Las otras partes del cuerpo no son afectadas, ya que en ellas el acné no tendría ninguna finalidad. La vergüenza por la propia sexualidad se transforma en vergüenza por los granos.
Muchos médicos recetan contra el acné la píldora, y con buenos resultados. El fondo simbólico del tratamiento es evidente: la píldora simula un embarazo y, desde el momento en que “eso” parece haber ocurrido, el acné desaparece: ya no hay nada que evitar. Generalmente, el acné cede también a los baños de sol y mar, mientras que cuanto más se cubre uno el cuerpo más se agrava. La “segunda piel” que es la ropa acentúa la inhibición y la intangibilidad. El desnudarse, por el contrario, es el primer paso de una apertura, y el sol sustituye de modo inofensivo el ansiado y temido calor del cuerpo ajeno. Todo el mundo sabe que, en última instancia, la sexualidad vivida es el mejor remedio contra el acné.”
Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, “La enfermedad como camino”
Almorzamos mondongo y vimos “Confessions of a shopaholic”. Luego nos fuimos a visitar a los vacas y a conocer a los nuevos toros de la casa de Mario. Nos fuimos a dar un paseo por el bosque, que es reserva forestal así que está casi intacto y que es adonde se van a caminar las vacas y donde se pierden los perros por varios días.
Los perros nos acompañaron, incluyendo a Tacumi, el perro de Ana, un cachorro salchicha con pelo (!!) que nos dio el show de la tarde: cuando veníamos de regreso teníamos que saltar entre varios charcos de lodo, y como el perro es tan pequeño en un momento quedó atrapado entre unas lagunas. Todos le gritábamos para que se viniera por donde nosotros habíamos pasado y el perrito todo confundido hasta agarró impulso para sumergirse en una poza que lo coloreó casi por completo. Fue tan divertido porque después Ana no quería que se le acercara y él creyó que en realidad quería jugar con él, así que se le tiraba encima. Al rato la pobre descubrió que estaba infestada de garrapatas, y cuando Moisés y Herminio empezaron a sacarse ellos también fue cuando me empecé a preocupar. A pesar de haberme bañado siento esos bichos por todas partes, creo que tengo problemas psicológicos.
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