TenÃa una razón legÃtima para ir a Bordeaux: ir a consultar unos archivos. Pero no podÃa desaprovechar la oportunidad para pasar unos dÃas en un derroche de nostalgia y de reconstituciones del pasado. Además que era la Bienal local de arquitectura esa semana y serÃa el colmo que tomando en cuenta mi tesis y mi constante chachareo sobre la importancia de comunicar la arquitectura, me perdiera ese evento.
I had a legitimate reason to go to Bordeaux: to consult some archives. But I couldn’t pass on the opportunity to spend a few days in an outpouring of nostalgia and reenactments of the past. Besides it was the local Biennale of architecture that week and it would be stupid for me not to go, considering my relentless nagging about the importance of communicating architecture.
Pasé entonces cuatro dÃas absolutamente geniales en los que me dediqué a investigar, caminar, comer y recordar cómo fue mi vida mientras vivà en esa ciudad. Todo eso con un sol glorioso sin interrupción, desde las seis de la mañana hasta pasadas las nueve de la noche, y aún más, con mucho calor. Eso podrá sonar anecdótico, pero en Ginebra por cada dÃa de sol se vienen seis dÃas de lluvia, cuando aparece es puramente decorativo porque igual hace frÃo y los dÃas se están haciendo más cortos.
Me premié con mis restaurantes favoritos, a unos precios irrisorios comparados a lo que me costarÃa comer asà en Suiza. El primer dÃa en un restaurante tailandés en la calle Saint-Rémy que abrió pocos dÃas antes que me fuera. QuerÃa compararlo a lo que estoy cocinando últimamente que ahora incluye tailandés. Delicioso, baratÃsimo y un montón de comida. Me inspiraron a comprar cebolla frita para decorar mis platos. Segundo dÃa: “Funky Burger”, el restaurante hÃpster por excelencia, con las paredes tapizadas de dibujos, afiches y cosas raras, con música electrónica desconocida de fondo y deliciosas hamburguesas con nombres de pelÃculas. “Fufu”, también en la calle Saint-Rémy, el microscópico bar japonés de tallarines al que hay que ir temprano porque siempre está lleno, siempre hay una manada de gente pidiendo para llevar y sólo tiene una barra desde el cual se puede ver a los chavos cocinando y unas cuantas mesitas. Y por último querÃa comer pato, pero debido a que se tiene que pagar para consultar los archivos del periódico Sud-Ouest mi presupuesto se vio seriamente afectado. Tuve que conformarme con un pato del “Flunch”, un restaurante extremadamente barato en el que los acompañamientos son “all-you-can-eat” porque saben a jabón.
La ciudad no ha cambiado mucho. Las tarifas del transporte han subido, manteniéndose extremadamente baratas en comparación a otras ciudades. Inauguraron un nuevo edificio gubernamental en Mériadeck por el que demolieron uno de los originales de los años 70s y no creo estar satisfecha del resultado. Las mismas personas trabajan en los archivos municipales, hay algunas nuevas tiendas en Sainte-Catherine (entre ellas Mango, asà que me fui justo a tiempo antes de exponerme a tanta tentación), la vida continúa como siempre.
Estoy en paz. No importa si no me pude quedar haciendo mi doctorado allá, entrenándome para convertirme en una especialista de la arquitectura del siglo XX de la ciudad, esperando que me contraten en la escuela de arquitectura. Bordeaux es una ciudad excelente para vivir, pero existen otras también y he de descubrirlas. Además, la ciudad se encargó de despedirme de tal forma que no tuviera ganas de regresar en mucho tiempo. Después de haber esperado tres horas en ese aeropuerto mediocre que tienen, nos hicieron esperar otras tres horas más en el avión antes de despegar. Un pájaro se habÃa estrellado contra el ala de nuestro avión durante el vuelo anterior y necesitaban confirmación de los técnicos que todo estaba bien para que nos pudiéramos ir. Ni volteé a ver por la ventana cuando nos estábamos yendo.
So I spent four absolutely delicious days researching, wandering, eating and remembering what my life was like when I lived in that town. With a glorious uninterrupted sun on the background, from six a.m. to past nine p.m., and even more, with a lot of heat. This may sound anecdotic, but in Geneva for each sunny day we get six other ones full of rain, when the sun comes out it’s purely ornamental since it’s cold anyway, and the days are getting shorter every day.
I rewarded myself with my favorite restaurants, which are extremely cheap compared to what they would cost in Switzerland. On day one, I went to a Thai restaurant in Saint-Rémy Lane that opened a few days before I left. I wanted to compare it to what I have been cooking lately that now includes Thai. It’s delicious, super cheap and they serve you a lot of food. They inspired me to buy fried onions to decorate my dishes. Day two: “Funky Burger”, the ultimate hipster restaurant, with its walls decorated with drawings, posters and weird stuff, with unknown electronic music playing in the background and delicious hamburgers named after movies. “Fufu”, also in Saint-Rémy Lane, the microscopic Japanese noodle bar where you have to go early because it’s always full, there is always a herd of people waiting for take-out and there is only a bar from which you can see the guys cooking as well as some other little tables. And I wanted to eat some duck in the end but, seeing that you have to pay to consult the “Sud-Ouest” newspaper archives, my budget took a serious hit. I had to settle for duck from “Flunch”, an extremely cheap restaurant where the side dishes are all-you-can-eat because they taste like soap.
The city hasn’t changed that much. Transportation prices have risen a little bit, but they are still extremely cheap compared to other cities. They opened a new government building in Mériadeck, for which one of the original ones built in the 70s was demolished, and I’m not sure I’m satisfied with the result. The same people work at the municipal archives, there are some new stores in Sainte-Catherine (one of which is Mango, so I left just in time not to get exposed to so much temptation), and life goes on as usual.
I’m at peace. I don’t care if I didn’t get to do my Ph.D. over there, training to become a 20th century architecture specialist from that city, waiting to get hired at the architecture school. Bordeaux is an excellent city to live in, but there are others as well and I shall find them. Besides, the city took it upon itself to say goodbye to me in such a way that I don’t think I’ll be dying to come anytime soon. After waiting three hours in the crappy airport they have, they made us wait another three hours on the plane before take-off. A bird had crashed on our plane’s wing during the last flight and they needed confirmation from the technicians that everything was ok for us to leave. I didn’t even look down the window as we were leaving.
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