Mis más recientes aventuras académicas me llevaron la semana pasada a Los Angeles para asistir y participar en el congreso anual de la Society of Architectural Historians que tuvo lugar en Pasadena. HabÃa dos dÃas de conferencias, asà que aproveché para pasear un poco el resto del tiempo. Generalmente cuando viajo para investigar o asistir a conferencias estoy consciente que el poco tiempo libre que tenga disponible no me va a permitir conocer gran cosa de la ciudad, pero esa sensación se multiplicó mil veces en Los Angeles. La ciudad es gigantesca: nada me habÃa preparado a algo semejante. Y traté de visitar lo más que pude, sabiendo que no tenÃa carro y que estaba a merced del transporte público. Pero más que en términos de visitas, la experiencia fue enriquecedora en cuanto a darme una nueva perspectiva para entender Europa, los Estados Unidos y, en última instancia, Honduras.
My most recent academic adventures brought me last week to Los Angeles to attend and participate in the Society of Architectural Historians annual congress that took place in Pasadena. There were two days of lectures, so I managed to visit a little the rest of the time. Generally, when I travel for research or for conferences I’m aware that the little time I will have left will not allow me to visit the city properly, but that feeling was way more intense in Los Angeles. The city is huge: nothing had prepared me for something like this. And I tried to visit as much as I could, knowing that I didn’t have a car and that I was at the expense of public transportation. But more that in terms of visits, the experience was very enriching in terms of giving me a new perspective to understand Europe, the U.S. and in last instance, Honduras.
El primer dÃa visité el Getty Center, un museo y centro de investigación que es la meca para los historiadores del arte. Conocà a una post-doctoranda de Ginebra que vino para una estadÃa de un año. El edificio, diseñado por Richard Meier, es un espectáculo, las vistas a la ciudad son impresionantes y no puedo imaginar lo delicioso que ha de ser trabajar rodeada de bibliotecas tan grandes y de súper exposiciones.
Ese mismo dÃa vi un poco de UCLA que no está tan lejos del Getty y terminé en el Paseo de la Fama de Hollywood Blvd.
El segundo dÃa aproveché que tenÃa la mañana libre para irme a “Downtown LA”, el centro de la ciudad. Nunca encontré la estúpida oficina de turismo cerca de la Union Station, asà que me tuve que conformar con un mapa que tenÃan en un quiosco de la estación. Gracias a él pude ir a ver distintas partes del centro: el Pueblo Nuevo, un mini enclave de arquitectura de tipo colonial, el distrito cÃvico con sus edificios administrativos y Little Tokyo, antes de terminar en el Grand Central Market para almorzar.
Después de los dÃas de conferencias, pasé mi último dÃa en West Hollywood, donde el hecho de finalmente haber entendido cómo funciona el transporte público me permitió moverme entre Melrose Avenue, el Farmer’s Market y the Grove, para luego ir a Rodeo Drive, a Sunset Strip y terminar una última vez en Hollywood Blvd.
Desafortunadamente no pude ir a ninguna de las playas, ni a Griffith Park que es la colina donde está el rótulo de Hollywood. De hecho, ni pude verlo desde las zonas donde estuve. Pero siento que pude lograr lo más importante, que es comprender cómo funciona la ciudad y ubicar los lugares de los que tanto he escuchado hablar en series y en pelÃculas.
Al final la ciudad me fascinó, pero no por las razones que pensaba que me iba a impresionar. Creo que después de haber sido influenciada por mucho tiempo por la cultura estadounidense - y mucho peor cuando era adicta a las noticias de celebridades y a E! Entertainment Television - uno se imagina esa ciudad como un derroche de lujo repleto de personas bonitas. Y lo es, pero también tiene muchas otras cosas a las que yo no les habÃa prestado atención antes. Para empezar, la mitad de la población es de origen latinoamericano, por lo que se escucha español por todas partes, hasta en los anuncios del transporte, hay miles de millones de restaurantes de comida mexicana y los ecos de nuestra cultura, en los nombres de los lugares, en cierta arquitectura, etc., te impiden sentirte totalmente desubicado. De hecho, encontré muchas similitudes entre Tegucigalpa y Los Angeles. Como el hecho que se necesita un carro para moverse por la ciudad. Si durante 25 años de mi vida eso me pareció totalmente normal, después de vivir en paÃses donde el transporte público funciona súper bien, necesitar un carro para una necesidad tan básica como desplazarse en la ciudad ahora me parece aberrante. El transporte público de Los Angeles no es tan espantoso como el de Tegucigalpa, pero no está tan lejos tampoco. Los buses y los metros son viejos, las paradas no tienen horarios, por lo que uno llega a una parada sin saber a qué hora va a pasar el próximo bus. Más de una vez me tocó esperar hasta 40 minutos para que llegara un bus. Es hasta ahora que entiendo la crueldad que representa descuidar el transporte público de una ciudad: la gente que no se puede comprar un carro para circular son los más pobres, los obreros, los empleados, los que no tienen permiso para tener licencia de conducir, los inmigrantes ilegales. Y es grosero hacer como que ellos no merecen tener un sistema de transporte de calidad. Yo circulaba de Pasadena a Los Angeles y eso era por lo menos una hora y media en transporte, cuando según Google Maps se puede hacer fácilmente en media hora en carro, sin tráfico. Y yo tenÃa tiempo, pero ¿cómo ha de ser viajar esas distancias a diario en un sistema ineficiente cuando tienes que trabajar todos los dÃas?
Y eso es parte de la mentalidad del paÃs, de no querer que el gobierno intervenga, de pagar lo menos posible de impuestos, de dejar el mercado dicte las reglas de la calidad de la vida que uno va a tener. Los impuestos ni siquiera están incluidos en los precios de las cosas: el impuesto es ese estorbo adicional que no se quiere ver de frente cuando se va a comprar o a consumir. Es de 9%, lo que no es mucho, pero qué diferencia podrÃa hacer en gran escala. Ya habÃa olvidado lo que es ver a tanta gente mayor trabajando, y es que Estados Unidos no tiene ninguna ayuda pública de desempleo o de retiro. Según la chica que conocà en el Getty, el sistema de la aplicación Uber, que te permite trabajar como chofer con tu propio carro sin ningún beneficio social, le parecÃa cruel al principio de su estadÃa. Ahora piensa que eso es por lo menos una alternativa para la gente que no tiene ningún otro ingreso.
¿Por qué demonios Honduras aspira a parecerse a los Estados Unidos? ¿Por qué hemos construido nuestras ciudades como allá, una sucesión interminable de colonias de casas individuales y de centros comerciales? Tan siquiera aquà hay unos cuantos museos para poder contrarrestar la fiebre de consumismo, pero me parece absolutamente ridÃculo que en una ciudad donde vive tanta gente la mejor solución que hayan encontrado para la vivienda es que cada familia tenga su propia casa. Nuestras ciudades son una versión deformada de Los Angeles, pero nosotros no tenemos ni los museos, ni la posibilidad de circular a pie sintiéndote relativamente seguro, aunque sea de dÃa. Aunque en Los Angeles tuve la misma impresión que sentÃa en Tegucigalpa de estar haciendo algo inusual y casi ridÃculo al caminar por la calle.
No todo me pareció negativo, por supuesto. La plétora de lugares totalmente diferentes para comer me fascinó. Mis lugares preferidos fueron de lejos los mercados, que los dos que conocà no son realmente mercados, pero más bien food-courts versión hÃpster. Aun asÃ, qué excelente ir por todas partes sin ponerme a pensar en dónde iba a comer: en cualquier lugar que estuviera iba a encontrar algo.
Me gusta mucho descubrir los Estados Unidos, pero veo el paÃs con la fascinación que provoca una criatura horripilante que no puedes dejar de ver. Y en última instancia no cambio Europa por ese lugar. Pienso que es mejor pagar impuestos súper altos, pero sentir que el trabajo de cada persona contribuye a un bien común: que la gente tenga seguridad social, pensión de retiro y una maldita pancarta con los horarios en las paradas de bus.
The first day I visited the Getty Center, a museum and research center which is like Mecca for art historians. I met a post-doctoral researcher from Geneva who came for a one-year stay. The building, designed by Richard Meier, is spectacular, the views to the city are astounding and I cannot imagine how delicious it must be to work surrounded by these huge libraries and great exhibitions.
That same day I saw a little bit of UCLA, which is not that far away from the Getty and I ended up in the Walk of Fame in Hollywood Blvd.
On day two I had the morning free to go to Downtown LA. I never found the stupid Tourism office near Union Station, so I had to settle with a map they had in a kiosk in the station. Thanks to it I managed to see many things: the Pueblo Nuevo, a mini-enclave of colonial-like architecture, the Civic District with its administrative buildings and Little Tokyo, before ending in the Grand Central Market for lunch.
After the conference days, I spent my last day in West Hollywood, where having finally figured out how public transportation works allowed to move between Melrose Ave., the Farmer’s Market and the Grove, to Rodeo Drive, Sunset Strip and I ended up once again in Hollywood Blvd.
Unfortunately, I didn’t go to any of the beaches, nor to Griffith Park which is the hill with the Hollywood sign. Actually, I didn’t even get to see it in the places where I was. But I feel that I achieved the most important thing, which is to understand how the city works and to locate the places I’ve heard so much about in TV shows and in movies.
In the end, I was fascinated by the city, but not for the reasons I thought it would. I think that after being so heavily influenced for so long by U.S. culture – even worse when I was addicted to celebrity news and to E! Entertainment Television – you imagine this city like an endless display of luxury filled with beautiful people. And it is, but it also has so many other things I didn’t noticed before. For starters, half of the population is of Latin-American descent, so you hear Spanish everywhere, even in public transportation announcements; there are thousands of Mexican restaurants, and the echoes of our culture, in the names of the places, in some architecture, etc., will not let you feel lost. In fact, I found many similarities between Tegucigalpa and Los Angeles. Like the fact that you need a car to get around in the city. Even if for 25 years of my life I found that to be completely normal, after living in countries where public transportation works really well, I find needing a car for something as basic a moving around town completely aberrant. Public transportation in Los Angeles is not as dreadful as Tegucigalpa’s, but it’s not far from it either. Buses and subways are old, stops don’t have schedules, so you get to a bus stop without knowing when the next bus will get there. More than once I had to wait up to 40 minutes for a bus. It’s just now that I understand how cruel it is to not care about public transportation: people who cannot buy a car are the poorest ones, workers, employees, and those who are not allowed to have a driver’s license, illegal immigrants. And it’s just mean to feel like they don’t deserve quality transportation. I went from Pasadena to Los Angeles, which was at least an hour and a half in transportation, when according to Google Maps this could be done easily in half an hour, with no traffic. And I had time, but how is it to travel these distances in an inefficient system when you have to work every day?
And this is the culture of the country, not wanting the government to intervene, to pay as little taxes as possible, to let the market dictate the rules of the quality of life you’ll get. Taxes are not even included in the prices of things: tax is this additional burden you don’t want to look upfront when you shop or consume. It’s 9%, which is not much, but what a difference it could make in a big scale. I had forgotten what it is to look at so many older people working, since the U.S. doesn’t have any public aid for unemployment or pension. According to the girl I met at the Getty, Uber’s system, which allows you to work as a driver with your own car with no social benefit, seemed to her cruel at the beginning of her stay. Now she thinks that this is at least an alternative for people who have no other income.
Why the hell does Honduras aspire to be like the United States? Why have we built our cities like those over there, an endless succession of neighborhoods with single houses and malls? At least here there are some museums to compensate the consumerism, but I find it absolutely ridiculous that in a city with so many people the best housing solution they could come up with was a house for every family. Our cities are a deformed versions of Los Angeles, but we don’t even have the museums, nor the possibility to walk around feeling relatively safe, even during the day. Although, in Los Angeles I had the same feeling than in Tegucigalpa, that I was doing something unusual and almost ridiculous when I walked down the streets.
I did not find everything to be negative though. I really loved the plethora of different places to eat. My favorite ones by far were the markets, though the two of them I went to were not really markets but more like hipster food-courts. Even still, how great it was to go everywhere not thinking where I was going to eat: in any place I ended up I would have found something.
I really like discovering the U.S., but I see the country with the fascination you feel in the presence of a horrendous creature you can’t stop looking at. And in ultimate instance I wouldn’t trade Europe for this place. I think is better to pay huge taxes but to feel like the work of every person is contributing to a greater good: so that people have social security, retirement funds and a freaking schedule in bus stops.
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