Al mismo tiempo que se terminaron las vacaciones, se terminó también mi periodo de estadía en la residencia universitaria donde he vivido por los últimos dos años y medio. Dejar la Cité fue mil millones de veces menos doloroso que lo que fue dejar mi primer apartamento de estudiante. Es cierto que las circunstancias fueron distintas, pero sobre todo es que dejaba un verdadero “ranchito de amor” como lo llamaba Adriana. Entre mis compañeras de apartamento, los amigos que nos venían a ver, las fiestas y las comilonas que hicimos, me sentía bien allí, a pesar del doctorando psicópata que vivía con nosotras (ahora te entiendo Sagnik!!! Donde sea que estés, ahora te entiendo!!!). Este apartamento en Ginebra resultó como Suiza en general: súper lujoso y cómodo pero frío e inapto a fomentar lazos.
At the same time that vacations were over, my stay at the student residence, where I’ve been living for the last two and half years, also ended. Leaving the Cité was a million times less painful than leaving my first student apartment. The circumstances were different, true, but above all I was leaving a true “love nest” as Adriana used to call it. Between my flat mates, the friends who came to visit us, the parties and the meals we had, I felt good there, in spite of the psycho Ph.D. student that also lived with us (I now understand you Sagnik!!!! Wherever you are, I now understand you!!!!) My apartment in Geneva turned out to be like Switzerland in general: super luxurious and comfortable, but cold and incapable of encouraging bonds.
O tal vez fue que tuve demasiados compañeros. Las primeras fueron Sandra, de 18 años, franco-suiza, estudiante en medicina; Louise, una inglesa que estudiaba algo en el Graduate Institute y Lin, una china que estudiaba en Italia y que venía a hacer un año de intercambio a Ginebra. Al principio, Sandra me pareció muy intimidante y autoritaria. Es por ella que la casa pasaba súper limpia y ordenada. Pero al final, fue una de las mejores compañeras que tuve: íbamos a clases de aeróbicos y cenábamos juntas. Hacía uno de los mejores cheesecakes que he probado en mi vida y cocinaba tan bien que no me sorprendió que abandonara la medicina por la escuela de hotelería. Yo hubiera hecho lo mismo en su lugar.
Louise se mudó a unos pocos meses de mi llegada y nos dejó un terrible legado: Michael, el chavo que retomó su contrato. Era un inglés súper grande, que caminaba dando pasos súper fuertes, cual dinosaurio. Además, era incapaz de cerrar las puertas como ser humano, siempre las tenía que tirar para que todo el piso se enterara. Afortunadamente no duró.
Lin también se mudó rápidamente y nos dejó a Alyssa y a su novio. Alyssa vivía en otro edificio de la residencia, pero tuvo problemas con sus compañeros de apartamento y la mudaron con nosotras. Eso no sonaba muy alentador, pero resultó muy tranquila. Lo que pasó fue que no soportaba el ruido de sus vecinos y eso lo entiendo muy bien. Su novio prácticamente vivía con nosotros, pero era muy simpático y gracias al arquitecto que tuvo el sentido común de hacer todo el edificio en concreto armado, casi ni me enteraba que estaban allí.
Cuando Sandra se cambió de escuela, vino Asma, una chava de Túnez, en segundo año de licenciatura en Farmacia. Nunca nos pudimos llevar bien. Será porque le costaba mucho respetar el calendario de limpieza, porque sus amigos eran insoportables, o porque monopolizó el balcón para convertirlo en un rincón de fumadores. Habrá sido la diferencia de edad, de culturas, no sé, pero nunca pudimos encajar.
Vino también Maryam, una chava rusa estudiante de Relaciones Internacionales. Que trajo al apartamento a su mamá varias veces de vacaciones. Sólo se quedó un año.
Fue reemplazada por Marie, suiza, estudiante de segundo año de medicina. Con la que nunca pudimos ni siquiera pasar del estado de personas conocidas. Se iba temprano en la mañana, llegaba tarde en la noche, se iba de viaje los fines de semana. Nunca mostró el más mínimo interés por conocernos o platicar con el resto de nosotras. Era otra incapaz de respetar el calendario de limpieza y nunca cocinó. (¿Cómo demonios se puede comer todo el tiempo afuera? Es uno de esos misterios sin resolver). Al final, la vimos muy pocas veces. Excepto el día en el que decidí organizar una cena con unas amigas y resulta que ella también había hecho planes en el apartamento. Me dio tanta cólera porque una cosa es que no quiera socializar con nosotras y que no quiera limpiar, pero entonces que organice sus fiestas en otra parte.
Ester fue la última de mis compañeras, pero de las que sí me gustó. Era italiana y estudiante de maestría en traducción. Era adorable, comimos juntas algunas veces y platicábamos seguido. Era una excelente alumna y encontró trabajo en Roma incluso antes de terminar con sus estudios.
En fin, dejo la Cité sin ningún remordimiento. Tenía una vista espectacular, me encantaba tener mi propio baño, pero la vida debe continuar. Sólo no en otro apartamento compartido por favor.
Or maybe, I just had too many flat mates. The first ones were Sandra, half French – half Swiss, Med student; Louise, an English girl who studied something at the Graduate Institute and Lin, a Chinese girl who studied in Italy and came for an exchange year to Geneva. At first, Sandra seemed very intimidating and authoritarian. It’s because of her that the apartment was always clean and organized. But in the end, she was one of the best flat mates I had: we went to aerobics class and we had dinner together. She made one of the best cheesecakes I had in my life and she cooked so good that it didn’t surprise me when she gave up Med school for Hotel school. I would have done the same thing in her place.
Louise moved out a few months after I got there and left a terrible legacy: Michael, the guy took over her lease. He was a tall English guy, who stomped when he walked, like a dinosaur. Besides, he was incapable of closing a door like a human being; he always had to throw it so that the entire apartment heard it. Luckily, he didn’t last.
Lin moved out quickly and left us with Alyssa and her boyfriend. Alyssa used to live in another building in the residence, but she had issues with her flat mates and they put her with us. That didn’t sound very comforting, but she turned out to be quite nice. What happened before was that she couldn’t stand the noise her flat mates made and I can totally relate to that. Her boyfriend practically lived with us, but he was really nice. Also, thanks to the architect who had the common sense to make the whole building in concrete, I was never aware that they were there.
When Sandra changed school, Asma came over. A Tunisian girl in second year of a Bachelor in Pharmacy. We never really got along. Maybe it was the fact that she had trouble respecting the cleaning schedule, because her friends were insufferable, or because she took over the balcony to turn it into a smoking den. Maybe it was the age or culture differences, I don’t know, but we were never able to get along.
There was also Maryam, a Russian girl who studied International Relations. And who brought her mother to the apartment many times on vacation. She only stayed for a year.
She was replaced by Marie, Swiss, second year Med student. With whom we never could get pass the acquaintances stage. She left early in the mornings, she came back late in the evenings, she went home on the weekends. She never really showed a minimum of interest in getting to know or talk to the rest of us. She was also incapable of abiding by the cleaning schedule and she never cooked. (How the hell can you always eat outside? It’s one of those unsolved mysteries.) In the end, we barely saw her. Except on the day I decided to host a dinner with some friends in the apartment and turns out she also had plans at the same time. I got so angry because it’s one thing if she doesn’t want to socialize or even clean up, but then she has to organize her parties elsewhere.
Ester was the last of my flat mates, but one that I actually liked. She was Italian and a Master student in translation. She was adorable; we frequently ate together and we talked regularly. She was an excellent student and she got a job even before the end of her studies.
Anyways, I leave the Cité with no regrets. I had a spectacular view, I loved having my own bathroom, but life must go on. Just not on another shared apartment please.
Hi Marcela!
ReplyDeleteThis is Anindya from Mumbai, India. I'm moving to Geneva for a year the coming Monday and am actually going to be staying in Building D in Cite!
I wanted to thank you for all the helpful information you have provided in your blog! In fact I couldn't find any details about Building D anywhere except your blog and is actually a big reason as to why I decided to stay there.
Again, thanks a lot for writing all you have about Geneva and Cite!
Hi Anindya! It makes me really glad to know that you have found my posts on the Cité useful. I'm sure you will like building D as much as I did, and I wish you a wonderful stay in Geneva :)
DeleteChère Marce,
ReplyDeleteMême si je n'ai pas vécu avec vous, j'ai eu les mêmes sentiments en quittant Bordeaux. C'est qu'on avait, était extraordinaire.
Gros Bisous! Sophie
Oui ma chère Sophie!!! Notre temps à Bordeaux a été juste magique, mais heureusement il me reste encore des super amies comme toi comme souvenir! Gros bisous!!!
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