El tercero en mi serie de libros sobre personas que se internaron en el
bosque para alejarse de la sociedad es “The Stranger in
the Woods, The Extraordinary Story of the Last True Hermit”, del periodista
Michael Finkel. El libro cuenta la historia de Christopher Knight, un hombre
que abandonó todo para establecerse en un bosque en el estado de Maine en los
Estados Unidos donde pasó 27 años completamente solo.
El relato empieza con una escena digna de una pelÃcula de acción, en la
que Knight se mete a robar comida a un campamento en plena madrugada. Solo que
la policÃa local le sigue la pista y si hasta ahora Knight habÃa logrado
escaparse sin dejar ningún rastro, esa noche la suerte se le acaba. La policÃa
lo captura, lo arresta y lo encarcela, terminando al fin el misterio detrás de
múltiples robos cometidos en la localidad desde hace muchos años.
El ladrón ermitaño se habÃa convertido en una leyenda/celebridad local,
en el sentido que todo mundo sabÃa de su existencia o habÃa sido vÃctima de sus
sigilosos robos de provisiones, ropa, colchones, baterÃas, botellas de gas y
hasta libros. Nadie nunca lo habÃa visto, todos los intentos por atraparlo in
fraganti habÃan fallado y los vecinos estaban más o menos traumatizados por ver
algunas de sus cosas desaparecer aleatoriamente. En una época, algunas personas
hasta dejaban comida o libros fuera de sus casas de manera a que el ermitaño
las tomara y dejara de robar, sin ningún éxito.
La captura del ermitaño fue una hazaña, pero lo que más impactó a las
autoridades, a los vecinos o a la prensa fue el hecho que Knight pudiera
sobrevivir por 27 años los inclementes inviernos del bosque del norte de los
Estados Unidos, no tan lejos de la frontera con Canadá, viviendo en una tienda
de campaña y sin nunca encender un fuego, para no correr el riesgo que lo
encontraran.
La noticia se volvió entonces muy popular y fue asà como Michael Finkel,
el autor del libro, supo de la existencia de Knight. Lo que más le intrigó al
periodista fue que Knight pasara 27 años sin necesitar ningún tipo de
interacción, desde el punto de vista logÃstico como emocional, con otro ser
humano. Finkel le envió una carta a Knight a la cárcel y curiosamente, éste le
respondió. Intercambiaron un poco por correspondencia, hasta que Finkel decidió
ir a conocer al ermitaño en persona. Knight no estaba muy contento de
recibirlo, pero aceptó discutir con él. Se vieron algunas veces y fue asà como
Finkel pudo tratar de reconstituir la historia del ermitaño.
El libro es un intento flagrante de recrear “Into the Wild” de Jon
Krakauer, que de hecho Finkel cita como una fuente, al trazar el retrato
detallado de un individuo que rechaza radicalmente la sociedad y de situarlo en
un contexto histórico y filosófico. Pero Christopher Knight está lejos de tener
las aspiraciones filosóficas o espirituales de Henry David Thoreau o de
Christopher McCandless, ni las capacidades de supervivencia o los anhelos de
una nueva sociedad de Eustace Conway. Christopher Knight no se internó en el
bosque porque rechazaba la sociedad capitalista o porque querÃa entender lo
esencial de la existencia. Knight no aspiraba a nada, no buscaba nada,
simplemente querÃa vivir solo y tranquilo. Finkel incluso se pregunta si Knight
no entra en el espectro autista y hasta consulta a varios especialistas que
afirman que es muy probable, pero que sin diagnóstico oficial no se puede decir
nada.
Finkel hace un trabajo decente al comparar a Knight con ermitaños de
varias religiones que eran considerados sabios. Y subraya que la mayorÃa de ellos
no vivÃan totalmente aislados. Por el contrario, siempre necesitaban a alguien
que los ayudara con aspectos de la vida diaria como la comida y recibÃan
visitas de vez en cuando. Finkel se pregunta entonces si Knight puede ser
considerado como un verdadero ermitaño porque, aunque no interactuaba con
nadie, su aislamiento dependÃa completamente de su cercanÃa con la
civilización. En efecto, Knight obtenÃa toda su comida, su ropa, su material y
su entretenimiento robando a sus vecinos. Que era muy cuidadoso, que no robaba
casas que estuvieran ocupadas, que no se llevaba artÃculos de mucho valor,
cierto, Knight tenÃa un código ético. Pero si puedo entender que no estuviera
impulsado por ningún anhelo intelectual, me cuesta aceptar que no fuera
autosuficiente. Puedo entender el querer vivir en total autonomÃa, el buscar
una alternativa a la vida basada en el trabajo cotidiano, pero no el
aprovecharse de la gente sin dar nada a cambio.
Me sentà muy frustrada al terminar el libro. Knight me pareció
antipático y vacÃo y el autor me pareció intrusivo al insistir en meterse en la
vida de Knight y en preocuparse tanto por él. Pero mi opinión cambió un poco al
pasar los dÃas, en especial al ver cómo terminó el supuesto ermitaño,
regresando a vivir con su mamá, obligado por un juez a trabajar para su
hermano, yendo a reportarse semanalmente a la policÃa para asegurarse que no se
iba a volver a escapar de nuevo. Es como si la sociedad lo hubiera castigado
por intentar vivir según sus propias reglas y como si nos advirtiera a todos
que no hay alternativa, que tenemos que vivir asÃ. Pobre ermitaño y pobres
nosotros también.
The third in my series of books on people who went to live in the woods
to escape society is “The Stranger in the Woods, The Extraordinary Story of the
Last True Hermit” from journalist Michael Finkel. The book tells the story of
Christopher Knight, a man who left everything to settle in a forest in the
state of Maine in the US, where he spent 27 years completely alone.
The story begins with a scene worthy of an action movie, in which Knight
breaks into a camping site in the middle of the night to steal food. Only the
local police have been following him and until then Knight had managed to
escape without leaving a trace, but that night his luck ran out. The police capture
him, arrest him and put him in prison, finally ending the mystery behind the
multiple burglaries that had been taking place in the community for years.
The hermit burglar had become a local legend/celebrity, in the sense
that everyone knew he existed or had been a victim of his stealth burglaries of
food, clothes, mattresses, batteries, gas bottles and even books. No one had
seen him, all attempts to caught him had failed and the neighbors were more or
less traumatized of seeing their stuff randomly disappear. At some point, many
of them left food and books outside of their houses so that the hermit would
take them and would not steal, but without any success.
Capturing the hermit was a feat in itself, but the authorities, the
neighbors and the press were mostly shocked by the fact that Knight managed to
live for 27 years the harsh winters of the northern forests of the United
States, not far away from the Canadian border, by living inside a tent and by
never turning on a fire, so as not to get caught.
The news became very popular and that is how Michael Finkel, the book’s
author, learned about Knight. Finkel has intrigued mostly by Knight spending 27
years not needing any interaction whatsoever, be it logistical or emotional,
with another human being. Finkel wrote a letter to Knight who was in jail and
curiously, the latter answered. They exchanged a bit by correspondence, until
Finkel decided to meet the hermit in person. Knight was not particularly happy
to see him, but agreed to speak to him. They met a few times and that is how
Finkel managed to trace the history of the hermit.
The book is a flagrant attempt to recreate “Into the Wild” by Jon
Krakauer, whom Finkel cites as a source, by sketching the detailed portrait of
an individual who radically rejects society and by placing him in a historical
and philosophical context. However, Christopher Knight by no means has Henry
David Thoreau’s or Christopher McCandless’ philosophical or spiritual aspirations,
nor Eustace Conway’s survival skills nor his desire for a new society. Christopher
Knight did not settle in the woods because he rejected capitalist society or
because he wanted to understand the essence of existence. Actually, Knight did
not aspire to anything, he was not looking for something, he just wanted to peacefully
live by himself. Finkel even wonders if Knight does not fall into the autism
spectrum and goes so far as to consult many specialists who claim that it is highly
likely the case, but without an official diagnosis this cannot be confirmed.
Finkel does a decent work by comparing Knight to hermits from various religions
who were considered wise. And he highlights that most of them did not live in
total isolation. On the contrary, they always needed someone to help them with
daily matters such as food and received visits from time to time. Finkel thus debates
on whether Knight could be considered a true hermit because, even though he did
not interact with anyone, his isolation depended entirely on his proximity to civilization.
Indeed, Knight obtained all his food, clothes, material and entertainment by
stealing from his neighbors. That he was very careful, that he did not steal
from occupied houses, that he did not take objects that were too expensive, granted,
Knight had an ethical code. But even though I can understand that Knight had no
intellectual impulse, I find it hard to accept that he was not self-sufficient.
I can understand wanting to live in total autonomy, searching for an
alternative to life based on daily work, but I cannot condone taking advantage
of people without giving something in return.
I felt very frustrated when I finished the book. I found Knight to be unpleasant
and empty and I found the author quite intrusive as he attempted to meddle in
Knight’s life and worried so much about him. But as the days went by I somewhat
changed my mind, especially seeing as how the so-called hermit ended up,
returning to live with his mother, forced by a judge to work for his brother, reporting
every week to the police to make sure he was not going to escape once again. It
is as if society was punishing him for trying to live according to his own
rules and as if it was warning us all that there is no alternative, we must
live like this. Poor hermit and poor us as well.
Post a Comment