No creo que mi amiga Paula se imaginaba el impacto que iba a tener
cuando un dÃa me mandó un mensajito sugiriéndome que fuera a una venta efÃmera
de plantas que iba a tener lugar en Lyon en los dÃas siguientes. Le hice caso,
invité a una amiga, convencà a Jacques que viniera también y mi vida cambió por
completo.
Llegamos temprano el sábado por la mañana porque Paula me habÃa
advertido que llegaba mucha gente a estos eventos. Pero no me esperaba la fila
que rodeaba toda la cuadra, digna de una discoteca a la moda. Nos tocó esperar afuera
más de una hora y efectivamente, el lugar estaba repleto. Rápidamente entendÃ
por qué: habÃa muchas especies de plantas y la mayorÃa muy baratas. Yo no sabÃa
nada de plantas en aquella época, asà que me traje las que me parecÃan más
bonitas, unos cactus que creÃa iban a durar para toda la eternidad y una menta
y una albahaca para poder cocinar.
Fue allà donde empezó mi obsesión. Para saber cómo las tenÃa que regar,
comencé a investigar sobre los nombres de las plantas, sus orÃgenes y cuidados.
Y poco a poco me di cuenta que estaba lejos de ser la única interesada en las
plantas, esto es un verdadero fenómeno generacional. Alquilé libros en la
biblioteca municipal: guÃas de horticultura, libros de decoración interior con
plantas y relatos sobre su evolución, su inteligencia y hasta cómo comunican.
El libro “Urban Jungle” me hizo descubrir la cuenta instagram “Urban Jungle
Bloggers”, que me llevó a Summer Rayne Oakes y su espléndida cuenta de youtube.
Summer Rayne tiene más o menos mi edad, se graduó de estudios ambientales en
Cornell y tiene su casa en Brooklyn llena de más de mil plantas. Le han hecho
varios artÃculos y reportajes en la prensa y desde hace unos años hace videos
sobre cómo cuidar plantas en interiores según las diferentes especies y también
hace visitas de jardines botánicos y de viveros. Es tanto metódica y
cientÃfica, dando por ejemplo los nombres en latÃn de las plantas, como también
carismática.
Summer Rayne promueve los “plant swaps”, eventos para intercambiar
plantas, y buscándolos en Francia encontré páginas locales de facebook. Después
dar mis primeros pininos en propagación pude intercambiar algunos esquejes. Los
fines de semana iba a correr escuchando el podcast “On the Ledge” de Jane
Perrone, que discute de una especie por episodio. Instalé cortinas en el
apartamento, que abrÃa o cerraba según las necesidades de las plantas a lo
largo del dÃa.
Empecé con unas cuantas plantas, pero seguà yendo a otras ventas
efÃmeras, asà como a tiendas especializadas de plantas más difÃciles de
conseguir. Empezaron ocupando un rincón en el salón y poco a poco fueron
colonizando la cocina y el cuarto. Las observaba minuciosamente para ver si un
espacio les resultaba mejor que otros. Obviamente intenté hacer germinar
semillas de aguacate y milagrosamente lo logré, resultando en dos plantas
grandes y muy bonitas que me recuerdan mi paÃs. Al principio les ponÃa nombre a
las plantas, pero después tenÃa demasiadas como para acordarme.
Una de mis primeras adquisiciones fue una Ficus elastica que empezó con tres hojitas. En Lyon creció un poco,
pero cuando me mudé a ParÃs se convirtió en un verdadero árbol, seguramente
porque le encantaba el sol directo de la mañana desde mi ventanal orientado al
este y sin cortinas. De esa primera compra obtuve también la Maranta leuconera, una de mis favoritas
no solo por sus colores, sino porque se abrÃa y se cerraba con el pasar del
dÃa. No tenÃa ni idea que habÃa plantas que hacÃan eso.
Me regalé de cumpleaños una preciosa Calathea
orbifolia, que la pasó muy mal cuando la dividà porque estaba creciendo
demasiado. Una de las divisiones no pudo sobrevivir después de meses de agonÃa.
Tuve más suerte al dividir mi Pilea
peperomioides, asà que tenÃa la planta madre que crecÃa de forma muy
extraña y que tenÃa que sostener con dos palitos chinos, pero sus hijas estaban
creciendo bien.
Jacques me regaló una Peperomia
piccolo banda, que logré reproducir y hasta intercambiar, aunque se me
rebeló cuando le cambié macetera. Mejor la hubiera dejado donde estaba. Su mamá
le habÃa comprado una Spathiphyllum cuando
se mudó a Lyon y era una planta verdaderamente resistente. Por años la regamos
un poco al azar y no entiendo cómo sobrevivió cuando la dejamos por nueve meses
con un amigo que fijo no le paró bola en todo ese tiempo. Cuando se volvió
gigante la separé y las dos florecieron.
TenÃa una hermosa Draceana
marginata con unas hojas verdes brillantes. Me encantaba decirle a todo el
mundo que mi Dieffenbachia maculata es
extremadamente venenosa. Te puede dejar ciego si la savia te toca los ojos o
mudo si te la llevás a la boca. TodavÃa me acuerdo de mi felicidad cuando al
fin conseguà mi Monstera deliciosa gracias
a un intercambio en mi cuadra. Corrà el mismo dÃa a conseguirle un poste y
crecÃa tan bien, dándome hojas con fenestraciones. Me encantaba levantarme en
las mañanas para ver mi linda Oxalis
triangularis recibir el sol con sus hojas abiertas, que se cerraban al
llegar la noche. Y me daba mucha risa cuando me levantaba tarde, pero ella
estaba abierta aunque el cuarto estuviera oscuro todavÃa, como si me dijera que
el dÃa no esperaba a nadie.
TenÃa una Aloe vera que
supuestamente no se tiene que regar en invierno y se me deshidrató, pero por
suerte solo perdió unas cuantas ramitas. Cuando la dejé estaba creciéndole un
retoño que me morÃa por ver crecer para separarlo en su propia macetera. Mi
suegra me regaló unos esquejes de Tradescantia
zebrina que a ella le crecÃan de forma frondosa y a mà se me estiraron de
forma muy poco estética. Me compré una Tradescantia
spathacea que se alargó demasiado y le corté la parte superior que volvà a
plantar, pero volvió a alargarse. La estrella de la casa era nuestra Dionea muscipula, nuestra planta
carnÃvora que llamamos “Michonne” como el personaje de Walking Dead. Tuve que
leer un libro para cuidarla y estaba preparada psicológicamente para que no
sobreviviera, porque supuestamente son muy difÃciles de cuidar en especial para
principiantes. Pero le conseguimos su macetera de plástico, su turba de
esfagno, le tenÃamos una reserva de agua desmineralizada y siempre estaba en el
sol directo. No solo sobrevivió, sino que crecÃa muy bien. Me dolió tanto
separarme de ella.
Tuve menos suerte con los cactus. Se me murieron varios, incluso un
gordito peludo que me encantaba. Pero es que descubrà que mi amor puede ser sofocante
y ellos no soportan el riego excesivo que eso conlleva. Mi albahaca y mi menta
se infestaron de insectos y los boté por miedo a que me contaminaran las demás.
Por suerte no volvà a tener más accidentes de ese tipo. Nunca más de la vida me
vuelvo a comprar suculentas. TenÃa una Echeveria
que no le gustaba el sol directo, pero se me estiró y se miraba horrible. TenÃa
hasta ganas de botarla al final.
Mis hermosas plantas, mis bebés como las llamaba. Me las traje a ParÃs
desde Lyon, aunque ocuparon la mitad del camión. Me ayudaron a sobrellevar la
búsqueda de empleo y los confinamientos. Me enseñaron mucho sobre sobrevivir a
los cambios, sobre adaptarme a un entorno, pero también sobre reclamar mejores
condiciones cuando es necesario. Me hicieron darme cuenta que necesitaba cuidar
de algo vivo por mi propia salud mental. Las saludaba al llegar al apartamento
y me alegraba estar en mi casa para estar con ellas. A veces me parecÃa una
lata regarlas, pero otras veces era lo más cercano que tenÃa a la meditación.
Cuando me vine a los Estados las tuve que llevar a la casa de mi suegro a
Bretaña. Ahora no me atrevo a preguntar cómo están porque yo sé que nadie las
conoce, ni las puede cuidar o querer como yo lo hice. Y aquà no puedo tener
plantas porque tenemos alfombra y porque solo vamos a estar diez meses. Pinche
paÃs estéril.
I do not think that my friend Paula had imagined the impact that she was
going to have on me when one day she sent me a text message suggesting that I
go to a plant pop-up store that was going to open in Lyon in the following
days. I listened to her, invited a friend, convinced Jacques to come too and my
life changed completely.
We arrived early on Saturday morning, since Paula had warned me that a
lot of people came to these events. But I certainly did not expect a queue
around the entire block, worthy of a hip nightclub. We had to wait outside for
more than an hour and, indeed, the place was packed. I quickly understood why:
there were many species of plants and most of them very cheap. I did not know
anything about plants at the time, so I brought the ones I found the cutest,
some cacti I believed were going to last forever and a mint and a basil to
cook.
That is how my obsession started. To know how I should water them, I
started doing some research on the names of the plants, their origins and their
care. And little by little I realized that by far I was not the only one interested
in plants: this is a true generational phenomenon. I rented books in the
municipal library: horticulture guides, books on interior decoration with
plants, and books on their evolution, their intelligence and even on how they
communicate. The book “Urban Jungle” made me discover the “Urban Jungle
Bloggers” instagram account, which brought me to Summer Rayne Oakes and her
splendid youtube account. Summer has more or less my age, graduated from environmental
studies in Cornell and has her house in Brooklyn filled with more than a
thousand plants. There are many press articles and news segments on her and for
a few years now she has been making videos on how to take care of the different
species of houseplants and on guided tours of botanical gardens and plant
nurseries. She is as methodical and scientific, for instance by giving the
plants’ names in Latin, as she is charismatic.
Summer Rayne promotes “plant swaps”, events to exchange plants, and
looking for them in France I found local facebook pages. After making my first
steps on propagation I exchanged some cuttings. On the weekends, I went
running while listening to the podcast “On the Ledge” by Jane Perrone, who
discusses a single specie per episode. I installed curtains in the apartment,
which I opened or closed depending on the plants’ needs throughout the day.
I started with a few plants, but I kept going to other ephemeral sales,
as well as to specialized stores that had plants that were more difficult to
obtain. They started occupying a small corner in the living room and they soon started
colonizing the kitchen and the bedroom. I observed them meticulously to see if
one room suited them better than another. Obviously, I attempted to germinate
avocado seeds and miraculously I succeeded, resulting in two big and very nice
plants that remind me of my home country. At first, I named my plants, but then
they became too numerous to remember their names.
One of my first acquisitions was a Ficus
elastica that started with a mere three leaves. In Lyon it grew a little,
but when I moved to Paris it became a veritable tree, surely because it loved the
direct sunlight from the morning in my large window oriented to the east and
with no curtains. From that same first sale I also got my Maranta leuconera, one of my favorites, not only because of its
colors, but also because it opened and closed as the day went by. I had no idea
that there were plants capable of that.
For my birthday, I gave myself a beautiful Calathea orbifolia, which had a hard time adjusting after I divided
it because it was growing too much. One of the divisions did not survive after
months of agony. I had better luck when dividing my Pilea peperomioides, so I had the mother plant, which grew in a
very strange manner to the point that I had to hang it with chopsticks, but its
daughters were growing up quite nicely.
Jacques gave me a Peperomia piccolo
banda, which I managed to propagate and exchange, even though it became
quite angry when I changed its pot. I should have left her in her nursery one.
His mother had bought him a Spathyphyllum
when he moved to Lyon and it was a very resistant plant. For years we watered
it with no system whatsoever and I do not understand how it survived when we
left it with a friend for nine months, whom we are sure did not paid any
attention to it that entire time. When it became gigantic, I divided it and
both divisions flowered.
I had a beautiful Draceana
marginata with the lushest green leaves. I loved telling people that my Dieffenbachia maculata was extremely poisonous.
It can leave you blind if the sap touches your eyes and mute if it touches your
mouth. I still remember how happy I was when I got my Monstera deliciosa in an exchange in my neighborhood. The same day
I ran to buy a pole for it and it was growing nicely, giving me fenestrated leaves.
I loved waking up in the morning to see my beautiful Oxalis triangularis greet the sun with its open leaves, which
closed at night. And it was so funny when I woke up late, but its leaves were
open even though the room was still dark, as if it was telling me that the day
waits for no one.
I had an Aloe vera that I was
not supposed to water during the winter and got dehydrated, but luckily, it
only lost a few branches. When I left it, it had a pup growing up, which I was
dying to see grow up to put it in its own pot. My mother-in-law gave me cuttings
of her Tradescantia zebrina, which
grew so well for her, but they ended up elongated in a very un-aesthetic
manner for me. I bought a Tradescantia spathacea
that also elongated, so I cut its top and planted it again, but it elongated
once more. The star of our house was our Dionea
muscipula, our carnivorous plant we called “Michonne”, like the character
in the Walking Dead. I had to read a book to learn how to take care of it and I
was psychologically prepared for it not to survive, as they are supposedly very
difficult to take care for beginners. But we bought it a plastic pot, sphagnum,
we had a reserve of distilled water and it was always in direct sunlight. Not only
did it survive, but it grew very well. I had such a hard time leaving her.
I was less lucky with cacti. Many of them died, even a small fat and
hairy one that I loved very much. But I discovered that my love can be
suffocating and they cannot stand the excessive watering it entails. My basil
and mint were infested with bugs and I threw them out fearing they would
contaminate the rest. Thankfully I had no more accidents of the sort. I will
never buy succulents again in my life. I had an Echeveria that did not like direct sunlight, but it ended up
etiolated and looked horrible. I was thinking of getting rid of it in the end.
My beautiful plants, my babies as I used to call them. I brought them to
Paris from Lyon, even though they occupied half of the moving truck. They
helped me overcome the job search and the lockdowns. They taught me a lot about
surviving change, about adapting to a new environment, but also about reclaiming
better conditions when it is necessary. They made me realize that I needed to
take care of another living being for my mental health. I greeted them whenever
I came home and I was glad to stay in to be with them. Sometimes it was a drag
to water them, but other times it was the closest I was to meditating. When I
came to the States I had to take them to my father-in-law in Brittany. Now I do
not dare asking how they are doing, because I know that nobody knows them, nor can
take care of them or love them as much as I did. And here I cannot have plants
because we have a rug and because we will only stay ten months. Such a sterile
country.
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