Una apología de la cultura de masas

A lo largo de mi deambular por el mundo he logrado observar que el primer impulso de una persona que se precie de poseer impulsos de inteligencia es un profundo rechazo y disgusto hacia todo aquello que sea popular en el momento, ya sea musicalmente, en el cine, en los libros, o en el objeto tabú del intelectual, la televisión. En muchos individuos estos síntomas vienen acompañados de un sentido de superioridad asociado a su capacidad de encontrar objetos o artistas desconocidos, subestimados y exóticos, y la tranquilidad de su conciencia descansa en que no forman parte de aquella gran manada que es la que hace funcionar al mundo día tras día. Me rodeo de muchas objeciones contra lo que es famoso, bonito y fácil de digerir, y es por eso que es mi deber enfrentarlos con una verdad que no les gusta escuchar. La inteligencia está en la mente del observador.

La cultura popular no es decadente, lo que es realmente decadente es la sociedad, y ni siquiera puedo afirmar eso, ya que está directamente alineada con los principios básicos de la vida. Todos los aspectos de la cultura popular van de la mano con muchas doctrinas espirituales y filosóficas que enseñan que lo único que es real es el momento presente y que nuestra perpetua angustia viene de centrarnos en los rencores del pasado o las preocupaciones del futuro. Los constantes cambios de las modas nos enseñan a desapegarnos a lo existente: todo está condenado a morir y por ende hay que sacarle el jugo a lo que se tenga enfrente en este momento. El mayor bien y lo único que importa es sentir placer, sentirlo ahora y dejar de engañarse con falsas virtudes que predican que lo mejor es esperar.

Se dice que esta sociedad es degenerada, obsesionada con el sexo, materialista y superficial. Me encanta el ejemplo de Mtv porque es el chivo expiatorio de los adultos para justificar su desagrado con los jóvenes de estos tiempos. Su primer argumento es que es un canal de música que ya no transmite videos en lo absoluto; luego siguen con que su programación es horripilante y que exalta todo tipo de comportamientos reprochables y poco morales. Lo que mucha gente no logra entender es que desde su creación el único compromiso que ha tenido Mtv es con el espíritu del tiempo, y que todo aquello que la sociedad es, es lo que va a transmitir a las pantallas. Allí vemos lo que muchos anhelan ser, como gente malcriada de mucho dinero que se salen con la suya (My super sweet 16) y lo que somos la mayoría, gente pobre con sueños frustrados (16 & pregnant). La televisión no hizo ricas a esas niñas ni las hizo embarazarse, pero sí va a mostrar lo que pasa con cada uno de ellas. La música (porque sí la hay), está inteligentemente asociada al contexto, es parte de una historia y cobra un trasfondo emocional. ¿Es todo esto realmente un signo del fin del mundo y de que merecemos perecer en un doloroso Apocalipsis? Como muchos de nosotros tenemos que escuchar hasta el cansancio: el mundo es lo que es, nos guste o no. De hecho, no tiene intenciones de cambiar y es mejor ahorrarse una úlcera de frustración rindiéndose a la dulce melodía de lo aparentemente vacío y superficial, que en realidad no lo es.

A la Vox Populi se le reclama también su culto a la belleza, a un tipo de cuerpo que sólo puede conseguirse con alteraciones digitales en las portadas de revista. Se le cuestiona su consumismo, el siempre hacerte desear cosas que luego no te van a satisfacer por lo que se necesita comprar aún más. Sin embargo, si hay algo que hemos aprendido este año gracias a la súper publicitada crisis económica mundial es que el consumismo es el motor que mantiene funcionando al mundo. Comprar y vender mantiene ocupados a un estimado del 80% de la población y aquellos que escogimos adrede una carrera en la que creíamos que no nos tocaría andar detrás de clientes como dependientes de tienda, al graduarnos nos enfrentamos a la cruel realidad que hasta las mejores carreras técnico/artísticas requieren tocar de puerta en puerta ofreciendo nuestros servicios. Los que condenan el consumismo son los que desearían tener dinero para gastar pero no les gusta admitirlo. El dinero es energía de vida y debe tener algún tipo de relación ser exitoso financieramente con ser exitoso en el mundo. Sobre el tan criticado culto a la belleza puedo decir que es políticamente incorrecto aceptarlo, aunque todos nos regimos por él al final. En un ejemplo contemporáneo del poder que confiere el ser atractivo voy a mencionar a la estudiante americana Amanda Knox, recientemente acusada a 26 años de cárcel por haber sido cómplice del asesinato de su compañera de cuarto, Meredith Kercher. A pesar de tener muchas pruebas en su contra, muchos periodistas cuestionaban la acusación ya que detrás de su “rostro angelical” no se podía encontrar una despiadada asesina.

Umberto Eco me llamaría una integrada al 100%. Cuando tenga la oportunidad de conocerlo, me voy a sentar con él y le voy a explicar por qué encuentro fascinante, divertida y exquisita a la cultura popular. Él tiene razón en afirmar que gran parte del desprecio a la cultura de masas es desprecio hacia la masa, y lleva implícita una nostalgia a los tiempos en que tener valores culturales era un privilegio al que solo unos pocos podían acceder. Sin embargo hay ciertas cosas que todavía no logro digerir. Podré defender a capa y espada el derecho que tiene Shakira por ser considerada un objeto de estudio, pero jamás podré escuchar sus estridentes alaridos. Y al final ella se está bañando en una piscina de billetes, mientras yo teorizo sobre mi superioridad intelectual en mi ciudad capital tercermundista. ¿Es realmente superioridad? Ella es la que es exitosa en el juego de la vida, donde todo es una gran fiesta desprovista de sentido e importancia porque cualquier cosa es engañosa, pasajera y no lleva a ninguna parte.