Para las jornadas del Patrimonio de este año el Gran Teatro de Bordeaux abrió sus puertas para que los visitantes tuvieran el raro privilegio de verlo por dentro y de paso apreciar la exposición “Divinas inspiraciones, el arte del disfraz”.
Yo era una de esas pobres mortales que nunca antes lo había visto desde el interior, a pesar que desde que llegué quiero ir a ver algún espectáculo, pero hasta ahora no se ha presentado la ocasión. Tendré que remediar eso lo más pronto posible, especialmente porque este es el último año que podré beneficiar de las tarifas especiales para jóvenes. Aquí en Francia no se creen eso de la juventud mental, lastimosamente.
El edificio fue inaugurado en 1780 y fue diseñado por el arquitecto Victor Louis. Fue financiado por el duque de Richelieu, Louis Armand du Plessis, que luego de que el único teatro en la ciudad agarrara fuego aprovechó para construir uno nuevo que de paso dejara una marca permanente de su poder. Para imaginarnos cómo era en esa época tenemos que visualizarlo aislado de toda la masa urbana y con una gran fortaleza detrás, el castillo Trompette.
For this year Heritage days Bordeaux’s Grand Théâtre opened its doors so that visitors had the rare privilege of seeing it from the inside and had the opportunity to look at the exhibition “Divine inspirations, the art of costume”.
I was one of those poor mortals that had never seen its interiors, in spite of the fact that since I came here I want to see a show there, but so far the opportunity has not arisen. I have to go soon though, especially because this is the last year I will be able to benefit of the special prices for young people. Sadly here in France they don’t believe that age is just a number.
The building opened in 1780 and was designed by architect Victor Louis. It was financed by Duke of Richelieu, Armand Louis du Plessis, that after the only theatre in town caught fire he wanted to seize the opportunity to build a new one that at the same time left a permanent mark of his power. In order to imagine what it looked like at the time we have to visualize it far away from the rest of the city and with a huge fortress behind it: the Trompette castle.
La exposición estaba organizada por la Ópera Nacional de Bordeaux y tenía como tema el disfraz en el teatro. Presentaba casi trescientos disfraces de varias obras conocidas de teatro o de ópera, así como algunas escenografías lúdicas para poder imaginarnos el detrás de escenas de los actores y los diseñadores de los vestuarios.
The exhibit was organized by Bordeaux’s National Opera and its theme was the costume in the theatre. It presented almost three hundred costumes from many well-known plays or operas, as well as some playful sceneries so we could imagine the behind-the-scenes of actors and costume designers.
Todo empezó porque se me ocurrió que sería súper práctico tener una mini computadora para ir a trabajar a las bibliotecas.
Olivia es mi Dell Inspiron 6400, un modelo vintage a estas alturas, pero cuando la compré estaba a la vanguardia de la tecnología. Tengo la osadía de decir que está añejada, pero en realidad apenas tiene cuatro años y medio, aunque eso en años de computadoras equivale a tener cuarenta y cinco ya que, como todos saben, envejecen más rápido que los perros. La compré justo antes de empezar la clase de Diseño V, porque a partir de esa clase ya se permitían entregar proyectos en Autocad y no importa cuántas clases de pintura y dibujo haya recibido en mi vida, no podía esperar a liberarme del yugo de los portaminas, los Prismas y los chinógrafos. Elegí ese modelo porque mi amigo Juank que es ingeniero en sistemas tenía una de ésas y estaba muy satisfecho con ella, así que confié en su experiencia para escoger mi compu. Juank llamaba a su laptop “Delia”, una adaptación de la marca, y me dijo que debería ponerle un nombre a la mía también. Me acordé de la cerdita de los cuentos de Ian Falconer y desde entonces Olivia es mi computadora y la red inalámbrica de mi casa. Herminio puede atestar de esto: soy ultra protectora con Olivia. No soportaba que teclearan muy fuerte en ella, trataba de instalarle la menor cantidad de programas sospechosos y cada vez que metía una memoria USB rezaba un Padre nuestro porque no tuviera virus. Creo que la primera vez que la envirusé en serio y que me apareció la pantalla azul cuando se iniciaba y no tuve otro remedio que formatearla fue un shock para mí. Pequeña ingenua que soy, la llevé a la oficina de los distribuidores oficiales de Dell en Tegucigalpa, porque ni siquiera confiaba en Juank o en Herminio para hacer eso. Los tipos de la oficina me cobraron un montón de dinero sólo para instalarle el Windows. La segunda vez que volvió a aparecer esa fatídica pantalla azul encontré otra oficina que también decía ser de distribuidores oficiales de Dell en Honduras y llevé la compu para que me la formatearan. Por supuesto, pagué demasiado, pero lo peor fue que cuando vi el historial de internet estaba repleto de videos porno vistos en youtube. Juré nunca más ir a ninguna de esas dos oficinas estafadoras y desde entonces Herminio me enseñó que detrás de la esotérica palabra “formatear” se esconde el sencillo hecho de instalar tres míseros DVDs y apretar de vez en cuando el botón de “siguiente”. Pero siempre lo hago bajo su supervisión por si acaso. Una vez casi muero porque el lector de CDs dejó de funcionar y cuando la llevé a un técnico abrió el lector, le dio una ojeada, le sacudió el polvo que tenía y el lector milagrosamente volvió a la vida. Sobra decir que ese episodio sólo aumentó a mi lista de obsesiones mantener nítida mi computadora e impulsó a Herminio a decirme que si la forma en que trato a Olivia es indicación de cómo va a ser mi desempeño como madre, esos van a ser niños muy consentidos y sobreprotegidos.
Cuando compré a Olivia yo no sabía mucho de computadoras y la pobre tuvo la tarea difícil de iniciarme a ese submundo. Hasta ese entonces usaba la computadora de escritorio de mi casa, un modelo clonado marca incendio, pero que nunca me había interesado en explotar a su máximo potencial. Aparte de usarla para internet, el blog, bajar música y buscar letras de canciones, no la necesitaba para gran cosa. Pero con Olivia se abrió todo un horizonte que por supuesto incluía Autocad y Sketch Up, pero incluiría ahora también ver series e irritar a mi madre jugando World of Warcraft. De repente empecé a indagar sobre cuáles son los componentes de una computadora, para qué sirven y cómo se pueden mejorar y no pasaron ni dos años cuando Olivia pasó de tener un giga de RAM a dos, que es lo máximo a lo que puede aspirar. Pero aún más que aprender a elegir un buen procesador o una buena tarjeta de video para lo que sería mi próxima laptop, me di cuenta que hay muchos detalles a los que ahora les presto atención cuando veo una computadora. Para empezar, el peso. Olivia pesa casi tres kilos y el maletín que me dieron pesa por sí solo casi tanto como ella. Nunca me gustó sacarla de la casa por miedo a los golpes, el polvo y a que la corriente eléctrica en el lugar en el que me encontrara no fuera del voltaje correcto y que fuera pesada no me motivaba particularmente a mostrarle el mundo. Un día de cargarla era una semana de dolor de hombros y espalda. Luego está el teclado. Olivia tiene ese teclado genérico con hendiduras entre las teclas, hendiduras donde se mete una cantidad increíble de polvo. La primera vez que limpié el teclado con aire comprimido no podía creer la cantidad de basura, comida y hasta insectos muertos que andaba cargando y he descubierto que limpiar el teclado con un pincel de maquillaje puede agregarse a la lista de cosas que te pueden hacer entrar en un trance meditativo. Otra cosa que aprendí a apreciar en las laptops es su apariencia. Olivia es agradable a la vista, pero está lejos de ganar un concurso de belleza. Para empezar es de plástico y luego de cuatro años de escribir en ella quedaron marcados los lugares adonde pongo mis manos cuando tecleo. Como es de la vieja escuela Olivia no tiene webcam, ni Bluetooth, ni micrófono, así que tratar de hablar por Skype siempre ha requerido el manejo de una cantidad impresionante de cables. Y nunca entendí bien cuál era la utilidad del Bluetooth hasta que tuve un celular con el cual me pude haber ahorrado la titánica tarea de conectarlo para pasarle cosas.
Así que vine a Francia y muchas veces cuando trabajaba en las bibliotecas se me ocurría lo útil que sería tener la computadora allí para no tener que estar llevando tanto papel, para poder copiar las cosas directamente o para poder buscar información en internet directamente sin esperar a llegar a casa. Pero imposible estar llevando a Olivia. La situación se agravó cuando empecé la práctica porque no tuve otro remedio que llevarla a la oficina en la mañana y traerla de regreso por la noche. Unas semanas después me compré una mochila para reemplazar el maletín, pero eso sólo ayudó a distribuir equitativamente el dolor entre los dos hombros en lugar de uno solo. Así que había llegado el momento de pensar en Olivia II. Rápidamente me di cuenta que lo que yo quería: una súper laptop con la mayor cantidad de RAM posible, un súper procesador, una tarjeta de video que me permitiera jugar WoW con la mayor calidad hacer renders con Autocad sin que anunciara errores fatales a cada rato, que fuera chiquitita y ligera y que pudiera llevarla a todas partes no existía para el presupuesto que tenía. La mejor opción que encontré fue una Sony Vaio, hermosísima, pero muy cara. Y luego de consultar a un panel de expertos –mis amigos en Facebook- sobre cuál era mejor, si una Dell, una HP o una Vaio, la mayoría se inclinó por Dell, todos me dijeron que me alejara de las HP, una sola persona votó por Vaio y un chistoso me dijo que me comprara una Mac.
Voy a decirlo: como buena snob, me gustaría tener una Mac. Antes que tuvieran Autocad para Mac la cuestión ni se planteaba, especialmente porque mi pereza es muy grande como para tener una partición que me permitiera tener los dos sistemas operativos al mismo tiempo. Pero ahora que ya existe el programa se me ocurrió ir a la tienda de Apple sólo para despejar la posibilidad. Tienen los diseños más bonitos de todas las computadoras que he visto y sueño algún día no tener que preocuparme por los virus, pero son exageradamente caras. No conozco su sistema operativo, pero no tengo apegos particulares al Windows, lo único es que me advirtieron que piratear programas es mucho más difícil en Mac. Y para los requerimientos que quiero necesitaría ganarme la lotería para poder comprármela; lo mucho a lo que podía aspirar es a su modelo de base que apenas supera las especificaciones de Olivia.
Así que sería otra Dell, pero ya no una Inspiron, modelo para noobs, sino una XPS. Y después de muchas llamadas a la sección de ventas de Dell, escribo desde la nueva y mejorada Olivia, una XPS 15z. Mi intención era la XPS 15, pero su peso no era realmente competitivo con respecto a mi computadora anterior, sin embargo admito que la diferencia de precio entre esos dos modelos con las mismas especificaciones fue materia de una larga reflexión. Al final tuve que renunciar la idea de la mini laptop porque una pantalla pequeña no es buena para trabajar en planos por muchas horas y porque se vuelven muy caras cuando pido más de cuatro gigas de RAM. Pero se conjugaron varios elementos que me hicieron decidirme por la 15z al final, como que el financiamiento apareció, pero sobre todo que ya no quiero lidiar con computadoras pesadas e incómodas. Esta vez traté de documentarme un poco antes de comprar: leí varias reseñas en internet, vi varios videos en youtube para darme una idea de cómo es la computadora porque –y eso sí es una lástima y un gran inconveniente- Dell no tiene tiendas y los modelos que yo estaba considerando no los venden en los almacenes. A pesar de todo, la computadora resultó algo diferente a lo que esperaba. Para empezar, tiene un objeto extraño que une la pantalla al cuerpo de la computadora, una especie de cilindro con ranuras que no es muy estético y el cuerpo sobresale detrás de la pantalla. Tampoco soy muy fanática de una franja plástica que rodea el cuerpo. En fin, se supone que esta es la competencia de las Macbook Pro, pero aquí sí hubiera preferido que hubiera habido más imitación en el diseño. El teclado tiene las teclas separadas e iluminadas, un detalle muy bonito, pero le falta algo que en mi opinión es imperdonable: no tiene teclado numérico integrado, ese que permite escribir ciertos caracteres con la tecla Alt. Era posible pedir el teclado QWERTY latinoamericano al que estoy acostumbrada, pero decidí pedir el AZERTY francés para ver si eso me ayuda a escribir más rápido en esa lengua. Pero ese teclado no tiene las tildes en español y sin el teclado numérico no puedo teclear combinaciones para sacar esas letras. Puedo dejar pasar el hecho que ya no tengo los botones de la primera Olivia para tocar música o ver películas, los de Play, Stop, etc, pero lo del teclado numérico me parece completamente absurdo. Está bien que no lo tenga separado, pero ¿qué les cuesta integrarlo a las teclas ya existentes? ¿Qué semejante mediocridad es esa? La indignación me ha tenido una semana investigando en internet cómo remediar eso y al parecer mi mejor opción es cambiar la lengua del teclado porque, de todas formas, Dell está sacando sus computadoras sin el teclado numérico. Por lo demás, la computadora está muy bien, tiene 8 GB de RAM, el procesador es Core i7 de 2.70 GHz y la tarjeta de video es Nvidia 525 M. En fin, todavía no la he bautizado haciendo planos o renders, pero espero que sea muy pronto. Aunque ya sé cuál va a ser su prueba de fuego: la nueva expansión de WoW, “Mists of Pandaria”.
It all started because it occurred to me that it would be very practical to have a mini laptop to work on the libraries. Olivia is my Dell Inspiron 6400, considered now a vintage model, but when I bought her, she was at the cutting edge of technology. I dare to say she’s old but actually she barely has four and a half years, even though in computer years it’s like having forty-five because, as everyone knows, they grow old faster than dogs. I bought her just before starting the fifth architectural design course in college, because from that moment on it was allowed to turn in projects made on Autocad and no matter how many drawing and painting classes I had taken before, I couldn’t wait to shake off the weight of pencils, markers and technical pens. I chose that model because my friend Juank, who is a systems engineer, had one and was very satisfied with it, so I trusted his experience in choosing my own. Juank called his laptop “Delia”, an adaptation on the brand, and he told me to name my computer as well. I remember the little pig from Ian Falconer’s tales and since then Olivia is my laptop and my wireless network at home.
Herminio can confirm this: I’m overprotective of Olivia. I couldn’t stand when someone typed on her too strongly, I tried to install on her as little as possible of suspicious programs and every time I used another person’s USB I prayed it didn’t have a virus. I think that the first time she had a very serious virus and the blue screen appeared when starting and had no choice but formatting it, it was a shock for me. Little naïve that I was, I took it to Dell’s official distributors in Tegucigalpa, because I didn’t trust Juank nor Herminio in doing that. The guys at Dell’s office charged me a lot just for installing Windows. The second time that fatidic blue screen appeared I found another office that also claimed to be Dell’s official distributors in Honduras and I took my laptop there so they could format it. Of course, I overpaid, but the worst was when I saw the internet history and it was filled with porn videos seen in youtube. I swore never to go to both of these places after that and since then Herminio taught me that behind the esoteric word “formatting” lies the simple task of installing three insignificant DVDs and press “Next” every now and then. But I always do it under his supervision, just in case. Once I almost died because the CD player stopped working and when I took it to some technician he opened it, looked at it, he cleaned the dust off and the player started working again. Needless to say, that episode only added to my list of obsessions to have my computer sparkling clean and prompted Herminio to tell me that if the way I treat Olivia is any indication of what my performance as a mother would be, those kids would be spoiled and overprotected.
When I bought Olivia I didn’t know much about computers and the poor thing had the grueling task of initiating me to that underworld. So far I used the desk computer at home, a cloned model with no recognizable brand, but I never had an interest in exploiting it to its fullest potential. Besides using it for the internet, the blog, downloading music and searching for song lyrics, I didn’t need it for much. But with Olivia a whole world opened up, and of course it included Autocad and Sketch Up, but now it would also have watching series and annoying my mother when playing World of Warcraft. Suddenly I started researching about what are the components on a laptop, what their use is and how they can be improved and not even two years went by when Olivia went from having one giga of RAM to two, the most she can aspire to. But even more than learning to choose a good processor or a good graphics card for my next laptop, I realized that now there are many details that I look in a computer now. For starters, weight. Olivia weights almost three kilos and the suitcase she came in weights as much as her. I never liked carrying her around for fear of bumps, dust and that the electric current wouldn’t be the right one and the fact that she was heavy didn’t exactly motivate me to show her the outside world. One day of carrying her gave me one week of back and shoulders pain. Then there’s the keyboard. Olivia has this generic keyboard with cracks between the keys, cracks where an incredible amount of dust gets in The first time I cleaned the keyboard with compressed air I couldn’t believe the amount of garbage, food and even dead insects that were there and I discovered that cleaning the keyboard with a makeup brush can be added to the list of things that can induce a meditative trance. Another thing I learned to appreciate in laptops is their appearance. Olivia is easy on the eyes, but she’s far from ever winning a beauty pageant. To begin with, she’s plastic and after four years of writing on her she now has the imprints of the places I put my hands when I type. Since she’s old school she doesn’t have webcam, Bluetooth or microphone, so trying to talk on Skype has always required dealing with an impressive amount of cords. And I never really got why Bluetooth is useful until I had a cellphone with which I could have saved myself the titanic task of connecting it to put things on it.
So I came to France and many times, when I worked on the libraries I thought about how useful it would be to have the computer there so as not to be carrying that much paper, to be able to copy things directly or to look for things on the information on the internet directly without having to wait to get home. But it’s impossible carrying Olivia around. The situation became worse when I started the internship because I had no other choice but to take her with me to the office every morning and bring her back at night. A few weeks later I bought a backpack to replace the suitcase, but that only helped distribute equally the pain between the two shoulders instead of just one. So the moment came when I started thinking about Olivia II. I quickly knew what I wanted: a super laptop with as much ram as possible, a great processor, a graphics card that allowed me to play WoW with the best quality make renders without Autocad without having fatal errors every five minutes, that was small and light and could be carried around everywhere didn’t exist for the budget I had. The best option I found was a Sony Vaio, beautiful but very expensive. And after consulting a panel of experts –my friends on Facebook- about which one is better, whether a Dell, an HP or a Vaio, most of them picked the Dell, everyone told me to get away from the HP, just one person voted for the Vaio and a funny one told me to get a Mac.
I’m going to say it: as a good snob, I would love to get a Mac. Before there was Autocad for Mac the question didn’t even arise, especially because my laziness is so great that I wouldn’t bother having a partition that allowed me to have both operating systems at the same time. But now that the program exists I went to the Apple store just to clear away this possibility. They have the prettiest designs of all the laptops I’ve ever seen and one day I dream about not having to worry about virus, but they’re extremely expensive. I’m not familiar with their operating system, but I don’t have any particular attachment towards Windows, the only thing I’ve been warned about is that pirating programs is much more difficult in Mac. And with the requirements I want I would have to win the lottery in order to be able to afford it; the best thing I could aspire to is their base model that barely surpasses Olivia’s specifications.
So it would be another Dell, not an Inspiron anymore, a model for noobs, but an XPS. And after many phone calls to Dell’s sales department, I’m writing from the new and improved Olivia, an XPS 15z. My original choice was the XPS 15, but its weight is not really competitive against my last computer, but I’ll admit that the price difference between these two models with the same characteristics gave me a lot to think about. In the end I had to give up the idea of a mini laptop because a small screen is not very good to work on plans and because they get very expensive when you ask for more than four GB of RAM. But a lot of elements aligned themselves that allowed me to pick the 15z in the end, like the fact that the funding presented itself but most of all, that I don’t want to deal with heavy and uncomfortable laptops. This time I tried to document myself before buying: I read many reviews online, I saw many youtube videos so as to get an idea of what the computer looks like because –and this is a shame and a huge inconvenience- Dell doesn’t have any stores and the models I was interested in were not available on retailers. In spite of all that, the computer turned out to be a little different than what I expected. First, it has a weird thing in the joint between the laptop’s body and its screen, a sort of cylinder with cracks that is not too aesthetic and a part of the body is visible behind the screen. Also, I’m not a huge fan of the plastic strip that surrounds the body. It’s supposed to be the competition of the Macbook Pro, but this time I would have preferred that there was more imitation in the design. The keyboard has the keys separated and lightened, a very nice touch, but it lacks something that is unforgivable in my opinion: the integrated numeric pad that allows you to write certain characters with the Alt key. It was possible to ask for the Latin American QWERTY keyboard I’m used to, but I decided to take the French AZERTY so I could learn to write faster in that language. But this keyboard does not have the Spanish accents and without the numeric pad I can’t type the combinations to write those characters. I can accept the fact that I no longer have the buttons the first Olivia has to play movies or music, the Play, Stop, etc, but the lack of numeric pad is just absurd. It’s ok not to have it separated, but how difficult could it be to integrate it in the existing keys? How mediocre is that? I’ve been so mad that I’ve spent a whole week researching on the internet how to fix that and apparently my best option is to change the language of the keyboard because in any case, Dell’s computers no longer have the numeric pad. Besides that, the computer is nice, it has 8 GB de RAM, the processor is a Core i7 de 2.70 GHz and the graphics card is an Nvidia 525 M. Anyway, I haven’t started using her to make plans or renders but I hope I will do it soon. But I know what it’s ultimate challenge will be: WoW’s new expansion, “Mists of Pandaria”.
Hoy, por ser el cumpleaños de Yanis, voy a darme permiso de abrir la caja de Pandora de la nostalgia por todas esas cosas que compartíamos cuando estábamos en el mismo lugar. Tengo muy buenos recuerdos del Mall Multiplaza a las diez de la mañana, o más específicamente del Espresso Americano frente al Jetstereo. Cuando estábamos en vacaciones o buscando trabajo, agarramos la costumbre de ir a tomar café al Espresso. ¿Por qué a las diez? Porque a esa hora abre también Metromedia, que generalmente visitábamos después del café para ir a sufrir por los libros y revistas fuera de nuestro presupuesto. Además porque “Felicity” terminaba a las diez en Sony, así que no podía ser antes de eso. Cuando teníamos algo de dinero extra pasábamos primero por el Cinnabon que está en el primer nivel por unos rollos de nueces y subíamos por los capuccinos al segundo. Era esa época gloriosa en que no sabía que el capuccino sólo debe tomarse por la mañana, antes que me enseñaran en clases de italiano que sólo los turistas incultos lo toman por la tarde. Quién dijo que saber más te hace más feliz… Una variante de esa rutina era ir directamente al Espresso que está en el Metromedia de San Carlos, pero eso era cuando la sección de revistas quedaba en el primer nivel de la librería y no te decían nada cuando agarrabas una revista, la leías tomando un café y luego no la comprabas. Yo aprovechaba para leer la “Vogue”, “Cosmopolitan” o “Elle” americanas, porque generalmente no bajan de 100 lempiras. Yanis, como es el más culto de los dos, agarraba de esas revistas aburridas de ciencias, historia o arquitectura. Creo que entre una revista de moda y una de arquitectura jamás escogería la segunda, pero puedo argumentar que tengo veintiséis años siendo mujer y apenas nueve involucrada en la arquitectura. Dejamos de ir a San Carlos porque nos dimos cuenta que el Espresso allí era más caro (la granita costaba dos lempiras más que en el resto de la ciudad!) y luego remodelaron el local, lo dejaron muy pequeño y perdió todo su encanto.
Mi día favorito de la semana siempre ha sido el viernes. De hecho, una vez encontré un calendario del año en que nací y estaba decepcionada por no haber nacido un viernes, sino un jueves. El viernes por la noche siempre ha sido sagrado para mí, es el único momento en la semana en el que me prohíbo formalmente cualquier tipo de actividad intelectual o académica: no estudio, no trabajo, ni siquiera leo los viernes por la noche. Antes solían ser sólo para comer y ver televisión. Los esperaba con ansias y en mi antiguo trabajo teníamos un código entre todos los dibujantes en el que nos mirábamos y empezaba la “operación fuga” para irnos temprano. Yanis pasaba a recogerme y nos tocaba escoger nuestra cena. Teníamos nuestros menús favoritos: el primero era por supuesto, las hamburguesas de Ruby’s. Esas son las mejores hamburguesas que he probado en mi vida entera y Dios sabe que he probado muchas: a cada lugar que voy ordeno eso la primera vez. Eran jugosas, grasosas, con tocino, hongos, quesos raros, tostaban el pan con lo que debía ser una mantequilla muy mala para las arterias, la carne tenía sangre pero no tanta para parece “tartare de bœuf”. Hasta las papas eran exquisitas. Uno de mis grandes sufrimientos en Francia es que aquí nadie sabe apreciar una buena hamburguesa. He probado varias “al estilo americano” y todas parecen una versión poco inspirada de imitación Bigo’s. Pucha, hasta Bigo’s se me antoja ahora. No sé cuándo fue que descubrimos que Ruby’s tenía servicio para llevar, pero desde entonces ya no nos molestábamos en llenarnos de humo en ese restaurante donde los meseros seis de cada diez veces nos salían pedantes. Nos íbamos a la casa a comer tranquilos, claro, luego de pasar en el tráfico del boulevard Suyapa por una buena hora y media, por lo menos.
Número dos en nuestra lista tiene que ser el pollo con champiñones y hongos de Palacio Real. Estamos hablando de un plato que valía en aquel entonces 200 lempiras, una suma exorbitante para ser comida china. Pero valía cada centavo: los champiñones eran tan suaves, el pollo tan bien condimentado, la salsa era divina. La gente sueña con fuentes de chocolate, yo sueño con fuentes de esa salsa soya en la que sumergiría pedacitos de cebolla y apio.
E n los primeros estadios de nuestra relación desarrollamos una adicción poco saludable al popcorn chicken de Kentucky. Pero era inevitable: pequeños pedazos de pollo frito en salsa de mostaza y miel, ¿cómo se supone que nos íbamos a resistir? Allí fue cuando entendí porque tener carro es un instrumento tan importante para los hombres en cuanto a seducir mujeres se refiere. Creo que hay muy poco que le pude negar a Yanis una vez que me acostumbró al drive-thru de Kentucky. Pero eso sólo era posible cuando éramos jóvenes y vigorosos y poco conscientes de los efectos de la manteca de pollo en nuestros inocentes cuerpos. Y hasta que una vez los mezclamos con vino tinto.
Ahora que lo pienso, todos los buenos recuerdos de nuestra rutina tienen que ver con comida. Tuve que haber anticipado que esta iba a ser una relación donde la gastronomía iba a ser tan importante desde una de nuestras primeras citas, que fue en el Sushi Bar. Como Yanis viaja todos los años a Miami siempre regresaba contando de los restaurantes de varios países que había probado y en especial de los restaurantes de sushi, en los que él se había convertido todo un experto. Para ese entonces yo nunca lo había probado ya que no había muchos restaurantes de ese tipo en Tegucigalpa y los que existían eran muy caros. Era mi cumpleaños y él quería invitarme a probar sushi. Yo quería parecer relajada, mujer de mundo, totalmente cool, pero secretamente estaba angustiadísima por el hecho de comer pescado crudo en la primera vez que iba a salir con un chavo guapo que me gustaba mucho. No soy muy fan de los mariscos, al punto que voy a comer pollo frito al mejor restaurante español de paellas en Valle de Ángeles, sacrilegio por el cual mis padres han considerado seriamente desheredarme. Ordenamos el “barco”, un despliegue de varios tipos de rolls y nigiris. Yo pedí una Coca para tener algo conocido con que poder tragar todo eso. El Sushi Bar es un restaurante súper elegante, pequeño, acogedor, pero ultra snob, donde los meseros son insufribles y la carta tiene un largo ensayo sobre los orígenes del sushi y sobre qué no hacer mientras se está comiendo. Es ridículo, pero la comida es deliciosa. Sólo que esa primera vez yo estaba más que abrumada y nerviosa. Lo único que le pedí a Yanis es que no me dijera qué era cada cosa para no tener prejuicios. Todo iba bien, ni recuerdo de qué diablos estuvimos platicando, yo estaba concentrada más en poder tragar sin asco, que parecía que iba a ser un éxito hasta que en cierto momento tragué algo no identificado. Mejor dicho, algo que de seguro mi cuerpo identificó inmediatamente como camarón. Las ganas de vomitar fueron casi instantáneas. Creo que allí sí me retiré al baño, no recuerdo, hay una gran laguna mental provocada por la vergüenza. Le pregunté qué era esa cosa espantosa y me confirmó mis sospechas, pero por suerte eso fue lo único que no toleré y ahora soy una de esas personas que tienen que evitar comprar salmón crudo para comérselo directamente creyendo que es sushi barato.
Así que Yanis, esto es para que cumplas muchos años más y que probemos muchos otros restaurantes juntos.
Today, since it’s Yanis’ birthday, I will allow myself to open the Pandora’s Box of yearning for all of those things that we shared when we lived in the same place. I have many good memories of the Multiplaza Mall at ten in the morning, particularly of the Espresso Americano right in front of Jetstereo. When we were on vacation or looking for a job we picked up the habit of having coffee in the Espresso. Why at ten in the morning? Because that’s the time Metromedia opened up and we generally went there after the coffee to suffer for all of the books and the magazines we couldn’t afford. Besides, because “Felicity” on Sony ended at ten, so it couldn’t be before that. When we had some extra money we grabbed cinnamon rolls with nuts from Cinnabon on the first floor and went up for the cappuccinos in the second. That was the glorious time when I didn’t know that you should only drink cappuccinos in the morning, before they taught me in Italian class that only ignorant tourists drink them in the afternoons. Who said knowing more makes you happier… One variant from that routine was going directly to the Espresso inside of the Metromedia of San Carlos, but that was when the magazines section was on the first floor and they let you grab one and read it while having coffee and not buy it later. I always read the American “Vogue”, “Cosmopolitan” or “Elle”, because they always cost more than a hundred lempiras. Yanis, since he is the smartest one in the couple, always grabbed one of those boring science, history or architecture magazines. I think that between a fashion magazine and an architecture one I will never pick the second one, but I can argue that I have been a woman for twenty-six years but on the other hand, I only have nine years of being involved in architecture. We stopped going to San Carlos because we realized that the Espresso there was more expensive (the iced coffee cost two lempiras more than in the rest of the city!) and then they renovated the place, made it smaller and it lost its charm.
My favorite day of the week has always been Friday. In fact, once I found a calendar of the year I was born and I was disappointed of not being born on a Friday, but a Thursday instead. Friday night has always been sacred for me; it’s the only moment in the week where I forbid myself any kind of academic or intellectual activity: I don’t study, I don’t work, I don’t even read on Friday night. They used to be just for eating and watching TV. I waited for them impatiently and in my old job we had a secret code with my colleagues where we just glanced at each other and began the “work break operation” in order to leave early. Yanis picked me up and we had to choose our dinner. We had our favorite menus: the first one was, of course, hamburgers from Ruby’s. Those are the best hamburgers I have ever tried in my life and God knows I’ve tried many of them: it’s one of the first things I order whenever I go. There were juicy, fatty, with bacon, mushrooms, weird cheeses, they toasted the bread with what must have been very-bad-for-the-arteries-butter, the meat had blood but not so much to look like “tartare de bœuf”. Even the fries were exquisite. One of my biggest sufferings in France is that no one here appreciates a good hamburger. I’ve tasted many “American style” ones and all of them seem to be uninspired Bigo’s imitations. Damn, now I’m craving Bigo’s. I don’t know when we discovered that Ruby’s had take-out service, but since then we didn’t even bother to get our clothes all smoked up in that restaurant where six out of ten waiters were absolutely pedantic. We went home to eat blissfully, of course, after spending at least an hour and a half in the Suyapa boulevard traffic.
Number two on our list has to be the chicken with mushrooms from Palacio Real. We are talking about a dish that cost, at that time, 200 lempiras, an exorbitant sum for Chinese food. But it was worth every penny: the mushrooms were so soft; the chicken so well-seasoned, the sauce was divine. People dream of chocolate fountains, I dream of fountains with that sauce and having pieces of onion and celery to dip in them.
In the first stages of our relationship we developed an unhealthy addiction to Kentucky’s popcorn chicken. It was inevitable: little pieces of deep-fried chicken in honey mustard sauce, how were we supposed to resist? That’s when I understood why a car is such an important instrument for men when it comes to seducing women. There was little I could say no to Yanis once he accustomed me to Kentucky’s drive-thru. But that was only when we were young and vigorous and unaware of the effects chicken fat had on our innocent bodies. And until the day we mixed them with red wine.
Now that I think of it, every good memory of our routine has to do with food. I should have anticipated that this was going to be a relationship where gastronomy would be that important since one of our first dates that took place in the Sushi Bar. Since Yanis travels every year to Miami he always came back talking about the many restaurants from various countries he had tasted and especially the sushi ones, in which he had become an expert. At the time I had never tasted it before since there were not that many sushi restaurants in Tegucigalpa and those that existed were very expensive. It was my birthday and he wanted to invite me to sushi. I wanted to look relaxed, as a woman of the world, totally cool, but I was secretly anguished over eating raw fish on the first time going out with this very cute guy I really liked. I’m not a fan of seafood, to the point where I have fried chicken on the best paella restaurant in Valle de Ángeles, a sacrilege my parents have considered disowning me for. We ordered the “boat”, an array of many types of rolls and nigiris. I ordered a Coke so as to have something familiar to swallow all of that. The Sushi Bar is a very elegant restaurant, tiny, cozy, but super snob, where the waiters are insufferable and the menu even has this long essay about the origins of sushi and what you should not do while eating it. It’s ridiculous but the food is very good. It’s just that this first time I was overwhelmed and nervous. The only thing I asked Yanis was not to tell me what anything was so as to not have prejudices. Everything was going well, I don’t even remember what the hell we were talking about, I was more focused in swallowing without disgust and it seemed I was going to be successful until I put in my mouth something unidentified. In fact, something my body must have identified immediately as shrimp. The urge to vomit was almost instant. I think I went to the bathroom, I don’t remember, there’s this whole shame-induced blackout. I asked him what this horrendous thing was and he confirmed my suspicions but luckily that was the only thing I didn’t like and now I’m one of those people who has to refrain from buying raw salmon at the supermarket to eat it directly thinking is cheap sushi.
So Yanis, this is for many birthdays more and so we taste many more restaurants together.
El miércoles por la noche estaba sentada en el teatro donde unas pocas horas después se iba a presentar Tori Amos y me acordé de cuando empecé a escucharla. El primer álbum que me compré, luego de haber escuchado unas cuantas canciones suyas fue “To Venus and back”, que tiene dos discos, uno de canciones inéditas y otro en vivo. En esa época yo no la conocía mucho y como nunca había tenido la oportunidad de ir a muchos conciertos, escuchar discos en vivo no me entusiasmaba mucho. Pero como era el período previo a la piratería generalizada y a pedir cosas por internet, ese disco era la única forma que podía conocer las etapas anteriores de Tori. Sucedió que no sólo me encantó el disco en cuestión, sino que muchas canciones, una vez que conseguí todos los discos, me gustaron más en sus versiones en vivo que en estudio. Como muy buena geek llegué con mucha anticipación al teatro y fui la primera en entrar a la sala. El lugar era hermoso, tenía una gran bóveda y adornada con reproducciones de estatuas greco-romanas. La emoción me consumía, pero desgraciadamente la música de fondo que se tenían era una especie de country deprimente horroroso. La gente empezaba a llegar; al principio eran parejas de amigas, chavos solitarios y de repente la primera fila empezó a llenarse de un grupo de personas que parecían ser fanáticos locos. Estaba en tercera fila, en el asiento del pasillo por lo que creía que iba a tener un sólo compañero a mi lado, pero al final a mi izquierda, en un asiento desplegable, se sentó una muchacha que acompañaba a uno de los fanáticos de la primera fila, pero ella visiblemente no lo era y probablemente estaba hecha de piedra porque no aplaudió ni una tan sola vez, ni para el artista telonero, ni para Tori, ni para el cuarteto de cuerdas que la acompañó. A mi derecha una pareja de señores mayores italianos. Me compadezco de ellos: yo estaba en pleno éxtasis místico, aplaudiendo, me paraba cuando los otros se paraban, trataba de tomar fotos con mi aparatito amateur, y por un lado la muchacha estaba visiblemente aburrida, irritada y para nada conmovida, por el otro los señores tan tranquilos, rodeados de todos esos freaks, pero bueno, hasta ellos tomaron fotos con su teléfono. El artista telonero, Mark Hole, tocó unas cuantas canciones, sobre todo baladas, sobre cómo hace cinco meses terminó con su novia Zooey. Yo sé que muchas de las canciones de Tori son sobre su vida personal y ella por muchos años no tuvo tapujos en explicar que hablaba de ex novios, de su padre ministro metodista, de sus dificultades para tener hijos, pero tal vez porque nunca antes había oído hablar de este chavo sus confesiones me parecieron inapropiadas. Además, no creo que nadie en la sala se hubiera sentido realmente apesarado por él, estamos en Europa después de todo. Sus canciones estaban bien, pero no me llamaron mucho la atención, tal vez porque no estaba allí para verlo a él o tal vez porque me pareció pretencioso que vendiera su disco más caro que el de Tori, aún en edición especial!
Afortunadamente Tori no tardó mucho en aparecer. La acompañaron para la mayoría de sus canciones un cuarteto de cuerdas llamado “A million of shades” (acrónimo accidental de Amos?) con quienes grabó su disco más reciente, pero no había batería, ni guitarras ni nada más. Yo sabía que Tori trata de alternar hacer una gira con una banda completa y otra sólo con ella y el piano y tenía la esperanza que este fuera con el grupo, aunque el cuarteto de cuerdas fue una muy buena adición. El concierto comenzó con “Shattering sea”, la primera canción de su último disco, muy apropiada para empezar ya que es muy intensa. Continuó con “Way down”, de “Boys for Pele”, algo que me pareció casi inevitable, tomando en cuenta los paralelismos entre estos dos discos. “Pele” trata también el tema de las rupturas amorosas y quince años después “Night of hunters” gira alrededor de la misma temática, pero ahora desde una perspectiva diferente. Ya no se habla de una ruptura que la cantante ha experimentado en carne propia, sino la de un personaje ficticio que atraviesa una noche en la que ve su relación desmoronarse y decide tomar las riendas de su vida. Se ha escrito mucho sobre cómo el álbum evoca obras de compositores clásicos como Schübert y Satie, de allí su decisión de tocar en vivo con el cuarteto de cuerdas. Entonces en cierta forma, “Night of Hunters” es un “Boys for Pele” para la nueva generación, o un vistazo hacia el pasado de Tori y cómo lo ha superado. Es hasta metafórico el hecho que su hija canta en el disco, como un personaje que ayuda a la protagonista a superar sus obstáculos.
Si creo haber entendido una lógica detrás de la selección de canciones fue la de intercalar canciones lentas o intensas con otras más ligeras y divertidas como “Mr. Zebra” y “Programmable soda”. No son precisamente sus canciones más memorables, pero fueron buenos descansos intermedios. Me morí de la risa cuando empezó a tocar las primeras notas de una canción y le preguntó al público si sabía de qué canción se trataba. Empezaron a gritar cosas que nada que ver y Tori les dijo “No tienen idea, verdad?”. Era “River” de Joni Mitchell. Noobs.Mis momentos favoritos de la noche fue cuando tocó “Cruel” y “Siren”, el primero porque reemplazó los teclados electrónicos de “Cruel” con cuerdas y la segunda canción es excelente y poco conocida por lo que nunca hubiera creído verla en vivo. Cuando terminó lo que creíamos que iba a ser la última canción y se levantó, un montón de gente del público saltó de sus asientos para alcanzar el escenario. Fue un momento tan extraño, pero al parecer es normal en sus conciertos. Nadie regresó a sus lugares y esperamos el primer encore que consistió en una canción original del cuarteto de cuerdas que me dio ganas de desempolvar mis discos viejos de Apocalyptica. Para ser honesta, hubo demasiadas baladas; no entendí mucho la temática recurrente sobre el invierno (tocó dos canciones de su disco navideño que nunca me ha interesado particularmente, “River” empieza con notas de “Jingle all the way” y terminó el concierto con “Winter”) especialmente si apenas acaba de empezar el otoño y hubiera preferido canciones más conocidas y más movidas. Siempre me digo que es una lástima no haberla conocido para sus etapas Pele y Choirgirl porque fueron, las más agresivas es cierto, pero también aquellas en las que sus conciertos eran más intensos, cantaba a todo pulmón y uno sentía la descarga de energía, como si se estuviera exorcizando en el escenario. Desde entonces, hasta para las canciones más fuertes canta con más control, con más decencia, como si ya no quisiera despertar todos los demonios que la atormentaron antes. Entiendo que son etapas que se viven, se atraviesan y se dejan atrás, pero parte de ser una intérprete es hacerle justicia a esas canciones y regresar también al punto de partida donde fueron creadas. El concierto estuvo adorable, pero hubiera dado cualquier cosa por ver “Cornflake girl”, “Father Lucifer” o “Playboy mommy” en vivo. Y si de veras quería volver más ligero el ambiente es mucho mejor “Wednesday” que “Programmable soda”. También, me encanta “River” y probablemente sea el cover que más se acerca por su tema a “Night of hunters”, pero “Nevermind” está cumpliendo veinte años, como los cumplirá pronto “Little earthquakes”: ¿no hubiera sido mejor cantar “Smells like teen spirit”? Puede que suene inconforme con el concierto y sí, hubiera cambiado muchas cosas, pero probablemente mi problema es que conozco demasiado la carrera de la artista y tenía expectativas demasiado elevadas. Estoy consciente que hubiera sido muy difícil complacerme, pero estoy contenta por haber ido, me hubiera arrepentido de no haber estado allí. Además, siempre que quiera imaginarme cómo sería un buen concierto de Tori Amos tengo las canciones para tocarlas.
Wednesday night I was sitting at the theater where a few hours later Tori Amos and I remembered when I started listening to her. The first album I bought, after hearing just a few of her songs was “To Venus and back”, which has two CDs, one of previously unreleased songs and another one live. At the time I didn’t know much about her and since I hadn’t had the opportunity to go to many concerts, listening to live records didn’t particularly excite. But since it was the time before generalized downloading and ordering from the internet, that record was my only way of getting to know Tori’s previous eras. It happened that not only did I love the CD, but many of its songs, once I got a hold of all of her discography, I preferred in their live versions than in the studio ones. As a good geek I came very early to the theater and I was the first person to get in the room. The place was beautiful, it had a big vault and it was decorated with Greco-Roman sculpture reproductions. I was consumed with emotion but unfortunately the music in the background was a horrible and depressing country group. People started coming in; at first couples of girls, lonely guys and suddenly the first row started filling up with a group of people that looked like the hardcore crazy fans. I was in the third row, in the seat next to the hallway and I thought I was going to have just one person next to me, but in the end, to my left, in a folding chair, was a seated a woman who came with one of the fans from the first row, but she was visibly not a fan herself, and was probably made of stone since she didn’t clap, not even once, not for the opening artist, nor Tori, not even for the string quartet that accompanied her. To my right was seated an old couple of Italians. I pity them all: I was going through a mystical ecstasy, clapping, standing up with everyone else, taking photos with my amateur camera and on the other hand the woman was evidently bored, annoyed and not at all moved, and the couple was so calm, even though they were surrounded by all those freaks, but well, even they took some pictures with their phone.
The opening artist, Mark Hole, played a couple of songs, mostly ballads, about how five months ago he broke up with her girlfriend Zooey. I know most Tori’s songs are about her personal life and for many years she didn’t have any problems with explaining the fact that she sang about her ex boyfriends, her Methodist minister father or her difficulties in having children, but maybe because I’ve never heard of that guy before I found his confessions out of place and inappropriate. Besides, I don’t think anyone in the room was really sorry for him; we’re in Europe after all. But he sang ok, I didn’t care much for his music, maybe because I was not there to see him or because I found it pretentious that he sold his album even more expensive than Tori’s deluxe edition CD.
Fortunately Tori didn’t take long to appear onstage. For most of the songs she was joined by a string quartet called “A million of shades” (accidental acronym for Amos?) which she recorded the new album with, but there was no drums, guitars or anything else. I knew that Tori tries to alternate between touring with a full band and touring solo, but I had the hope this time she would do it with the band. The string quartet was a good addition though.The concert started with “Shattering sea”, the first song out of her latest record, very appropriate for starting up because it’s very intense. It continued with “Way down”, from “Boys for Pele”, something I found inevitable when we take into account the parallels between both albums. “Pele” is also about romantic break-ups and fifteen years later “Night of hunters” is also about the same theme, but now from a different point of view. Now it’s not about a break-up the singer has experienced directly, but about a fictional character that sees her relationship dissolve in one night and decides to take the reins of her own life. A lot has been written about how the album is inspired but the works of classic composers such as Schübert or Satie, hence her decision to play live with the string quartet. So if anything, “Night of hunters” is a “Boys for Pele” for a new generation, or a look back into Tori’s past and how she has overcome it. It’s even metaphoric the fact that her daughter sings in the record, as a person that helps the leading character in dealing with her obstacles.
If I understood correctly the logic behind the song selection it was about mixing slow and intense songs with lighter and funnier ones such as “Mr. Zebra” and “Programmable soda”. They are not her finest works but they were nice interludes. It was very funny when she started playing the first notes from a song and she asked the audience if they knew which song it was. They started yelling some things and Tori said “You have no idea what this is, right?” It was Joni Mitchell’s “River”. Noobs. My favorite moments of the night was when she played “Cruel” and “Siren”, the first one because she replaced the electric keyboards in “Cruel” with strings and the second song is excellent but it’s not well known and I never thought I would hear it live. When she finished what we thought would be the last song and got up, a lot of people from the audience jumped out of their seats and reached the stage. I was a weird moment, but apparently it’s normal in her concerts. No one returned to their seats and we waited for the first encore that was an original song of the string quartet that made me want to dust off my old Apocalyptica albums. To be honest, there were too many ballads; I didn’t get the winter recurring theme (she played two songs from her Christmas album that has never caught my attention, “River” starts with some notes from “Jingle all the way” and she ended the concert with “Winter”), especially since autumn has just started and I would have preferred more cheery and popular songs. I always say it’s such a shame that I didn’t get to meet her when she was in her “Pele” and “Choirgirl” eras because they were, the most aggressive ones it’s true, but also the ones in which her concerts were more intense, she sang her heart out and you could feel the energy, as if she was going through an exorcism onstage. Since then, even for the stronger songs, she sings in a more restrained manner, more decently, as if she doesn’t want to wake the demons that tormented before. I understand that those are stages you go through and later leave behind, but it’s a part of being a performer to do justice to those songs and go back to the point where they were conceived. The concert was lovely, but I would have given anything to hear “Cornflake girl”, “Father Lucifer” or “Playboy mommy” live. And if she really wanted to lighten the mood “Wednesday” is far much better than “Programmable soda”. Besides, I love “River” and it’s probably the cover that comes the closest to the “Night of hunters” theme, but “Nevermind” is celebrating its twenty year anniversary, as “Little earthquakes” will soon be: wouldn’t it have been better to sing “Smells like teen spirit”? I may sound unhappy with the concert, and yes, I would have changed a lot of things, but I probably know the artist’s career too much and had too high expectations. I’m aware that it would have been very hard to please me, but I’m happy that I went to the concert at all; I would have deeply regretted it not being there. Besides, whenever I want to imagine what a good Tori Amos concert could be, I have the songs to do it.
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