Cuando llegué a Francia no tenía ninguna intención de gastar dinero en un teléfono o en un plan de teléfono. Me traje a Tito, mi Sony Ericsson originalmente firmado por Tito el Bambino (firma borrada a los cinco minutos de que me fue entregado el celular) y para comunicarme invertía únicamente en tarjetas pre-pagadas. Pero he aquí que mi hoja de Excel del presupuesto mensual –porque los primeros meses llevaba un recuento casi exacto de todo lo que gastaba- mostraba un gasto igual o mayor al que representaría un plan mensual de telefonía. Hablé con un amigo que por muchos meses ni siquiera tenía teléfono, es decir, alguien aún más reticente que yo a caer presa del consumismo telefónico, pero cuando me explicó su plan y me enseñó el buen teléfono que le dieron me dije que tenía que considerar esas ventajas.
Así que un sábado me levanté temprano, algo insólito en mí, y fui a una boutique (…) en Mériadeck, el “mall” de Bordeaux. Cuando llegué resulta que la persona que me atendió nunca había oído hablar del plan que tiene mi amigo, pero me ofreció otro más caro, pero ligeramente más rentable que el prepago. (Me habría de enterar después que hay ofertas únicamente para internet que no están disponibles en las tiendas.) Lo único bueno del plan era que me permitía escoger un teléfono por un euro. Me mostró la selección de modelos disponibles y le dije que lo único que quería era un aparato con wi-fi y radio. Me mostró un Blackberry blanco. En Honduras, mis amigos que trabajan en una compañía de telefonía ya surfeaban en la ola generalizada de Blackberrys que ha invadido el planeta desde hace algún tiempo. Yo me había mantenido al margen porque los precios me parecían exorbitantes y siempre me dijeron que sin el plan de datos el teléfono no valía la pena. Pero contra toda predicción, me decidí por ese aparato porque su color blanco me pareció espectacular.
Lo primero que noté al llegar a mi casa es que en realidad el Blackberry no tiene radio integrada, pero le puedes bajar una aplicación que sirve de radio, cosa que yo no podía hacer con mi plan de pobre. Estuve todo el fin de semana imaginando las diferentes formas en que se lo tiraría a la cabeza a la vendedora porque todavía le pregunté si estaba segura que tenía el maldito radio. Este es un momento ideal para mencionar que me encantaba escuchar la radio las tres veces que salí a correr alrededor del campus y que es siempre algo muy práctico de tener cuando se tiene que esperar en alguna fila. No me gusta poner mi propia música en el teléfono porque siempre quiero escuchar algo diferente, prefiero sorprenderme o enojarme con lo que está de moda. Pero a pesar de sentirme profundamente estafada y que días después comprobara que el wi-fi en cuestión era lento y francamente inutilizable, me terminé quedando con el teléfono y regalé a Tito a mi hermano, que lo terminó olvidando en algún lado, en manos de alguien que no lo apreciará tanto como yo lo aprecié.
Resultó que con el dichoso plan terminaba gastando más de lo que invertía en las tarjetas. Siempre me quedaba sin saldo por pasar enviando mensajes, después de todo Dios sabe que sólo los adolescentes pasan pegados al teléfono. El saldo se me gastaba antes de la mitad del mes y me veía en la deshonrosa necesidad de gastar en tarjetas. Juré nunca más volver a tener un plan con esa compañía. Cosa que no cumplí, por supuesto. Un viernes en la tarde, mientras regresábamos de un ajetreado día de turistear por la Bretaña, recibí una llamada de una persona de la compañía que viendo las características de mi plan se dio cuenta que yo tenía un Blackberry pero que no lo estaba usando a su máximo potencial. Me explicó cómo justo en ese momento habían sacado un nuevo plan para Blackberrys, con mensajitos ilimitados, una cantidad de datos de internet disponibles y otra parte exclusivamente para Facebook y Twitter. Cuando dijo “Twitter” supe que era el final de esa conversación. Era aún más caro que mi plan, pero podría quejarme del plan en internet… Y a partir de entonces no he tenido vida. Lo configuré con mi cuenta de correo, que recibe cincuenta mil mensajes de parte de tiendas de ropa, noticias de Mtv, E! online, Rolling Stone y el ocasional correo de mis padres. Y descubrí el Blackberry Messenger, o cómo preguntarle a Herminio cualquier cosa en cualquier momento y desde cualquier lado del mundo. Sin contar con que ahora puedo prácticamente chatear por Twitter y si no respondo a alguna invitación por Facebook es porque paso saturada entre tantas cosas que malabarear al mismo tiempo.
Escribo desde lo que en términos de adicción se llama “lo más bajo”. No puedo vivir sin ese aparato estúpido; me levanto preguntándome quién me habrá escrito –nadie-, y siempre tengo la sensación de que la lucecita roja está centelleado y 99% de tiempo no es así. No me reconozco, no sé en qué me he convertido, no sé cómo detenerme y lo peor de todo es que la única salida que le veo a esto es cambiar el Blackberry por el Iphone, cosa que por el momento no es económicamente posible. ¿Afortunadamente? Para agravar el asunto, mi plan de datos es limitado y la aplicación para la radio está genial. Encontré una radio como la 94.1 de Tegucigalpa, pero sin los anuncios (¡!!!), pero me gasta los datos a los que puedo acceder en menos de dos días. Lo supe por las malas. Mi único remedio es mejorar mi plan a uno de datos ilimitado, pero ¿acaso me estoy escuchando a mí misma? Soy como una adicta que quiere más, que no descansará hasta tener más. Debí haber sabido que esto iba a pasar, como quisiera regresar el tiempo y recuperar a Tito, recuperar los gloriosos días del teléfono fijo, la época maravillosa en que no tenía que esperar como una idiota que ese aparato inmundo me diera buenas noticias.
Y después de esta profunda y conmovedora composición, los dejo con la canción más hermosa que se le pudo haber escrito a esta enfermedad que me consume.
When I came to France I had no intention whatsoever to spend money on a cell phone or in a phone plan. I brought Tito, my former Sony Ericsson originally signed by Tito el Bambino himself (signature erased five minutes after the phone was handed to me) and to communicate I only invested in pre-paid cards. But soon I found out thanks to my Excel monthly budget sheet –because the first months I used to keep a detailed account of almost everything I spent- that I was paying the same or even more that what a monthly plan would cost me. I spoke to a friend who for many months didn’t even have a phone, so someone even more reluctant than me to telephone consumerism, but when he explained to me what his plan was and he showed me the good phone he got out of it I said to myself that I had to consider these advantages.
So I got up early one Saturday morning, an incredible event, and went to a (…) boutique in Mériadeck, Bordeaux’s “mall”. It turned out that the salesperson had never heard of my friend’s plan but offered me instead a pricier one but slightly better than prepaid. (Later on I would find out that some offers are only available on the internet and are not at the stores.) The only good thing the plan had was that it allowed me to get a phone for one euro. The girl showed me the available models and I said to her that I only wanted one that had wi-fi and radio. She then turned herself to a white Blackberry. In Honduras, my friends who work at a phone company already surfed the generalized wave of Blackberrys that has invaded the planet from some time now. I had kept myself out of that current because the prices were exaggerated and they always told me that without the data plan, the telephone in itself is worthless. But against all odds, I chose that telephone because I found its white color just amazing.
The first thing I noticed when I got home was that in reality the Blackberry does not have an integrated radio but you can download an application that works like one, something I couldn’t do with my poor-people-plan. I spent the whole week-end imagining the different ways I would throw the damn thing at the sales girl head because I remember clearly asking her if she was sure that it had a radio. This is an ideal moment to mention that I used to love listening to the radio the whole three times I jogged around campus and it’s a really practical thing to have when waiting in line. I don’t like putting my own music on the phone because I always want to listen to something different and I would rather get surprised or angry at what’s popular right now. But in spite of the fact that I felt deeply ripped-off, especially because I later found out that the wi-fi was so slow it was frankly useless, I kept the phone and gave Tito to my brother, who accidentally left it stranded somewhere, in the hands of someone who will never appreciate it the way I did.
It turned out that I was spending more with the plan that what I used to pay for cards. I always ran out of credit because of my texting, after all God knows only teenagers speak too much on the phone. My credit was finished in the middle of the month and I saw myself in the shameful need of buying prepaid cards again. I swore to never have a plan with that company. A promise I did not keep, of course. One Friday night, while we were coming back from a busy day touristing around Brittain, I got a phone call from a person of the company that perusing through my contract realized that I had a Blackberry but wasn’t using it to its full potential. She explained to me that just now they had a new Blackberry plan, with unlimited text messages, an amount of data available for internet use and another for Facebook and Twitter alone. When she said “Twitter” I knew it was the end of the story. It was even pricier than my original plan but at least I could complain about it on the internet… And I haven’t had a life ever since. I set up my e-mail account, that gets fifty thousand messages from clothing stores, Mtv news, E! online, Rolling Stone and my parent’s occasional mail. And I discovered the Blackberry Messenger, in other words how to ask Herminio anything at any given time from anywhere in the world. Not to mention the fact that now I can practically chat on Twitter and if there is any invitation I don’t answer on Facebook is because I am so busy with so many things at the same time.
I write from what in terms of addiction is called “the bottom pit”. I cannot live without that stupid thing; I get up every morning wondering who was written to me –no one-, and I always have the feeling that the tiny red light is blinking when 99% it isn’t so. I don’t recognize myself, I don’t know what I’ve become, I don’t know how to stop and the worst part is that the only way out I see is changing the Blackberry for an Iphone, something financially impossible at the moment. Luckily? To make matters worse, my data plan is limited and the radio app spends all the data I have available in less than two days, I found out the hard way. My only remedy is to change to an unlimited data plan but, am I listening to myself? I like a junkie who wants more, that shall not rest until she gets more. I should have known this would happen. How I wish I could turn back time and get Tito back, those glorious days of just land lines, the wonderful time in which I didn’t have to wait like an imbecile for that disgusting device to give me good news.
And after this deep and moving essay, I shall leave you with the most beautiful song ever written for this sickness that is eating me alive.
jajaja! Marce!!!!! y pensar en tus inicios en los celulares jejejeje!... Un abrazo amiga! :)
ReplyDelete:O Marce, yo he estado loca por querer comprarme un BB y ponerle plan a mi celular... Y no digamos ahora, con el plan de Free... Pero me aterra eso de la dependencia al celular! :'( Ya muy dependiente a la compu soy!
ReplyDeleteDeysi, te acordás cuando ni siquiera me quería comprar el primer celular, allá por Materiales de Construcción 1? Ahhh qué lejano que se siente eso! Un abrazote!!!
ReplyDeleteY sí Gaby, la verdad es que el BB es el complemento perfecto para la compu, pero el precio en tu salud mental es muy elevado. ;)
Oh... esa dependencia aterra... Cuidaos pequeñas! Cuidaos!
ReplyDeleteY yo que estaba empezando a considerar comprarme un smartphone, despues de leer este post he decidido que mejor no. Disfrutalo pues, ya que no queda nada mas que hacer.
ReplyDeleteAy Dios, veo demandas en mi futuro por daños y perjuicios en la ventas de BBs...
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