El pensamiento obsesivo de las últimas semanas ha sido el por qué yo siempre he considerado que es bueno tener experiencia en todos los campos de la vida, excepto en el de las relaciones amorosas. Mi gran orgullo hasta ahora había sido que mis noviazgos y romances unilaterales se podían contar con una sola mano y todavía recuerdo la infinita decepción que sentí cuando supe que mi primera relación no iba a ser la única. Tal vez esa extraña forma de ver las cosas esté basada en mi creencia que la experiencia en el amor, o mejor dicho en el desamor, no tenía otro resultado más que convertirte en alguien amargado, desilusionado, escéptico, “usado”. Que aplicar los beneficios de haber hecho algo muchas veces –anticipar situaciones, encontrar soluciones rápidamente, saber dónde invertir la energía-, cosas que normalmente son excelentes para el mundo laboral por ejemplo, resultan fatídicas cuando se trata de lidiar otras personas. Tenía miedo de empezar a ver patrones, de empezar a categorizar y estereotipar porque son las únicas formas de lidiar con algo en números extensos; tenía miedo de perder la capacidad de maravillarme e ilusionarme.
Pero al final, amargarse, dejar de creer, ¿no es una decisión como cualquier otra? ¿No sigue el mismo proceso que elegir ir a tomar un café un sábado por la tarde? Tal vez no sea una decisión que muchos toman conscientemente, tal vez necesite algo más de trabajo, pero es una decisión al final de cuentas.
Luego me puse a pensar que tal vez hay un nombre para la experiencia en las relaciones: promiscuidad. Pero, ¿cuál es el umbral de la promiscuidad? ¿A partir de qué momento se abandona el proceso natural de la prueba y el error para entrar en la completa decadencia? Tal vez la promiscuidad sea como el horizonte, esa línea imaginaria que se aleja a medida que uno avanza. O tal vez sea una noción que varía según la cultura y que muchos relacionan a la imagen que se proyecta a los demás, a lo que otros opinan de uno. Triste estándar si me preguntan a mí, estar pidiendo aprobación implícita de personas que al final no están allí cuando uno más las necesita.
Me digo que lo único que nos queda es disfrutar de la compañía que tenemos a mano, mientras la tenemos. Entregarnos incondicionalmente y completamente, con las mejores intenciones posibles. Los errores están destinados a cometerse porque nuestra sabiduría tiene un límite, pero por lo menos podremos voltear a ver atrás y decir que lo poco que duró fue profundo y significativo y dejó aprendizaje y esperanza en nuestras vidas. Tal vez desear más allá de eso sea irreal, sea apego y por ende sufrimiento capaz de empañar lo bueno que se tuvo y llenarlo de reproches, exigencias y expectativas injustas.
Mientras más pienso en todo esto más se va enmarañando. Se vuelve denso, pegajoso y oscuro. Y cuando las cosas se ponen así sólo quedan dos cosas por hacer: recordar los objetivos primordiales y tratar de divertirse un poco. ¿Acaso no es esta la mejor sensación de todas? ¿No tener cuentas que rendirle a nadie, ser completamente libre de arruinarlo todo, aprender a ser verdaderamente independiente? Extraña danza de la victoria resultó ser esta.
The latest obsessive thought during the last few weeks has been why I have always considered that it’s good to have experience in every field of life, except when it comes to romantic relationships. I thought my greatest accomplishment so far was that I could count my boyfriends and one-sided romances with one hand and I still remember the infinite disappointment I felt when I knew my first relationship would not be my only one. Maybe this strange way of looking at things is based on the fact that experience in the matters of love, or failures in the matters of love, had no results other than turning you into a bitter, jaded, skeptical and “worn-out” person. That to apply the benefits of having done something many times – anticipating situations, quickly finding solutions, knowing where to invest your energy-, things that are usually excellent in a working environment for example, turn out to be disastrous when it comes to dealing with people. I was afraid I was going to start detecting patterns, categorizing and looking for stereotypes since they are the only way of dealing with things that come in large numbers; I was afraid I was going to lose my sense of wonder and hope.
But in the end, turning bitter, stop believing, are they not decisions like any other? Does this not follow the same process as choosing to go for a coffee on a Saturday afternoon? Maybe it’s not a decision most people take consciously, maybe it needs a little more work, but in the end it’s a decision.
I then started thinking that there is a name for experience in relationships: promiscuity. But, what is the threshold of promiscuity? From what point you abandon the natural trial and error process into complete decadence? Maybe promiscuity is like the horizon, that imaginary line that recedes when you go forward. Or maybe it’s a notion that varies according to the culture and that many relate to the image they portray to others, to what others think of you. A sad standard if they ask me, to be asking for implicit approval from people that are not even there when you need them most.
I say to myself that the only thing left to do is to enjoy the company of those who are at hand, while we have them. To give ourselves unconditionally and completely, with the better intentions possible. Mistakes are bound to happen since our wisdom has a limit, but at least we will be able to look back and say that, even though it didn’t last long, it was deep and meaningful and it left knowledge and hope in our lives. Maybe to wish beyond that is unreal, it just attachment and therefore suffering capable of ruining the good things we had and replace it with reproaches, demands and unfair expectations.
The more I think about this thing the harder it gets to sort it out. It gets dense, sticky and dark. And when things get this way there’s only two things to do: remember your main goals and try to have some fun. Isn’t this the best feeling ever? Not to have to explain yourself to anyone, being completely free to ruin it all, learning to be completely independent? This turned out to be a strange victory dance.
Comparto idea Marcela
ReplyDelete