11 April 2021
The Voice como un revelador de las diferencias culturales entre Francia y los Estados Unidos
Venirme a vivir a los Estados Unidos ha marcado una recaÃda casi total a
mi antigua adicción a la cultura popular (c.f. mi reciente interés por Taylor Swift).
Mi adicción solÃa ser tan fuerte que solo logré controlarla extrayéndome
totalmente del ambiente donde prosperaba, a.k.a. Honduras, cuando me fui por
primera vez en el 2010 y por segunda vez en el 2013. Sin acceso a un televisor
durante los dÃas de semana, poco a poco fui perdiendo la noción de quiénes eran
los artistas o los programas de moda, con una notable excepción: la versión
francesa de The Voice.
Mientras estuve viviendo en Suiza, la mayorÃa de los fines de semana me
iba a ver a Jacques a Lyon y él sà tenÃa televisor. Por suerte, no tenÃa cable y
por ende ningún acceso a E! Entertainment Television, por lo que pude soportar
ver un reality show sin caer en mis viejas costumbres. Empezamos viendo The
Voice de vez en cuando, las raras veces que regresábamos temprano de alguna
salida o cuando no salÃamos los sábados por la noche, pero sin darnos cuenta nos
quedamos enganchados. Llegamos al punto que cuando no podÃamos ver el episodio en
vivo lo bajábamos para verlo en otro momento.
Creo que ese año me gustó el programa por ser la primera temporada de
Mika quien, a pesar de que vivió sus primeros años en Francia, tiene
referencias culturales y musicales muy diferentes a las de sus otros colegas
jueces por haber estudiado en Inglaterra. Mika era el único juez que yo
conocÃa, los demás eran cantantes franceses o canadienses desconocidos para mÃ.
El participante de Mika ganó esa temporada, un cantante de origen gitano
increÃblemente talentoso, Kendji Girac, que ahora tiene una carrera de mucho
éxito en Francia.
El segundo año me enganché porque la nueva juez era Zazie, una cantante-compositora
que me cayó muy bien porque le gusta el rock y en su forma de cantar se nota
que le gustan mis artistas favoritas, como Tori Amos. Vi la temporada siguiente,
pero empecé a perder el interés y ni recuerdo quién ganó. El año siguiente,
Jacques se fue a TurquÃa por nueve meses y nunca más volvà a ver el programa.
Heme aquà en los Estados y le propuse a Jacques que empezáramos a ver la
versión gringa, que nunca habÃa visto. Desafortunadamente, ni Christina
Aguilera, ni Gwen Stefani, ni Alicia Keys son jueces este año. Me tengo que
conformar con Blake Shelton (who???), Nick Jonas (guácala), John Legend (emoji de
persona levantando los hombros con indiferencia) y Kelly Clarkson, la única que
me gusta. A pesar que empecé a ver American Idol después de que ganó, pasé todo
el 2005 escuchando su disco “Breakaway” sin interrupciones, asà que le tengo
mucho cariño.
Obviamente, el formato del programa es el mismo en los dos paÃses, pero la
versión gringa y la francesa de The Voice tienen muy poco en común. Más bien,
muestran las diferencias contundentes entre las dos culturas. Empecemos con el
presentador. En Francia, es el periodista Nikos Aliagas, en los Estados, el
antiguo presentador de Total Request Live de Mtv, Carson Daly. Yo no conocÃa a
Nikos, pero le tengo mucho respeto porque es un buen moderador y entrevistador.
Es serio, pero entretenido y muy inteligente. Después de la muerte de TRL, no
volvà a saber de Carson Daly pero, aunque lleva 10 años presentado The Voice, se
ve todo golpeado por la vida y tiene cero protagonismo en el programa. Es todo
estático, no tiene carisma y dice apenas lo estrictamente necesario para que la
competencia siga su curso. Nadie va a notar el dÃa que se vaya.
Es claro que la dinámica entre los jueces y los concursantes franceses y
gringos tiene que ser diferente, pero nunca me imaginé a qué grado. En Francia,
los jueces eran muy amables entre ellos, me los imaginaba casi amigos, yendo a cenar
y a tomar tragos juntos. Me imagino que lo hacen en broma, pero los jueces
gringos compiten entre ellos como que de eso dependiera su próximo cheque. Pasan
peleando tan seguido que eso le quita todo el protagonismo al pobre diablo
muerto de nervios que viene a cantar. La mayor parte del tiempo los jueces no dejan
hablar a los concursantes, no les preguntan nada aparte del nombre y los tratan
de convencer de ir a su equipo recalcando los defectos de los otros jueces, o
argumentando cuántas veces han ganado el concurso.
Exacto, en la versión gringa los jueces se creen los ganadores, como si
fueran ellos los que cantaran. Son tan egocéntricos que da vergüenza. Además, cada
juez representa un género de música y es muy obvio quién se va a dar vuelta por
el candidato dependiendo de la canción. Algunas veces un juez desobedece el
patrón, pero es extremadamente raro que los cuatro jueces compitan por una
misma persona. Esto es muy común en Francia y definitivamente no existe tanta
diferenciación de juez por tipo de música. Y esos sketches dizque cómicos que
hacen los jueces gringos solo muestra que no cualquiera es un buen actor.
Hay que decir que los cantantes gringos son mejores que los franceses.
Suena duro, pero es verdad. Después de todo, el estándar de una voz poderosa es
Mariah Carey o Whitney Houston, en cualquier paÃs que sea. Y con tanto gringo religioso,
cantan más seguido en las iglesias, lo que les da una ventaja significativa con
respecto a los ateos franceses que solo cantan obligados en las clases de
música. Pero porque los gringos son mejores me enoja más cuando eliminan a los
virtuosos que no tienen potencial de estrellas pop, es decir que no son jóvenes,
atractivos o con una historia patética detrás. Casi que parece requisito haber
sufrido para cantar bien, si se cree en los perfiles de los candidatos de The
Voice US. Cada uno está allà porque su mamá fue madre soltera, o ellos son
padres solteros, porque los trataron mal sus compañeros de colegio, porque
tienen una enfermedad incurable, un complejo sobre su cuerpo, o porque no
pueden pagar su alquiler a menos que persigan sus sueños. Sus historias son tan
tristes que ya me volvà inmune a sus peroratas lastimeras.
Asà que puedo decir que genuinamente me gustaba la versión francesa de The
Voice, con los jueces que yo conocÃ, porque cuando vi un episodio con los
actuales no me cayeron bien, mientras que me gusta detestar The Voice US, que
es una forma totalmente diferente de consumir un producto cultural. Y esto corresponde
a mi opinión de los dos paÃses, de hecho.
Moving to the USA has signified a complete relapse in my old addiction
to popular culture (cf. my recent interest in Taylor Swift). My addiction used
to be so strong that I was only able to control it by extracting myself from
the environment where it prospered, a.k.a. Honduras, when I left for the first
time in 2010 and for the second time in 2013. Without any access to a tv during
the weekdays, I started losing the notion of who were the hip artists or shows,
with a notable exception: the French version of The Voice.
While I was living in Switzerland, most weekends I traveled to Lyon to
see Jacques and he did have a tv. Luckily, he did not have cable and therefore
no access to E! Entertainment Television, which is why I could stand to watch a
reality show without falling into old habits. We started watching The Voice
occasionally, the few times that we came back early from any outing or when we
did not go out on a Saturday evening, but we got hooked without realizing it.
We even reached the point where, if we could not watch the episode live, we
downloaded it to watch it later.
I think I enjoyed the show that year in particular because it was Mika’s
first season as a judge. Mika spent his early childhood in France, but later studied
in England and so he has different cultural and musical references from that of
his fellow judges. He was the only judge I knew, whereas the others were French
or Canadian singers I had never heard of. Mika’s contestant won that year, a very
talented singer with Roma origins, Kendji Girac, who has a very successful career
in France.
The second year I got hooked because the new judge was Zazie, a
singer-songwriter whom I liked because she likes rock music and it is evident
in her way of singing that she likes some of my favorite artists, like Tori
Amos. I watched the next season, but I started losing interest and I do not
even remember who won. The next year, Jacques left for Turkey and I never
watched the show again.
So here I am in the US and I suggested to Jacques that we start watching
the American version of the show, which I had never watched before. Unfortunately,
neither Christina Aguilera, Gwen Stefani, nor Alicia Keys are judges this year.
I had to settle for Blake Shelton (who????), Nick Jonas (yuck), John Legend
(emoji of person raising his shoulders as a sign of indifference) and Kelly
Clarkson, the only one I love. Even though I started watching American Idol after she won, I spent all 2005 listening to her album “Breakaway” non-stop, so
I have a special place for her in my heart.
Obviously, the show’s format is the same in the two countries, but the
American and the French versions of The Voice barely have anything in common.
Instead, they demonstrate the overwhelming differences between the two
cultures. Let us start with the host. In France, it is the journalist Nikos
Aliagas; in the US it is the former Total Request Live host from Mtv, Carson
Daly. I did not know Nikos before, but I have great respect for him because he
is a good moderator and interviewer. He is serious, but entertaining and very
intelligent. After TRL’s death, I did not know what became of Carson Daly, but he
may be hosting The Voice for 10 years now, he looks beaten by life and has zero
relevance in the show. He is completely static, has no charisma and says the bare
minimum to keep the show going. No one will notice the day he does not show up.
It is clear that the dynamics between American and French judges and
contestants must be different, but I never imagined to what extent. In France,
the judges were very kind between one another, I pictured them as friends,
often having dinner and drinks together. I guess they are joking, but the
American judges compete against one another as if their next check depended on
it. They fight so much that they take the spotlight away from the poor nervous
soul who comes to sing. Most of the time the judges do not let contestants speak,
they ask them no questions besides their name and try to convince them to join
their team by highlighting the other judge’s flaws, or arguing how many times
they have won the show.
Exactly, in the American version the judges think they are the winners,
like they are the ones doing the singing. They are so self-centered it is embarrassing.
Besides, each judge represents a genre of music and it is obvious who will turn
for a candidate depending on the song. Sometimes a judge will go against the
pattern, but it is extremely rare that all four judges compete for the same
person. This is very common in France and there is definitely no clear
differentiation of the judges according to the type of music. And the so-called
funny sketches of the American judges only show that not everyone can be a good
actor.
It must said that the American singers are better than the French ones.
It sounds harsh, but it is true. After all, the standard for a powerful voice
is Mariah Carey or Whitney Houston, no matter the country. And with so much religious
Americans, they sing more frequently in their churches, which gives them a
significant advantage to the French atheists who only sing when they are forced
to in music classes in high school. But that the Americans are better only annoys
me more when the really talented ones are eliminated because they have no pop
star potential, meaning they are not young, good looking or with a pathetic history.
It almost looks like a requisite to have suffered to sing well, if you believe
in the profiles in The Voice US. Each one of them is there because their mother
was a single parent, or they are single parents, or because they were bullied
in high school, have an incurable disease, have body image issues, or because
they are not able to pay their rent if they do not follow their dreams. Their
stories are so sad that I became immune to those pitiful speeches.
So I can say that I genuinely loved the French version of The Voice,
with the judges I knew, because I watched one episode with the current ones and
did not like them, while I love to hate The Voice US, which is an entirely different
way of consuming a cultural product. And this matches my opinion of the two
countries, actually.
En el 2017, leà un libro que me hizo dejar de leer, y con mucha razón, librosde autoayuda, uno de mis géneros más frecuentes hasta entonces. Después de casi
cuatro años, tuve mi recaÃda con “Discover you Dharma, A Vedic Guide to Finding
Your Purpose” de Sahara Rose. El dharma, según el hinduismo, es nuestra misión,
nuestro propósito, la razón por la que decidimos encarnarnos en esta vida. Este
es un tema que me ha obsesionado desde la primera vez que escuché la versión
audio de “Las 7 leyes espirituales del éxito” de Deepak Chopra cuando era una
niña, probablemente porque nunca supe, y todavÃa no sé, cuál es mi propósito.
Siempre me han gustado varias cosas y cuando algo me interesa me obsesiono,
aprendo todo lo que puedo sobre eso y luego paso a otra cosa. Hay ciertos temas
que se quedan allÃ, pero se vuelven secundarios a la novedad que ocupa mi mente
en este momento. Nunca he tenido el camino claro, pero me encanta ver cómo
otros sÃ. Mi madre nació para ser médico, mi padre para ser ingeniero. A ambos
les apasionaba su trabajo, lo hacÃan bien – ahora están retirados – y su
trabajo no solo les permitÃa ganarse la vida, era sobre todo útil para la sociedad.
Me cuesta creer que el concepto de dharma no es cierto después de haberlo visto
tan claramente. Pero yo soy más como mi abuelo paterno que fue carpintero,
trabajó en las plantaciones de banano en el norte de Honduras, emigró un tiempo
a los Estados Unidos, abrió una venta de materiales de zapaterÃa, en fin, que probó
varias cosas sin quedarse con una sola.
Como a los 17 años me tocaba decidir una carrera que estudiar, escogÃ
arquitectura. A los 15 años me empezó a interesar el dibujo y la pintura y no
querÃa hacer otra cosa, pero sabÃa muy bien que eso no era una carrera en
Honduras. No me interesaba ser maestra de artes plásticas y las universidades
privadas estaban descartadas porque eran muy mal vistas por mis padres, además
que yo querÃa seguir con la tradición de ir a la universidad pública. Puesto
que las matemáticas no me resultaban un freno y viendo que lo único más o menos
artÃstico a disposición en la UNAH era arquitectura, la opción fue evidente.
Es muy difÃcil decir en retrospectiva si fue una buena elección, porque desde
mis años de estudiante tuve señales que no era eso lo que querÃa hacer, pero
simplemente nunca escuché. En efecto, me gustaron las matemáticas, la fÃsica y
las estructuras, me enamoré por completo de la historia de la arquitectura,
pero detestaba el diseño. Odiaba incluso las clases de representación gráfica,
que deberÃa haber disfrutado porque me gustaba dibujar. Tuvieron mucho que ver los
profesores: desde el momento en que el profesor no me gustaba, no le prestaba
interés a la clase y no hacÃa ningún esfuerzo. Es por eso que no sé nada de historia
de la arquitectura latinoamericana, por ejemplo, porque en esa clase lo único
que aprendà fue a dormir sin que el profesor no se diera cuenta. Pero nunca se
me ocurrió cambiarme de carrera porque sacaba notas decentes, tenÃa buenos amigos,
me sentÃa orgullosa de estar allà y todavÃa ahora le tengo mucho cariño a mi
universidad. Ahora pienso que hubiera sido más compatible con la carrera de comunicaciones
y publicidad en Unitec, o francamente mi vida hubiera sido más fácil si hubiera
estudiado informática, pero no serÃa quién soy en este momento.
Y tengo el diploma, pero no soy una arquitecta en el sentido que nunca soñé
con crear mis propias obras, nunca me interesó diseñar e incluso detesto el
mundo de la construcción. Tuve la suerte de ganarme las becas que me permitieron
estudiar una maestrÃa y luego el doctorado en historia del arte, porque si no,
no sé qué hubiera sido de mi vida. A pesar de todo, ya para entonces era muy
tarde para cambiar radicalmente de camino. Con mi formación de arquitecta la
opción más lógica era especializarme en historia de la arquitectura. Me quedé
con la contemporánea porque me gustaba, pero también porque no tenÃa una buena base
en ningún otro periodo histórico.
Durante esos años de estudio post-licenciatura mi objetivo fue trabajar
como profesora universitaria, pero con el tiempo me di cuenta que eso no iba a
ser posible. La competencia es ruda porque hay cada vez menos puestos en la universidad,
asà que las exigencias son muy altas en cuanto a número de publicaciones, de
posdoctorados en el extranjero y de conexiones con las personas correctas.
Cuando iba a las conferencias me sentÃa fuera de lugar, totalmente incapaz de
hacer “networking”. Siempre me ponÃa ansiosa antes de dar clases, aunque me
encantaran mis alumnos y aunque lo hiciera mejor con el tiempo. Mi tema de
investigación no fue muy prometedor tampoco como para visualizar una carrera a
largo plazo. Y estaba cansada de los contratos cortos y de tener que mudarme
constantemente. Asà que muy rápidamente me preparé a buscar trabajo.
Según mis registros, mandé por lo menos 41 aplicaciones entre octubre
del 2018 a mayo del 2019, en el periodo entre que dos de mis amigos leÃan mi
tesis, la mandé al jurado y esperaba la defensa. Apliqué a puestos de dibujante
de arquitectura, a puestos administrativos en universidades y hasta a
consultoras de educación superior que contratan personas con doctorado. Dos aplicaciones
salieron bien: la primera a un puesto de investigación en una empresa que hace
publicaciones sobre la historia de las empresas y la segunda a un puesto de
comunicaciones en una agencia de arquitectura. En el primero recibà una respuesta
negativa al principio, pero me llamaron un mes después para ofrecerme otro
puesto. Como todavÃa no tenÃa mi permiso francés de estadÃa solo podÃa hacer
una práctica, puesto que tenÃa el estatus de estudiante. Mi trabajo consistÃa
en hacer las entrevistas y la investigación para un reporte de responsabilidad
social corporativa. Nunca habÃa escuchado hablar de eso, pero me encantó
sumergirme en el tema y aprender de la empresa sobre la que estaba investigando.
Mis colegas eran adorables y mi jefe fue probablemente el mejor que he tenido
hasta ahora. Pero entretanto me llamaron de la agencia de arquitectura en ParÃs
que buscaba una persona para hacer la comunicación, siete meses después de
haber aplicado. No pude resistir la posibilidad de trabajar en esa agencia de
quién admiraba tanto el trabajo y de vivir en ParÃs.
Ese trabajo también me gustó y creo que eso es lo que me gustarÃa seguir
haciendo en el futuro. Pero ese trabajo no marcó el fin de los contratos cortos
y en cuanto vi que otra agencia buscaba un perfil similar al mÃo apliqué. Todo
sucedió de forma tan rápida que yo lo interpreté como el destino. Un martes vi
el anuncio en lÃnea, en la noche hice mi aplicación, la mandé al dÃa siguiente,
me contestaron el mismo dÃa, tuve la entrevista el jueves y el viernes me
hacÃan una oferta. Al martes siguiente estaba poniendo mi renuncia. Pero después
de tres semanas en mi nuevo puesto, mi jefa terminó con el periodo de prueba
alegando que tenÃamos visiones totalmente diferentes de la arquitectura.
Fue un golpe a mi ego como no lo tenÃa desde hace mucho, porque yo no
sentÃa que las cosas estaban saliendo tan mal. SÃ, mis jefes eran personas
complicadas, pero todo el mundo en el medio de la arquitectura lo es. Y que
alguien tomara esa decisión tan radical después de solo tres semanas, me
pareció cruel e injusto, en especial porque yo tenÃa mi otro trabajo seguro,
por lo menos por unos meses más. Ese nuevo puesto era permanente y yo me miraba
al fin con más estabilidad. Pero al perderlo la opción más lógica era venirme a
los Estados con Jacques mientras termina su posdoctorado. Me costó tanto
digerir la forma en que se dieron las cosas que por un momento sentà que estaba
cayendo en una depresión. Los primeros meses fueron muy difÃciles, entre el frÃo
del invierno, tener que esperar a ver si me daban mi permiso de trabajo, encontrarme
en un pueblo perdido sin nada que hacer, en plena pandemia, y dolida por lo que
habÃa pasado. Y no puedo dejar de preguntarme, ¿por qué demonios pasó todo eso?
¿No se supone que ya habÃa encontrado un trabajo perfecto que me gustaba y que
encima necesitaba justo lo que sé hacer bien?
El libro de Sahara Rose no me dio ninguna respuesta. Ella se quiere
presentar como una sucesora de Deepak Chopra para los “millennials”,
escribiendo con hashtags y malas palabras y tratando de convencerme que la
solución al dilema de la vocación es crear un canal de youtube de lo que más me
interesa, o convertirme en “coach” de cualquier cosa. Estoy exagerando, pero
apenas. No todo fue una pérdida, estoy leyendo su introducción al Ayurveda y
eso sà lo considero una revelación, pero me sentà tan frustrada con su manera
de tratar la cuestión del dharma y con el concepto en general. Se supone que el
dharma es aquello que hacemos de forma única, recibimos apoyo externo para
hacerlo y trae consigo abundancia en todas sus formas. Pero es una condición
del dharma que sea compartido y que beneficie a otros, porque se supone que es
una forma de servicio a la humanidad. ¿Cómo entonces me explican que existan
personas que tienen éxito en su maldad? ¿Me van a decir que el dharma de Juan Orlando
Hernández es ser un presidente narcotraficante que está empobreciendo a su pueblo?
¿Me van a decir que están alineados con su dharma todos los que trabajan o que
se benefician de él en el gobierno, en la empresa privada y en el crimen organizado
cuando son unos pocos haciéndole tanto daño a millones de personas? ¿Dónde está
la justicia espiritual? Que hayan condenado a cadena perpetua al hermano del
presidente no es compensación por la gente que se está muriendo de hambre, la que
han asesinado, la que se ha ido en caravanas, la que no encuentra trabajo, a la
que le están quitando sus tierras o privatizando sus fuentes de agua, o los
niños en centros de detención en la frontera de los Estados Unidos.
Lo más seguro es que nunca podré entender las injusticias del mundo o
las incoherencias de la espiritualidad. Lo único que me ha mantenido a flote en
la incertidumbre, que es el único estado constante en mi vida, es decirme que
allà donde estoy es donde debo estar y eso que estoy haciendo es lo que tengo
que hacer. Estos últimos meses ha sido tocar guitarra, cocinar y mantener mi
casa en orden. La semana pasada llegó mi permiso de trabajo y ahora la misión es
buscar un trabajo. El dÃa que lo encuentre, será un nuevo comienzo.
In 2017, I read a book that made stop reading, and with good reason,self-help books, one of my most frequent genres until then. After almost four
years, I had a relapse with Sahara Rose’s “Discover you Dharma, A Vedic Guide
to Finding Your Purpose”. Dharma, according to Hinduism, is our mission, our
calling, the reason why we chose to incarnate in this life. This is a topic that
has obsessed me since the first time I listened to “The Seven Spiritual Laws of
Success” by Deepak Chopra when I was a little girl, probably because I never knew,
and still do not know, what my purpose is.
I have always liked many things and when something interests me I get
obsessed, I learn everything I can about it and then move on to the next thing.
There are some topics that remain, but they become secondary to the novelty
that is occupying my mind in that moment. I had never had a clear path, but I
love seeing others who do. My mother was born to be a doctor, my father to be an
engineer. Both were passionate about their work, they did it well – they are
both retired now – and their job allowed them not only to earn a living, but it
was also useful to society. I find it hard to believe that the concept of dharma
is not real after having seen it so clearly. But I am more like my paternal grandfather
who was a carpenter, worked in the banana plantations in the north of Honduras,
emigrated for a while to the United States, opened a shoe materials shop; who
tried many things without sticking to one.
At 17, I had to decide on what to study and I chose architecture. At 15,
I began to take an interest in painting and drawing and I did not want to do
anything else, but I knew very well that that was not a career in Honduras. I
was not interested in being a fine arts teacher and private universities were off
the table, as my parents were against them. Besides, I wanted to continue the
tradition of going to public university. Since math was not an issue for me and
seeing that the only thing more or less artistic in my university was
architecture, the option was clear.
It is very hard to say in retrospective whether that was a good choice,
because even during my years as a student I had signals that this was not what
I was meant to do, but I just never listened. Indeed, I enjoyed math, physics
and the courses on structures, I fell completely in love with architectural
history, but I detested designing. I hated even the classes on graphical
representation, which I should have enjoyed since I liked drawing. It had much
to do with the teachers: as soon as I did not like them, I lost all interest in
the class and did no effort. This is why I know nothing on Latin American
architecture, for instance, because the only thing I ever learned in this class
was how to nap without getting caught. But it never occurred to me to change my
studies because my grades were decent, I had good friends, I was proud to be
there and still now, I have much affection for my university. I now think that
I would have been more compatible with the communications bachelor available in
a private university, or honestly that my life would have been much easier if I
had chosen to study computer science, but I would not be who I am right now.
And I have the diploma, but I am not an architect in the sense that I
never dreamt of creating my own works, I was never interested in designing and
I loathe the construction world. I was lucky enough to win the scholarships
that allowed be to study a Master’s degree and then a Ph.D. in art history, because
otherwise I have no idea what I would have done with my life. Despite everything,
it was already too late too change course radically. With my background in
architecture the most logical option was to specialize in architectural history.
I stayed with contemporary architecture because I liked it, but also because I did
not have a good foundation on any other historical period.
During those years after my Bachelor’s, my objective was to become a
university professor, but in time I realized that was not going be possible.
The competition is hard because there are less and less positions at the
university, so the standards are very high in terms of number of publications,
postdocs abroad and connections with the right people. Whenever I attended
conferences I felt out of place, incapable of networking. Whenever I had to teach
I class I felt anxious, even though I loved my students and I was getting
better with time. My research topic was not promising enough to visualize a
long-term career. And I was tired of the short contracts and having to move
constantly. So quickly, I started preparing myself to look for a job.
According to my registers, I sent at least 41 applications from October 2018
to May 2019, during the period when two of my friends were reading my
dissertation, I sent it to the jury and was waiting for the defense. I applied to
positions in architectural drafting, in university administration and even in
consulting companies who hire Ph.Ds. Two applications had positive results: one
as a researcher in a company that publishes on the history of companies and the
second was a position of communications officer in an architecture firm. In the
first, I received a negative answer at first, but they called me a month after
to offer me another position. Since I did not have yet my French residence
permit the only thing I could do was an internship, as I was still a student.
My job was to conduct the interviews and research for a corporate social responsibility
report. I had never heard about that, but I loved immersing myself in the topic
and learning on the company I was researching. My colleagues were adorable and
my boss was probably the best I have had until now. But in the meantime, I got
a call from an architecture firm in Paris that was looking for someone in the
communications department, seven months after I sent my application. I could not resist the possibility of working in
this agency whose work I admired so much and of living in Paris.
I enjoyed this work too and I think that this is what I would like to keep
doing in the future. But this job was not the end of the short contracts and
when I saw that another firm was looking for a profile similar to mine I
applied. Everything happened so quickly that I interpreted as destiny. On
Tuesday I saw the ad online, in the evening I wrote my application, I sent it the
next day, they replied to me a few hours later, I had the interview on Thursday
and got an offer on Friday. The following Tuesday, I was putting my resignation.
But after three weeks in my new position, my boss ended my trial period arguing
that we had entirely different visions of architecture.
It was a blow to my ego like I had not had in a very long time,
especially because I did not feel that things were going so bad. Yes, my bosses
were complicated people, but just like everyone is in the field of architecture. And that
someone took this radical decision after only three weeks seemed to me cruel
and unfair, especially since my previous job was secure for a few months at
least. This new position was a permanent one and I finally saw myself with more
stability. When I lost it, the logical option was to come to the US with
Jacques while he finishes his postdoc. I had such a hard time digesting the way
things turned out and for a moment I felt like I was falling into a depression.
The first months were so hard, between the cold in the winter, waiting to see
if I got my employment authorization, finding myself in a town with nothing to
do, in the midst of a pandemic, and hurt for everything that happened. And I
cannot help but asking, why the hell did all of that happened? Was I not supposed
to have found a perfect job that I enjoyed and that needed exactly what I am
good at?
Sahara Rose’s book gave me no answer. She wants to portray herself as Deepak
Chopra’s successor for “millennials”, writing with hashtags and curse words and
trying to convince me that the solution to the dilemma of one’s calling is to
create a youtube channel of what interests me or to become a “coach” of
anything. I am exaggerating, but barely. Not everything was lost: I am reading
her introduction to Ayurveda and that is a revelation to me, but I felt so frustrated
with her approach to the question of dharma and with the overall concept in
general. Dharma is supposed to be what we do in a unique way, we receive external
support for it and it brings abundance in all its forms. But it is a condition
for dharma to be shared and to benefit others, because it is supposed to be a
form of service to humanity. How can you explain to me that there are people
who succeed in their evil? Are you telling me that Juan Orlando Hernández’s dharma
is to be a drug-trafficking president who is impoverishing his people? Are you telling
me that those who work with him or benefit from him in the government, in the
private sector or in organized crime are aligned with their dharma, when they
are a little few harming millions? Where is the spiritual justice? That the Honduran
president’s brother was recently sentenced to life in prison is a meager
compensation for the people who are starving, who have been killed, who left the
country in caravans, who cannot find a job, who are being dispossessed of their
lands or who whose water sources are being privatized, or for the children in
detainment camps in the American border.
I may never understand the world’s injustices or spirituality’s incoherencies. The only thing that has kept me afloat in the uncertainty, the only constant state in my life, is to tell myself that wherever I am is where I am supposed to be and whatever I am doing is what I should be doing. These past months, it was to play guitar, to cook and to keep my house in order. Last week, I received my employment authorization and now the mission is to find a job. The day I find it, it will be a new beginning.
Hoy vengo a hablarles de mi obsesión más reciente: Taylor Swift. Para cualquier
otra persona que no ha vivido los últimos 10 años desconectado de la cultura
popular, esto puede sonar tan revolucionario como descubrir el agua caliente,
pero por una razón que desconozco, hasta ahora Taylor y yo habÃamos vivido en
mundos paralelos sin nunca cruzarnos realmente. Obviamente he escuchado sus
canciones famosas y estaba al tanto del infame incidente en el que Kanye West
le quitó el micrófono en los Video Music Awards de Mtv del 2009 cuando ganó
mejor video femenino. Y no es que no me gustara su música, es que nunca antes
hubiera pensado en escucharla de verdad, prestándole atención.
Todo cambió el año pasado cuando NPR agregó su disco “Folklore” a su
lista semanal de los mejores discos más recientes para el podcast “All SongsConsidered”. Desde hace varios meses me he propuesto como meta escuchar todos
los discos de la semana antes de escuchar el podcast, para tener mi propia
opinión y para descubrir nuevos artistas, porque ya estaba aburrida de escuchar
siempre la misma música. Para mi gran sorpresa, me gustó mucho el disco y lo
terminé bajando.
Para esa misma época, mi amiga Paula me vino a visitar a ParÃs, y una
noche después de andar caminando todo el dÃa por la ciudad, nos encontramos en
mi apartamento con ganas de ver algo ligero. Pusimos “Miss Americana” en
netflix, el documental sobre Taylor. Yo no conocÃa nada de su historia y me
pareció una persona con los pies bien en la tierra, a pesar de la fama
increÃble que tiene, pero todavÃa no sentÃa la curiosidad por escuchar sus
discos anteriores.
Eso ocurrió cuando uno de mis profesores favoritos de guitarra, JustinSandercoe, publicó un tutorial para tocar “Shake it off”. Son solo tres
acordes, pero Justin juega con los tipos de acordes y con el rasgueo para
variar la dinámica en la canción. Escuché la canción original y me pareció muy
divertida que me pregunté cómo era el resto de su música. No me imaginaba en qué
me estaba metiendo, porque Taylor tiene 9 discos. Y como es tan famosa, le han
sacado varios dvds en concierto, innumerables reseñas, artÃculos, reportajes,
podcasts, hasta libros. He pasado las últimas semanas buscando y luego leyendo,
escuchando y viendo todo ese material con la misma exhaustividad con la que
investigaba para mi tesis. Es absolutamente fascinante.
Me gusta mucho y me alivia saber – lo tengo que decir – que Taylor toca la
guitarra y el piano y escribe sus propias canciones. No es simplemente una
chava bonita a la que ponen a cantar lo que los “compositores” de música prefabricada
están sacando en cierta temporada o que ponen a bailar con poca ropa para
esconder que no sabe hacer nada más. Aunque ha trabajado con esos productores que
han homogeneizado/arruinado la música desde finales de los 90s, su fuente
principal de inspiración es su propia vida, sus relaciones, lo que le está
pasando en ese momento. Los colaboradores vienen después, para ayudarla a
plasmar su visión.
Estoy muy impresionada con la manera en que compone sus canciones,
accediendo como a una dimensión en la que esas canciones ya existen y es su
trabajo traducirlas en este plano. Me recuerda lo que explica Elizabeth Gilbert
sobre la creatividad en su libro “Big Magic” o en su charla de TED, asà como lo
que dice Tori Amos sobre que sus canciones son seres que llegan a visitarla y
ella es únicamente el canal que usan para manifestarse. Taylor tiene un
verdadero talento para las melodÃas, que son pegajosas sin ser empalagosas, y
sus textos son eficaces, ingeniosos y muchas veces divertidos. También
encuentro admirable que sus canciones son muy sencillas desde el punto de vista
musical. Usan pocos acordes, muchas veces son los mismos, pero sin que las
canciones suenen iguales, como lo muestra una chica que tiene su canal deyoutube dedicado a enseñar canciones de Taylor para guitarra. Eso tampoco
significa que las canciones son fáciles de tocar, como lo estoy comprobando
estos dÃas.
Sin mucha sorpresa, no logro conectar con los primeros discos, los que
sacó a finales de su adolescencia-inicios de su vida adulta. Voy a esperar que
los vuelva a grabar para escucharlos de nuevo y ver si cambio de opinión. Pero con
la excepción de algunas canciones, en especial en “Reputation”, me ha encantado
descubrir los discos a partir de “1989”, sus presentaciones en ceremonias de
premios y sus conciertos, en especial cuando toca las canciones en versión
acústica. Su concierto de “Tiny Desk” para NPR, el concierto en ParÃs para
promover “Lover” y el más reciente en el que toca por primera vez las canciones
de “Folklore” son joyas absolutas.
Obviamente, mucho se ha escrito sobre su vida como celebridad, sus
novios, exnovios, amigas, rivales etc. Para cualquier persona reticente a
escuchar su música por todo ese ruido, sepan que eso no tiene ningún valor. Soy
partidaria del enfoque de Rob Sheffield de la revista “Rolling Stone”, que sabe
de todo eso, pero que prefiere concentrarse en Taylor la compositora y cantante,
al punto de haberse convertido en una verdadera enciclopedia andante sobre la
obra de Swift. De hecho, estar leyendo todos esos artÃculos de Sheffield me
recordó a qué punto me gusta cómo escribe, y me hizo buscar su libro
absolutamente genial “Love is a Mix Tape” y continuar con los siguientes.
Para terminar, en estos tiempos en los que se está viendo cada vez más
claramente la discriminación, los abusos y la pura y simple misoginia que
sufren las mujeres en todos los campos, pero en especial cuando se atreven a
salir a la luz pública, no puedo evitar celebrar alguien como Swift. Muchos de
los conflictos que ha tenido le han hecho ver de frente lo dañinos que son los
comportamientos que se nos enseñan a las mujeres, como el gusto por complacer a
otros, la dependencia a la validación externa, en su caso de premios, la prensa
y colegas, o el no querer quedar mal con nadie. Su respuesta ha sido afirmarse
como feminista, denunciar, defenderse y hasta llevar a juicio a un tipo que la
acosó, y comprometerse polÃticamente después de muchos años de no hacerlo para
no afectar su imagen pública. Y sÃ, creo que mucha de la cubertura mediática
que ha tenido, en especial con respecto a sus relaciones, ha sido profundamente
sexista y deja claro cómo se trata diferente a los artistas hombres de las
mujeres. Y es por eso que, si tengo que elegir una canción para acompañar este
post, serÃa la versión acústica de “The Man” del concierto en ParÃs.
Today, I come to talk to you about my latest obsession: Taylor Swift.
For any other person who has not lived disconnected from popular culture during
the latest 10 years, this may sound as revolutionary as discovering hot water
but, for an unknown reason, up until now Taylor and I had been living in
parallel worlds that never really crossed. Obviously, I had listened to her famous
songs and I was aware of the infamous incident in which Kanye West took her microphone
after she won best female video at the Mtv Video Music Awards in 2009. And it
is not that I did not like her music, it is just that I had never considered
really listening to it, to pay attention to it.
Everything changed last year when NPR included her album “Folklore” to
its list of the best albums of the week for the podcast “All Songs Considered”.
For many months now, I try to listen to all of the albums of the week before
listening to the podcast, to form my own opinion and to discover new artists
because I was bored of always listening to the same music. To my surprise, I
really liked the album and ended up downloading it.
At the same time, my friend Paula came to visit me in Paris and one
evening after spending all day walking around the city, we found ourselves in
my apartment wanting to watch something light. We put “Miss Americana”, the
documentary on Taylor, on netflix. I did not know anything on her story and I
found her to be someone really grounded, despite how famous she is, but I was still
not curious to listen to her previous records.
That happened when one of my favorite guitar teachers, Justin Sandercoe,
posted a tutorial for “Shake it off”. It only has three chords, but Justin
plays with the types of chords and with strumming to change the song’s dynamic.
I listened to the original version and found it so fun that I wondered what the
rest of her music was like. I had no idea of what I was getting into, because
Taylor has nine albums already. And since she is so famous, there are many dvds
of her concerts, countless reviews, articles, podcasts, even books on her. I
have spent the last weeks searching and then reading, listening and watching
all this material with the same exhaustivity I used to investigate for my Ph.D.
It is absolutely fascinating.
I really like and I am relieved to know – I have to say it – that Taylor
plays the guitar and the piano and writes her own songs. She is not simply a
pretty girl who is put to sing whatever the prefabricated music “composers” are
making at a certain time or who is put to dance with little clothing to hide
the fact that she is incapable of doing anything else. Even though she was
worked with these producers who have homogenized/ruined music since the late 90s,
her main source of inspiration is her own life, her relationships, whatever she
is going through at the moment. The collaborators come after, to help her
execute her vision.
I am very impressed with the way she writes songs, accessing some sort
of dimension in which her songs already exist and her work consists in
translating them into this realm. It reminds me of everything Elizabeth Gilbert
explains on creativity in her book “Big Magic” or in her TED talk, as well as
what Tori Amos says about her songs being entities that come visit her and she
is only the channel they use to manifest themselves. Taylor has a real talent
for melodies, which are catchy without being corny, and her texts are effective,
clever and many times fun. I also find it impressive that her songs are very
simple from a musical point of view. She uses few chords, many times the same
ones, but her songs do not sound alike, as demonstrated by a girl who has an
entire youtube channel devoted to teaching Taylor’s songs on guitar. This does
not mean that the songs are easy to play, as I am finding out these days.
Unsurprisingly, I am having a hard time connecting with her first albums,
the ones she recorded at the end of her teenage years-beginning of her adult life.
I will wait for her to re-record them to listen to them again and see if I change
my mind. But, with the exception of some songs, especially on “Reputation”, I
have enjoyed discovering the records from “1989” on, her award shows
performances and her concerts, especially when she plays the songs in acoustic
versions. Her “Tiny Desk” concert for NPR, the concert in Paris to promote “Lover”
and the most recent in which she plays live for the first time the songs on “Folklore”
are pure jewels.
Obviously, much has been written about her life as a celebrity, her
boyfriends, ex-boyfriends, friends, rivals, etc. To anyone who is reticent to
listen to her music because of all this noise know all that has no importance
whatsoever. I am a partisan of Rob Sheffield’s approach, from Rolling Stone
magazine, who knows all about that, but prefers to focus on Taylor the
songwriter and singer, to the point of becoming a true walking encyclopedia on
Swift’s oeuvre. Actually, reading all those Sheffield’s articles reminded of how
much I love his writing and made me look for his absolutely brilliant book “Love
is a Mix Tape” and continue with the following ones.
To conclude, in these times in which it is becoming increasingly clear
the discrimination, the abuses and the pure and simple misogyny that women
suffer in all fields, but especially when they dare going in the public light,
I cannot help celebrating someone like Swift. Many of the issues she has faced have
shown her how harmful the behaviors we are taught as women are, such as living
to please others, depending on external validation, in her case awards, the
press and peers, or not wanting to be in conflict with others. She has responded
by affirming herself as a feminist, by denouncing, defending herself and even
taking to court a guy who harassed her, and taking political stands, after many
years of not doing so to not affect her public image. And yes, I do believe
that much of the media coverage she has faced, especially when it comes to her
relationships, is deeply sexist and shows explicitly who male and female
artists are treated differently. That is why, if I have to choose only one song
to include in this post it would be the acoustic version of “The Man”, for “Tiny
Desk”.
Pensé mucho en Anthony Bourdain durante el primer confinamiento del año
pasado, cuando mi única salida de la semana era para ir al supermercado y el
resto del tiempo lo pasaba en mi apartamento de 25 m2. Muchas personas
aprovecharon el encierro para experimentar en la cocina, hornear su propio pan
o preparar platos más elaborados que de costumbre. A mà me pasó todo lo
contrario, perdà todo el gusto por cocinar.
En tiempo normal, tengo un sistema bien estructurado con respecto a la
comida. Cada semana hago un menú de lo que voy a comer en los dÃas siguientes,
siguiendo recetas de libros y de blogs de cocina que sigo regularmente, lo que
me da la lista de ingredientes que me toca comprar en el supermercado.
Generalmente los domingos cocino la mayorÃa de los platos de la semana, de
manera a no hacer gran cosa de lunes a viernes después del trabajo. Asà puedo
llevar mi almuerzo a la oficina y me permito comer afuera los viernes, además
del sábado por la noche. Continué con el sistema durante el confinamiento, pero
perdà la motivación de andar buscando recetas. Los viernes y sábados terminaba
cocinando cualquier cosa que no necesitara una gran preparación, porque por
mucho que me encantaba mi barrio en ParÃs, no tenÃa buenos restaurantes a menos
de un kilómetro, que era el radio permitido para salir. Asà que trataba de
motivarme viendo programas de comida/cocina en modo maratón que empezaba los
viernes por la noche.
El primer programa que vi fue “Ugly Delicious” de David Chang. Cuando lo
empecé, no tenÃa ni idea de quién era y el año anterior habÃa intentado ver
este programa, pero el tipo me pareció tan antipático que, a pesar de que era
un episodio sobre tacos, desistà a la mitad. Que haya decidido darle una
segunda oportunidad solo muestra lo desolado que está el panorama culinario de
la televisión sin Bourdain. Tal vez es como en el amor, que supuestamente uno
se enamora de la persona con la que se pasa más tiempo, porque episodio tras
episodio, Chang terminó cayéndome bien. Hasta me dio lástima que solo hubiera
dos temporadas. En vez de hacer episodios según un lugar especÃfico, Chang los
hace temáticos, según un tipo de plato o de técnica. Asà fue como aprendà que
los tacos al pastor descienden directamente de los kebabs libaneses. Es que las
cosas más obvias se esconden a la luz del dÃa.
Fue por David Chang que me acordé que Padma Lakshmi existÃa. No recuerdo
cómo supe que tenÃa un programa en el que recorrÃa los Estados Unidos para
mostrar la comida traÃda por pueblos inmigrantes, pero yo tenÃa mis reservas
sobre ella. Hasta entonces, yo creÃa que Lakshmi era simplemente la
presentadora no muy amigable del Top Chef gringo y la ex esposa de Salman
Rushdie. Afortunadamente, vi el programa y descubrà a esa mujer increÃble.
“Taste the Nation” es muy personal para Lakshmi, que empieza cada episodio
recordando que ella llegó muy joven a los Estados Unidos proveniente de la
India. Pero el programa tiene también implicaciones e intenciones muy
polÃticas, denunciando el racismo del presidente americano de aquel entonces y subrayando
en pleno año electoral que ese paÃs no es nada sin las culturas ni la mano de
obra del extranjero. De hecho, Lakshmi toma el toro por los cuernos desde el
primer episodio yendo a la frontera entre México y los Estados Unidos. Pero son
los otros episodios que fueron una revelación para mà porque mostraban comidas
que todo mundo da por sentado como el chop suey, pero desde el punto de vista
de comunidades que viven en los Estados adaptando sus raÃces a ese nuevo
entorno. Nunca me hubiera imaginado que en Milwaukee se honraba tanto la
herencia alemana, o que en Paterson, New Jersey, habÃan tantos peruanos. Aunque
mi episodio favorito fue definitivamente el de Nueva York, donde Lakshmi va a
supermercados indios, presenta a su mamá y habla de su historia. Ahora pueden considerarme
una fan incondicional de Padma.
Pasé un fin de semana viendo “Nadiya’s Time to Eat”, el programa en
netflix de una de las ganadoras de la versión británica de “Great British Bake Off”, Nadiya Hussain. Recordaba muy bien la temporada en que ella participó y
me pareció increÃble ver cómo habÃa cambiado desde entonces. Cuando era una
participante en el concurso, Nadiya se vestÃa completamente de negro, no era
muy amable, pero hacÃa recetas muy interesantes, usando siempre combinaciones
atrevidas de especies. En este programa, Nadiya está siempre de buen humor en
su cocina colorida en el campo inglés donde nunca llueve y hace platos que se
ven fáciles y muy ricos. Sin embargo, no me convenció que en cada episodio
visitara a una persona, que generalmente no tenÃa tiempo para cocinar porque
trabajaba mucho, para enseñarle una receta, como si fuera posible cambiar las
injusticias estructurales de la sociedad con un simple quiche. Tampoco me
pareció muy relevante que fuera a visitar fábricas de productos transformados
para mostrar de dónde viene la comida que deberÃamos dejar de consumir. Pero el
acabose fue que usara productos enlatados en sus recetas. Que alguien llame de
urgencia a Jamie Oliver por favor. Aun asÃ, le estoy dando una oportunidad a su
nueva serie “Nadiya Bakes”, porque tengo la esperanza que sea mejor en su área
de especialidad, la reposterÃa, y por los tres episodios que he visto, parece
que mi intuición es correcta.
También hacÃa maratones de los videos de Claire Saffitz en el canal
youtube de “Bon Appetit”, que ya he mencionado previamente. Tengo que decir que
ningún otro de los presentadores logró cautivarme como ella, con la excepción
de Ricky MartÃnez a quien le debo finalmente haber aprendido a hacer pupusas.
Irónicamente, “Bon Appetit” se vio envuelto en un escándalo en el que su editor
tuvo que renunciar cuando salieron a la luz fotos antiguas de él disfrazado de
puertorriqueño y cuando se demostró que solo les pagaba a los presentadores
blancos por hacer videos y no a los BIPOC. Unsuscribe directo.
No puedo hacer un post sobre programas de comida sin dar una mención
honorÃfica a mi preferido desde hace varios años, “Très Très Bon”. Es un
programa francés que pasan en un canal sobre la vida en ParÃs, asà que se sitúa
en la cúspide del esnobismo. Su concepto es que un crÃtico, que por muchos años
no se mostraba frente a la cámara, visita mercaditos especializados y
restaurantes de lujo junto con invitados para probar sus productos o platillos
y darles una nota que va desde “no muy bueno” hasta “muy muy bueno”. En otros
segmentos, son presentadoras que prueban restaurantes de “street food”, o lo
más cercano a esa categorÃa que se puede encontrar en Francia, reposterÃas, y
hasta restaurantes con tendencias ecológicas y hoteles de lujo. Obviamente, la
mayorÃa de los lugares que visitan están en ParÃs, aunque a veces hacen
excursiones en otras ciudades de Francia y hasta en otros paÃses. Pero incluso
antes de vivir en esa ciudad me encantaba ver su variedad de restaurantes,
aprender sobre los diferentes criterios para juzgar una comida y ver cómo
muchos de los restaurantes más caros resultan no ser tan buenos en realidad. Mi
segmento favorito es, sin ninguna sorpresa, el de street food, presentado por
Mina Soundiram, la chava que me parece la más cool y elegante de mi generación
y no solo porque compartimos una pasión extrema por las hamburguesas.
Todo esto para decir que Anthony Bourdain me hace mucha falta. Trato
desesperadamente de buscarlo en los nuevos presentadores y en todo tipo de programas,
pero estoy consciente de que Bourdain era único e irremplazable. Aun asÃ, se
seguirán produciendo más programas de comida y los seguiré viendo. Después de
todo, ¿acaso no somos la generación que tiene que seguir haciendo las cosas,
aunque sepamos que todo está perdido de antemano?
I thought a lot about Anthony Bourdain during last year’s first
lockdown, when my only outing of the week was to go to the supermarket and I spent
the rest of the time in my 25 m2 apartment. A lot of people took advantage of sheltering
to experiment in the kitchen, to bake their own bread or to prepare more elaborate
meals than usual. For me it was the opposite, I lost all desire to cook.
In normal times, I have a very structured system when it comes to food.
Each week I do a menu of what I will eat in the next days, based on books and
cooking blogs I follow regularly, which gives me the list of ingredients I have
to buy at the supermarket. It is generally on Sundays that I cook most of the
meals of the week, so as to do as little as possible from Monday to Friday
after work. This allows me to bring lunch to the office and I give myself
permission to eat outside on Fridays and on Saturday evening. I continued with
the system during lockdown, but I lost the motivation to look up recipes. On Fridays
and Saturdays, I ended up cooking anything that did not necessitate considerable
preparation because, even though I really liked my neighborhood in Paris, I did
not have good restaurants in a 1 km radius, which was our permitted area. So, I
tried to motivate myself by watching cooking/food shows in marathons that I started
on Friday evening.
The first show I watched was “Ugly Delicious” by David Chang. When I
started, I had no idea who he was and the previous year I had attempted to watch
this show, but I found the guy to be so unfriendly that, despite the fact that
the episode discussed tacos, I left it halfway. That I decided to give it a
second chance only demonstrates how desolate the TV culinary landscape is
without Bourdain. Maybe it is just like love, in that you supposedly fall in
love with the person you spend the most time with, because episode after episode,
I ended up liking Chang. I was even sad that the show only had two seasons.
Instead of doing episodes based on a specific place, Chang adopts a thematic
approach, based on a specific type of dish or technique. That is how I learned
that tacos al pastor are direct descendants from Lebanese kebabs. The most obvious
things really do hide in plain sight.
It was thanks to David Chang that I remembered that Padma Lakshmi
existed. I do not know how I learned that she had a show in which she traveled
across the USA to show the food brought by immigrant populations, but I had some
reservations on her. Up until then, I thought that Lakshmi was just the cold US
Top Chef host and Salman Rushdie’s ex-wife. Luckily, I watched the show and
discovered this amazing woman. “Taste the Nation” is very personal for Lakshmi,
who starts each episode by reminding everyone that she came to the US from
India when she was very young. But the show has also very political implications
and intentions, by denouncing the racism of the American president at the time
and highlighting, in the middle of an election year, that this country is
nothing without the cultures or the workforce coming from abroad. In fact,
Lakshmi grabs the bull by the horns right in the first episode by going to the
US-Mexico border. But it is the other episodes that were a revelation to me because
they showed meals that everyone takes for granted, like chop suey for example,
but from the point of view of the communities that live in the US and adapt
their roots in this new environment. I had no idea that Milwaukee honored so
much the German culture, or that in Paterson, New Jersey, there were so many
Peruvians. But my favorite episode was definitely the one in New York, in which
Lakshmi goes to an Indian supermarket, introduces her mother and tells their
story. You can now count me among Padma’s unconditional fans.
I spent a weekend watching “Nadiya’s Time to Eat”, the netflix show hosted
by winner of “The Great British Bake Off”, Nadiya Hussain. I remembered very
well the season she participated in and was really surprised by how much she
had changed since then. When she was a contestant in the baking competition,
Nadiya wore only black, she was not very nice, but her recipes were very interesting
because she always used daring spice combinations. In this show, Nadiya is
always in a good mood in her colorful kitchen on the English countryside where
it never rains and prepares meals that look easy and tasty. However, I was not
convinced by the segment in each episode in which she visited someone, who
generally had no time to cook because they worked too much, to teach them a
recipe, as if it is possible to change the structural injustices of the world
with a simple quiche. I also did not find relevant the visits to factories of
transformed products intended to show where the food we should stop eating
comes from. But the worst of it all is that she uses canned foods. Someone needs to call Jamie Oliver ASAP. Yet, I am giving a chance
to her new show “Nadiya Bakes”, hoping that she is better in her domain,
baking, and based on the three episodes I have seen so far, it seems that my
intuition was right.
I also watched marathons of Claire Saffitz’s videos in the “Bon Appetit”
youtube channel, which I have mentioned before. I must say that no other host
managed to captivate me like her, except Ricky MartÃnez whom I can thank for
finally learning to make pupusas. Ironically, “Bon Appetit” was involved in a
scandal in which its editor had to step down when old pictures of him dressed as
a Porto Rican surfaced and when it was demonstrated that he only paid white
hosts for their video appearances and not the BIPOC ones. Unsuscribe directly.
I cannot make a post on food shows without giving an honorary mention to
my favorite for many years now, “Très Très Bon”. It is a French show broadcasted
on a channel devoted to life in Paris, so it belongs to the cusp of snobbery.
Its concept is that a critic, whom for many years did not appear in front of
the camera, goes to specialty grocery shops and upscale restaurants with guests
to taste their products or meals and rate them in a scale from “not very good”
to “very very good”. On other segments, other hosts taste “street food”
restaurants, or the closest you can find to this category in France, bakeries,
and even restaurants with sustainable practices or luxury hotels. Obviously,
most of the places they visit are in Paris, although they sometimes do excursions
to other cities in France and even in other countries. But even before I lived
in this city I loved watching its variety of restaurants, learning on the different
criteria to judge a meal and seeing how many of the most expensive restaurants
were not actually that very good. My favorite segment is, unsurprisingly, the
street food one, hosted by Mina Soundiram, the girl I believe to be the coolest
and most elegant of my generation and not only because we share an extreme passion
for burgers.
All of this to say that I miss Anthony Bourdain very much. I try
desperately to look for him in the new hosts and in all sorts of shows, but I
am aware that Bourdain was unique and irreplaceable. Even still, there will
always be new food shows and I will continue watching them. After all, are we
not the generation that has to continue doing things, even though we know that
everything is lost beforehand?
No creo que mi amiga Paula se imaginaba el impacto que iba a tener
cuando un dÃa me mandó un mensajito sugiriéndome que fuera a una venta efÃmera
de plantas que iba a tener lugar en Lyon en los dÃas siguientes. Le hice caso,
invité a una amiga, convencà a Jacques que viniera también y mi vida cambió por
completo.
Llegamos temprano el sábado por la mañana porque Paula me habÃa
advertido que llegaba mucha gente a estos eventos. Pero no me esperaba la fila
que rodeaba toda la cuadra, digna de una discoteca a la moda. Nos tocó esperar afuera
más de una hora y efectivamente, el lugar estaba repleto. Rápidamente entendÃ
por qué: habÃa muchas especies de plantas y la mayorÃa muy baratas. Yo no sabÃa
nada de plantas en aquella época, asà que me traje las que me parecÃan más
bonitas, unos cactus que creÃa iban a durar para toda la eternidad y una menta
y una albahaca para poder cocinar.
Fue allà donde empezó mi obsesión. Para saber cómo las tenÃa que regar,
comencé a investigar sobre los nombres de las plantas, sus orÃgenes y cuidados.
Y poco a poco me di cuenta que estaba lejos de ser la única interesada en las
plantas, esto es un verdadero fenómeno generacional. Alquilé libros en la
biblioteca municipal: guÃas de horticultura, libros de decoración interior con
plantas y relatos sobre su evolución, su inteligencia y hasta cómo comunican.
El libro “Urban Jungle” me hizo descubrir la cuenta instagram “Urban Jungle
Bloggers”, que me llevó a Summer Rayne Oakes y su espléndida cuenta de youtube.
Summer Rayne tiene más o menos mi edad, se graduó de estudios ambientales en
Cornell y tiene su casa en Brooklyn llena de más de mil plantas. Le han hecho
varios artÃculos y reportajes en la prensa y desde hace unos años hace videos
sobre cómo cuidar plantas en interiores según las diferentes especies y también
hace visitas de jardines botánicos y de viveros. Es tanto metódica y
cientÃfica, dando por ejemplo los nombres en latÃn de las plantas, como también
carismática.
Summer Rayne promueve los “plant swaps”, eventos para intercambiar
plantas, y buscándolos en Francia encontré páginas locales de facebook. Después
dar mis primeros pininos en propagación pude intercambiar algunos esquejes. Los
fines de semana iba a correr escuchando el podcast “On the Ledge” de Jane
Perrone, que discute de una especie por episodio. Instalé cortinas en el
apartamento, que abrÃa o cerraba según las necesidades de las plantas a lo
largo del dÃa.
Empecé con unas cuantas plantas, pero seguà yendo a otras ventas
efÃmeras, asà como a tiendas especializadas de plantas más difÃciles de
conseguir. Empezaron ocupando un rincón en el salón y poco a poco fueron
colonizando la cocina y el cuarto. Las observaba minuciosamente para ver si un
espacio les resultaba mejor que otros. Obviamente intenté hacer germinar
semillas de aguacate y milagrosamente lo logré, resultando en dos plantas
grandes y muy bonitas que me recuerdan mi paÃs. Al principio les ponÃa nombre a
las plantas, pero después tenÃa demasiadas como para acordarme.
Una de mis primeras adquisiciones fue una Ficus elastica que empezó con tres hojitas. En Lyon creció un poco,
pero cuando me mudé a ParÃs se convirtió en un verdadero árbol, seguramente
porque le encantaba el sol directo de la mañana desde mi ventanal orientado al
este y sin cortinas. De esa primera compra obtuve también la Maranta leuconera, una de mis favoritas
no solo por sus colores, sino porque se abrÃa y se cerraba con el pasar del
dÃa. No tenÃa ni idea que habÃa plantas que hacÃan eso.
Me regalé de cumpleaños una preciosa Calathea
orbifolia, que la pasó muy mal cuando la dividà porque estaba creciendo
demasiado. Una de las divisiones no pudo sobrevivir después de meses de agonÃa.
Tuve más suerte al dividir mi Pilea
peperomioides, asà que tenÃa la planta madre que crecÃa de forma muy
extraña y que tenÃa que sostener con dos palitos chinos, pero sus hijas estaban
creciendo bien.
Jacques me regaló una Peperomia
piccolo banda, que logré reproducir y hasta intercambiar, aunque se me
rebeló cuando le cambié macetera. Mejor la hubiera dejado donde estaba. Su mamá
le habÃa comprado una Spathiphyllum cuando
se mudó a Lyon y era una planta verdaderamente resistente. Por años la regamos
un poco al azar y no entiendo cómo sobrevivió cuando la dejamos por nueve meses
con un amigo que fijo no le paró bola en todo ese tiempo. Cuando se volvió
gigante la separé y las dos florecieron.
TenÃa una hermosa Draceana
marginata con unas hojas verdes brillantes. Me encantaba decirle a todo el
mundo que mi Dieffenbachia maculata es
extremadamente venenosa. Te puede dejar ciego si la savia te toca los ojos o
mudo si te la llevás a la boca. TodavÃa me acuerdo de mi felicidad cuando al
fin conseguà mi Monstera deliciosa gracias
a un intercambio en mi cuadra. Corrà el mismo dÃa a conseguirle un poste y
crecÃa tan bien, dándome hojas con fenestraciones. Me encantaba levantarme en
las mañanas para ver mi linda Oxalis
triangularis recibir el sol con sus hojas abiertas, que se cerraban al
llegar la noche. Y me daba mucha risa cuando me levantaba tarde, pero ella
estaba abierta aunque el cuarto estuviera oscuro todavÃa, como si me dijera que
el dÃa no esperaba a nadie.
TenÃa una Aloe vera que
supuestamente no se tiene que regar en invierno y se me deshidrató, pero por
suerte solo perdió unas cuantas ramitas. Cuando la dejé estaba creciéndole un
retoño que me morÃa por ver crecer para separarlo en su propia macetera. Mi
suegra me regaló unos esquejes de Tradescantia
zebrina que a ella le crecÃan de forma frondosa y a mà se me estiraron de
forma muy poco estética. Me compré una Tradescantia
spathacea que se alargó demasiado y le corté la parte superior que volvà a
plantar, pero volvió a alargarse. La estrella de la casa era nuestra Dionea muscipula, nuestra planta
carnÃvora que llamamos “Michonne” como el personaje de Walking Dead. Tuve que
leer un libro para cuidarla y estaba preparada psicológicamente para que no
sobreviviera, porque supuestamente son muy difÃciles de cuidar en especial para
principiantes. Pero le conseguimos su macetera de plástico, su turba de
esfagno, le tenÃamos una reserva de agua desmineralizada y siempre estaba en el
sol directo. No solo sobrevivió, sino que crecÃa muy bien. Me dolió tanto
separarme de ella.
Tuve menos suerte con los cactus. Se me murieron varios, incluso un
gordito peludo que me encantaba. Pero es que descubrà que mi amor puede ser sofocante
y ellos no soportan el riego excesivo que eso conlleva. Mi albahaca y mi menta
se infestaron de insectos y los boté por miedo a que me contaminaran las demás.
Por suerte no volvà a tener más accidentes de ese tipo. Nunca más de la vida me
vuelvo a comprar suculentas. TenÃa una Echeveria
que no le gustaba el sol directo, pero se me estiró y se miraba horrible. TenÃa
hasta ganas de botarla al final.
Mis hermosas plantas, mis bebés como las llamaba. Me las traje a ParÃs
desde Lyon, aunque ocuparon la mitad del camión. Me ayudaron a sobrellevar la
búsqueda de empleo y los confinamientos. Me enseñaron mucho sobre sobrevivir a
los cambios, sobre adaptarme a un entorno, pero también sobre reclamar mejores
condiciones cuando es necesario. Me hicieron darme cuenta que necesitaba cuidar
de algo vivo por mi propia salud mental. Las saludaba al llegar al apartamento
y me alegraba estar en mi casa para estar con ellas. A veces me parecÃa una
lata regarlas, pero otras veces era lo más cercano que tenÃa a la meditación.
Cuando me vine a los Estados las tuve que llevar a la casa de mi suegro a
Bretaña. Ahora no me atrevo a preguntar cómo están porque yo sé que nadie las
conoce, ni las puede cuidar o querer como yo lo hice. Y aquà no puedo tener
plantas porque tenemos alfombra y porque solo vamos a estar diez meses. Pinche
paÃs estéril.
I do not think that my friend Paula had imagined the impact that she was
going to have on me when one day she sent me a text message suggesting that I
go to a plant pop-up store that was going to open in Lyon in the following
days. I listened to her, invited a friend, convinced Jacques to come too and my
life changed completely.
We arrived early on Saturday morning, since Paula had warned me that a
lot of people came to these events. But I certainly did not expect a queue
around the entire block, worthy of a hip nightclub. We had to wait outside for
more than an hour and, indeed, the place was packed. I quickly understood why:
there were many species of plants and most of them very cheap. I did not know
anything about plants at the time, so I brought the ones I found the cutest,
some cacti I believed were going to last forever and a mint and a basil to
cook.
That is how my obsession started. To know how I should water them, I
started doing some research on the names of the plants, their origins and their
care. And little by little I realized that by far I was not the only one interested
in plants: this is a true generational phenomenon. I rented books in the
municipal library: horticulture guides, books on interior decoration with
plants, and books on their evolution, their intelligence and even on how they
communicate. The book “Urban Jungle” made me discover the “Urban Jungle
Bloggers” instagram account, which brought me to Summer Rayne Oakes and her
splendid youtube account. Summer has more or less my age, graduated from environmental
studies in Cornell and has her house in Brooklyn filled with more than a
thousand plants. There are many press articles and news segments on her and for
a few years now she has been making videos on how to take care of the different
species of houseplants and on guided tours of botanical gardens and plant
nurseries. She is as methodical and scientific, for instance by giving the
plants’ names in Latin, as she is charismatic.
Summer Rayne promotes “plant swaps”, events to exchange plants, and
looking for them in France I found local facebook pages. After making my first
steps on propagation I exchanged some cuttings. On the weekends, I went
running while listening to the podcast “On the Ledge” by Jane Perrone, who
discusses a single specie per episode. I installed curtains in the apartment,
which I opened or closed depending on the plants’ needs throughout the day.
I started with a few plants, but I kept going to other ephemeral sales,
as well as to specialized stores that had plants that were more difficult to
obtain. They started occupying a small corner in the living room and they soon started
colonizing the kitchen and the bedroom. I observed them meticulously to see if
one room suited them better than another. Obviously, I attempted to germinate
avocado seeds and miraculously I succeeded, resulting in two big and very nice
plants that remind me of my home country. At first, I named my plants, but then
they became too numerous to remember their names.
One of my first acquisitions was a Ficus
elastica that started with a mere three leaves. In Lyon it grew a little,
but when I moved to Paris it became a veritable tree, surely because it loved the
direct sunlight from the morning in my large window oriented to the east and
with no curtains. From that same first sale I also got my Maranta leuconera, one of my favorites, not only because of its
colors, but also because it opened and closed as the day went by. I had no idea
that there were plants capable of that.
For my birthday, I gave myself a beautiful Calathea orbifolia, which had a hard time adjusting after I divided
it because it was growing too much. One of the divisions did not survive after
months of agony. I had better luck when dividing my Pilea peperomioides, so I had the mother plant, which grew in a
very strange manner to the point that I had to hang it with chopsticks, but its
daughters were growing up quite nicely.
Jacques gave me a Peperomia piccolo
banda, which I managed to propagate and exchange, even though it became
quite angry when I changed its pot. I should have left her in her nursery one.
His mother had bought him a Spathyphyllum
when he moved to Lyon and it was a very resistant plant. For years we watered
it with no system whatsoever and I do not understand how it survived when we
left it with a friend for nine months, whom we are sure did not paid any
attention to it that entire time. When it became gigantic, I divided it and
both divisions flowered.
I had a beautiful Draceana
marginata with the lushest green leaves. I loved telling people that my Dieffenbachia maculata was extremely poisonous.
It can leave you blind if the sap touches your eyes and mute if it touches your
mouth. I still remember how happy I was when I got my Monstera deliciosa in an exchange in my neighborhood. The same day
I ran to buy a pole for it and it was growing nicely, giving me fenestrated leaves.
I loved waking up in the morning to see my beautiful Oxalis triangularis greet the sun with its open leaves, which
closed at night. And it was so funny when I woke up late, but its leaves were
open even though the room was still dark, as if it was telling me that the day
waits for no one.
I had an Aloe vera that I was
not supposed to water during the winter and got dehydrated, but luckily, it
only lost a few branches. When I left it, it had a pup growing up, which I was
dying to see grow up to put it in its own pot. My mother-in-law gave me cuttings
of her Tradescantia zebrina, which
grew so well for her, but they ended up elongated in a very un-aesthetic
manner for me. I bought a Tradescantia spathacea
that also elongated, so I cut its top and planted it again, but it elongated
once more. The star of our house was our Dionea
muscipula, our carnivorous plant we called “Michonne”, like the character
in the Walking Dead. I had to read a book to learn how to take care of it and I
was psychologically prepared for it not to survive, as they are supposedly very
difficult to take care for beginners. But we bought it a plastic pot, sphagnum,
we had a reserve of distilled water and it was always in direct sunlight. Not only
did it survive, but it grew very well. I had such a hard time leaving her.
I was less lucky with cacti. Many of them died, even a small fat and
hairy one that I loved very much. But I discovered that my love can be
suffocating and they cannot stand the excessive watering it entails. My basil
and mint were infested with bugs and I threw them out fearing they would
contaminate the rest. Thankfully I had no more accidents of the sort. I will
never buy succulents again in my life. I had an Echeveria that did not like direct sunlight, but it ended up
etiolated and looked horrible. I was thinking of getting rid of it in the end.
My beautiful plants, my babies as I used to call them. I brought them to
Paris from Lyon, even though they occupied half of the moving truck. They
helped me overcome the job search and the lockdowns. They taught me a lot about
surviving change, about adapting to a new environment, but also about reclaiming
better conditions when it is necessary. They made me realize that I needed to
take care of another living being for my mental health. I greeted them whenever
I came home and I was glad to stay in to be with them. Sometimes it was a drag
to water them, but other times it was the closest I was to meditating. When I
came to the States I had to take them to my father-in-law in Brittany. Now I do
not dare asking how they are doing, because I know that nobody knows them, nor can
take care of them or love them as much as I did. And here I cannot have plants
because we have a rug and because we will only stay ten months. Such a sterile
country.
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