Nunca he entendido a la gente que dice que le gusta el otoño o el
invierno. Hace frío, llueve mucho y el cambio de color en las hojas de los
árboles no tiene ningún impacto positivo en mi estado de ánimo. Lo único bueno
del otoño es que en la tele pasan “Le Meilleur Pâtissier”, la versión francesa
de “The Great British Bake Off”, un concurso de aficionados a la pastelería.
Cada semana, los participantes preparan un pastel o un postre en cada
una de las tres pruebas temáticas. La primera es el “Signature Bake”, en el que
reinterpretan un clásico de la pastelería. El segundo es el “Technical
Challenge”, en el que se da una receta a los participantes – con algunas
omisiones intencionales – generalmente de un pastel poco conocido o de
elaboración muy compleja y que es juzgado a ciegas por los jueces, es decir sin
saber quién lo realizó. La prueba final es el “Showstopper”, en el que cada
participante inventa un pastel con la intención de impresionar a los jueces.
Las semanas son temáticas, en el Reino Unido los temas son los tipos de
pasteles, de postre o de técnicas que se van a emplear, por ejemplo, una semana
está dedicada a las tartas, otra al pan, etc. En Francia, los temas no tienen
que ver con la técnica sino con la inspiración que deben tener los pasteles. En
la más reciente temporada hubo un episodio inspirado en Indiana Jones, otro en
los Estados Unidos, otro en la India y en los últimos años se ha vuelto
recurrente un episodio basado en “50 Shades of Grey”.
Sin embargo, la diferencia más importante entre las dos versiones del
programa es que en la británica algunas de las pruebas son para platos salados,
mientras que la francesa se dedica exclusivamente a preparaciones dulces. Yo
descubrí la versión británica mucho después de la francesa, así que me sorprendió
mucho ver a los participantes cocinando carne entre dos pasteles, pero ambos
resultados son igual de impresionantes y se ven exquisitos.
Los participantes son de todas las edades, desde jóvenes de menos de 20
años en algunas ocasiones, a personas mayores, y se dedican a todo tipo de
oficios. Recuerdo un participante que era guardia en una prisión. No me puedo
imaginar el contraste que debió existir entre su trabajo y entre la delicadeza
de sus pasteles semana tras semana.
Sin importar que los participantes vean la pastelería como un
pasatiempo, las pruebas que deben enfrentar requieren un conocimiento y manejo
muy preciso de varios métodos, algunos realmente complicados. No solo eso,
tienen que ser muy creativos, tanto en los sabores como en la presentación para
poder impresionar a gente del calibre de los jueces.
En las dos versiones, hay dos jueces escogidos según la fórmula de un
chef joven y una pastelera mayor. En Francia son Cyril Lignac, un chef
pastelero muy carismático y popular en el país y que salió un tiempo con Sophie
Marceau, y Mercotte, autora de libros de cocina y pastelería y presentadora de
un programa de radio sobre gastronomía. En el Reino Unido, los jueces son Paul
Hollywood, chef pastelero, y Mary Berry, autora de numerosos libros de
pastelería. Debo confesar que prefiero de lejos a los presentadores franceses,
que son mucho más calurosos y divertidos que los británicos. Tanto estos
últimos como los franceses son muy exigentes, pero Paul y Mary muchas veces
saben que los participantes se equivocan en algo y no se lo dicen, o les cuesta
mucho reconocer que algo salió bien, en especial a Paul. Y tengo un lugar
especial en mi corazón para Cyril Lignac que tiene un restaurante, una
pastelería y una repostería situados a cinco minutos de mi antiguo trabajo en
París. Muy seguido me podían encontrar los viernes comiendo en el parque de al
lado uno de sus “baba au rhum”, un pastelito empapado de ron y con crema en
medio. Y su “pan aux raisins”, un simple caracol con pasas, fue una revelación
que no he podido encontrar en ninguna otra parte.
A los jueces se suma una presentadora en Francia, y dos en el Reino
Unido, Mel y Sue, por lo menos hasta las temporadas que produjo la BBC y que
son las que yo he visto. Desde el 2016, el programa fue comprado por otro
canal, pero ya no cuenta con Mary Berry ni con Mel ni Sue, pero me he negado a
verlas por miedo a decepcionarme.
Lo que más me gusta de este programa es que, a pesar de ser una
competencia, después de cada episodio uno termina con una fe renovada en la
humanidad. Con el tiempo, uno aprende a conocer a los participantes, sus
habilidades y personalidades, y todos se ayudan entre ellos y terminan formando
un grupo muy unido. Además, descubrí la versión británica del programa justo en el periodo en el que estaba terminando mi tesis y buscando trabajo.
Todo parecía incierto y difícil y este programa fue una verdadera sopa de pollo
para mi alma de millenial.
Me encanta ver que los jóvenes sean particularmente buenos y por eso me
alegró mucho que las dos últimas ganadoras en Francia son muchachas jóvenes a
las que estoy segura este concurso les va a abrir nuevas oportunidades
profesionales. Pero aun los participantes que no aspiran a ser profesionales son
capaces de expresar sus personalidades en sus creaciones, aprenden y mejoran
con cada prueba y por ende tienen mucho que enseñarnos con respecto a la
dedicación y a la resiliencia.
Tengo que decir que el programa no me ha inspirado particularmente a
dedicarme a la pastelería, más bien lo contrario, sobre todo porque veo lo
increíblemente técnica que es y todo lo que puede salir mal. Todavía tengo
grabado en mi mente el fiasco de la vez que traté de hacer rollos de canela
caseros. Pero con Jacques agarramos la costumbre de comprar pasteles para ver
el programa todos los miércoles, lo que me parece más que suficiente por los
momentos.
I have never understood people who love fall or winter. It is always
cold, it rains constantly and the changing colors in the leaves have no
positive impact whatsoever on my mood. The only good thing about the fall is
that it brings with it a new season of “Le Meilleur Pâtissier”, the French
version of “The Great British Bake Off”, a competition of baking aficionados.
Each week, contestants prepare a cake or dessert in each of the three
themed challenges. The first is the “Signature Bake”, in which they reinterpret
a classic preparation. The second is the “Technical Challenge”, for which
contestants receive a recipe – with intentional omissions – of what is
generally a fairly obscure or very complex cake. Judges taste it blindly,
without knowing which participant made it. The final test is the “Showstopper”,
in which each contestant is free to invent a cake intended to impress the judges.
Every week is also themed; in the UK they are based on types of cakes, desserts
or techniques, such as pastry or bread week. In France, themes are not related
to technique but to the inspiration that cakes should have. For instance, in
the latest season there were episodes inspired by Indiana Jones, the USA, and India,
and “50 Shades of Grey” has become a recurrent one for two or three years now.
However, the most important difference between the two versions of the
show is that the British one includes savory dishes, whereas the French one is entirely
devoted to sweet ones. I discovered the British version way after the French, so I
was really surprised to see the contestants cooking meat in between two cakes,
but both results are equally impressive and seem delicious.
Contestants range in all ages, from those younger than 20 years old, to
much older ones, and they come from all types of professions. I remember that
one time there was a prison guard. I cannot imagine the contrast that must have
existed between his work and the finesse of his bakes week after week.
Even though this is just a hobby for the contestants, the challenges
they face necessitate a precise and extensive knowledge and mastery of various
methods, some of them really complex. Not only that, they must be extremely
creative, both in terms of flavor and presentation to be able to impress people
of the caliber of the judges.
In both versions, there are two judges selected according to the formula
of a young chef and an older baker. In France they are Cyril Lignac, an
extremely charismatic and popular pastry chef who dated Sophie Marceau, and
Mercotte, author of cooking and baking books and host of a radio show on
gastronomy. In the UK, the judges are Paul Hollywood, pastry chef, and Mary
Berry, author of numerous books on baking. I must admit I prefer by far the French
hosts, who are much warmer and funnier than the British ones. They all have
very high standards, but Paul and Mary sometimes know when the contestants are
making a mistake and do not tell it to them, or they have a hard time telling
them when they did good, especially Paul. Besides, I have a special place in my
heart for Cyril Lignac who has a restaurant and two bakeries five minutes away
from my old job in Paris. You could often find me eating a “baba au rhum”, a
cake drenched in rum and with cream in the middle in the park next door on
Fridays. And his “pain aux raisins”, a simple spiral pastry with raisins, was a
revelation that I have not been able to find elsewhere.
In addition to the judges there is also a host in France and two in the
UK, Mel and Sue, at least in the seasons produced by the BBC, which are those I
have watched. Since 2016, the show was bought by another channel, but it no
longer features Mary Berry nor Mel or Sue, so I refuse to watch them for fear of
being disappointed.
What I like the most about this show is that, even though it is a
competition, after each episode you end up with a renewed faith in humanity. With
time, you get to know the contestants’ abilities and personalities, and they
all help each other and form a united group. Furthermore, I discovered the British
version right at the time that I was finishing my dissertation and
looking for a job. Everything seemed uncertain and difficult and this show was
a truly chicken soup for my millennial soul.
I love watching young contestants who are talented and I was really
happy that the two latest winners in France are young women for whom the show
will truly open new professional opportunities. But even the contestants who do
not aspire to become pros are capable of expressing their personalities in
their creations, they learn and improve with each challenge and thus have much
to show us in respect to dedication and resilience.
I must say, however, that the show has not inspired me to take on baking,
quite the opposite, since I can see how technical baking is and the many things
that can go wrong. Plus, I still have on my mind the fiasco of when I tried to
make homemade cinnamon buns. But with Jacques we started buying pastries to watch
the show each Wednesday, which I think is enough for now.
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