Definitivamente no todos pueden ser obsesivamente responsables a la hora de cumplir con sus requisitos en la universidad. Por suerte, los que sí lo somos, disfrutamos cuando nuestros compañeros, que no matricularon a su debido tiempo el curso de Introducción a la Vida Universitaria, deben hacerlo a la mitad de su quinto año en la carrera.
Sin embargo, resultaron con ciertos beneficios: el primero es la satisfacción de contribuir a una campaña de concientización sobre el dengue en barrios marginales de extrema peligrosidad en nuestra ciudad capital; el segundo, convertirse en unas celebridades de la noche a la mañana, gracias a La Tribuna.

“It was like an act of hatred, like the cutting blow of a lash encircling her body: she felt his arms around her, she felt her legs pulled forward against him and her chest bent back under the pressure of his, his mouth on hers.
Her hand moved from his shoulders to his waist to his legs, releasing the unconfessed desire of her every meeting with him. When she tore her mouth away from him, she was laughing soundlessly, in triumph, as if saying: Hank Rearden –the austere, unapproachable Hank Rearden of the monklike office, the business conferences, the harsh bargains- do you remember them now? –I’m thinking of it, for the pleasure of knowing that I’ve brought you to this. He was not smiling, his face was tight, it was the face of an enemy, he jerked her head and caught her mouth again, as if he were inflicting a wound.
She felt him trembling and she thought that this was the kind of cry she had wanted to tear from him –this surrender through the shreds of his tortured resistance. Yet she knew, at the same time, that the triumph was his, that her laughter was her tribute to him, that her defiance was submission, that the purpose of all of her violent strength was only to make his victory the greater – he was holding her body against his, as if stressing his wish to let her know that she was now only a tool for the satisfaction –of his desire- and his victory, she knew, was her wish to let him reduce her to that. Whatever I am, she thought, whatever pride of person I may hold, the pride of my courage, of my work, of my mind and my freedom- that is what I offer you for the pleasure of your body, that is what I want you to use in your service- and that you want it to serve you is the greatest reward I can have.”
- A.R., “Atlas shrugged”

“Tertuliano Máximo Afonso dejó a un lado el paño de la loza y, mientras la taza, que se le escapó, se hacía añicos en el suelo, abrazó a María Paz, atrayéndola furiosamente hacia sí, el espectador más objetivo e imparcial no tendría dudas en reconocer que el llamado entusiasmo del principio nunca podría haber sido mayor que éste. La cuestión, la dolorosa y sempiterna cuestión, es saber cuánto tiempo durará esto, si será realmente el reencender de un afecto que algunas veces habrá sido confundido con amor, con pasión, incluso, o si nos encontramos sólo, y una vez más, ante el archiconocido fenómeno de la vela que al extinguirse levanta una luz más alta e insoportablemente brillante, insoportable por ser la última, no porque la rechacen nuestros ojos, que bien querrían seguir absortos en ella. Decíamos que mientras el palo va y viene, las espaldas huelgan, bueno, las espaldas, propiamente dichas, son las que menos están holgando en este momento, hasta podríamos decir, si aceptásemos ser groseros, que mucho más restará holgando él, pero lo cierto, aunque no se encuentre aquí grandes razones para lirismos exaltados, es que la alegría, el placer, el gozo de estos dos, tumbados sobre la cama, uno sobre otro, literalmente enganchados de piernas y brazos, nos haría quitarnos respetuosamente el sombrero y desearles que sea así siempre, a éstos o a cada uno de ellos con quienes la suerte los haga emparejar en el futuro, si la vela que ahora arde no dura más que el breve y último espasmo, ese que en el mismo instante en que nos derrite, nos endurece y aparta.”
- J.S., “El hombre duplicado”

“ « O sidus clarum puellarum, lui criai-je, o porta clausa, fons hortorum, cella custos unguentorum, cella pigmentaria! » et je me retrouvai sans le vouloir contre son corps dont je sentais la chaleur et le parfum âcre d’onguents inconnus de moi. Je me souvins: “Fils, quand vient l’amour fou, rien ne peut l’homme!” et je compris que, ce que j’éprouvais, fût-il trame de l’ennemi ou don céleste, je ne pouvais désormais rien faire pour contrecarrer l’impulsion qui m’emportait et: “Oh! Langueo” criai-je, et «Causa languoris video nec caveo ! » c’est qu’aussi un parfum de rose s’exhalait de ses lèvres et ils étaient beaux ses pieds, ses pieds dans ses sandales, et ses jambes étaient comme des colonnes et la courbe de ses flancs, comme un collier, œuvre des mains d’un artiste. O amour, fille de délices, un roi est pris à tes boucles, murmurai-je en moi, et je fus dans ses bras, et nous tombâmes ensemble sur les dalles nues des cuisines et, je ne sais si de ma propre initiative ou grâce à son art à elle, je me trouvai libéré de ma robe de novice et nous n’eûmes point honte de nos corps et cuncta erant bona.
Et elle me baisa des baisers de sa bouche, et ses amours furent plus délicieuses que le vin et l’arôme de ses parfums m’enivrait de délices, et son cou était beau entouré de perles et ses joues cerclées de pendentifs, que tu es belle, ma bien-aimée, que tu es belle, tes yeux sont de colombes (disais-je) et laisse-moi voir ton visage, fais-moi entendre ta voix. Car ta voix est harmonieuse et ton visage enchanteur, tu m’as fait perdre le sens, ma sœur, tu m’as fait perdre le sens, d’un seul de tes regards, avec une seule gemme de ton cou, tes lèvres distillent un rayon de miel, le miel et le lait sont sous ta langue, le parfum de ton souffle est comme celui des pommes, tes seins en grappes, tes seins comme des grappes de raisin, ton palais un vin exquis qui pique droit sur mon amour et coule sur les lèvres et sur les dents… Fontaine de jardin, nard et safran, cannelle et cinnamome, myrrhe et aloès, je mangeais ma gaufre et mon miel, je buvais mon vin et mon lait, qui était donc celle-ci qui surgissait comme l’aurore, belle comme la lune, resplendissante comme le soleil, redoutable comme des bataillons ? “
- U.E., “Le nom de la rose”
Yo quiero que mis artistas hayan tenido una infancia pobre y desgraciada, con padres divorciados, que los maltrataban físicamente; que no hayan ido a la universidad y se dediquen únicamente a crear su obra, dejen su casa a los 20 años y se muden a Nueva York sin el apoyo de su padre y con sólo 35$ en los bolsillos; que se casen con una persona demasiado corriente pero que sean promiscuos, incestuosos y explícitos en sus narraciones; que queden embarazados a los 21 años, y estén obligados a ser padres solteros; que los violen al darle jalón a un desconocido; que sean misántropos y desadaptados sociales, atormentados religiosos que odien a Dios y por lo tanto no puedan evitar creer en Él, consumidos por los complejos de autoestima, repletos de inseguridades sobre su físico, incapaces de mantener una relación estable con otra entidad humana, discriminados por su género o raza, exiliados políticos que jamás podrían regresar a su país, condenados a muerte por un líder religioso y obligados a vivir a escondidas por el resto de sus vidas, incapaces de pagarse un almuerzo y que hayan dormido unas cuantas noches debajo de un puente; que pasen varias temporadas en la cárcel, o con trabajos forzados en algún campamento de prisioneros en Siberia; que participen en guerras y preferiblemente terminen lisiados, y/o con heridas psicológicas permanentes; que sus profundas depresiones los lleven al alcoholismo o a la automutilación; que consuman drogas, por motivos recreacionales, pero no necesariamente; que sean internados en hospitales psiquiátricos; que un día uno de sus empleados cierre todas las puertas y ventanas de la casa y le prenda fuego con todos sus habitantes dentro; que uno de sus padres, extremistas religiosos, indignado ante la vida de perdición de su hijo lo agarre a balazos; que en su vida nunca logren publicar un libro, o vender una pintura y vivan en la extrema pobreza; que sus hijos mueran de enfermedades misteriosas y estadísticamente improbables; que sin la ayuda de nadie construyan una cabaña en los bosques y se vayan a vivir por dos años sin contacto con otros humanos; que estén tan enfermos que no puedan levantarse de la cama en lo más mínimo y no tengan otro remedio que escribir, o que sean músicos y se queden sordos; que terminen suicidándose, de un escopetazo, o por asfixia al meter la cabeza en el horno de una estufa de gas.


¿Yo? Quiero una vida burguesa y tranquila, donde consiga todo lo que quiera y todo en ella salga bien. Y aún así, dejar detrás algo que merezca la pena ser recordado. Prefiero ver desde lejos cómo otros sufren por su arte, pero me asusta pensar en cómo voy a justificar el mío.

Muchas veces me pregunto si tengo la semilla, pero el precio lo estoy pagando.

La competencia que se tienen la mente y el cuerpo a veces es demasiado dispareja, en detrimento de la pobre persona que está siendo usada como pista de carrera.





Hace unas cuantas semanas me fui de viaje con mis tías y tres de mis primas originarias de la Ceiba, por un fin de semana. Yo era la voz de la sabiduría, rodeada de niñas de 15, 16 y 17 años, respectivamente. Una de ellas vive en los Estados, y ha sido enviada a estos parajes porque su madre, preocupada al darse cuenta que su hija es ligeramente vanidosa y superficial, quiere que esta adquiera un poco de perspectiva al sumergirse en un país tercermundista. Tengo reprimidos mis recuerdos de esas edades, por lo que fue un shock cultural darme cuenta de la forma de pensar y actuar de la juventud actual. Esperando la hora de salida de Tegucigalpa hacia el sur, mi madre sugiere un paseo por el mall, ya que a nuestra invitada de honor le gusta la ropa. Por compromiso únicamente y para integrarme con el grupo, me dedico yo también a buscar vestimentas. Me quedo absorta por cinco segundos con una pieza, volteo a ver y las niñas han desaparecido. Están afuera, tomándose una foto con un chavo que vieron pasar, les gustó y le pidieron que posara junto a ellas. Las llevo a tomar café y saludan como a cinco conocidos en un recorrido menor a 10 metros. Y ya platicando con ellas me entero de los noviazgos ilícitos que tienen con tipos 4 o 5 años mayores que yo.

Ayer asistí a la celebración del cumpleaños n°1 del hijo de una de las parejas más tiernas que he conocido. Entre los invitados, reconocí a una asistente graduada de mi famoso curso juvenil (…). La recordé porque tenemos a un conocido en común que me contó su historia de amor: ella y su ahora esposo, estaban muy enamorados, y él tenía un deseo ferviente de casarse con ella, pero eran muy jóvenes y él no daba señales de ser alguien responsable y maduro: a pesar de su personalidad extrovertida y agradable, no tenía ningún deseo de terminar de estudiar. Ella le deja claras las condiciones. Se casan únicamente si consigue su título universitario. En menos de lo que canta un gallo, él se gradúa de Derecho, y comienza a manejar el negocio familiar. Su hija es el vivo retrato de la madre.

Los padres del cumpleañero son un adorable testimonio de lo que ocurre cuando se mezclan protocolos ancestrales con gente joven y relajada: tuvieron una boda tradicional en una de las iglesias más bonitas de Tegucigalpa, sus hijos parecen modelos de Anne Geddes, pero ellos son personas muy simpáticas y adictas a World of Warcraft y Dungeons and Dragons.

Estoy seriamente tratando de convencerme que el mundo presente no es una novela de Jane Austen, a pesar de toda la evidencia que demuestra que para la mayoría de la gente, la pensante y la no, el entusiasmo por vivir consiste en encontrar con quién casarte. Por mi parte, el concepto de matrimonio sólo tiene sentido bajo una serie de lineamientos que considero indiscutibles y absolutos. Cualquier cosa fuera de eso es una pérdida de tiempo y prefiero morir sola con 40 gatos antes de conformarme con menos. La boda en sí me tiene sin cuidado: me gusta Vera Wang, pero no sueño con vestidos; me desmayo en las misas, y no soportaría ninguna celebración por ese motivo que incluya a más de 5 cinco personas. Pero tengo una falla en el sistema que mantiene en funcionamiento a esta criatura racional: quiero que me propongan matrimonio en el Bulli. No hay nada más cliché que pedirte que se casen contigo en un restaurante, así que yo nunca sospecharía que el susodicho tendría el coraje de atreverse a algo así, pero si hay un restaurante en el que valdría la pena sería en ese. La investigación y la preparación de las comidas es muy seria, pero los resultados son etéreos e infantiles. Es milagroso, casi mágico que detrás de algo tan habitual como la comida haya una filosofía, un criterio artístico. La vida diaria debería de tener un enfoque similar, no se puede esperar menos de alguien con quien querrías compartirla, ¿o sí?
Pero hoy tengo que decidir en menos de 24 horas cómo quiero ser los próximos años. Mañana es la reunión de mis ex compañeros de colegio, en celebración por los 5 años que tenemos de habernos graduado, y aunque me emocioné mucho en esa fecha, las nostalgias son disfrutables únicamente a la distancia; tener enfrente al objeto del recuerdo le devuelve las deformaciones originales que hacen tan exquisito que haya quedado atrás.

Me gusta mi vida en este momento, pero para alcanzar un estado en el que puedo hacer esa afirmación, fue obligatorio cortar de raíz muchas de las cosas que tendría que ver mañana. Además, extrañas coincidencias me hacen dudar de las buenas intenciones detrás de esa reunión.

Perfecto, decido no ir, con la condición de no sentirme mal y no conservar en una esquina de mi mente lo que podría haber pasado con ellos. Pero justamente hoy, me di cuenta que he estado engañando y mintiéndome sola: no importa qué tan cuidadosa he sido con mi vida actual, siempre logran reptar a ella recordatorios de esas babosadas en las que ya no quería volver a pensar. Maldita ciudad minúscula en la que todo el mundo se conoce: la única forma de empezar de cero es vivir en casa en el más estricto confinamiento.

El fino arte de postergar las decisiones será perfeccionado en las próximas horas.
No pude dejar de sucumbir a la tentación de convertirme en un Simpson:







Y de posar frente a mi antigua escuela ;)


Este extraño período de transición en mi carrera estudiantil es sólo entendible cuando recuerdas qué era tener 13 años y saber que no pertenecías a ningún lado: no eres un niño pequeño, poderoso y creativo, pero tampoco eres un atormentado e inseguro adolescente. Contemplas el panorama de la madurez, desde tu altar protegido: esta es la pubertad arquitectónica.

Las nuevas generaciones invaden los pasillos de mi facultad. Si antes no conocía a mucha gente porque todos eran un montón de veteranos aburridos, ahora no conozco a nadie porque son muy jóvenes para estar dentro de mi radio de influencia. La tercera edad se encuentra, en su mayoría, haciendo sus prácticas profesionales, y han alcanzado el glorioso estado en el que no hay clases vacacionales que puedan matricular, dejando a mis contemporáneos el duro trabajo de representar a aquellos que tenemos una pequeña idea de lo que realmente significa este noble oficio. Sólo que tengo que confesar que no es mucho.

En los primeros semestres como estudiante se permite que conserves tus delirios artísticos, porque tu poca exposición al trabajo ajeno te hace creer que tienes potencial, que esos chispazos de inspiración pueden llegar a ser algo genial. Haces dibujos, unas cuantas maquetas, pero el profesor de Introducción al Diseño advierte sobre la nube que se avecina: no importa qué tan increíbles sean los alumnos en las clases iniciales, en Diseño I hacen casitas cuadradas con techos a dos aguas. Unos cuantos diseños después, no hay restos de tu ego infantil, tampoco hay una gran fe en el futuro, y tienes tanto trabajo que estas demasiado ocupado para preocuparte de la falta de fundamentos teóricos de tus diseños, los de tus maestros o de la gente que construye en tu ciudad. Pero la tempestad se aquieta y aparece un rayo de luz a la distancia, uno que nunca te molestaste en considerar debido a su lejanía e improbabilidad: el mundo real.

Este universo paralelo del que en las aulas sólo se menciona en cuentos de terror y desgracia, es ahora una meta palpable a la cual aspirar. Es más responsabilidad, pero también mayores beneficios, el más grande de ellos saber que no haces dibujitos absurdos en papel: estamos hablando de dominar lo físico, poder ver en vivo y en directo los materiales cobrar forma, las multitudes de empleados obedecernos. La dimensión real de la arquitectura es la construcción, pero mientras espero algún día tener frente a mí una de esas cosas que sirven para fijar clavos, tengo que calmar mis inquietudes con un premio de consuelo.
Hace unos meses creía que con la clase de Taller iba a trascender la abstracción de los planos, pero, queridos lectores, se aprende a construir cuando se aprende a pagar lo que se proyecta. (La economía una vez más, demostrando ser el origen de los conocimientos.) En Organización de Obras, estamos calculando el presupuesto de una pequeña casa de habitación, pero la cantidad de trabajo es titánica, espeluznante, interminable, terminas una actividad y se reproduce en quinientas más. Cada mínima pelusa que se mezcla, se levanta o se pinta, debe ser cuantificada y cobrada. Pero extrañamente es muy entretenido. Es lo más real que he hecho en toda mi vida, y se siente bien saber que hay mucho más que las paredes desteñidas de esa universidad. Como expliqué en el principio: ahora estamos en el reino de lo tangible, pero sin la asoleada que están sufriendo los que sí están allá afuera en estos momentos.
01. ¿En cuál de los a*l*e*r*o*s reencarnarías si fuera posible?

Tengo que aclarar que todos esos niños son muy especiales por su cuenta, y yo sería una criatura muy afortunada de reencarnar en cualquiera de ellos si eso fuera posible, pero mi elección es un poco inevitable: reencarnaría en cierto muchacho amante del metal que vive cerca de mi casa. A pesar de lo obviamente parcializada que puedo estar, tengo varias razones que justifican mi elección. Si pudiera volver a nacer sería muy interesante hacerlo como un niño, porque de mi condición como entidad femenina, podría dar una cátedra. Como él, sería una persona muy dulce y humilde pero extremadamente talentosa a la vez. Tendría memoria ultra desarrollada, y no esa retentiva de pollo que me tocó. Pero sobretodo, la perspectiva de volver a estar en este mundo requeriría de mi parte un gran cambio a la hora de ver la vida. Yo tengo tendencia a enmarañarme en mis propias preguntas, lo que puede interrumpir la capacidad de disfrutar las cosas, mientras que él vive en el presente y es práctico en lugar de teorizar tanto. Sí, bueno, escucharía música escandalosa, pero siempre he creído que más importante que el género en sí que uno disfruta, es la pasión que sientes por ella y la forma en que ella amplía tu universo. No está de más mencionar que podría conquistar a un montón de chavas con mi talento culinario…

02. Top 5 guilty pleasures

1. La televisión que entumece el cerebro mientras te entretiene, especialmente si trata de la industria del entretenimiento.
2. Kentucky Fried Chicken
3. Única y exclusivamente en estos contextos: el reguetón cuando estoy bailando, y el hip-hop cuando conduzco.
4. La ropa. Me hace sentir tan dunda que me guste la ropa bonita.
5. Estoy suscrita como a 50 newsletters de revistas de chavas. Quisiera poder parar.

03. Si pudieras diseñar (arquitectónicamente, claro) un legado para la humanidad que viene; ¿qué sería? ¿Por qué lo harías? ¿Dónde estaría?

Si yo pudiera diseñar cualquier cosa en el mundo, con un buen presupuesto disponible, sería el Centro Cultural más grande de Latinoamérica, en Tegucigalpa. Me lo imagino como un complejo gigantesco, que combine actividades culturales “refinadas” con las más populares. Por un lado, una biblioteca obscenamente grande, con varias secciones, especialmente una dedicada a escritores nacionales; salas de lectura, y de exposiciones; auditorios para conferencias, salas de proyecciones de películas, área libre para conciertos. Pero por otro lado, cafés, cines y discotecas (varias, cada una dedicada a un género específico de música, hasta una con música del recuerdo para la gente mayor).

Este tipo de proyectos un gran potencial creativo, porque su naturaleza exige un diseño atrevido, innovador y llamativo. No hay forma de hacer algo discreto o conservador. Todos los países grandes tienen uno, lo mejor sería hacer algo tan increíble que ponga a Honduras en el mapa arquitectónico mundial, y que sirva como pauta para las construcciones siguientes. Tengo una pequeña esperanza en que una vez que se haga algo realmente impresionante aquí, la gente empiece a exigir cosas diferentes y de mejor calidad, y por ende nazcan grandes firmas de arquitectos también, del tipo que se encargan de múltiples proyectos en varios países. Ahhh, qué rico es soñar…

04. Elegí un país para tu exilio. Justificalo.

Tengo que decir que estoy parcializada para esta pregunta también. El centro Franco Hondureño de Enseñanza me inculcó por 14 años que la cúspide del mundo era Francia, así que esa es mi primera opción. Estudiar en la misma universidad donde se formaron doña Simone y don Jean Paul ha sido el sueño de mi vida. Me gustaría vivir allí por unos cuantos años, y después pasarme a alguna ciudad costera del Mediterráneo, cualquiera. Por supuesto, si todo sale bien, esa decisión no sería únicamente mía, y a la larga no me importa dónde me quede, sino con quién. En todo caso, sería la cúspide que necesiten buenos escritores y arquitectos latinos en algún país árabe.

05. ¿Cuál sería el libro que recomendarías con tu último aliento? Justificalo.

Me gustaría mencionar algún libro ultra rebuscado y snob para impresionar a todo mundo, pero mi elección sincera es “Little women” de Louisa May Alcott. Lo leí por primera vez cuando tenía alrededor de 12 años, y desde entonces tenía como tradición releerlo cada año en vacaciones de la escuela. Me fascinaba cómo estas niñas creaban un universo alterno a su penosa realidad a través de sus inclinaciones artísticas. Es del siglo XIX, por lo que las niñas sólo eran material para casarse, preferiblemente con alguien rico, hasta que aparece Jo March, que exige más de sí misma que ser sólo una mujer. Ese libro contiene además un prototipo de familia de la que me gustaría formar parte. Pero creo que lo más impactante es cómo te involucras tanto con una historia, que lo que ocurre con sus personajes te afecta a nivel personal, y todos ellos despiertan partes de vos mismo que no creías poseer. Ahora que estoy grande supe que muchos consideran a Louisa May Alcott como una escritora infantil, pero estoy leyendo por primera vez a Jane Austen y cuando las comparo, veo cómo lo que le falta a una, la otra lo tiene. Estoy segura que no sería la misma persona si no hubiera leído este libro.

Muchas gracias Andrés! Tus preguntas en realidad me dieron mucho qué pensar, y me dio mucha risa porque me fui de viaje el fin de semana, y a cada momento aparecía la respuesta a cada una de ellas.

Por supuesto, hay mucha gente a la que me gustaría entrevistar, pero ellos deben proponerse como voluntarios, siguiendo un protocolo:
1. Dejen un comentario ordenando: “Entrevístame”
2. Yo les enviaré un correo electrónico con 5 preguntas que escogeré.
3. Responderán todas las preguntas en sus respectivos blogs.
4. Incluirán en el post esta explicación y la oferta para entrevistar a alguien más.
5. Cuando otros pidan ser entrevistados, les darás sus cinco preguntas.
Última hora: Me tomo la libertad de trastornar el reglamento de estas entrevistas, y solicito plantearle cinco preguntas al señor Avilio. Ja!
La vida exitosa y feliz requiere del sutil manejo y equilibrio de los polos opuestos. Pues para tratar de calmar a la parte de mí que sigue siendo una niña mimada deseosa de atención, he dedicado estas últimas semanas a relacionarme mejor con el macho que habita en mis adentros, a prestarle más atención y atender sus necesidades, hasta lograr introducirme en el submundo de los habituales, y hasta ahora incomprendidos, placeres masculinos.

El primer día de mi investigación fue un domingo en el cual me quedé en cama el 90% del tiempo que estuve despierta, frente al televisor. Hice una especial selección de la peor programación que pude encontrar, durmiendo en los intervalos en los que sólo series prometedoras estaban al aire. Me atiborré de chucherías, o lo que cuente como tales en casa de una madre doctora: mangos, hongos en lata, pastel de frutas cristalizadas y para balancear las cosas y no perder la perspectiva femenina, arrasé con una provisión de chocolates ucranianos que tenían varios días de contemplarme en silencio.

Reconozco que mi iniciación al universo de los juegos de video ha enfrentado algunos retrasos por causas mayores. Tal vez mi instructor debería de ser menos atractivo que el juego en sí, pero la iniciativa está, sólo es cuestión de tiempo.

Por motivos científicos puramente, tuve que incluir en mis áreas de estudio el controversial tema de la pornografía. Reflexioné ampliamente sobre cuál iba a ser mi elección de película o programa que fuera más beneficioso para esta exploración, pero VH1 fue tan amable en proporcionarme el material que consideré el ideal en ese momento: una transmisión nocturna de Richard Gere todavía con el pelo negro, en “American Gigolo”. Eso es pornografía en su máxima expresión: una historia insustancial, con la única excusa de servir de relleno entre las escenas candentes. Pero los malditos de la televisora censuraron la verdadera única escena que justificaría aguantar por dos horas tan malas actuaciones y tan pobre argumento. Decepcionada e insatisfecha, cambié el canal para ver el estreno de la última temporada de los Soprano. Eso sí lo puedo disfrutar, a pesar de que Michael Imperioli sólo apareció por cinco segundos. Más allá de la inspiración que resulta para mí David Chase, y de ser otra sátira más, pero ésta disfrutable, de la familia norteamericana moderna, tengo que confesar que hasta lo más femenino en mí se emociona con las explosiones de sangre, golpes y matanzas. No tengo justificación filosófica: es violencia (en ficción) y me encanta.
La bebida es otro aspecto de la masculinidad con que no tengo ningún problema en abordar. No soy alcohólica, ni mucho menos. Mi reputación consiste en ser una de las pocas personas a las que les gusta el sabor más que los efectos de la cerveza, pero sólo se necesitan un par de ellas para que entre en un estado de sueño irreparable. Como no tengo muchas ocasiones para perfeccionar esa incipiente habilidad, tuve que aprovechar mi cumpleaños para tomar algo. Mis dos cocteles insignia en Ruby’s, y un vodka de mala calidad en Bamboo. Pero explorar lo cavernícola no implica abandonar el buen gusto, y no pude combinar ambas cosas de la mejor manera que con una botella de cidra española (no de esas americanas de juguete) y un episodio de “Family Guy” en FX latino.

Lo único que jamás voy a poder tolerar bajo ninguna circunstancia es el fútbol televisado, el fútbol en vivo y en directo, el fútbol como protagonista o cualquier cosa que implique a 22 (¿son 22, verdad?) tipejos corriendo detrás de cualquier pelota. Pueden ser de la Selección Nacional, la liga española, la copa de oro, el mundial, el torneo juvenil de Timbuctú; me valen. Pero esto es pura idiosincrasia personal, y no refleja una incapacidad de los miembros de mi sexo de poder disfrutar este deporte. De hecho, una de mis mejores amigas tiene en su perfil los siguientes intereses: “Música, leer, pintura, football (especialmente los futbolistas) “, así que no todo está perdido.

En conclusión, hay lecciones trascendentales que extraer de los clichés varoniles, como que suyo es el reino de los sentidos, “Carpe Diem” resume el eslogan bajo el cual viven, y que ser práctico puede ser mucho más divertido que vivir inmerso en dramas unilaterales. Sin embargo, me despido, es hora de una entrega más de “Grey’s Anatomy”.