A pesar que desde que vi el documental "I am an animal" que trata sobre la fundadora de PETA, Ingrid Newkirk, nunca he podido ver a un pavo de la misma manera, con todas mis fuerzas traté de olvidar esos recuerdos para darme a la tarea de cocinar un espécimen que pudiera ser consumido en esta celebración de Año Nuevo.
Debo aclarar que esta es una experiencia diferente para mí, no sólo por el hecho de que mis capacidades culinarias son limitadas, pero sobretodo porque yo soy toda una connoisseur de las carnes rojas. El pavo me resulta un animal exótico y, por su tamaño, anormal.
Para condimentarlo seguí una receta (¿empírica?) que me dio mi madre. Los ingredientes necesarios son los siguientes: 2 cabezas de ajo, 2 cebollas moradas, mucho culantro, apio, sal, pimienta y vinagre.
En un mortero se trituran los ajos, junto con la sal y las especies, mientras que por otro lado se pican las cebollas, el apio y el culantro, que deben ser licuados con un chorro de vinagre y un poquito de agua.
El pavo debe pincharse con un cuchillo, o para aquellos con adicción a asar carne, unas pinzas gigantes. Luego debe frotarse con el ajo y las especies y por último se frota con la pasta de las hierbas.
Se deja marinando en la refrigadora por un día entero.
Para el procedimiento de horneado seguí las sabias instrucciones que vienen en un paquetito junto con el "turkey lifter", que vienen en el pavo. Con las pechugas para arriba se coloca el animal en una bandeja y se le pone aceite en la piel. El horno debe ser precalentado a 325°F (aproximadamente 170°C, pero no pasa nada si uno redondea a 200°C). Hay una tabla que relaciona el peso del animal con la cantidad de horas que debe hornearse, pero me guié por el método tradicional: estar revisando cada media hora cómo estaba todo.
El truco para sobrevivir esto es tener un termómetro de carnes. Este se inserta en el pavo sin que toque ningún hueso. Cuando marque la temperatura de la carne a 180°C, nuestra cena estará lista.El pavo debe tener la piel dorada y crujiente y huele riquísimo.
Ahora tengo que esperar unas cuantas horas para saber si la receta es efectiva dándole sabor a un animal de esas proporciones. Pero por lo menos es fotogénico ;)
¡Que el otro año sea mejor para todos!

El adorable (y suavecito!) Sheldon posa para la cámara antes de una intensa noche de ejercicios:
Es esa época gloriosa otra vez, la de comer hasta morir rodeado de buenos amigos. Este año, el menú de la cena navideña de los Aleros consistió en los tradicionales pollos de Herminio, su pan de ajo, ensalada de papas al estilo ruso como solo Yanis puede preparar, ensalada cortesía de Mario y Ana y con Deysi fuimos las encargadas del platillo sorpresa: unas chuletas con salsa de naranja y miel que encontraron en internet. Voy a compartir la receta ya que vale la pena conservarla para futuras referencias.
El primer paso es dejar las chuletas marinando en mucho ajo picado y aceite de oliva, hasta por 2 horas. Luego, se pelan 2 naranjas y se cortan en tiras finas las cáscaras.
Se saca el jugo de las naranjas:
Se cortan 2 cebollas medianas en cuadritos pequeños. Nosotros agregamos 2 manzanas también.
Las cebollas se ponen a freir por un rato para entonces agregar el jugo de naranja.
Se pone en la cacerola una rama de canela y una cucharada de miel, cocinando todo por 5 minutos, moviéndolo constantemente. Para espesar la salsa se mezcla una cucharada de maicena con dos cucharadas de agua y se agrega a las cebollas y las manzanas. Las tiritas de naranja se sumergen en agua hirviendo por cinco minutos para agregarlas a nuestra salsa. El agua se debe botar. Las chuletas se preparan aparte, condimentándolas con sal y pimienta. En otra sartén deben ponerse a freir pero muy poco, sólo hasta que cambien de color. Luego se incorporan a nuestra salsa previamente preparada donde se tienen que cocinar en 10 minutos.
Ahora dejo las mejores imágenes de la noche. Desde luego, uno de nuestros cocineros estrella siempre es Herminio, el único con la capacidad de manejar dos platillos al mismo tiempo.
Como verdaderos ayudantes de Santa, Yanis y Deysi cortan verduras.
El fotogénico por excelencia, Moisés, en esta ocasión fue el encargado de retratarnos a todos, preparar las bebidas y supervisar las papas mientras se cocían. Deysi posando en sus múltiples facetas, ahora como una cocinera oficial de este año.
Ana y Mario nos acompañaron en esta ocasión, elaborando el único plato dietético de la noche: una ensalada con aderezo a base de mayonesa :P Se sirvió toda la comida...
Y listo!
Era hora de cenar!
La cena marcó el regreso oficial de Mafer también, a quien todavía le debemos una cena de sushi cacero.
Y esta es la foto para hacer las tarjetas de este año.
Ojalá nos queden muchas navidades por celebrar juntos!!
“Food inc.” es un documental que trata sobre el verdadero origen de la comida que consumen los norteamericanos todos los días. Explica que el actual sistema de producción de alimentos sufrió una profunda transformación en las primeras décadas del siglo pasado debido al nacimiento y a la expansión de los restaurantes de comidas rápidas. La elevada demanda de productos dio lugar a una alta producción, sin importar cómo se consiguiera. Para cumplir con esas exigencias el proceso de cría de animales y de cultivo de frutas y verduras se hizo cada vez más complejo, tecnificado y efectivo, pero mucho menos ético. Comenzando por el trato hacia los animales que, evitando el tema de si es justo matarlos en primer lugar, llevan una existencia absolutamente miserable. Los pollos, cerdos y vacas pasan su vida confinados en lugares sin ventilación, luz, enterrados en sus propias heces. Se les alimenta de manera que crezcan rápidamente y que lleguen a ser gordos para poder extraer la mayor cantidad de carne y eso implica darles comida que no deberían consumir. Se trata el ejemplo de las vacas que son alimentadas con trigo y que debido a esto desarrollan bacterias peligrosas para los humanos. En lugar de dejar de hacer esto se desarrolló un método para lavar la carne con amoníaco y de esta forma poder comercializarla.
Las personas involucradas en este sistema de producción no corren ccon mejor suerte. Los alimentos en los Estados Unidos son comercializados por unas pocas empresas que subcontratan a millones de granjeros, imponiendo los términos del intercambio de forma esclavista y amoral. Si un granjero quiere vender sus productos a una de esas grandes empresas debe tener cierto tipo de instalaciones para las cuales debe pedir cuantiosos préstamos con tal de adquirirlas. Con el tiempo se ven forzados a actualizarlas, con fuertes costos también, bajo amenaza de perder los contratos en caso de negarse. Las ya mencionadas compañías tienen la costumbre de contratar la mano de obra más barata que puedan conseguir. Son capaces de reclutar a mexicanos en su propio país, llevarlos a vivir a los Estados Unidos sin tramitar ningún tipo de documentos para ellos de manera que son presa fácil de la policía, una vez que ya viven al otro lado del río Grande. Trabajar en una planta de tratamiento de carne es una labor peligrosa e insalubre y es natural que quieran conseguir a personas que no puedan quejarse ni reclamar ningún tipo de derechos.

Todo esto sería tolerable si tan siquiera los productos finales fueran de buena calidad pero lo cierto es que los consumidores también salen afectados por la forma en que se hace la comida. Debido a que el Departamento de Agricultura y la Administración de Drogas y Alimentos de ese país está dirigida por los mismos dueños de las empresas que producen alimentos, las inspecciones no son tan rigurosas y se permiten no sólo las atrocidades ya mencionadas hacia los animales y los empleados sino también se dejan pasar graves fallas que resultan en brotes de salmonella, E.Coli y otras bacterias mortales. El monopolio de las empresas permite que el sector de la comida rápida sea increíblemente rentable, al punto que es mucho más caro comer frutas o verduras que una hamburguesa. De allí que mucha gente prefiera ahorrar tiempo y dinero consumiéndola, con los riesgos que conllevan de obesidad, diabetes y malnutrición. Pero lo impactante es que el proceso de la comida es riesgoso no sólo en el caso las cadenas de comida rápida sino de todos los alimentos en general, aún de aquellos que se compran crudos en el supermercado, así que no hay forma de escapar de esa barbarie.

El documental explica las consecuencias de comer bajo el lema de más grande, más rápido y más barato, pero la realidad es que eso se aplica a todos los demás aspectos de nuestra vida moderna. Yo paso horrorizada que un país tan joven como el nuestro, con todo el potencial para hacer las cosas bien ya que todo está por hacerse, se esté construyendo de una manera tan mediocre y perjudicial, con urbanizaciones inconcebibles, carísimas y de mala calidad, casas en serie copiadas de alguna revista extranjera, edificios mal ubicados sino es que mal diseñados además. Pero, ¿qué se escapa de ser así? Las escuelas y universidades ahora son fábricas de profesionales que se gradúan en cuatro años sin saber nada, pero con un cartón que les permite ingresar a una empresa donde van a laborar hasta diez horas diarias, por sueldos que no reflejan lo que en realidad hacen, por la sencilla razón de que si no están dispuestos a ceder es muy fácil encontrar a otro que sí lo haga. Es natural que nuestro entorno sea prefabricado y nuestra comida también.

¿Qué hemos hecho? ¿En qué nos hemos convertido? Es más que obvio que no nos estamos haciendo más saludables, felices o satisfechos, ¿por qué continuamos en el camino por el que vamos? Curiosamente, este fin de semana también vi “Whatever works”, de Woody Allen. La moraleja de la película es que en este mundo cruel, donde impera la ley del más fuerte y donde todo mundo parece haberse graduado con honores de un curso de incompetencia, uno debe aferrarse a cualquier atisbo de placer, aún mejor si es felicidad, sin importar lo que sea. Probablemente estoy en una etapa impresionable, donde me estoy dando cuenta de que todo aquello que yo temía, cuando todavía era una estudiante, sí es real y no hay nada que pueda hacer. Es tan triste haber crecido con tantas expectativas, con todos esos deseos de hacer cosas y de encontrar un nicho donde sentirme útil pero también creativa para luego darme cuenta que probablemente lo único que queda es buscar en qué parte del engranaje puedo caber.


La Navidad es una época maravillosa: mucha comida rica, ropa nueva y celebraciones por doquier. Todo aquello que durante el año parece lejano o improbable es tocado por la varita mágica de las festividades y los milagros empiezan a ocurrir. Como por ejemplo, estacionamientos empiezan a aparecer adonde antes sólo había el carril de una vía, en curva:
Las diferencias que nos dividen entre nosotros se esfuman, reinando de esta manera un ambiente de respeto e igualdad. Es por eso que los carros comunes y corrientes empiezan a ocupar los espacios de transición, normalemente reservado a los taxistas:
En estas fechas, la compresión de las partículas se vuelve mayor. Es una bendición heredada por los Reyes Magos! Es la única forma de explicar cómo es que uno va a pasar por calles a las que les roban espacio.

Sin embargo, hay un milagro de Navidad que supera a cualquier otro que hayamos visto antes. Para compensar la falta de parqueos para vehículos, Santa Claus hace bajar del cielo estacionamientos en las aceras!

Para que usted disfrute de los mejores villancicos en su estación favorita mientras busca parqueo durante una hora entera!