La sabiduría es un precioso regalo que los veteranos tenemos la responsabilidad de impartir. Y haciendo un recuento mental de todo lo que podría enseñarle a cualquier novicio con ansias de aprender, decidí que vale la pena ponerlo por escrito, en caso de que mi presencia sea tan intimidante que se vean en la necesidad de salir huyendo por las gradas del edificio cuando yo me aparezco por allí (extraña historia incomprensible de la vida real).

Como he narrado en innumerables ocasiones, mis orígenes se remontan a un colegio tan minúsculo como snob, donde el contacto con el mundo real era precario y distorsionado si es que acaso existía alguno. Es lógico que la vida tendría muchas lecciones reservadas para mi inocente alma, que por primera vez se enfrentaba a un lugar con más de 50 000 estudiantes, de todos lugares del país, estrato social, criterios intelectuales-religiosos-culturales y hasta hábitos higiénicos.

En primer lugar: pinches suertudos los nuevos que ya no tienen que hacer matrícula presencial. En esas filas de registro uno perdía los últimos pedazos de inocencia física que le quedaban. Era una acumulación de gente obscena; he visto ganado en mejores condiciones y con mejores modales. Tenías que levantarte de madrugada para agarrar un buen puesto, y no servía de mucho porque la gente con conectes le daba sus papeles a las señoras de registro que los matriculaban antes de que abrieran los portones, o la gente se terminaba metiendo en la fila de forma descarada, pero no podías pelear con ellos porque a saber a qué mara podían pertenecer. Fueron tan traumáticas esas filas cuando todavía no salía el sol, que incluso cuando ya estaba habilitada la matrícula por internet, me metía a la página de registro a media noche para no quedarme sin cupo. Yo nunca abandoné una clase porque yo sabía lo que costaba llegar a la cabina, con tus veinte códigos de diferentes secciones y pelear con la señora para que te dejara el horario como querías. Aún cuando me aplacé siempre llegué hasta el final del curso. Por eso me cuesta ser tan condescendiente con todos esos que dejan sus clases como si no importaran, y después quieren arreglarlo quemando llantas y bloqueando calles.

En las clases generales, lo mejor siempre es llegar temprano para agarrar sillas de otras clases, o si es en el primer nivel del 4A, de otros pisos. Es uno de los puntos positivos, en las autónomas, siempre vas a tener brazos fuertes. Si es alguna matemática de ingeniería, más de alguna vez será necesario sentarse en el piso (para eso están tus jeans viejos), pero sólo es durante el primer parcial. Ya para el segundo los haraganes dejan vacíos sus asientos. Algo parecido sucede con el tráfico vehicular: los primeros días es imposible entrar a la universidad, pero uno o dos meses después las cosas se calman significativamente.

Soy una partidaria irrevocable de sentarse en las primeras filas. Si el profesor exige participación en clase, entonces en las primeras filas pero no en el centro, pero siempre donde seas visible para él y reconocible en el examen. Te ahorra la molestia de tener que defender que sí llevas la clase, que ese de la identidad sos vos pero cuando tenías el pelo largo. Igual siempre es recomendable andar la forma, la identidad, el carnet de lector, la licencia de conducir y hasta el pasaporte en esos exámenes unificados. Y si quieren el tratamiento completo lo óptimo es llegar una hora antes, escoger una silla cómoda y con la menor cantidad de rayones y chepias ajenas, sentarse junto a la ventana para mejor circulación del aire y para reducir los indeseados observadores periféricos, repasar ligeramente lo que ya se sabe, nunca algo nuevo y llevar un bote con agua y dulces para evitar la hipoglicemia de los nervios.

El mejor lugar para estudiar es la Hemeroteca, donde es prohibido hablar. En la biblioteca general se puede hablar bajo, pero se llena tanto que sigue pareciendo mercado, y tocan una campana ridícula cuando se alcanzan los decibelios permitidos. Es una buena idea tener renovado el carnet del lector, porque aceptémoslo, nunca van a reparar la máquina que hacía los carnets oficiales de la universidad. Pero también porque a veces se ocupa sacar un libro de emergencia y la mayoría del tiempo las filas para renovar el carnet son muy largas. También porque dan descuentos en el cine y el teatro si lo muestras. Pero no recomiendo alquilar libros de la colección general: hay que estar yendo cada semana a renovar el libro, te lo quitan si alguien ya lo ha reservado, y si te retrasas tienes que pagar multa -en el banco- y cuando se equivocan y no te borran de la lista de morosos, tienes problemas para matricularte el otro semestre. En reserva sólo te lo prestan para sacar copia, y es mejor.

Las fotocopiadoras son probablemente el eje alrededor del cual gira la educación superior en este país. La buena noticia es que siempre va a haber una abierta, pero debes aprender a rebuscarte por la más barata, o la que esté más vacía en ese momento. Lo más irónico de todo este asunto es que la mejor fotocopiadora de la ciudad está en la Universidad Pedagógica, es ultra elegante, tienen hasta sillas para esperar, no parece cuchitril clandestino y es 10 centavos por copia más barato.

Probablemente el tema más espinoso que me toca exponer sobre la universidad es el de los baños. Está de más hacer énfasis en que uno debe andar su propio papel. Pero la regla esencial e inquebrantable es NO IR BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA A LOS BAÑOS DEL 4A O 4B. NUNCA. JAMÁS. Es preferible morir por la infección del riñón, es más digno. Los baños del centro comercial sí entran dentro de la categoría de “para emergencias solamente”, y los de arquitectura deben ser utilizados sólo cuando hay agua en el edificio. Lo mejor es ir a Ingeniería Industrial. Tienen mejor mantenimiento y conservan algo de decencia aún cuando no hay agua. Quedan un piso debajo de mi facultad, entonces no comprendo la exagerada diferencia, pero así es la vida, por eso nos asocian con la falta de aseo, igual que a los de Biología.

De tip extra, como recompensa por haber llegado hasta acá, me queda agregar que para ir a leer al parquecito en la mañana se debe escoger un asiento que ya haya sido barrido por las aseadoras, porque si te sientas en un lugar que no han limpiado se quedarán viéndote fijamente hasta que cambies de puesto, o peor, te moverán las cosas frente a tus narices; tienes suerte si no te tiran de la silla.

Es muy divertido aprender.




No tengo idea de cuándo datan estas fotos, pero sólo me recordaron esos tiempos gloriosos de colegio en los que la mara cool íbamos a Friday's: a pedir té frío y papas fritas porque no teníamos dinero! Y jamás voy a olvidar cuando una mesera nos empezó a reclamar porque decía que eso no era verdadero consumo, pero Flavio se puso a pelear con ella y a exigir hablar con el gerente. Qué genial. Viva el Facebook.
Este es un oficio solitario, pero esencial, necesario e irremplazable. Es la cura para todas mis ansiedades sociales. Dale Carnegie dice que para hacer amigos es necesario escuchar e interesarse sinceramente por las personas. Asumí que interesarse era hacer preguntas, entrevistar a las personas de manera que pudiera hacerme una idea de su mundo. Stephen Covey seguramente catalogaría a Dale Carnegie como un promotor de la ética de la personalidad y diría que sus remedios son parches que no llegan a la esencia de las personas, entonces quizá funcionen por un tiempo, pero no promueven verdaderos cambios. Pero él también recomienda que para funcionar mejor con otros seres humanos, uno debe antes comprender (escuchar) antes de ser comprendido (ser escuchado). Y NO se debe andar preguntando incesantemente: los demás van a pensar que sos un entrometido. Sólo escuchar, dejarlos desahogarse, depositar en la cuenta bancaria emocional y darles aire psicológico (son términos del libro). No me malinterpreten: el libro está muy bien escrito y tiene muchos puntos completamente válidos que si practicara más seguido eliminarían muchos temas del blog. Y eso de escuchar, es genial, pero yo tengo cosas que decir! Y no es como que la gente anda preguntándome, y yo no lo vería de mala forma, de hecho yo si pensaría que es interés. Toooodo el día me toca estar siendo educada y esperar mi turno para opinar, cuando me toca ya se ha pasado a otro tema. Esta es la conversación perfecta: nadie me interrumpe cuando estoy escribiendo, no hay otras opiniones válidas porque nadie está aquí al lado mío.

Hay días en los que sí agradezco ser tan ermitaña.
En aquellas épocas en que todavía era joven e inexperimentada, escuchaba las historias de miedo de las generaciones anteriores sobre Taller 3, esa clase que habrían de pasar miles de años antes de que yo tuviera que llevarla. Todos los días era aquella competencia de quién había dormido menos, o qué nueva enfermedad estarían somatizando por el estrés. Las leyendas urbanas contaban que por repetir miles de veces esa clase manadas de estudiantes habían tirado la toalla en esta facultad y se vieron obligados a vender su alma y dignidad a las universidades privadas. Las personas que tienen una ligera idea de los rituales de mutilación de algunas culturas africanas pueden entender el paralelismo que tiene esa clase dentro de nuestro ambiente: es el rito de pasaje, extremadamente doloroso, que finalmente marca tu entrada al mundo adulto. Una vez que ya superaste esto sos prácticamente un arquitecto, y ya sabés todo lo que podés aprender en este lugar, es tiempo de largarte. La clase básicamente consiste en diseñar, hacer los planos arquitectónicos, constructivos y los cálculos de estructuras y de todas las instalaciones de un edificio de cuatro pisos, que puede ser de apartamentos, oficinas o los temibles combos de dos usos por proyecto. ¿Ya mencioné que es un proyecto por persona? Desde los inicios de esta escuela sólo ingenieros civiles con problemas psicológicos o su equivalente en arquitecto eran los que daban esta clase y las notas siempre fueron de 60 para abajo. Así que yo me desvivía de la admiración por la gente que ya la había pasado o que estaba en pleno proceso y lograba seguir con vida, y temía pero trabajaba para que fuera mi turno con una especie de frenesí por estar cerca del final, pero terror por tener tanto trabajo y presión encima.


Pues un día yo estaba tranquilamente en la biblioteca de la facultad, buscando algo o queriendo huir del escándalo de los pasillos, cuando entran una amiga mía que iba a revisión de la dichosa clase, con un chavito de lentes que yo creía que era otro estudiante más. Resulta que él era el terrorífico ingeniero del que todo mundo hablaba. Yo no podía creerlo: se miraba tan joven e inofensivo!!! Trataba de vos a los estudiantes, y no tenía ni un ápice de depredador despiadado. Sin embargo, el año pasado se aplazaron varios alumnos, estos fueron a reclamar a la dirección alegando que era una injusticia que se quedaran y durante todas las vacaciones las autoridades estuvieron en reuniones decidiendo el destino de estas personas. Los alumnos tuvieron que repetir la clase, pero con el cambio de director se tomaron sanciones para que esto no volviera a suceder, por ejemplo, la arquitecta que también daba la clase fue transferida a Taller 2, el semestre pasado que yo la llevé y que tuvo la mala suerte de coincidir con el último semestre del arquitecto legendario que daba esa clase y que no dio un recibimiento afectuoso a su nueva colega. La arquitecta, que se nota que disfruta mucho enseñar y es muy buena en lo que hace, pero que es igualmente estricta y seria, se vio relegada a un puesto donde no tenía voz ni voto, y pasaba las tres horas visiblemente aburrida y hastiada. Pues dos semanas antes de empezar las clases de este semestre, me voy enterando que acaban de entregar las notas de Taller 3 (tardísimo, porque supuestamente las notas se entregan antes de terminar el año), que los arquitectos que reemplazaron a mi maestra se han peleado con el ingeniero y que fue de tal magnitud el embrollo que terminó renunciando o siendo despedido. Por más mensajitos que estuve mandando, nunca pude confirmar ese rumor, y empezamos el semestre con la ansiedad de saber o no si seguiría el ingeniero. El primer día le pregunto al arquitecto, que sí era fijo que iba a estar con nosotros, si alguien más le iba a hacer compañía: me respondió que ni él mismo estaba seguro. No tuvimos clase y nos fuimos a platicar frente a la dirección, donde apareció el ingeniero. Fue la cúspide de la especulación “¿ha vuelto? ¿Será cierto que lo despidieron? ¿Qué será de nosotros?”. Pero cinco minutos después lo vemos salir, leyendo una hoja de papel que llevaba el sello de la universidad. De hecho, si alguien recuerda el episodio en Virginia Tech, sólo digamos que algo similar estuvo a punto de suceder ese último día que lo vimos.

Y ahora la clase la da un solo arquitecto, que yo conozco desde Diseño 3, súper buena gente y buen profesor.

El primer fin de semana que yo tenía que diseñar el edificio, tuve un bloqueo colosal. Me levanté a las 7 de la mañana un domingo pero eran las 5 de la tarde y nada me gustaba, nada me parecía decente. Salgo a tomar café con mis amigos, para despejar la mente, y por supuesto, como un cruel recordatorio que debería de estar trabajando, me encuentro al ingeniero. Pero ya no está en la universidad, no debería de afectarme. Solo que su leyenda continúa propagándose. Ayer me estaban contando cómo si era necesario para tu proyecto hacer cortes de terreno donde se ocuparan muros de contención él te obligaba a calcularlos, y que te cuestionaba absolutamente todo el método que habías utilizado si no era el que él manejaba. Llegué a mi casa, terminé el plano para hoy, me acosté temprano y soñé con la clase. Soñé que después de que yo terminaba de corregir llegaba el ingeniero a revisar a mis compañeros. Yo entré en pánico: ¡el ingeniero! ¡Voy a tener que cambiar mi terreno! Y me levanté del susto. Casi inmediatamente me volví a dormir, pero el sueño no acababa; le preguntaba al arquitecto cómo era posible eso. Supuestamente se había encontrado a la antigua directora de la escuela y cuando ella se enteró de lo que había ocurrido lo había vuelto a contratar. “¡Pero no puede ser! ¡Arquitecto, haga algo!” “No Marcela, tiene que hacerse a la idea de que todo va a ser como antes” “¡Mi terreno! ¡Tengo que cambiar mi terreno!” y con eso me volví a despertar.

Ya en la vida real, es la más extraña de las sensaciones porque es mucho trabajo, pero me gusta bastante, trabajo todos los días sin sentirme obligada y el tiempo en el aula se me va sin darme cuenta. Es un gran contraste con respecto a los años anteriores y probablemente ellos han de estarse retorciendo por dentro porque no sufrimos como ellos, pero la sombra del ingeniero ha de quedar por muchas generaciones por venir, no deberían de sentirse tan mal.
Qué puedo decir, terminé temprano mi plano.

¿Quién rayos es Willy Toledo?














Para ilustrar cómo se cambia de paradigma al enfocar una determinada situación desde el punto de vista de la otra persona involucrada, Stephen Covey cuenta una anécdota, en la que él está en un metro en Nueva York y de repente se suben un señor con sus hijos. Los niños corren por todos lados, haciendo escándalo, lo que lógicamente molesta a la gente. Pero es él el que se acerca al señor y le pide que controle a las criaturas. El señor, que hasta entonces estaba absorto en sus pensamientos, de repente presta atención y le responde a Covey que tiene razón, que debería de hacer algo, pero que están regresando del hospital donde acaba de morir su esposa, y que ni él ni sus niños saben cómo reaccionar. Mi primera respuesta cuando leí esto fue “¿y si el señor estaba mintiendo para justificar su irresponsabilidad?” Pero no tuve más remedio que darle el beneficio de la duda. Pues hoy me dieron una bofetada moral de ese tipo. Después de un despliegue de insensateces de parte de mi padre hace unas semanas, mi relación con él se había limitado a lo meramente educado y formal. Convivir con mi familia es muy difícil a veces, son como esos animales salvajes que uno intenta domesticar, pero que tarde o temprano sacan a relucir sus instintos en un ataque feroz e inesperado. Literalmente, nunca sé cómo van a reaccionar, y por conveniencia prefiero reducir nuestras interacciones para no aumentar la probabilidad de un arranque. Leyendo este libro y viendo cómo otras familias se llevan armoniosamente, o por lo menos hacen un esfuerzo consciente por lograrlo, me da mucha tristeza ver en lo que hemos caído nosotros. Supongo que añoro algún tipo de estabilidad futura para compensar por todo eso, pero he descubierto que ni siquiera esa razón debería de ser el eje alrededor del cual centrar mis decisiones o aspiraciones. En fin, hoy estaba ofuscada por una minucia en un plano y no tuve otra opción que preguntarle a mi papá. Probé la técnica esa de “comprender antes de ser comprendido” y funcionó. Aclaré mi duda y el nuevo aire de tranquilidad me dio tiempo para quedarme platicando por un rato. Terminamos hablando sobre cómo en este país permiten atrocidades como construir edificios altos en zonas residenciales de viviendas unifamiliares, que no tienen los requerimientos en diámetros de tuberías, ancho de calles, entre otras cosas para ese tipo de proyectos, pero que siempre se construyen porque hay gente con mucho dinero involucrada, y se salen con la suya. Por un momento estuve a punto de preguntarle si él aprobaría ese tipo de proyectos dañinos si él se viera beneficiado gracias a ello, pero me detuve. Me consta que no lo haría, porque se ha visto en situaciones de ese tipo y por eso termina siendo persona non grata en varias empresas. Y vi la situación que estamos pasando desde otro punto de vista, y me sentí orgullosa por su integridad, pero avergonzada de vivir en este lugar.

Mis padres presumen que mi hermano y yo no hemos sido producto del azar o de accidentes juveniles. Dicen que nos habían deseado por mucho tiempo y que todo lo que han trabajado o hecho ha sido por nosotros. Y me quedo pensando en que por estar tan pendientes del plan maestro se confiaron y descuidaron lo cotidiano. Quisiera creer que todavía hay esperanza, no sólo para nosotros cuatro, pero también si es que algún día yo llegara a tener la oportunidad de estar en su lugar.

En un mundo en el que tenemos que resignarnos a la idea de que ya no tendremos una mujer presidente de los Estados Unidos, la venganza se presenta de la única forma que queda: el arte, o su moderno equivalente, el entretenimiento. Actualmente la meca del escapismo femenino es esta serie de Showtime en la que las contadas veces en la que aparecen hombres, lo hacen como las víctimas ingenuas e inocentes del submundo de las lesbianas poderosas de Los Angeles. Pero perfectamente podrían alegar discriminación, porque pasan temporadas enteras en las que no se menciona uno tan solo de ellos, no digamos ver uno en pantalla.

Esta serie confirma mi teoría que sí hay un lugar para todo en el mundo. Todos aquellos hábitos, manías y paranoias de las mujeres que se ven como negativos en la sociedad patriarcal reinante ni siquiera tienen un lugar protagónico en la trama, ya están supuestos, son intrínsecos a cada personaje y no se cuestionan porque no tienen nada de malo. Estamos en un universo paralelo donde el enamoramiento es profundo, tormentoso, dramático pero comprendido; se pueden tener amigas y obtener muchos beneficios por esa amistad (ropa, sexo…); el nivel de intimidad de las relaciones es casi inmediato e incondicional: he encontrado mi hogar.

Somos libres! Tan libres como para reírnos de los estereotipos. Hubo una escena genial en el episodio de esta semana en el que en un bar exclusivo para lesbianas tenían un espectáculo de lucha libre con chavas embarradas en aceite turco. Fue genial, absolutamente brillante. Se conjugaron todos los elementos de lo que los machos cavernícolas podrían encontrar atractivo, pero si ellos no están, realmente lo es.

Si queremos pensar en una dimensión más realista, lo admito: no todas las lesbianas son tan bonitas, tienen tanto dinero, se visten tan bien o tienen esos senos increíbles. Pero no me importa, por una vez quiero ver una historia en la que una mujer pueda ser directora de una galería de arte, o periodista de una columna de chismes, una soltera promiscua reticente al compromiso o hasta la más divertida y caprichosa de las directoras de cine existentes y lograr salirse con la suya.

Cuando vemos esta realidad alterna y reflexionamos sobre el mundo real, ¿cómo hemos de enfocar entonces las relaciones heterosexuales? Una parte de mí se siente tentada a decir que son irremediables… con toda honestidad, quitando mi situación actual, son completamente irremediables.
Ahora que el fin se acerca con cada día que pasa, son más seguidos los momentos en los que contemplo mi vida y me doy cuenta que pronto estaré en esa etapa en lo que no habrá nada fuera de mi vista que haya sido planificado, todo va a ser nuevo e imprevisto. Y viendo dónde estoy ahora soy consciente que soy muy afortunada y estoy muy agradecida: las cosas que yo he elegido para mí son buenas y se anuncian aún mejores. Las que tengo que soportar por deudas del destino, pues, por hoy no merecen mi atención.

Hoy estábamos visitando la construcción de los Hidalgos, una urbanización de 227 manzanas que está en sus etapas iniciales. Estábamos en un universo paralelo, donde lo único que existía eran esas grandes máquinas moviendo tierra (prometo aprenderme sus nombres para el final del semestre), las piedras convirtiéndose en muros y los moldes para hacer casitas en las que nunca viviría pero que me encantaría poder decir “yo la hice (pero no la diseñé, que conste)”. Nos atendió un ingeniero muy amable, servicial y chistoso, que nos presentó a los colegas con los que está trabajando: unos chavitos apenas mayores que nosotros. Al principio yo creía que era un chiste, o que eran practicantes, pero no: eran profesionales, muy jóvenes, con un trabajo bien pinta.

Se ve la luz fuera del túnel: mi filosofía en estos días es que cualquier cosa que se presente es bienvenida, pero probablemente aparezcan cosas que superen lo que alguna vez pude haber imaginado. Sea lo que sea será genial o me adaptaré, puedo confiar en ello.

Hace poco me di cuenta que todo lo que alguna vez deseé cuando estaba pequeña, ya lo he conseguido.
Te veo y francamente no sé qué hacer. Trabajo mucho todos los días, por muchas horas seguidas, para poder tener estos pequeños momentos, pero ya cuando estás frente a mí me quedo completamente en blanco. Hay tanto espacio vacío, pero eso sólo quiere decir que mi cabeza está trabajando demasiado. Pienso en todos aquellos que ya no vienen por aquí, los que llegan buscando razones para no volver, si es que acaso alguien se aparece en realidad. Pero a pesar de que este sea un show donde el intérprete termine siendo el único espectador, ese espectador es exigente, y me hace acatar reglas. No puedo contarte los contenidos no aptos para todo público que suceden en mi cabeza; no puedo hablar todo lo mal que quisiera de quien sea: vivo bajo la sombra de la ley de Murphy, sabiendo que el día que se me ocurra transgredir la moral va a llegar una turba enardecida a derribar mi puerta con un tronco y prenderme fuego con sus antorchas. Realmente ni siquiera sé porqué te tengo e insisto en querer sacarte algo de provecho. En mi defensa, sólo puedo alegar que me encantan las relaciones sadomasoquistas. Pero también sigo aquí porque esta es la única forma de conversar que tengo con gente que me hace muchísima falta. Que nunca me responden… bueno, no es muy diferente allá en el mundo real.

En el mundo de las organizaciones empresariales el ideal es trabajar con gente que comparta tus metas, conozca tus procedimientos y refuerce todo aquello en lo que tienes debilidad. Algunos son afortunados y conocen a sus socios muy temprano. Y aunque mucho se discute que es obsesivo, sofocante y puede resultar contraproducente, considero muy afortunadas a esas parejas de la facultad (y son muchas) que llevan juntos prácticamente todas o las más importantes clases de la carrera. Se ha comprobado infinidad de veces que arquitectura no es de individualistas; por lo menos en la dimensión que conozco si no logras entenderte con tu grupo te echas encima un trabajo colosal que probablemente no puedas manejar. Ahora consideren el agregado de tener a alguien con quien genuinamente te gusta estar y podrías pasar muchas horas que no serían tediosas, sin importar las condiciones. Lo que sí he notado de estos novios es que pierden el sentido de la temporalidad, y a veces uno de ellos se queda un semestre más de lo que le tocaba, únicamente por la compañía. Así que les admiro las dos cosas: que consideren digno de semejante sacrificio ese bien común y el enfoque relajado de la vida, donde seis meses no son tan importantes.

Pero el ser humano aprende a adaptarse a cualquier ambiente, y lo que al principio parecía que era por casualidad, con el tiempo adopta nuevas facetas. Técnicamente tuve que haber conocido a Deysi en Iniciación a la Arquitectura, la segunda clase de la carrera, porque estuvimos en la misma sección, pero mis recuerdos de ese semestre se limitan a nuestras vagancias con otras dos amigas con las que entonces éramos inseparables. Ya en Introducción al Diseño recuerdo algunas conversaciones que tuvimos y cuando me tocó llevar Diseño 1 me dio tanto pesar que ella fuera de la mayoría de la gente con la que me relacionaba que no quiso matricularla. Por esa razón llevé Diseño 1 y 2 en los ambientes más bizarros e inhóspitos de estos cinco años. Cuando por giros del destino tuve que retrasar el tercer diseño, Deysi y yo comenzamos nuestras rondas por el país visitando el pueblo de una compañera. Estuvimos en la piscina de un hotel en el Lago de Yojoa, haciendo audiciones mentales de todas las personas que serían dignas de estar con nosotras en el grupo de ese semestre. Nuestra elegida nos rechazó, pero salimos con vida de ese proyecto y desde entonces no logro separar a mi compañera de trabajo de mi amiga. La niña ha cursado absolutamente toda la carrera con beca por excelencia académica, y saca buenas notas de una manera muy natural, sin preocuparse ni obsesionarse por ellas. De hecho trabaja bien porque ella es así, no tanto por los resultados. Hasta mi madre ha expresado asombro por la manera tranquila y llevadera con la que enfrenta este oficio de desadaptados.

Desde el año pasado, contamos también con un tercer elemento con quien llevamos el mismo ritmo: Cinthya. Aunque nos hemos venido a encontrar hasta los semestres donde sólo hay una sección de cada clase y no tienes más remedio que ver a la misma gente siempre, pienso que no pudimos haber escogido un mejor complemento. Es una niña muy dulce, tan dulce que a veces nos sacamos de quicio, pero es como esas caricaturas con los ojos grandotes: al final terminas sucumbiendo. También es impecable en su trabajo, y si le quitamos que canta cuando nos toca trabajar toda la noche, realmente no me puedo quejar.

Qué puedo decir, somos dignas sucesoras. En realidad no hay mucha gente que nos dispute ese título, pero era sólo por las dudas.

(Posando junto a una viga canal cuadrada, por supuesto)






Ahora imaginense reportes de obra con semejantes bellezas.
Nos esperan tantos 100 este semestre.
Así se miraba mi mesa cuando supuestamente tenía que empezar a trabajar. Todo estaba limpio y puesto en su lugar. Pero el nuevo template de mi blog empezó a estorbarme… Traicioné las sagradas intenciones de este primer día.

Contemplaba desde lo alto del puente de acceso a la universidad el pequeño e insignificante mundo que dejaré atrás por los próximos cuatro meses, y la resignación fue súbita, acompañada de algo que podría calificar en retrospectiva como entusiasmo. Me sentí renovada mientras miraba a todas las personas con sus ropas nuevas, yo por supuesto entre ellas, con la añadidura de que mi camisa podría ser comprendida únicamente por unos cuantos elegidos. Me revolcaba mentalmente en mi orgullo y altanería cuando entre 60 000 (?) estudiantes de toda la Autónoma, no uno, sino dos de esos elegidos se acercaron a saludarme, entendieron el mensaje y dejé de sentirme tan especial. Pero nada habría de echar a perder este día: continué la marcha hacia mi edificio, refrescando la mirada entre todos esos paisajes que las vacaciones habían borrado de mi memoria y seguí encontrando otras personas, ahora pertenecientes a mi profesión, con quien platicar. Yo estaba sospechosamente amena, preguntando a todos sobre sus familias, vacaciones, navidades, años nuevos… Llegó también la portadora de la eterna y recurrente invitación a las clases de doctrina católica. Esta señora quiere a toda costa aparecer en la película que hagan algún día sobre mi vida, pero he de batallar hasta el último aliento por evitarlo. Ya en el cuarto piso las afinidades eran más profundas, pero tuve que interrumpir cualquier interacción con ellas cuando encontré al arquitecto que me da la clase de Diseño. Fui la primera en llegar de las cinco alumnas en total. Una de ellas andaba platicando en otra aula, dos estaban retrasadas, y la otra al parecer está de viaje. Pero estoy en último año y la vida es taaaan tranquila: “Venga a buscarme al cubículo cuando estén aquí sus compañeras”. Desgraciadamente llegaron, y ahora tengo que investigar sobre qué tipo de espacios tiene un centro cívico y en qué terreno podría ubicarse en Tegucigalpa, de manera que sea accesible y agradable. También debería de ir craneando mi propuesta, porque en el estado embrionario del proyecto van a presentarse todas de forma individual, y se van a combinar o a escoger la mejor para llevarlo a su forma final.

Después un café mientras seguía sintiéndome experimentada alrededor de tantos noobs. Pero tenía clases de Organización de obras II, donde me volvieron a bajar de la nube: “un cuadernito no va a ser suficiente, mejor traigan un folder grande en los que pueden meter y sacar las hojas”. Además de estudiar para los exámenes hay que hacer tres trabajos (uno de ellos incluye visitas a obras en construcción donde hay que explicar cada proceso, fotografiarlos y aparecer en la foto) y tenemos que leer “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”.

Regresé a casa, con la adrenalina recorriendo mis venas. No hay cantidad de trabajo que resista una excelente organización, así que fui a comprar algunos materiales nuevos para darme ánimos. Cuando ya tenía la mesa lista, empecé a trasladar los textos del antiguo insignificante cuaderno, a mi trapper del colegio, que valió la pena haber conservado. Podía pasar a Diseño ahora, a investigar por internet… donde está mi blog… que tiene ese template que ahora no soporto… y que me veo en la angustiosa necesidad de modificar… y no funciona!.. pero tal vez logro modificar el original… mañana puedo trabajar en Diseño…
Terminemos las vacaciones con una nota ligera: ayer celebramos nuestra cena post navideña y pre-inicio de clases, con comida rusa en casa de Yanis, como ya es tradición. Sin embargo, este año hubieron algunos cambios. Nuevas adiciones refrescaron a los aleros, y en esta ocasión, no sólo los niños fueron los condenados a las tareas domésticas, yo quise experimentar en carne propia el arduo, interminable pero satisfactorio trabajo de cocinar para 9 personas. Comenzamos a picar ingredientes para las ensaladas frías desde las 10 y media de la mañana, y si quitamos el almuerzo de 3 horas con otras criaturas que comparten nuestra opinión de que todo es mejor en el mundo real de WoW, terminamos oficialmente las actividades culinarias a las 8 de la noche. Me compadezco de estas pobres criaturas y el trabajal que han hecho en años pasados, pero vale la pena...

El chef que dirigió toda la operación.






Herminio, in fraganti con las papas.


Deysi, que no permitió que nos aburriéramos en la cocina ;)


Pasaban por allí y no pudieron evitar ser adorables: Mafer y Erwin.

Y bueno, no podíamos faltar :P

La manada dispuesta a devorar.

Ahora lo más importante, la comida. Lo más fácil de hacer es el encurtido de hongos, zanahoria, cebolla, ajo, aceite de oliva y pepinillos y especies.

Las tortitas de carne, aquí en plena preparación.

Y en su resultado final.

La ensalada de cacahuates, tomate, ajo...

Que con pepinos y yogurt natural se ve así.

Las papas fritas, que cubren una cama de jamón, salami y cebolla.
La famosa ensalada de papas, en sus comienzos:
Sus etapas intermedias,
y aderezada, lista para servir.
Pero sin lugar a dudas el plato principal fueron los pilmieni, tanto porque tuve un papel protagónico en su elaboración como porque salieron a la luz músculos a los que nunca les había prestado atención antes, mientras manejaba esa masa.

Se ven tan pequeños e inofensivos... pero son riquísimos.

Y el manjar completo desplegado hasta donde alcanza la vista. Pero faltó en la foto el vodka con sabor a chile y miel.
En realidad estoy joven. No importa lo que haya escrito previamente, tratando de convencerme que soy madura, sabia y añejada. Sigo siendo una niña pequeña que sueña con el gran futuro que la espera, cuando finalmente logre salir del templo del martirio que es la casa de sus padres. Los desobedezco, pero no puedo decir que lo disfruto a plenitud. Siento sobre mí la mirada inquisitiva, de reprobación y hasta con cierto nivel de burla por parte de los vecinos, los vigilantes, los albañiles. Me imagino la mirada de mis padres, los insultos que me darían, los castigos que me esperan, y regreso a la casa donde en realidad no hay nadie levantado esperándome, sólo mi paranoia que por una noche más puede descansar. Todo esto está en mi cabeza, en mi cabeza nada más. Estoy sola con toda esta culpa y la vergüenza por sentir culpa, ya que si me sintiera orgullosa todo estaría justificado. Pero nada de esto va a hacer que me detenga, en parte porque soy masoquista y estoy acostumbrada a sentir que las cosas buenas no las merezco o que tengo que pagar un precio por ellas, y en parte porque cuando logro trascender todos los delirios, encuentro algo de redención y de sentido. Bueno, en mi cabeza está el sentido también, sólo en mi cabeza. Porque las señales (y a veces las omisiones también) me dicen que disfrute lo que tengo ahorita: no hay garantías para el futuro; no hay nada que yo pueda controlar o desear lo suficiente para que necesariamente ocurra.

Mis vacaciones se han acabado y no estoy lista ni emocionada. Son el resultado externo del paso del tiempo y mi voluntad no tuvo nada que ver. Me centro en el presente, porque ninguna otra cosa es real, pero el presente es un gran hoyo negro que succiona cualquier deseo que pudiera tener de seguir adelante.