La sabiduría es un precioso regalo que los veteranos tenemos la responsabilidad de impartir. Y haciendo un recuento mental de todo lo que podría enseñarle a cualquier novicio con ansias de aprender, decidí que vale la pena ponerlo por escrito, en caso de que mi presencia sea tan intimidante que se vean en la necesidad de salir huyendo por las gradas del edificio cuando yo me aparezco por allí (extraña historia incomprensible de la vida real).
Como he narrado en innumerables ocasiones, mis orígenes se remontan a un colegio tan minúsculo como snob, donde el contacto con el mundo real era precario y distorsionado si es que acaso existía alguno. Es lógico que la vida tendría muchas lecciones reservadas para mi inocente alma, que por primera vez se enfrentaba a un lugar con más de 50 000 estudiantes, de todos lugares del país, estrato social, criterios intelectuales-religiosos-culturales y hasta hábitos higiénicos.
En primer lugar: pinches suertudos los nuevos que ya no tienen que hacer matrícula presencial. En esas filas de registro uno perdía los últimos pedazos de inocencia física que le quedaban. Era una acumulación de gente obscena; he visto ganado en mejores condiciones y con mejores modales. Tenías que levantarte de madrugada para agarrar un buen puesto, y no servía de mucho porque la gente con conectes le daba sus papeles a las señoras de registro que los matriculaban antes de que abrieran los portones, o la gente se terminaba metiendo en la fila de forma descarada, pero no podías pelear con ellos porque a saber a qué mara podían pertenecer. Fueron tan traumáticas esas filas cuando todavía no salía el sol, que incluso cuando ya estaba habilitada la matrícula por internet, me metía a la página de registro a media noche para no quedarme sin cupo. Yo nunca abandoné una clase porque yo sabía lo que costaba llegar a la cabina, con tus veinte códigos de diferentes secciones y pelear con la señora para que te dejara el horario como querías. Aún cuando me aplacé siempre llegué hasta el final del curso. Por eso me cuesta ser tan condescendiente con todos esos que dejan sus clases como si no importaran, y después quieren arreglarlo quemando llantas y bloqueando calles.
En las clases generales, lo mejor siempre es llegar temprano para agarrar sillas de otras clases, o si es en el primer nivel del 4A, de otros pisos. Es uno de los puntos positivos, en las autónomas, siempre vas a tener brazos fuertes. Si es alguna matemática de ingeniería, más de alguna vez será necesario sentarse en el piso (para eso están tus jeans viejos), pero sólo es durante el primer parcial. Ya para el segundo los haraganes dejan vacíos sus asientos. Algo parecido sucede con el tráfico vehicular: los primeros días es imposible entrar a la universidad, pero uno o dos meses después las cosas se calman significativamente.
Soy una partidaria irrevocable de sentarse en las primeras filas. Si el profesor exige participación en clase, entonces en las primeras filas pero no en el centro, pero siempre donde seas visible para él y reconocible en el examen. Te ahorra la molestia de tener que defender que sí llevas la clase, que ese de la identidad sos vos pero cuando tenías el pelo largo. Igual siempre es recomendable andar la forma, la identidad, el carnet de lector, la licencia de conducir y hasta el pasaporte en esos exámenes unificados. Y si quieren el tratamiento completo lo óptimo es llegar una hora antes, escoger una silla cómoda y con la menor cantidad de rayones y chepias ajenas, sentarse junto a la ventana para mejor circulación del aire y para reducir los indeseados observadores periféricos, repasar ligeramente lo que ya se sabe, nunca algo nuevo y llevar un bote con agua y dulces para evitar la hipoglicemia de los nervios.
El mejor lugar para estudiar es la Hemeroteca, donde es prohibido hablar. En la biblioteca general se puede hablar bajo, pero se llena tanto que sigue pareciendo mercado, y tocan una campana ridícula cuando se alcanzan los decibelios permitidos. Es una buena idea tener renovado el carnet del lector, porque aceptémoslo, nunca van a reparar la máquina que hacía los carnets oficiales de la universidad. Pero también porque a veces se ocupa sacar un libro de emergencia y la mayoría del tiempo las filas para renovar el carnet son muy largas. También porque dan descuentos en el cine y el teatro si lo muestras. Pero no recomiendo alquilar libros de la colección general: hay que estar yendo cada semana a renovar el libro, te lo quitan si alguien ya lo ha reservado, y si te retrasas tienes que pagar multa -en el banco- y cuando se equivocan y no te borran de la lista de morosos, tienes problemas para matricularte el otro semestre. En reserva sólo te lo prestan para sacar copia, y es mejor.
Las fotocopiadoras son probablemente el eje alrededor del cual gira la educación superior en este país. La buena noticia es que siempre va a haber una abierta, pero debes aprender a rebuscarte por la más barata, o la que esté más vacía en ese momento. Lo más irónico de todo este asunto es que la mejor fotocopiadora de la ciudad está en la Universidad Pedagógica, es ultra elegante, tienen hasta sillas para esperar, no parece cuchitril clandestino y es 10 centavos por copia más barato.
Probablemente el tema más espinoso que me toca exponer sobre la universidad es el de los baños. Está de más hacer énfasis en que uno debe andar su propio papel. Pero la regla esencial e inquebrantable es NO IR BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA A LOS BAÑOS DEL 4A O 4B. NUNCA. JAMÁS. Es preferible morir por la infección del riñón, es más digno. Los baños del centro comercial sí entran dentro de la categoría de “para emergencias solamente”, y los de arquitectura deben ser utilizados sólo cuando hay agua en el edificio. Lo mejor es ir a Ingeniería Industrial. Tienen mejor mantenimiento y conservan algo de decencia aún cuando no hay agua. Quedan un piso debajo de mi facultad, entonces no comprendo la exagerada diferencia, pero así es la vida, por eso nos asocian con la falta de aseo, igual que a los de Biología.
De tip extra, como recompensa por haber llegado hasta acá, me queda agregar que para ir a leer al parquecito en la mañana se debe escoger un asiento que ya haya sido barrido por las aseadoras, porque si te sientas en un lugar que no han limpiado se quedarán viéndote fijamente hasta que cambies de puesto, o peor, te moverán las cosas frente a tus narices; tienes suerte si no te tiran de la silla.
Es muy divertido aprender.
Post a Comment