En el mundo de las organizaciones empresariales el ideal es trabajar con gente que comparta tus metas, conozca tus procedimientos y refuerce todo aquello en lo que tienes debilidad. Algunos son afortunados y conocen a sus socios muy temprano. Y aunque mucho se discute que es obsesivo, sofocante y puede resultar contraproducente, considero muy afortunadas a esas parejas de la facultad (y son muchas) que llevan juntos prácticamente todas o las más importantes clases de la carrera. Se ha comprobado infinidad de veces que arquitectura no es de individualistas; por lo menos en la dimensión que conozco si no logras entenderte con tu grupo te echas encima un trabajo colosal que probablemente no puedas manejar. Ahora consideren el agregado de tener a alguien con quien genuinamente te gusta estar y podrías pasar muchas horas que no serían tediosas, sin importar las condiciones. Lo que sí he notado de estos novios es que pierden el sentido de la temporalidad, y a veces uno de ellos se queda un semestre más de lo que le tocaba, únicamente por la compañía. Así que les admiro las dos cosas: que consideren digno de semejante sacrificio ese bien común y el enfoque relajado de la vida, donde seis meses no son tan importantes.
Pero el ser humano aprende a adaptarse a cualquier ambiente, y lo que al principio parecía que era por casualidad, con el tiempo adopta nuevas facetas. Técnicamente tuve que haber conocido a Deysi en Iniciación a la Arquitectura, la segunda clase de la carrera, porque estuvimos en la misma sección, pero mis recuerdos de ese semestre se limitan a nuestras vagancias con otras dos amigas con las que entonces éramos inseparables. Ya en Introducción al Diseño recuerdo algunas conversaciones que tuvimos y cuando me tocó llevar Diseño 1 me dio tanto pesar que ella fuera de la mayoría de la gente con la que me relacionaba que no quiso matricularla. Por esa razón llevé Diseño 1 y 2 en los ambientes más bizarros e inhóspitos de estos cinco años. Cuando por giros del destino tuve que retrasar el tercer diseño, Deysi y yo comenzamos nuestras rondas por el país visitando el pueblo de una compañera. Estuvimos en la piscina de un hotel en el Lago de Yojoa, haciendo audiciones mentales de todas las personas que serían dignas de estar con nosotras en el grupo de ese semestre. Nuestra elegida nos rechazó, pero salimos con vida de ese proyecto y desde entonces no logro separar a mi compañera de trabajo de mi amiga. La niña ha cursado absolutamente toda la carrera con beca por excelencia académica, y saca buenas notas de una manera muy natural, sin preocuparse ni obsesionarse por ellas. De hecho trabaja bien porque ella es así, no tanto por los resultados. Hasta mi madre ha expresado asombro por la manera tranquila y llevadera con la que enfrenta este oficio de desadaptados.
Desde el año pasado, contamos también con un tercer elemento con quien llevamos el mismo ritmo: Cinthya. Aunque nos hemos venido a encontrar hasta los semestres donde sólo hay una sección de cada clase y no tienes más remedio que ver a la misma gente siempre, pienso que no pudimos haber escogido un mejor complemento. Es una niña muy dulce, tan dulce que a veces nos sacamos de quicio, pero es como esas caricaturas con los ojos grandotes: al final terminas sucumbiendo. También es impecable en su trabajo, y si le quitamos que canta cuando nos toca trabajar toda la noche, realmente no me puedo quejar.
Qué puedo decir, somos dignas sucesoras. En realidad no hay mucha gente que nos dispute ese título, pero era sólo por las dudas.
(Posando junto a una viga canal cuadrada, por supuesto)
En esas horas inhospitas e interminables de los proyectos de la U esos compañeros-amigos se vuelven inseparables y valiosos, y siempre quedan para despues buenas anécdotas y recuerdos y un vínculo que perdura...(Que guapas posando las arquitectas)
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