Cuando llegué por primera vez a Francia y luego a Suiza, no me sorprendía cuando la gente me decía que yo era la primera hondureña que conocían. Lo que me sorprendía – y no podía creer – era cuando me decían que no sabían dónde quedaba Honduras.

¿Cómo es posible que gente que ha recibido educación del primer mundo no tenga nociones básicas de geografía? ¿Que no supieran distinguir entre América del Norte, del Sur y Central?

Estando en Francia empecé a escuchar las noticias en la radio “France Info” y a aprender de política francesa en el programa “Le Petit Journal” y luego en su sucesor “Quotidien”, un programa de infotainment muy ingenioso y divertido, claramente inspirado del “Daily Show” de Jon Stewart. Cuando llegué a Suiza, me suscribí a la página de Facebook del periódico local “La Tribune de Genève”. Quería entender dónde estoy viviendo y qué es lo que pasa a mi alrededor.

Lógicamente, estaba consciente del punto de vista franco-suizo-euro-centrista de esos medios, pero ver su cobertura de las elecciones en los Estados Unidos, la situación en Birmania, así como las guerras en Yemen y en Siria, me hacía pensar que los Europeos estaban enterados de lo que pasaba en otras regiones del mundo. Por lo que cuando se dieron las elecciones en Honduras y tuvo lugar un fraude obvio y ridículo, la violación más descarada de nuestra constitución y los ataques más crueles de parte de la policía y los militares a nuestra población, supuse que naturalmente la prensa internacional iba a reportar lo sucedido. No me imaginaba posible que la comunidad internacional no se enterara ni se indignara de semejante robo de la democracia en pleno siglo 21. Pero eso fue justamente lo que pasó.

Al principio no lograba entender por qué los medios franceses o suizos no reportaban sobre Honduras. The Guardian era el único que publicaba noticias, pero yo quería que la gente a mi alrededor supiera también. Empecé a mandar tweets y correos a France Info, a Quotidien y luego a sus periodistas con las noticias de la situación en Honduras. Nada. Y luego murió Johnny Hallyday, luego France Gall, y ahora Paul Bocuse, y ya no había ningún espacio en la atención francófona para las noticias importantes del mundo real.

Desde entonces he perdido mi tolerancia para las noticias estúpidas. Me indigna, me enfurece ver que los periódicos y los noticieros consagren sus periodistas y sus recursos excepcionales en idioteces como los disturbios en Francia por botes de Nutella, cuando hay 8 millones de personas – el equivalente de la población suiza dicho sea de paso – que está siendo abusada en la total indiferencia de la población mundial y de la prensa.

En una época en la que varios gobiernos tratan de desacreditar a la prensa y la ven como su enemiga, es más urgente que nunca apoyarla e informarse. Pero la prensa debería esforzarse y cuestionar su visión parcial del mundo que promueve que la gente de los países ricos viva ignorando lo que sucede en otros lugares. Es muy fácil vivir en una burbuja cuando se está en Francia y mucho más en Suiza, dando por sentado que la prosperidad y tranquilidad que se vive aquí ha de ser generalizada. Pero mientras la prensa no sienta que es su responsabilidad cubrir lo que pase en los países del tercer mundo, sabiendo que la atención internacional hubiera podido cambiar el rumbo de la historia, ellos también son cómplices de las atrocidades que se están cometiendo.