27 January 2018

Estas burbujas en las que vivimos

Cuando llegué por primera vez a Francia y luego a Suiza, no me sorprendía cuando la gente me decía que yo era la primera hondureña que conocían. Lo que me sorprendía – y no podía creer – era cuando me decían que no sabían dónde quedaba Honduras.

¿Cómo es posible que gente que ha recibido educación del primer mundo no tenga nociones básicas de geografía? ¿Que no supieran distinguir entre América del Norte, del Sur y Central?

Estando en Francia empecé a escuchar las noticias en la radio “France Info” y a aprender de política francesa en el programa “Le Petit Journal” y luego en su sucesor “Quotidien”, un programa de infotainment muy ingenioso y divertido, claramente inspirado del “Daily Show” de Jon Stewart. Cuando llegué a Suiza, me suscribí a la página de Facebook del periódico local “La Tribune de Genève”. Quería entender dónde estoy viviendo y qué es lo que pasa a mi alrededor.

Lógicamente, estaba consciente del punto de vista franco-suizo-euro-centrista de esos medios, pero ver su cobertura de las elecciones en los Estados Unidos, la situación en Birmania, así como las guerras en Yemen y en Siria, me hacía pensar que los Europeos estaban enterados de lo que pasaba en otras regiones del mundo. Por lo que cuando se dieron las elecciones en Honduras y tuvo lugar un fraude obvio y ridículo, la violación más descarada de nuestra constitución y los ataques más crueles de parte de la policía y los militares a nuestra población, supuse que naturalmente la prensa internacional iba a reportar lo sucedido. No me imaginaba posible que la comunidad internacional no se enterara ni se indignara de semejante robo de la democracia en pleno siglo 21. Pero eso fue justamente lo que pasó.

Al principio no lograba entender por qué los medios franceses o suizos no reportaban sobre Honduras. The Guardian era el único que publicaba noticias, pero yo quería que la gente a mi alrededor supiera también. Empecé a mandar tweets y correos a France Info, a Quotidien y luego a sus periodistas con las noticias de la situación en Honduras. Nada. Y luego murió Johnny Hallyday, luego France Gall, y ahora Paul Bocuse, y ya no había ningún espacio en la atención francófona para las noticias importantes del mundo real.

Desde entonces he perdido mi tolerancia para las noticias estúpidas. Me indigna, me enfurece ver que los periódicos y los noticieros consagren sus periodistas y sus recursos excepcionales en idioteces como los disturbios en Francia por botes de Nutella, cuando hay 8 millones de personas – el equivalente de la población suiza dicho sea de paso – que está siendo abusada en la total indiferencia de la población mundial y de la prensa.

En una época en la que varios gobiernos tratan de desacreditar a la prensa y la ven como su enemiga, es más urgente que nunca apoyarla e informarse. Pero la prensa debería esforzarse y cuestionar su visión parcial del mundo que promueve que la gente de los países ricos viva ignorando lo que sucede en otros lugares. Es muy fácil vivir en una burbuja cuando se está en Francia y mucho más en Suiza, dando por sentado que la prosperidad y tranquilidad que se vive aquí ha de ser generalizada. Pero mientras la prensa no sienta que es su responsabilidad cubrir lo que pase en los países del tercer mundo, sabiendo que la atención internacional hubiera podido cambiar el rumbo de la historia, ellos también son cómplices de las atrocidades que se están cometiendo.


When I first came to France and then to Switzerland, it did not surprise me when people told me I was the first Honduran they met. What surprised me – and could not believe – was when people told me they did not know where Honduras was.

How is it possible that people that were educated in rich countries did not have basic notions of geography? That they could not distinguish between North, South, and Central America?

In France, I began to listen to the news on the “France Info” radio and to learn about French politics in the “Le Petit Journal” and its successor “Quotidien”, a clever and funny infotainment TV show, clearly inspired by Jon Stewart’s “Daily Show”. When I came to Switzerland, I subscribed to the Facebook page from local newspaper “La Tribune de Genève”. I wanted to understand where I am living and what is happening around me.

Naturally, I was aware of the French-Swiss-Euro-centric point of view of these outlets, but seeing how they covered the elections in the USA, the situation in Burma, as well as the wars in Yemen and in Syria, made me think that Europeans were informed as to what happened in other regions of the world. So when the elections in Honduras took place, along with the most obvious and ridiculous fraud imaginable, the most blatant violation to our constitution, and the cruelest attacks to our population by the police and the military, I supposed that the international press would report what happened. I could not think it was possible for the international community to not know and not be outraged in the face of such defilement of democracy in the 21st century. Yet, it is exactly what happened.

At first, I could not understand why French and Swiss media did not report on Honduras. The Guardian published some news, but I wanted people around me to know as well. I started sending tweets and then mails to France Info, to Quotidien, and then to their journalists, with news on the situation in Honduras. Nothing. And then Johnny Hallyday died, then France Gall, and now Paul Bocuse, and there was no longer any room left in the French-speaking world ‘s attention for important news in the real world.

Since then, I have lost my tolerance for stupid news. I’m disgusted, outraged, to see that newspapers and news channels devote their personnel and resources to cover such idiocies as riots over Nutella in France, when there are 8 million people – as many as the Swiss population by the way – that are being abused in the total indifference of the world’s population and the press.

At a time when many governments try to discredit the press and see it as their enemy, it is more urgent than ever to support it and be informed. But the press should make an effort and question its own partial view of the world that promotes the ignorance of people living in rich countries of what is happening elsewhere. It is easy to live in a bubble when you are in France and especially in Switzerland, taking for granted prosperity and tranquility and assuming it is generalized. But as long as the press does not feel it is its responsibility to cover what is happening in the Third World, knowing that international attention could have changed the course of history, they too are accomplices of the atrocities taking place there.

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