Es un viernes por la noche. Estoy agripada, cansada y triste. Mis opciones son quedarme en casa limpiando mi asqueroso cuarto, escuchando “Zoé Mtv Unplugged”, o ir a una fiesta de los amigos de Eleonora –que no conozco-, que encima es una fiesta temática sobre el mal gusto.

Tengo el orgullo de anunciar, que contra mi juicio, intuición y razón, terminé yendo a la fiesta. No tenía pensado disfrazarme, pero cuando vi a Pame y a Ele en conjuntos estrambóticos no quise sentirme excluída en ese grupo (estoy muy influenciada por un libro de antropología que estoy leyendo). Así que sucumbí a la presión social.

Y gran sorpresa: éramos las únicas ridículas de esa fiesta. Todos los demás estaban en sus ropas habituales de gente cool que no quieren esforzarse pero en realidad sí lo hacen. ¿Solución a esta situación? Alcohol. Especialmente si proviene de una paila con mezclas desconocidas, sin las cuales probablemente no me hubiera nunca atrevido a publicar este post. Bien dicen que el alcohol es el origen y la solución a todos los problemas.


It’s Friday night. I have a cold, I’m tired and I’m sad. My choices are staying home cleaning up my disgusting bedroom while listening to Zoé’s Mtv Unplugged, or go to a party of Eleonora’s friends –whom I don’t know at all- which is also themed “bad taste”.

I’m proud to announce that against my better judgment, intuition and voice of reason, I ended up going to the party. I planned on not dressing up but when I saw Pame and Ele in extravagant outfits I didn’t want to feel left out of the group (I’m very influenced by an anthropology book I’m currently reading). So I gave in to social pressure.

And big surprise: we were the only ridiculous people in the party. Everyone else was dressed in their normal cool not-trying-too-hard-but-actually-I-am clothes. Solution to this situation? Alcohol. Especially if it comes from a bucket with unknown combinations, without which I would have never dared to publish this post. That’s why they say alcohol is the origin and solution to all problems.

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Imaginen que quieren hacer una remodelación de su casa y cuando empiezan a hacer excavaciones se dan cuenta que su casa está construida sobre los vestigios de un antiguo teatro romano. Esto es precisamente lo que le sucedió a los propietarios de esta casa, a los que el gobierno les dio una indemnización (o por lo menos eso nos dijo el guía) y tuvieron que mudarse para que se construyera el museo de Nápoles subterránea.

El recorrido está muy bien hecho: uno entra a lo que es una simulación de la antigua casa, con un dormitorio del cual el guía levanta la cama del suelo y se accede a las gradas para bajar a toda la parte subterránea. Lo primero que se visita son los vestigios del teatro romano, donde se entra a los pasillos que recorrían los actores antes de presentarse en escena. Es particularmente interesante ver los diferentes métodos constructivos, las bases y los arcos en ladrillo de barro y las paredes en piedra volcánica, con una forma particular, de manera que la pared fuera anti-sísmica.

Imagine you want to remodel your house and when you start digging up you find out your place is built on top of an ancient Roman theatre. This is precisely what happened to the owners of this house, who were given an indenisation by the government (or so we were told by the guide) and they had to move so that the subterranean Naples museum was built.

The visit is very well made: you enter to a simulation of the original home, a bedroom in which the guide lifts up the bed and shows the stairs that lead to the subterranean part. The first thing you visit are the Roman theatre vestiges, where you go into the hallways that actors walked through before going on stage. It’s particularly interesting to watch the different construction methods, the foundations and arches in brick and the walls in volcanic stone, with a particular shape that allowed the wall to be antiseismic.

DSC00753DSC00755DSC00152P1010610La segunda parte consiste en una exhibición de pesebres del siglo XVIII. Los pesebres son una gran tradición napolitana. El interés de estos pesebres es que mezclan escenas religiosas sobre fondos de arquitectura antigua.

The second part is an exhibition of Christmas cribs from the XVIIIth century. Cribs are a great Neapolitan tradition. The interest of this cribs is that put religious scenes over antique architecture backgrounds.

DSC00766DSC00764DSC00767DSC00768DSC00770DSC00769DSC00771La tercera parte del recorrido está dedicada al refugio de la Segunda Guerra Mundial. En algunas partes recrean los antiguos usos del subterráneo con figuras metálicas y algunos artefactos de la época. La mejor parte es cuando se entra a unos laberintos a oscuras con la iluminación de las candelas que cada persona lleva.

The third part of the visit is dedicated to the part that was a World War II refuge. Some parts recreate the ancient uses of the tunnels with metallic figures and some artefacts from the period. The best part is where you go inside some dark labyrinths with candles that everyone carries around for lighting.

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Nápoles subterránea es igual de interesante que la Nápoles al exterior. Y si tienen la suerte de tener el carismático guía que nos acompañó, es seguro que van a disfrutar el paseo.

Underground Naples is as interesting as outside Naples. And if you are so lucky as to have our charismatic guide, I can guarantee you will enjoy the visit.

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Recibí este libro de Frédéric Beigdeber de una manera muy graciosa: por un lado era supuestamente un regalo natural para mí porque al parecer este es el tipo de libro y de autor que me gustan, pero al mismo tiempo me lo dieron con la preocupación que justamente este es el tipo de libro y de autor que me gustan y por ende corro el riesgo de caer bajo su encanto y entrar en una de esas etapas obsesivas como las he tenido con Eco y Pastoureau. Con el problema adicional que este no es un autor viejito, ni gordito ni calvo, si no más bien relativamente joven y atractivo. Sin embargo, traté de leer el libro con una mezcla de prudencia y recelo, tratando de ser objetiva de manera que pudiera demostrarme a mí misma que en el fondo no soy tan predecible, que puedo ver más allá del ingenio y el sentido del humor de un escritor. Pero debo confesar que fallé en este intento. Club de fans de Beigdeber, allá voy, o casi.

El libro presenta noventa y nueve obras literarias y un disco musical que el autor considera esenciales y que lo han marcado o influenciado. Con la particularidad que no forman parte del recuento de los cien libros del siglo XX según una encuesta hecha en Francia en el año 2000. De hecho, ya en el 2001 Beigdeber había publicado sus comentarios sobre los cincuenta primeros libros de esa lista en su “Dernier inventaire avant liquidation” (que se traduce como “Último inventario antes de la liquidación”), pero esta vez, en lugar de escoger una lista hecha por otros, hace la suya, guiado por unos criterios que explica al inicio: deben ser de autores con vidas interesantes (Emily Dickinson queda descartada), libros preferiblemente cortos que lo hayan hecho reír, llorar o tener otro tipo de reacciones, desde cólera, envidia hasta excitación sexual. Su principal motivación para escribir este libro es rebelarse ante la proliferación de tabletas digitales que corren el riesgo de hacer desaparecer la lectura en papel y que él asimila al fin del mundo; a la pérdida de la autenticidad, del romanticismo y de la integridad de la lectura y de allí el título provocativo de su recopilación.

Sus ensayos, que van seguidos de una breve biografía de cada autor, son descripciones generales de la trama de la obra, salpicados de humor y de anécdotas sobre los escritores o sobre cómo los libros llegaron a sus manos. Sus elecciones permiten percibir a un autor que le encanta leer sobre sí mismo, o que tal vez ha forjado su vida en función de las enseñanzas de sus libros favoritos. Por momentos uno tiene la impresión que la mayoría de los libros que le gustan se parecen entre ellos, tienen el mismo tema y el mismo tipo de personajes, al punto de parecer escritos por un mismo tipo de autor pero proveniente de culturas distintas. Si podemos entonces inferir lo que sería un libro ideal según Beigdeber sería una historia sobre un personaje joven, rico, decadente, alcohólico, drogadicto, que siente desprecio por la humanidad pero no puede evitar enamorarse perdidamente de alguien con quien la historia de amor no parece funcionar y por ello se dedica a tener aventuras irrelevantes con mujeres de poca reputación. En fin, tenía pensado recomendarle “Gossip girl” pero él mismo menciona conocer la serie. Tal vez exagero un poco, después de todo hay unas cuantas obras que difieren de esa descripción; hasta hay un García Márquez perdido por allí (“Memorias de mis putas tristes”), pero repito, Beigdeber sabe lo que le gusta y se queda con ello. En todo caso, su explicación de que uno lee para experimentar lo que no se debe/puede en la vida justifica tanta amoralidad literaria. Y creo que al fin he encontrado cómo resolver mi dilema de no creer más en la rencarnación.

Uno de los aspectos más valiosos del libro es que crea un intenso deseo por leer y una espantosa sensación de ignorancia ante el horizonte de libros que no se han leído hasta ahora. Sus recomendaciones son muy inspiradoras y no me extrañaría ponerme a comprar los libros que él aconseja, con excepción de los de guerra y los de poesía. Al final, tomando en cuenta las obras de la lista, más los otros libros de cada autor y los libros que precedieron y sucedieron a cada uno de ellos se crea una red interminable de cosas que leer. Digamos que si me pongo a leer los best-sellers de este momento por supuesta falta de opciones merezco el ostracismo definitivo. Así que ahora, ¿cuál es el siguiente libro que voy a leer? Ninguno de su lista; por el momento me consume la curiosidad de leer una de sus propias obras para ver si tanta lectura ha hecho de él un buen escritor. Así que mañana voy a ir a recoger al correo “L’amour dure trois ans”. Pero acabo de alquilar el número uno en su lista, “American Psycho” para ver si en una noche logra captivarme.

Frédéric Beigdeber: une vie

Beigdeber dice que un buen escritor es aquel al que uno quiere escribirle cartas y conocerlo en persona después de haber leído una de sus obras. En este sentido puedo atestar que él entra dentro de esta categoría. Nació en Neuilly-sur-Seine el 21 de septiembre de 1965 y actualmente vive en el sexto arrondissement de París, como no deja de repetirlo a lo largo de su libro. De hecho, gracias a los pequeños atisbos de su vida que incorpora de vez en cuando a los resúmenes de los libros sabemos que es rico, que le encantan las mujeres, que seduce a sus estudiantes citándoles frases de sus libros favoritos, que tiene una hija de su segunda esposa, que estuvo muy enamorado de su segunda esposa y que ahora trata de borrar su recuerdo con cualquier tipo de mujeres; ha trabajado para revistas, para la televisión, ha estado en varios países del mundo y que básicamente es un adolescente encerrado en un cuerpo de cuarenta y seis años. Es amargado, ingenioso y tiene buen sentido del humor. Si tan sólo tuviera veinte años menos y le gustara cocinar sería el hombre perfecto. ¿Tenía razón de preocuparse quien me regaló el libro? Afortunadamente, yo soy tímida en circunstancias normales, cuando me encuentro frente a personas que admiro es aún peor. No hay nada qué temer.


I received this Frédéric Beigbeder’s book in a very funny way: on the one hand it was supposedly a natural gift for me because apparently this is the kind of book and author I like, but at the same time it was given to me with the concern that this is the kind of book and author I like and therefore I am at risk of falling under his spell and start another one of my obsessive periods such as the one I had with Eco and Pastoureau. With the additional problem that this writer is neither old, fat nor bald, but instead, relatively young and attractive. However, I tried reading the book with a mix of prudence and mistrust, trying to be objective in a way that I could show myself that in the end I’m not that predictable, that I can see beyond the wit and the sense of humor a writer has. But I have to confess I failed in my endeavor. Beigdeber’s fan club, here I come, or almost.

The book presents ninety-nine literary works and a music album that the author considers essential and that have marked him or influenced him. With the particularity that they are not part of the one-hundred books of the Twentieth-century according to a poll made in France in the year 2000. In fact, on 2001 Beigdeber published his comments on the fifty first books in that list in his “Dernier inventaire avant liquidation” (that could be translated as “Last inventory before sale”), but this time, instead of choosing another’s person list, he makes his own, following a criteria he explains at the beginning: they must be from authors with interesting lives (Emily Dickinson is therefore banned), preferably short books that have made him laugh, cry or have any other types of reactions, from anger, jealousy to sexual excitement. His main motivation to write this book is to rebel against the digital tablets’ invasion that put reading on paper at risk of disappearing and that he assimilates to the end of the world; to the loss of authenticity, of the romance and of the integrity of reading, hence the provocative title of his compilation.

His essays, which are followed by a brief biography of each author, are general descriptions of the story’s plot, sprinkled with humor and anecdotes about the writers or how he came across the books. His choices show an author who loves reading about himself, or that maybe has modeled his life according to the teachings of his favorite books. There are times where one has the impression that most books he likes are very similar to one another; they have the same subject and the same type of characters, to the point of looking like they were written by the same kind of author but from different cultures. If we can then infer what an ideal book according Beigdeber is, it would be a story about a young man, rich, decadent, alcoholic, drug-addict that feels contempt for humanity but cannot help falling in love with someone with whom the love story does not seem to work and that’s why he spends his time having irrelevant adventures with women of doubtful reputation. Anyway, I was planning on recommending him “Gossip girl” but he himself acknowledges knowing the series. Maybe I’m exaggerating quite a bit, after all there are some works who differ from this description; there is even a García Márquez hanging in there (“Memories of my melancholy whores”), but I repeat, Beigdeber knows what he likes and sticks with it. In any case, his explanation that one reads to experience what you can’t/shouldn’t in life justifies so much literary amorality. And I think I finally have found how to solve my dilemma of not believing in reincarnation anymore.

One of the most valuable aspects of the book is that it creates a huge craving for reading and an awful feeling of ignorance in front of the horizon of books that I have not read so far. His recommendations are very inspiring and I wouldn’t be surprised if I started buying the books he advises, except the ones about war and the ones about poetry. In the end, taking into account the books from the list, plus the other books from each author and the books that preceded and succeeded each one of them an endless net of things to read is created. Let’s just say that if I start reading current best-sellers for a so-called lack of options I shall deserve definite ostracism. So now, what will be my next book to read? None from his list, at the moment I’m consumed with the curiosity to read one of his own works to see if so much reading has made of him a good writer. So tomorrow I will pick from the post office “L’amour dure trois ans”. But I rented the number one on his list, “American psycho”, just to see if it can captivate me in one night.

Frédéric Beigdeber: a life

Beigdeber says that a good writer is someone who inspires you to write letters to him and meeting him in person after reading one of his works. In that sense I can attest that he belongs to that category. He was born Neuilly-sur-Seine on September 21st 1965 and he currently lives in the sixth arrondissement in Paris, as he keeps repeating all throughout the book. In fact, thanks to the snippets of his personal life that he incorporates once in a while to the summaries of the books we know he is rich, he loves women, he seduces his students quoting sentences from his favorite books, he has a daughter with his second wife, he was very much in love with his second wife and now tries to erase her remembrance with any kind of women; he has worked for magazines, for television, he has travelled to many places in the world and he is basically a teenager trapped in a forty-six year old body. He is bitter, witty and has a great sense of humor. If he only had twenty years less and liked to cook he would be the perfect man. Was the person who gave me the book right about being concerned? Fortunately, I’m shy in normal circumstances, when I find myself in front of people I admire it gets even worse. There is nothing to fear.

Levantarme a las siete de la mañana. Quedarme diez minutos oscilando entre el sueño y la consciencia. Meditar por veinte minutos. Tomar una ducha de duración variable dependiendo si es día de lavarse el pelo o no. Desayunar un kiwi y un plato de cereal con leche de soya, leyendo el libro de etiqueta de Emily Post. Tomar el tranvía a las ocho y media, preferiblemente sentada, leyendo el libro de turno. Preparar el primer café en la oficina, seguido de dos horas de trabajo. Pausa para el yogurt, una mandarina y el segundo café. Dos horas más de trabajo. Regresar a la casa y preparar almuerzo. Almorzar viendo “Friends”. Arreglar la cocina. Hibernación de duración variable con “Gilmore Girls”, que termina obligatoriamente a las tres de la tarde. Trabajo en la monografía, dependiendo de lo que se tenga pendiente: leer, resumir, escribir correos, hacer llamadas, ir a los Archivos, hacer entrevistas. Preparar cena. Cenar viendo “Scènes de ménages”. Arreglar la cocina. Estudiar para el TOEFL. Escribir para el blog. Leer el libro de turno. Meditar veinte minutos. Tratar de dormir antes de medianoche.

He tenido muy pocos días de esos desde que comenzó este año, tal vez ninguno. Uno de esos días realmente productivos, dedicados, en los que la atención se focaliza en un punto y siento que subo un peldaño para llegar a mi meta final.

Siempre me siento triste cuando un día así termina; siento que he trabajado, que he sido eficiente, pero que no he vivido. Una parte de mí entiende que esos días son necesarios: necesito avanzar en mi monografía, necesito buscar algo qué hacer después de este verano, necesito crear la Gran Obra que justifica mi vida y nada de todo eso va a ser posible si no hay orden, disciplina y perseverancia. Pero tanta estructura me deja vacía y sin inspiración. He descubierto que en realidad detesto esos días ordenados en los que sé todo lo que va a pasar. Hoy terminaron dos semanas en las que, o no hice planes en lo absoluto, o lo que se planeó se hizo a su propio ritmo y en su propio orden. No los puedo hacer regresar y ya los extraño. Siento angustia de imaginarme cuatro meses de régimen militar autoimpuesto: quiero mi desorden, que me hagan olvidar mi agenda, no quiero usar reloj, ni tener obligaciones. Encerrarme en mi cuarto todo el día y no rendirle cuentas a nadie. Encerrarme en mi cuarto todo el día porque no necesito nada del mundo exterior.


Get up in the morning at seven o’ clock. Remain ten minutes oscillating between sleep and consciousness. Meditate for twenty minutes. Take a shower of variable duration depending if it is a day of washing my hair or not. Have for breakfast a kiwi and a bowl of cereal with soy milk, while reading Emily Post’s etiquette book. Take the tram at eight thirty, preferably sitting, reading the current book. Prepare the first coffee at the office, followed by two hours straight of work. Pause for a yogurt, a tangerine and the second coffee. Two more hours of work. Come back home and prepare lunch. Have lunch while watching “Friends”. Clean up the kitchen. Hibernation of variable duration with “Gilmore girls” that must end at three o’clock. Work in the master’s thesis, depending of what is in the agenda: reading, summarizing, writing e-mails, making phone calls, going to the Archives, making interviews. Make dinner. Have dinner while watching “Scènes de ménages”. Clean up the kitchen. Study for the TOEFL. Write for the blog. Read the current book. Meditate twenty minutes. Try to sleep before midnight.

I have had few days like these since this year has begun, maybe none at all. One of these really productive days, dedicated, in which the attention focalizes in one point and I feel like I climb one step to get to my final destination.

I always feel sad when a day like that finishes; I feel that I have worked, that I have been efficient, but that I have not lived. A part of me understands that those days are necessary: I need to advance in my thesis, I need to look for something to do after this summer, I need to create the Great Work that justifies my life and none of this will be possible if there is no order, discipline and perseverance. But so much structure leaves me empty and without inspiration. I have discovered that, actually, I hate those organized days when I know everything that is going to happen. Today marked the end of two weeks in which I either made no plans at all or everything that was planned was done in its own rhythm and order. I can’t make them come back and I miss them already. I feel anguish just imagining four months of self-imposed military regime: I want my mess, to forget my agenda, I don’t want to use my watch, I don’t want to have any obligations. To be locked up in my room all day and not having to answer to anyone. To be locked up in my room all day because I don’t need anything else from the outside world.