“La Pointe du Raz” es el punto más al oeste de Francia, por lo que lo llaman el borde del mundo, naturalmente. Es un lugar excepcional pero inhóspito, donde supuestamente el tormentoso clima es digno de una película apocalíptica, excepto cuando fuimos. Tal vez habrá sido lo inusual de recibir a una hondureña que hizo que el sol hiciera acto de aparición ese día.
“La Pointe du Raz” is France’s westernmost point, which is why is called the edge of the world, naturally. It is an exceptional place but an inhospitable one where supposedly the stormy weather is worthy of an apocalyptical movie, except when we were there. Maybe it was the unusual visit of a Honduran that made the sun appear that day.
El paisaje se va transformando de un campo apacible donde a lo lejos se ven las casitas del pueblo, hasta irse desolando, dejando atrás el último camino marcado por el Hombre y dando paso a montañas empinadas de rocas sueltas, donde el riesgo de tropezar y caer el mar siempre está presente, pero donde la vista sublime vale cualquier riesgo.
The landscape changes from a calm field where you can see in the distance the little townhouses; it then becomes desolate, leaving behind the last trail made by Man and giving way to steep loose rock mountains where the risk of tripping and falling into the sea is ever-present, but the sublime view is worth any risk.
Sentada sobre esas piedras, sin nadie a mi alrededor y mirando las olas, debería de haber tenido la mente en silencio, con la agitación interna en reposo de una vez por todas. Sólo recuerdo que me hice las mismas promesas que tenía meses de repetir y que no pude cumplir al final.
Sitting on those stones, with no one around me and staring at the waves, I should have had my mind in silence, with the internal turmoil at rest once and for all. I just remember making myself the promises I’ve been repeating for the last months, which I couldn’t keep in the end.
Cuando los locales les digan que Lorient no es una ciudad bonita no hay que creerles: es hermosa y tiene una historia muy interesante. Entre 1941 y 1944 los Nazis construyeron la que sería la base submarina más grande de Europa. Fue justamente a causa de esta base que bombardearon la ciudad, destruyendo su centro histórico que es generalmente lo que más enorgullece a los habitantes de una ciudad. Lorient por su parte sobresale por ser un ejemplo de arquitectura de la reconstrucción, que es ciertamente sobria pero que no está exenta de tener su encanto. El enorme costo que hubiera representado destruir la base submarina explica que haya sido conservada. Fue utilizada por la Marina francesa hasta 1997 y actualmente alberga un club de navegación a vela y un museo sobre la base y sobre el submarino “Flore”.
La visita del museo es muy completa: tiene una presentación sobre la historia de la ciudad y varias salas que explican el funcionamiento y cómo era la vida diaria dentro de un submarino. Todo esto como un preámbulo al recorrido dentro del submarino, animado por una guía con audífonos que se activa automáticamente a medida que uno va visitando los espacios. Esta es una visita obligada para los fanáticos de todo lo que tiene que ver con la Segunda Guerra Mundial, pero es interesante para todo tipo de público. Lejos de ser propagandística, la visita te pone en la piel de una persona cuya vida es estar dentro de un pasillo lleno de controles. Uno deja de dar por sentado el aire libre después de eso.
Don’t believe the locals when they tell you that Lorient is not a pretty city: it’s gorgeous and it has an interesting history. Between 1941 and 1944 the Nazis built what would become the greatest submarine base in Europe. It’s because of this base that the city was heavily bombarded, destroying its historical center, generally what the inhabitants of a city are most proud of. Instead Lorient is important for being an example of architecture of the reconstruction which is certainly sober but not exempt from its own charm. The important cost that would have represented to destroy the submarine base explains the fact that it was preserved. It was used by the French Marine until 1997 and it currently houses a sailing club and a museum about the base and about the “Flore” submarine.
The visit to the museum is very complete: it has a presentation on the city’s history and many rooms explain how a submarine works and what daily life was like inside of it. All of this serves as a preamble to the visit of the submarine itself, with an audio guide with headphones whose tracks are automatically activated while you’re walking through the spaces. This is a must-see for fans of all things pertaining to World War II but it is interesting for all sorts of audiences. Far from being propagandistic, the visit puts you in the place of someone whose life is to be inside of a hall filled with controls. You stop taking for granted open spaces after that.
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