Cuando veo
a otros hondureños que como yo se han ido al extranjero a estudiar y han
logrado quedarse trabajando en los paÃses que los acogieron siempre tengo ganas
– pero no me atrevo – de preguntarles cómo lo lograron. Porque a pesar de vivir
desde hace seis años continuos en el extranjero, no he encontrado la fórmula
para establecerme permanentemente y para que deje de pesar encima de mà la
amenaza constante de que tenga que regresar a Honduras.
Ya me pasó
en el 2012 después de mi maestrÃa en Francia, cuando al no encontrar un
financiamiento para continuar con el doctorado y al no obtener respuesta de la
agencia de arquitectura en la que estaba haciendo una práctica, me tocó
regresar. Pero fue sobre todo negligencia mÃa, al no investigar con anticipación
cuáles eran mis opciones después de terminar una formación, ya que supe después
que hay un permiso especial que te deja quedarte por seis meses buscando
trabajo. Juré que no me volverÃa a pasar cuando empecé el doctorado en Suiza,
pero he de tener algún tipo de mal karma.
Nunca tuve algún
interés en particular en quedarme en Suiza. El alto precio de la vida cuando se
tiene la mitad del sueldo de un doctorando nacional y tener un novio en el paÃs
vecino, donde todo es más barato, pero donde también hay más opciones y en
general más vida, tampoco ayudó a que quisiera echar raÃces helvéticas. A eso
se agrega que ser contratado en Europa cuando no se es europeo califica como un
martirio, pero eso se exacerba en Suiza, donde haber estudiado no representa
una ventaja tan grande como en otros lados. Al haber sido becaria, no tengo
derecho a ningún tipo de subsidio de desempleo y hasta ahora habÃa logrado sobrevivir
porque estaba exenta de pagar el increÃblemente caro seguro médico suizo y por vivir
en residencias estudiantiles. Esos privilegios se acaban el segundo que se
obtiene el diploma, por lo que siempre supe que financieramente iba a ser
imposible buscar trabajo allá.
En junio
del año pasado, cuando Jacques regresó de su primera estancia de postdoctorado
en TurquÃa, decidimos mudarnos juntos a Lyon, donde mis últimos seis meses de
la beca me iban a permitir vivir y ahorrar para la búsqueda de trabajo cuando
terminara la redacción de mi tesis. Administrativamente seguÃa amarrada a
Ginebra, pero en realidad ya habÃa entregado mi apartamento – que subalquilé
todo este tiempo – y me traje todas mis cosas a Francia. Con Jacques decidimos
esperar a tener una mejor situación financiera para casarnos y optamos por la
segunda opción para formalizar nuestra relación, el PACS. Este “pacto civil de
solidaridad” es un trámite que te da algunos beneficios del matrimonio, en especial
algunos fiscales, y te permite conseguir un permiso de estadÃa que te autoriza
a trabajar llamado de “vida privada y familiar” después de un año de vida común.
En aquel
momento yo no estaba apurada, tenÃa mis ahorros, estaba terminando la redacción
de mi tesis y no sabÃa en qué querÃa trabajar cuando terminara. Pero igual en
agosto del año pasado pedà cita en la prefectura para pedir el permiso, una
cita que me dieron para febrero de este año. Reunimos los documentos que
aparecÃan en la página web de la prefectura y llegamos confiados porque según nosotros
lo que importaba era la validez de nuestra relación, más que la anterioridad de
la vida común. Nos mandaron a volar porque nos pedÃan documentos que probaran
mes por mes que los dos vivimos en el mismo domicilio por un perÃodo de un año,
algo que no aparece en la página web. Y con eso se esfumó mi primera tentativa
de tener un permiso francés. Pedà una nueva cita en la prefectura y me la
dieron para ocho meses después, el próximo 18 de octubre.
Habiendo
entregado mi tesis, me dediqué a buscar trabajo, aunque todo mundo me advirtió
que las posibilidades de que una empresa patrocinara mi permiso eran prácticamente
nulas. Ahora entiendo por qué: cuando una empresa quiere contratar a un extraeuropeo
que no vive legalmente en Francia tiene que hacer un trámite que dura por lo
menos dos meses y que le cuesta 50% del salario bruto del empleado, si es un
contrato de más de seis meses con un salario mayor al mÃnimo.
Mientras
tanto, una de las miles de aplicaciones de trabajo que mandé empezó inesperadamente
a dar frutos. Apliqué a una muy prestigiosa agencia de arquitectura en ParÃs,
respondiendo a un anuncio que vi en una lista de difusión. Mandé mi CV y carta
de motivación en febrero, pero no fue hasta julio que me contactaron para una
entrevista. Discutimos muy bien con la persona que me entrevistó y todo parecÃa
prometedor, excepto que la agencia no querÃa hacer los trámites para que yo
tuviera el permiso. PreferÃa esperar que me dieran mi permiso por tener el pacs
con Jacques que, según yo, era una formalidad a estas alturas.
Pero tuve
la mala suerte de ir a una asociación que da consejos jurÃdicos a migrantes a
explicarles mi situación, según yo para estar bien preparada, y me dijeron que
el documento inicial que te dan en la prefectura, mientras se espera el permiso
en fÃsico, no te permite trabajar cuando lo pedÃs por el pacs, pero sà en el
caso del matrimonio. Fui a preguntar a la prefectura si era cierto y me dijeron
que eso depende de la persona que te atiende en el momento de hacer tu
aplicación, que no hay reglas muy definidas al respecto. Mi cita en la
prefectura es el 18 de octubre y mi contrato en la agencia empezarÃa el 21 del
mismo mes, si es que me dan el permiso. Y como el trabajo es en ParÃs, me tocó
buscar apartamento allá, un obstáculo que milagrosamente se resolvió con mucha
facilidad. Mi permiso suizo se venció el 30 de septiembre pasado y ya hice los
trámites para dejar oficialmente el paÃs. Asà que desde hace tres dÃas mi
estatus es oficialmente el de turista, o mejor dicho el de inmigrante de Schrödinger,
simultáneamente con y sin derecho de estar aquÃ, hasta que el agente de la
prefectura decida sobre mi destino.
Cuando
pienso en todos los hondureños que deciden irse a otro paÃs, soy consciente de
mis privilegios al no haber tenido que pasar por muchas de las pruebas y
peligros que ellos atraviesan. Pero me cuesta mucho aceptar que después de
todos estos años, después de todo lo que trabajé y sacrifiqué, a pesar de estar
en una relación con un francés, todo sigue siendo igual de incierto y precario.
Desde hace varias semanas me levanto todas las madrugadas a las 4 de la mañana pensando
en la cita en la prefectura, preguntándome si van a aceptar mi aplicación y si el
documento que me den me va a permitir trabajar. Para ellos eso es un trámite
insignificante, para mà serÃa una nueva vida que comenzarÃa o que podrÃa ser
truncada. Y no me queda de otra más que esperar.
Whenever I
see other Hondurans like me who have left abroad to study and have managed to
stay working in the countries that hosted them, I always want to ask them – but
I never dare to – how they did it. Because despite having been living for six
continuous years abroad, I have not yet found the formula to settle permanently
and to stop living under the constant threat of having to go back to Honduras.
It already
happened to me in 2012 after my Master studies in France, when I did not find
funding to pursue my Ph.D. there and I did not receive any answer from the
architecture firm in which I was doing an internship at the time, so I had to
go back. But above all, this happened because of my negligence, because I did
not conduct proper research beforehand on what my options were when I finished
my studies. I later learned that there is a special permit that allows you to
stay for six months looking for a job. I swore I would never let that happen again
when I started my Ph.D. in Switzerland, but I must have some sort of bad karma.
I never had
much interest in staying in Switzerland. The high cost of living when you get
half the salary of a national Ph.D. candidate and having a boyfriend in the
neighboring country, where everything is cheaper, but where there are also more
options and, in general, more life, did not motivate me to grow Helvetic roots.
Besides, being hired in Europe when you are not a European qualifies as martyrdom,
but even more in Switzerland where having studied there does not give you much
of an advantage as it can elsewhere. Having had a scholarship, I do not get any
type of unemployment benefit and so far I have managed to survive because I was
exempt of paying the extremely expensive Swiss medical insurance and because I was
living in student housings. Those privileges end the second you finish your
studies, so I knew that financially it would be impossible for me to look for a
job there.
In June
last year, when Jacques came back from his first postdoc in Turkey, we decided
to move in together in Lyon, where the six last months of my scholarship would
allow me to both live and save for the subsequent job search when I finished
writing my dissertation. Administratively, I would still be tied to Switzerland
but, in reality, I had already given up my apartment – that I sublet all this
time – and I brought all my stuff to Lyon. With Jacques we decided to wait for
a better financial situation to get married and we opted for the second option
to formalize our relationship, the PACS. This “civil solidarity pact” is a
procedure that gives you some of the benefits of a marriage, especially some
fiscal ones, and can allow you to get a permit that allows you to work called “private
and familiar life”, after a year of living together.
At that
moment, I was not in a rush, I had my savings, I was finishing my writing and
had no idea what I wanted to do once I submitted my dissertation. But I asked
for an appointment in the prefecture to ask for the permit anyway, an
appointment I got for February this year. We gathered the documents that were
listed in the prefecture’s website and we got there very confident, because we
believed that what was important was the validity of our relationship, not how
long we had been living together. They turned us down because they asked for
documents that proved month per month that we both had been living under the
same roof for at least a year, something that does not appear online. And with
that, I failed my first attempt at getting a French permit. I asked for a new
appointment at the prefecture and got one for eight months later, next October 18.
Having submitted
my dissertation, I turned to looking for a job, something that everyone warned me
would be almost impossible because no company would sponsor my permit. I now
understand why: when a company wants to hire an extra European who is not
legally living in France, it needs to make a procedure that lasts at least two
months and needs to pay 50% of the employee’s salary, if he/she is hired for
more than six months and earns more than the minimum salary.
During this
time, one of the thousands of applications I sent unexpectedly started to give
some results. I applied to a very prestigious architecture firm in Paris, answering
an ad I saw on a newsletter. I sent my CV and cover letter in February, but it
wasn’t until July that they contacted me for an interview. We had a good conversation
with the person who interviewed me, and everything seemed promising, except
that the firm would not sponsor my permit. It preferred to wait for me to
obtain my permit for being pacsed with Jacques, which I believed was a given.
However, I
had the bad luck of going to see an association that gives legal counseling to
migrants, and I explained to them my situation, so that I was prepared once and
for all. They told me that the initial document that I would get in the
prefecture, while waiting for the physical card to arrive, would not allow me
to work because I was pacsed, and not married. I went to ask to the prefecture
if this was true and I was told that it depends on the person that deals with
my case the day of the appointment, that there are no defined rules on this
matter. My appointment in the prefecture is the 18 and my contract would start
on the 21, if I get the authorization to work.
Since the
job is in Paris, I managed to find an apartment there, an obstacle that was miraculously
resolved with a lot of ease. My Swiss permit expired on September 30 and I already
did everything to officially leave the country. So for now on my official
status is that of tourist, or in other words, that of Schrödinger’s immigrant,
simultaneously with and without the right to be here, until the agent in the
prefecture decides on my fate.
Whenever I
think of all the Hondurans who decide to leave to another country, I am aware
of my privileges by not having to go through the many ordeals and dangers they do.
But I have a hard time accepting that after all these years, after everything I
have worked for and sacrificed, despite being in a relationship with a French citizen,
everything remains uncertain and precarious. Since a few weeks, I get up in the
middle of the night thinking about the appointment at the prefecture, wondering
whether they will accept my application and whether they will allow me to work.
For them, this is an insignificant procedure; for me it is a new life that could
start or die before it started. And I have no other alternative but to wait.
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