Desde muy pequeña, "El libro de la selva" me enseñó un fuerte sentido de la ética laboral.
Y pasé muchos años rascándome la espalda en las paredes de mi casa.



Aprendí que es un serio dilema aparentar ser algo que uno no es:



Quedaron sentadas las bases para las futuras relaciones interpersonales.
(Esta escena describe literalmente el proceso de decidir adónde salir con mis amigos)



Y supe desde entonces cuáles iba a ser mis técnicas de seducción:

Hoy regresé a clases de baile después de una ausencia de una semana (que en realidad es bastante para mí). Últimamente había estado perdiendo su atractivo, y la presión psicológica de cumplir un horario estando en vacaciones me estaba resultando tediosa. Pero la clase me resultó diferente, difícil, intensa y logré recordar ese estado en el que me siento poderosa e invencible gracias a mi cuerpo. Pensé en lo genial que sería si esta fuera mi carrera, que la gente pagara por verme bailar.

Después de cenar me avisan mis amigos que están a punto de ir a recogerme para una salida más en la serie “despedida-de-una-amiga/final-de-vacaciones”. Vamos a un bar, que yo ni recordaba qué tenía de atractivo en primer lugar. Al subir las gradas lo más impactante es la inmensa pasarela en forma de U en el centro, las chavas bailando encima de ella vestidas con ropa interior y una falda microscópica y la gente sentada alrededor. Son tres mujeres, que retozan de un lado a otro, meneándose de forma que sus traseros queden la mayor parte del tiempo en la cara de las personas que las observan. Una de ellas tiene cara de culpa y casi no se mueve; las otras dos me hacen preguntarme lo que se necesita para llegar a este nivel de desensibilización en el que sos capaz de dar la imagen de pasarla tan bien en semejante lugar. El sitio está relativamente vacío y todos tomamos nuestros asientos frente a la barra. No voy a mentir: las dos niñas que sí bailan con emoción lo hacen bastante bien y son muy atractivas. Pero yo no sé qué cara poner, estoy sentada junto a mi novio preguntándome cómo debería sentirme, si está bien que yo vea esto, si estoy cómoda con que él lo haga. La única solución inmediata que se me ocurre es anestesiarme con alcohol. Las chavas se restriegan con las cabezas de los hombres de vez en cuando, y no sé qué tiene esta esquina en la que estamos, pero se nos acercan muy seguido. Una de ellas termina agarrando a mi novio y pone su cabeza en todos esos lugares que se puedan imaginar. Al rato regresa para pasarse mi cerveza por esos rumbos. Otra de ellas pone su pie en mi hombro y se queda bailando.

La cúspide es cuando la chava se planta enfrente de mi novio, se da la vuelta, y lo jala por debajo suyo hasta que apoya su cabeza en la barra mientras se contonea encima de él. Más tarde es mi turno y el de mis otros amigos. Debería de estar divirtiéndome, pero nunca en mi vida he practicado tanto mi risa falsa. Utilizo todos mis recursos mentales para sustraerme de la situación, pero francamente sentí deseos de vomitar por toda la noche. No son las chavas. Pienso en sus abuelitas, y me pregunto si alguna de ellas hará esto para pagarse sus estudios, como cuentan las películas. Me acuerdo de la televisión de madrugada en la que entrevistan a strippers que confiesan ser lesbianas y por lo tanto todo esto les resulta completamente indiferente. Las dos que mencioné previamente son buenas bailarinas, tienen mucho carisma, y estoy convencida que en otro país estarían de gira con algún artista o haciendo videos y no en este antro. Ahora hay un montón de gente; a lo mucho habremos seis mujeres inmersas en un océano de machos escandalosos, viejos y feos. Todo mundo grita y ríe y para variar yo no capto el chiste.

Parte de la multitud se concentra en un punto: una de las dos talentosas súbitamente cayó desmayada. La música sigue y sus compañeras no se detienen. Le cedo mi puesto de primera fila a un tipo que seguramente lo va a disfrutar más que yo.

Encuentro a mi novio que también se ha alejado de la acción, nos instalamos en un sillón con un grado aceptable de visibilidad y le hago toda la serie de preguntas incómodas que no quiero, pero no puedo evitar hacer.

Las chavas ahora agarran a dos afortunados del público, les quitan la camisa y el pantalón, los tumban en el suelo y bailan encima suyo. A veces hasta dos de ellas se dedican a un solo tipo. (Me pregunto si mi profesor de Astronomía alguna vez habrá ido a lugares como estos. Ruego con todas mis fuerzas porque la respuesta sea negativa.)

Se dan varios ciclos en los que las cervezas cuestan 5 centavos por espacio de dos minutos. (Espero que mi padre no recuerde el nombre del lugar al que le dije que iba a ir.)

Un gordo frente a mí quiebra su silla y me cae encima. (¿Sería yo capaz de hacer esto si me viera en la necesidad?)

Un borracho empieza a pelear con mis amigos por una silla que había quedado libre temporalmente. (No tengo idea cómo se supone que voy a sentirme cuando yo baile, en cualquier contexto, después de esta noche. Se me vienen a la cabeza las personas que, en respuesta al comentario que estoy aprendiendo danza árabe, se sentían muy chistosas al decir que iba a poder bailarle a mi novio.)

La bailarina caída en combate se encuentra con vida y ahora se sienta junto a sus fans para presumir que ella es la única que tiene permitido tocar a su gusto a sus compañeras sin ser apaleada por el guardia, que a decir verdad no se ve muy peligroso. (Ya me imagino lo que van a pensar mis amigos si es que alguna vez leen este post.)

Pero será cuestión de distancia, una vez que ya no están en mi cara, las cosas no me molestan tanto.
Los padres de familia son esas criaturas misteriosas, "poderosas"
Son absurdamente autoritarios,

completamente despistados,

y desconectados de la realidad.


Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que todo lo que se dice de los padres de familia es verdad.


Absolutamente todo.


Sin embargo, son un mal necesario, cuando tienen los pies bien puestos en la tierra.


Lo que no sucede en la mayoría de los casos.


Pero hemos de resignarnos al destino. Así ha sido desde el inicio de los tiempos:


y será de esa manera por el resto de la eternidad.


Así que, ni modo, hagan lo mejor que puedan por disfrutar (o aprovecharse de) la gran masa humana a la cual le deben la vida.

Los hijos hemos de vencer al final.



Soy la típica niña de ciudad de clase media de un país tercermundista, a la cual sus padres, emigrantes de pueblos del interior, bajo pretexto de guardar apariencias con respecto a las convenciones sociales vigentes desde la Colonia, le imponen reglas ridículas de comportamiento, haciendo alarde de su paranoia, rigidez, simple y cerrada mentalidad machista. La niña podrá tener 22 años, pero tiene que pedir permiso, porque mientras sea mantenida y viva en casa ajena tiene que respetar órdenes de otros. Pide permiso, no lo obtiene, y no se dan justificaciones racionales; de hecho, no se dan justificaciones en lo absoluto, porque seguramente ella es muy inmadura para entender diálogos adultos. O tal vez probablemente no quieran admitir las verdaderas razones idiotas que guían sus decretos y sanciones. Ella no tiene voz ni voto, y sin chistar tiene que retirarse a su habitación, como cualquier puberto o adolescente, donde su único desahogo será el mismo que generaciones que le han precedido han explotado hasta más no poder, y que puedo afirmar con toda seguridad, será usado por el resto de las (pocas) centurias que le quedan a la humanidad: llorar hasta el agotamiento.

La niña escribirá en su diario número 16, otra entrada visceral e intrascendente sobre las mil y un estupideces que tiene que sufrir. Tiene pendiente redactar la nota introductoria en la que explica que NADIE debe leer esos volúmenes, porque sencillamente nadie sale exonerado en ellos, no tienen ningún valor artístico, y como hemos estado tratando de explicar en todos estos párrafos, su historia ha sido contada previamente tantas veces, que honestamente no tiene nada nuevo que aportar. Su único consuelo sigue siendo el tiempo. El tiempo a la vez redentor y verdugo, que la llevará lejos de la gente que la rodea, del país en que vive, de la dependencia que la sofoca, y del pequeño atisbo de felicidad que ha logrado conocer hasta ahora. Marca un día más en el calendario, que a diferencia de todos ustedes, son mucho más que dos semanas, y ruega por tener la paciencia y la cordura por adaptarse, someterse y conservar algo de integridad por dentro.

Soy tan común, tan corriente. Los clichés se avergüenzan de tenerme dentro de sus estadísticas.

Pero he de decirles algo. En realidad sí he aprendido el arte de aparentar, y soy una maestra en eso. Y ese es en realidad mi consuelo.
... para que aprendan a ser generosos con sus congéneres.

Extraño fenómeno algebraico en esta cuenta regresiva: deberíamos de tener un día menos, con respecto al día de ayer, y por el contrario, notamos que un número más ha aparecido.
¡Viva la ineficiencia en el sistema de matrícula de la universidad!
Para todos ustedes que están traumatizados con las cuentas regresivas. Al final, ¿por qué no habrían de estarlo? Todos tienen algo que esperan con ansias: el comienzo de las temporadas de las series de televisión en septiembre, su esperada-por-muchas-décadas partida al extranjero, el anuncio de buenas noticias en el sector profesional que están por llegar. El blog no quiso quedarse atrás, y se aferra a la espalda de esta moda pasajera como puede hacerlo un Tauren de nivel 40 a los Kodos que se venden en las grandes ciudades de Mulgore. Por supuesto, tiene que innovar. No puede ser partícipe de una tendencia siguiendo al pie de la letra las reglas impuestas de la misma. Nuestra variación consiste en una cuenta regresiva, con emociones en conflicto (y por lo tanto con efectos que terminan anulándose entre sí), sobre la llegada implacable, titánica, aplastadora-de-personalidades, destrozadora-de-aspiraciones, exageradamente productiva, liberadora pero sólo hasta el final y arruina-nervios del tercer gran, largo y eterno semestre en la universidad. Lean esta temporada del año pasado del blog: estos ciclos se repiten una y otra vez, porque aquellos pobres diablos que no logramos sucumbir ante las seducciones de las religiones anti materialistas, estamos condenados a marearnos con la rueda del hábito, una y otra vez.

Primer principio de la economía: los individuos se enfrentan a disyuntivas.
Imagínense el cliché gastado de las suegras desagradables. Imaginen que tienen a una de ellas viviendo en su cabeza. Esta suegra tiene la peculiaridad de ser extremadamente atractiva, pero su esencia se conserva intacta: es entrometida, mandona y tiene un talento sospechosamente desarrollado para la organización del tiempo. (Esto es una suposición, mi madre es una suegra bastante agradable en realidad.) Pues esta señora se planta enfrente tuyo y te llama la atención sobre los siete días que hacen falta para que vuelvas a tener un horario fijo, responsabilidades que cumplir y otra serie de medicamentos en contra de los ataques de pánico que tomar. Puedes hacer un horario que contenga todas las cosas que te lamentarás no haber hecho cuando tenías el tiempo disponible para llevarlas a cabo. Es una buena idea, todavía tienes un proyecto que entregar de ese curso que tomaste en vacaciones; no terminaste el libro asignado para estos dos meses. Pero, ¿no debería de estar descansando también doña Pongamos-por-escrito-nuestras-obligaciones-y-hagamos-el-compromiso-de-cumplirlas?

Oh Espíritus del Bosque… ¿Qué hacer cuando tu misma psique te arrastra en dos direcciones distintas? La atrofias con televisión hasta las cuatro de la madrugada, sesiones maratónicas de juegos de computadora y una nueva adicción a las granitas de caramelo. ¡Eso le va a enseñar a dejar de molestar!
(Por favor, respiren profundo y traten de recordar que esto es pura ficción.)

Monty viaja por error al futuro, y se encuentra en una época de la humanidad en la que el sexo masculino se ha extinguido por completo.








"(...) peut-être la coopération de l'homme à la procréation deviendra-t-elle un jour inutile: il paraît que c'est là le voeu d'un grand nombre de femmes."
-Simone de Beauvoir
Si alguna vez fantaseé sobre la llegada de los Jinetes del Apocalipsis hoy descubrí que es comparable a la fumigación que manda la alcaldía para evitar los brotes de dengue en las colonias. El bizarro de mi vecino tiene un fetiche recurrente con las reparaciones de su casa, que incluyen el uso de máquinas estridentes para pintar muebles, así que cuando casi estallan mis oídos con las explosiones ininterrumpidas, lo único que pude pensar fue en el alfabeto de insultos que conozco, dirigido hacia él. Pero era demasiado fuerte, lo sentía casi al lado de mi ventana.

Mi padre se acerca a la puerta y empieza a gritar. Aporrea la puerta, seguramente la quiere tumbar de un golpe ya que TODO mundo en esta casa sabe que yo me despierto fácilmente. No le puse llave, por qué carajo simplemente no la abre. No es suficiente con el escándalo del enfrentamiento allá fuera, tengo que lidiar con la falta de sentido común de los adultos: estoy somnolienta, pero la Furia trabaja las 24 horas y siempre está lista para atacar. Por qué gritas, por qué golpeas la puerta, está abierto, qué pasa. “¿Por qué tenés esa cara?” (Porque me da tanto gusto que seas tan tarado.) Qué pasa. Pone su cara de orgullo herido, y por ende enojado: “nada, olvidalo”.

Salgo en mi pijama de shorts indecentes y mi camisa a punto de morir, me acerco a la ventana que da a la terraza. Está subiendo humo del patio de abajo. Pero no es humo de incendio, los incendios son silenciosos. ¿Quién es este hombre sosteniendo un arcabuz de donde seguramente sale el humo? ¿Por qué se acerca a la puerta con intenciones de entrar? Me escondo rápidamente en mi cuarto. A los pocos minutos, el inescapable olor a veneno justifica el escándalo. Mi hermano me explica que seguramente a alguien de la colonia le dio dengue para que se vean en la necesidad de fumigar por estos rumbos, que uno jamás consideraría insalubres o de riesgo (la decadencia es de otros tipos). Por supuesto, en la alcaldía no les importa que esta sea la temporada de audiciones de American Idol para un montón de pájaros de colores, que se acercan en las mañanas. Hoy no llegaron.

Internamente, el resto de mi día se malgasta en repasar el despliegue de inmadurez de mi padre. Es el problema de la adolescencia en plena senilidad. Ya tiene 50 (?) años, cuándo va a crecer??????


El eterno dilema: ¿who listens to a talking piece of poultry?
Joyas
- Collares
- Pulseras
- Aritos de uso diario
- Aritos de oro
- Dots
- Plásticos y autóctonos
- Aritos que se enmarañan entre sí
- The pearl section

Ropa
- Ropa interior y trajes de baño
- Camisas para salir
- Camisas de uso frecuente
- Good shirts gone bad
- Camisas de estación: clima frío, clima cálido
- Calcetines, faldas, shorts
- Ropa para hacer ejercicio
- Sección censurada
- Pijamas
- Jeans
- Suéteres
- Bufandas de bajo presupuesto
- Bufandas hechas a mano
- Bufandas para salir
- Camisas a cuadros estilo grunge

Zapatos
- Zapatos de uso frecuente
- Tennis para ir a la Tigra
- Zapatos heredados de mi madre que espero algún día usar
- Sandalias

Música
- Discos originales: ordenados por artista y estos a su vez en orden cronológico
- Recopilaciones de mp3
- Discos audio solistas mujeres
- Discos audio solistas/grupos hombres
- Discos audio recopilaciones arbitrarias
- Datos: programas, archivos de clases

Música, sección escondida
- Discos originales: soundtracks y recopilaciones
- Discos originales: bandas vergonzosas y del olvido
- Discos originales: solistas mujeres que nunca voy a volver a escuchar
- Infantiles
- Jazz
- Música clásica
- Discos audio bandas olvidables
- Discos audio solitas mujeres olvidables
- Datos, segunda parte: promocionales de empresas, discos de limpieza de equipo, programas varios, discos de dudoso contenido (sin rótulo y no se leen en equipo)
- Música electrónica y psytrance
- Discos regalables (si alguien los quisiera)

Libros
- Enciclopedias
- Folletos fotocopiados varios
- Revistas
- Arte y arquitectura
- Cuadernos de la universidad (rotulados y en orden cronológico)
- Cómics e infantiles
- Libros que no he leído
- Libros leídos, por autor y orden cronológico
- Rechazados y regalables
- Rechazados no regalables
- Libros en edición lujosa
- Manuales, diccionarios, libros sagrados y/o espirituales
- Libros que deben ser devueltos a su dueño (si algún día me acuerdo)
Pienso en aquello que he deseado toda mi vida; aquello para lo que me he preparado/entrenado/mentalizado por muchos años; esta cuestión en específico que todo mundo desea y al universo entero obsesiona. Finalmente lo conseguí.

Para empezar, el Tiempo no se detuvo, no sonaron trompetas, ni se produjo algún tipo de mutación en mis adentros que me haga pertenecer a un círculo de elegidos. Sigo siendo la misma y todo lo demás se conserva igual. (Van a argumentar que es mi gastada tendencia a la idealización. Pero, ¿realmente quiero pulular a través de la existencia sin ningún tipo de expectativa?)

Haberlo obtenido abre una nueva gama de posibilidades: cuestionarle el significado, obsesionarse por perderlo, ir en busca de otro reto más difícil. El dilema es que me sigo manteniendo dentro del círculo desear-trabajar-obtener-desear, cuando se supone que esto me iba a hacer trascenderlo, y colocarme en una liga completamente diferente, aquella donde era invencible y no volvería a necesitar nada más. Anoche salí por primera vez en mucho tiempo. Estaba impresionada por el lugar, entumecida por el trago y el ruido, volteaba a ver a la multitud de gente, me decía a mí misma que no me debería sentir fuera de lugar porque yo ya lo tengo. Pero sigo siendo la misma y todo lo demás se conserva igual.

Es interesante como en ninguna de las posibilidades que te planteas no aparece el sencillo enunciado de “disfrutarlo”. Será porque el gozo es inversamente proporcional a la anticipación.