29 August 2007

I felt like puking for the entire night

Hoy regresé a clases de baile después de una ausencia de una semana (que en realidad es bastante para mí). Últimamente había estado perdiendo su atractivo, y la presión psicológica de cumplir un horario estando en vacaciones me estaba resultando tediosa. Pero la clase me resultó diferente, difícil, intensa y logré recordar ese estado en el que me siento poderosa e invencible gracias a mi cuerpo. Pensé en lo genial que sería si esta fuera mi carrera, que la gente pagara por verme bailar.

Después de cenar me avisan mis amigos que están a punto de ir a recogerme para una salida más en la serie “despedida-de-una-amiga/final-de-vacaciones”. Vamos a un bar, que yo ni recordaba qué tenía de atractivo en primer lugar. Al subir las gradas lo más impactante es la inmensa pasarela en forma de U en el centro, las chavas bailando encima de ella vestidas con ropa interior y una falda microscópica y la gente sentada alrededor. Son tres mujeres, que retozan de un lado a otro, meneándose de forma que sus traseros queden la mayor parte del tiempo en la cara de las personas que las observan. Una de ellas tiene cara de culpa y casi no se mueve; las otras dos me hacen preguntarme lo que se necesita para llegar a este nivel de desensibilización en el que sos capaz de dar la imagen de pasarla tan bien en semejante lugar. El sitio está relativamente vacío y todos tomamos nuestros asientos frente a la barra. No voy a mentir: las dos niñas que sí bailan con emoción lo hacen bastante bien y son muy atractivas. Pero yo no sé qué cara poner, estoy sentada junto a mi novio preguntándome cómo debería sentirme, si está bien que yo vea esto, si estoy cómoda con que él lo haga. La única solución inmediata que se me ocurre es anestesiarme con alcohol. Las chavas se restriegan con las cabezas de los hombres de vez en cuando, y no sé qué tiene esta esquina en la que estamos, pero se nos acercan muy seguido. Una de ellas termina agarrando a mi novio y pone su cabeza en todos esos lugares que se puedan imaginar. Al rato regresa para pasarse mi cerveza por esos rumbos. Otra de ellas pone su pie en mi hombro y se queda bailando.

La cúspide es cuando la chava se planta enfrente de mi novio, se da la vuelta, y lo jala por debajo suyo hasta que apoya su cabeza en la barra mientras se contonea encima de él. Más tarde es mi turno y el de mis otros amigos. Debería de estar divirtiéndome, pero nunca en mi vida he practicado tanto mi risa falsa. Utilizo todos mis recursos mentales para sustraerme de la situación, pero francamente sentí deseos de vomitar por toda la noche. No son las chavas. Pienso en sus abuelitas, y me pregunto si alguna de ellas hará esto para pagarse sus estudios, como cuentan las películas. Me acuerdo de la televisión de madrugada en la que entrevistan a strippers que confiesan ser lesbianas y por lo tanto todo esto les resulta completamente indiferente. Las dos que mencioné previamente son buenas bailarinas, tienen mucho carisma, y estoy convencida que en otro país estarían de gira con algún artista o haciendo videos y no en este antro. Ahora hay un montón de gente; a lo mucho habremos seis mujeres inmersas en un océano de machos escandalosos, viejos y feos. Todo mundo grita y ríe y para variar yo no capto el chiste.

Parte de la multitud se concentra en un punto: una de las dos talentosas súbitamente cayó desmayada. La música sigue y sus compañeras no se detienen. Le cedo mi puesto de primera fila a un tipo que seguramente lo va a disfrutar más que yo.

Encuentro a mi novio que también se ha alejado de la acción, nos instalamos en un sillón con un grado aceptable de visibilidad y le hago toda la serie de preguntas incómodas que no quiero, pero no puedo evitar hacer.

Las chavas ahora agarran a dos afortunados del público, les quitan la camisa y el pantalón, los tumban en el suelo y bailan encima suyo. A veces hasta dos de ellas se dedican a un solo tipo. (Me pregunto si mi profesor de Astronomía alguna vez habrá ido a lugares como estos. Ruego con todas mis fuerzas porque la respuesta sea negativa.)

Se dan varios ciclos en los que las cervezas cuestan 5 centavos por espacio de dos minutos. (Espero que mi padre no recuerde el nombre del lugar al que le dije que iba a ir.)

Un gordo frente a mí quiebra su silla y me cae encima. (¿Sería yo capaz de hacer esto si me viera en la necesidad?)

Un borracho empieza a pelear con mis amigos por una silla que había quedado libre temporalmente. (No tengo idea cómo se supone que voy a sentirme cuando yo baile, en cualquier contexto, después de esta noche. Se me vienen a la cabeza las personas que, en respuesta al comentario que estoy aprendiendo danza árabe, se sentían muy chistosas al decir que iba a poder bailarle a mi novio.)

La bailarina caída en combate se encuentra con vida y ahora se sienta junto a sus fans para presumir que ella es la única que tiene permitido tocar a su gusto a sus compañeras sin ser apaleada por el guardia, que a decir verdad no se ve muy peligroso. (Ya me imagino lo que van a pensar mis amigos si es que alguna vez leen este post.)

Pero será cuestión de distancia, una vez que ya no están en mi cara, las cosas no me molestan tanto.

3 comments

  1. OMG MArcelita!
    Ni yo he ido a un strip club!
    Anyways estoy en Teguz, te hablo para ver si hacemos algo.
    (Ir al lgar de tu post is out of the question)

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  2. Una experiencia mas Marce...igual para mi, fue la primera vez que voy a uno de estos lugares en donde las mujeres con poca ropa te bailan muuy cerca, estuvo bien divertido, pero si cuando las bailarinas - como dijiste, dos de ellas muy pero muy atractivas - se me acercaban a la cara - realmente pensaba en que prefiero vivir la experiencia sexual con una mujer de manera íntima, prefiero mil veces la intimidad al exhibicionismo, sin que hayan alrededor monton de hombres con cara de machos en celo. Sin embargo, fue toda una experiencia muy divertida, lo que uno tiene que hacer por los amigos que se van al extranjero y que no se sabe cuando los vas a volver a ver, jejeje, pero lo mejor fue eso justamente, estar con los amigos viviendo algo que nunca te habias atrevido a hacer.

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