No es el mejor, ni el más fácil, pero Autocad sigue siendo uno de los programas de dibujo arquitectónico en computadora más populares en el medio. Es un software extremadamente versátil y bastante extenso que permite crear desde los dibujos más básicos en dos dimensiones, pasando por volúmenes tridimensionales, hasta llegar a renders con aspiraciones casi fotográficas. Sin embargo, es un animal que hay que aprender a domesticar: asà como se puede tener una técnica impecable en un dibujo, se pueden cometer atrocidades que arruinarán la vida y dejarán sin dormir a todos aquellos que se enfrenten a él. La importancia de saber lo que distingue a una simple lÃnea de una polilÃnea tiene un impacto significativo en el tamaño del archivo y la manejabilidad del mismo, ya que algo plagados de errores inconscientes puede significar un dibujo lento, con tendencias a provocar fallos que se tragarÃan miles de horas de trabajo en un reinicio de la computadora. Asà que el Autocad es un instrumento muy poderoso que puede ser utilizado tanto para el bien como para el mal, pero en todo caso es un reflejo fidedigno de la persona frente a la pantalla ya que el programa no piensa, no calcula y no puede completar detalles constructivos mal hechos.
De todo esto deriva nuestro primer concepto: un dibujante es aquel que sabe trazar lÃneas en Autocad y sabe, de una u otra manera, traducir lo que ve en un papel hasta una computadora. En principio un dibujante no está obligado a entender cómo funciona lo que está trazando y no se molesta en cuestionar la lógica de lo que tiene entre sus manos. Esto se aleja del concepto de arquitecto, del griego “arkhitekton” que significa desvelado y mal pagado, alguien que por definición deberÃa saber dibujar ya que tiene habilidades plásticas, unas cuantas nociones de composición y una masoquista preferencia por permanecer sentado durante varias horas. Pero un verdadero arquitecto posee algo más valioso que la capacidad de hacer bonitas letras en molde; tiene criterio.
Un arquitecto es el jefe de orquesta que dirige a varias personas hacia una misma meta: que a la hora de construir lo que se ve en el papel la cantidad de insultos por parte del contratista sea la menor. Esto implica prever dilemas, anticipar necesidades y saber cómo funcionan las cosas. La intención es pensar de antemano para que aquellos que hayan de venir después no tengan más remedio que obedecer, sin la posibilidad de inventar. Esto significa que al tener un plano en sus manos un arquitecto tiene no sólo la oportunidad de vanagloriarse de sus extensos conocimientos sino también la responsabilidad de mostrar iniciativa y resolver los problemas que otros hayan arrastrado. Cuando un arquitecto dibuja debe pensar en si esto funciona, si se entiende fácilmente, si tiene lógica y si se ve bien. Con el tÃtulo en la mano uno jamás vuelve a ser dibujante… en teorÃa.
¿Por qué entonces es permitido que a uno le paguen por plano, como a cualquier bachiller en delineación industrial? Porque a veces la actitud te hace bajar de escalón. (Eso y que el mercado del trabajo es cruel.) Cuando un graduado de semejante escuela de tortura reniega de su capacidades y se conforma con un trabajo pasable, argumentando que si no se lo dieron no lo va a hacer en vez de preguntarlo o exigirlo para cumplir con su deber, entonces le han de quedar muchos años en esas condiciones antes de ver ampliarse sus posibilidades. Y a veces uno es el pobre diablo que tiene que recordárselo a sus colegas, un trabajo desagradable, pero alguien tiene que hacerlo.
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