09 April 2019

Gaël Faye – “Petit pays”: From one small-country native to another

“Petit pays” (Pequeño país) fue un éxito literario en Francia cuando salió en el 2016. Pero yo ni me enteré porque estaba en mi burbuja de la tesis, sin ningún deseo de leer novelas, algo que apenas hasta este año empecé a sentir de nuevo. Fue hasta que leí el retrato que Cosmopolitan hizo de Faye en diciembre del año pasado, que explicaba que gran parte de su experiencia inspiró la novela, que tuve curiosidad de leerla. Faye, como Gabriel, el personaje principal, creció en Burundi pero tuvo que dejar su país por la guerra y se mudó a Francia.


“Petit pays” (Small country) was a literary hit in France when it came out in 2016. However, I was not aware of it at the time because I was in the bubble of my dissertation, with no desire whatsoever of reading novels, something I only started doing again this year. After I read Faye’s portrait in Cosmopolitan in December last year, which explained that a great deal of what he lived inspired the novel, I was curious to read it. Faye, like Gabriel, the main character, grew up in Burundi but had to leave his country because of the war and moved to France.



Gabriel cuenta la vida que lleva con su familia: su hermana menor, su padre francés y su madre, exiliada de Ruanda; también con el personal que trabaja en su casa y con sus amigos de la cuadra. Es la vida normal de un niño de diez años, solo que con los detalles exóticos del ambiente africano: bañarse en el río donde se pueden ver hipopótamos, o festejar un cumpleaños con una barbacoa de cocodrilo. A pesar de la distancia, Gabriel y yo teníamos cosas en común. Unas eran muy divertidas, como el repelente en espiral para espantar a los zancudos que usaban mis abuelos en Olancho. Otras lo eran menos, como tener que lidiar con los conflictos entre los papás. Pero en general era una vida tranquila, protegido de la realidad del país, especialmente de su política.


O por lo menos así lo fue por cierto tiempo, hasta que la realidad – en la forma del genocidio de los Tutsis por los Hutsis en Ruanda y luego en Burundi – empezó progresivamente a invadir el mundo de Gabriel. Y desbarató cada una de las cosas que le gustaba de su entorno y contaminó a cada persona que lo rodeaba.


Terminé el libro en la noche y después no podía dormir. No podía entender, ni aceptar lo que había pasado. Lo estuve leyendo todo el día y en la mañana todo estaba bien. Gabriel seguía siendo un niño que jugaba con sus amigos y empezaba a interesarse por las marcas de ropa. Pero esa misma noche todo se fue al carajo de una forma absolutamente atroz. ¿Cómo pasó todo tan rápido? ¿Por qué pasó todo eso? ¿Cómo no me había enterado antes de lo que pasó en esos lugares?


Pero es que yo también vivía en mi burbuja en mi pequeño país que nadie sabe donde queda, al que nadie le interesa y que la prensa internacional ignora porque no tiene petróleo. Me sentí tan nostálgica, porque me acuerdo tan bien de mi fiesta de diez años en la que invité a mis amigas a la casa y llamamos a última hora a mis compañeros de clase (varones!) para que llegaran también. Tengo grabada en la mente la foto de todos nosotros bailando en la terraza; yo andaba unos leggins rosados y una camiseta con un ramo de flores estampado. Pero lo que pasó en los años siguientes se empieza a mezclar en mi cabeza. El Mitch, el golpe de estado... Ya no queda casi nada de esa época. Casi ningún amigo que no se haya alejado, casi ningún paisaje en el que el incompetente actual alcalde de Tegucigalpa no haya construido un desnivel. Qué triste es ser adulto.


Solo espero que algún día haya un Gaël Faye de Honduras y cuente su historia.



Gabriel narrates the life he leads with his family: his younger sister, his French father and her mother, an exile from Rwanda; also with the staff who worked in his house and with his friends from his block. It is the normal life of a 10-year-old boy, only with the exotic details of the African environment: to bathe in the river where you can see hippos, or to celebrate a birthday with a crocodile barbecue. And yet, despite the distance, Gabriel and I had things in common. Some of them were funny, like the spiral mosquito repellent that my grandparents used in Olancho. Others were less amusing, like having to deal with the parents’ couple issues. But in general, it was a calm life, sheltered from the reality of the country, particularly its politics.


Or at least it was like that for a while, until reality – in the form of the genocide of the Tutsis by the Hutsis in Rwanda and then Burundi – started to slowly seep into Gabriel’s world. And it destroyed everything he loved of his surroundings and polluted everyone around him.


I finished the book in the evening and then I could not sleep. I could not understand, nor accept what just happened. I had been reading it all day and everything was fine. Gabriel was still a kid playing with his friends and was just starting to take interest in clothing brands. But then that night everything went to hell in an absolutely atrocious way. How did everything happen so fast? Why did all that happen? How did I not know what those places had been through?


I was also living in my bubble in my own small country, which no one knows where it is, no one cares about and which the international press ignores because it does not have oil. I felt so nostalgic, because I remember so well my 10-year-old birthday party, in which I invited my girlfriends and then at the last minute we invited my classmates (the boys!) to come too. I have a picture of all of us dancing in the terrace engraved in my mind; I was wearing pink leggings and a t-shirt with a flower bouquet on it. But then what happened in the following years is starting to get mixed up. Hurricane Mitch, the coup d’état… Now, there is almost nothing left of that time. Almost no friend who has not left, almost no landscape in which the incompetent current mayor of Tegucigalpa has not built an overpass. How sad it is to be an adult.


I just hope that one day there will be a Gaël Faye from Honduras and will tell its history.

1 comment

  1. Anonymous6:57 PM

    Well, given your amazing talent for writing, maybe you should be the one to tell that story...

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