Después de tratar de negar la cantidad exorbitante de trabajo que tenía enfrente, anhelar el confort de mi casa, enojarme con mis compañeros porque yo soy la única de mi grupo que siempre está disponible (no necesariamente dispuesta) para trabajar y deprimirme por todo lo que podría estar haciendo en lugar de estar con esa miserable maqueta, hoy anuncio alegremente que he alcanzado el último estado de la pérdida de la libertad: la resignación. Lo supe cuando a la mitad de la pegada del piso de cedro, un domingo, a las 7 y media de la noche, después de tres días ininterrumpidos de esclavitud, la junta de las duelas no coincidía con la esquina de un detalle, y accedí, SIN QUEJARME, a que las despegaran, las botaran, se cortaran otras y se volvieran a pegar.
Una vez más, soy parte del proceso inevitable de la evolución, el desecho de los ideales, la madurez adulta, el desvanecimiento de la inocencia, como se le quiera llamar.
Cada vez que tengo que aceptar una nueva imposición externa en nombre del deber, siento que camino en retroceso por el sendero que me había enseñado Henry David Thoreau a los 17 años: alejarse de la sociedad para subsistir únicamente con lo fundamental, y no regresar hasta redactar mis propios valores y así actuar en base a ellos, sin tolerar nada menos que el éxtasis por la vida, la dicha incontenible de hacer lo que disfrute, de poder expresarme libremente… “to live deliberately, to front only the essential facts of life, and see if I could not learn what it had to teach, and not, when I came to die, discover that I had not lived. I did not wish to live what was not life, living is so dear; nor did I wish to practice resignation, unless it was quite necessary. I wanted to live deep and suck out all the marrow of life, to live so sturdily and Spartanlike as to put to rout all that was not life, to cut a broad swath and shave close, to drive life into a corner, and reduce it to its lowest terms, and, if it proved to be mean, why then get the whole and genuine meanness of it, and publish its meanness to the world; or if it were sublime, to know it by experience…”.
Es una gran bestia de furia inconcebible, sedienta de sangre y espacios abiertos; pero debe estar amarrada por un año y medio más. Me pregunto cuánto de la bestia logrará resistir hasta el día que yo esté disponible para finalmente prestarle atención.
Una vez más, soy parte del proceso inevitable de la evolución, el desecho de los ideales, la madurez adulta, el desvanecimiento de la inocencia, como se le quiera llamar.
Cada vez que tengo que aceptar una nueva imposición externa en nombre del deber, siento que camino en retroceso por el sendero que me había enseñado Henry David Thoreau a los 17 años: alejarse de la sociedad para subsistir únicamente con lo fundamental, y no regresar hasta redactar mis propios valores y así actuar en base a ellos, sin tolerar nada menos que el éxtasis por la vida, la dicha incontenible de hacer lo que disfrute, de poder expresarme libremente… “to live deliberately, to front only the essential facts of life, and see if I could not learn what it had to teach, and not, when I came to die, discover that I had not lived. I did not wish to live what was not life, living is so dear; nor did I wish to practice resignation, unless it was quite necessary. I wanted to live deep and suck out all the marrow of life, to live so sturdily and Spartanlike as to put to rout all that was not life, to cut a broad swath and shave close, to drive life into a corner, and reduce it to its lowest terms, and, if it proved to be mean, why then get the whole and genuine meanness of it, and publish its meanness to the world; or if it were sublime, to know it by experience…”.
Es una gran bestia de furia inconcebible, sedienta de sangre y espacios abiertos; pero debe estar amarrada por un año y medio más. Me pregunto cuánto de la bestia logrará resistir hasta el día que yo esté disponible para finalmente prestarle atención.
I have a crush con el "SIN QUEJARME", jejeje, ojalá yo pudiera decir lo mismo de vez en cuando.
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