29 August 2010

“I think we’re not in Kansas anymore!”

Escribo desde mi segundo cuarto de hotel en menos de 12 horas, extenuada por más de 14 horas de vuelo, 10 horas de vagancia en un aeropuerto, una noche de no poder dormir del susto y otra mañana de buscar y no encontrar dónde quedarme.

Y pensar que hace una semana estaba echada en mi sala viendo televisión con mi novio.

Voy a explicar desde el principio. En junio me enteré que había sido seleccionada para una beca para estudios de maestría en Historia del arte, en Francia. Estaba muy sorprendida porque unos meses atrás, cuando anunciaron los ganadores de la convocatoria, yo no estaba seleccionada. Sin embargo me notificaron que había quedado una vacante luego del rechazo de otro participante. Y es así como empezaron meses de enviar a mis papás y a Yanis a que me hicieran mandados tras mandados en la Secretaría de Educación, el Registro Nacional de las Personas, en Relaciones Exteriores, la Alianza Francesa y por supuesto en la Autónoma para conseguir las miles de traducciones, apostillas, auténticas y constancias que tenía que enviar a la universidad. Empezó mi correspondencia con toda la gente que me ayudaría a hacer los trámites necesarios para irme: conseguir alojamiento, boleto de avión, visa, etc. Un mes antes de la partida empecé a hacer compras y dos semanas antes de irme se venció mi contrato en el trabajo. Parecía que todo encajaba perfectamente y me dediqué a hacer los últimos mandados muy emocionada, pero también triste por la gente que iba a dejar de ver. Pero así como todo fue fácil y placentero antes, habría de ser tortuoso y complicado durante el viaje.

Para empezar empacar lo necesario fue absolutamente imposible porque no hay forma que yo pueda limitar mi ropa y artículos de uso diario a sólo 122 lbs, que distribuidas en dos maletas grandes y una de mano, son las que se pueden llevar en un avión. Así que tuve la brillante de idea de llevar una maleta adicional cuando una empleada de Taca me dijo que sólo serían 61 dólares adicionales. Ya en el aeropuerto, con todo distribuido entre las 3 maletas sin ningún orden de prioridad y con las valijas selladas en plástico transparente resulta que el costo por llevar equipaje adicional es más del triple de lo que me habían dicho originalmente, pero era muy tarde para echarse para atrás. Este es un buen momento para recordar que yo no viajo en avión, probablemente desde la última vez que fui a Francia, en un viaje escolar que tuve a los 13 años. Así que los procedimientos y regulaciones para un vuelo son algo totalmente novedoso en mi adultez. Mi equipaje de mano se convirtió en una maleta con ropa, una cartera que hace juego con la valija de mano y una de las grandes, y el maletín de Olivia, expandido por el ventilador, mouse, webcam, disco duro externo, memorias usb, ipod y documentos para la admisión académica. En estos momentos tengo tan atrofiado el cuerpo de tanto cargar peso que no distingo el desvelo y el jet lag del dolor muscular.

Salí de Tegucigalpa sin ningún inconveniente pero con el corazón un poco encogido al despedirme de todos. Nunca creí que ese momento iba a llegar, todo me parecía tan irreal y lejano. De hecho me costó creer que me había ganado esa beca. Aún después de tanto tiempo de buscarla y esperar por ella, y a pesar de todo el esfuerzo por conseguirla, de todas las aplicaciones que había hecho, me parecía increíble haberla ganado al fin.

La primera parada del viaje era San Pedro Sula, el primer lugar donde mi abrigo negro súper caliente empezó a desentonar. Cambiamos de un avión pequeñito en el que yo iba sola a uno un poco más grande donde me sentaron al lado de una española de mal carácter y un extranjero que jugaba sudoku súper difícil, con instrucciones en un idioma que Yanis hubiera podido reconocer porque él lo sabe todo. Llegué a Miami, una ciudad que definitivamente quiero conocer algún día. Fue mi primer vistazo a un aeropuerto gigantesco, y siguiendo a la manada fui a dar a migración, donde registré mi primera visita a los Estados Unidos en más de 16 años. No había nada de fila y una muchacha empezó a hacerme preguntas sobre mi viaje y mis estudios, al punto que no podía distinguir si lo que preguntaba era por obligación o por curiosidad. Yo ni tenía idea si tenía que recoger mi equipaje y de adónde tenía que ir para el siguiente vuelo, pero encontré a mi ángel guardián en la forma de mi suegra –a la que nunca antes había visto y que llegó sólo para conocerme-. Me sentí tan aliviada al verla y nos fuimos a un Chili’s (¡tienen Chili’s en el aeropuerto!!) a tomar unas margaritas y a platicar. En Miami me enteré que mi vuelo hacia Madrid estaba retrasado y es algo bueno que yo no entendiera la magnitud del retraso y sus consecuencias porque no hubiera podido dormir nada de las 8 horas que estuve anclada en una silla contiguo a un señor con cara de pocos amigos.

Y en Madrid empezó todo. Resulta que llegamos tan tarde que perdí el avión hacia Burdeos, mi destino final. Como era por culpa de la aerolínea me compensaron con un ticket con el que podría reclamar comida en casi cualquier restaurante del aeropuerto de Barajas, porque el siguiente vuelo a Burdeos era a las 8 y media de la noche. Atravesé pasillos larguísimos, bajé miles de escaleras y me subí a un subterráneo para recoger mis maletas, donde me cobraron 150 euros porque Iberia sólo permite una maleta grande en el vuelo, así que las otras dos contaron como adicionales. Y fui abandonada a mi suerte a deambular con mis maletas de mano. Para mi fortuna el aeropuerto tiene unos carritos buenísimos para no cargar nada directamente aunque me sentí un poco como esos loquitos que andan por las calles cargando basura en carritos de supermercado. A las 12 y media pude reclamar mi almuerzo en un restaurante muy bonito. Era un montón de comida que entre los nervios, la decepción y el sueño no pude comer. Luego me dediqué a fotografiar el aeropuerto, es absolutamente precioso. Fui a ver tiendas lo mejor que pude considerando que andaba con maletas. Estaba Zara, Mango, Carolina Herrera, una que sería como el equivalente de Metromedia llamada Relay y otras tiendas de lujo. Pero de repente empezó a darme un sueño terrible y me fui a sentar a la sala de espera junto a las puertas de embarque, donde luchaba por no quedarme dormida para no perder de vista las maletas. En Iberia ni siquiera sabían en que puerta tenía que abordar, el tiempo pasaba y el vuelo aparecía como atrasado. Debimos haber abordado a las 8 de la noche y terminamos haciéndolo como 20 minutos para las 10, saliendo a las 10 y aterrizando a las 11.

Durante el vuelo conocí a un chavo scout que venía regresando con su tropa de un viaje de 3 semanas por Chile y se ofreció a llevarme con su familia al hotel al que debería de ir ahora que era muy tarde para ir a la residencia universitaria. Hubiera aceptado su oferta si en Iberia no me hubieran dejado una de mis maletas, obligándome así a quedarme una hora extra para reportarla. Salí a medianoche a buscar un taxi. Me arrepentí de no haber escuchado a Mafer cuando me dijo que solicitara una tarjeta de crédito cuando llegué al hotel y la recepción estaba cerrada. Dejaban de atender a las 9pm y sólo aceptaban ingresos con códigos que uno obtenía con reservación previa. En las miles de horas que estuve en Madrid entré a la página de ese hotel que nos habían recomendado en la universidad para aquellos que llegáramos tarde, pero la reservación es con tarjeta de crédito, así como la transacción en una máquina para obtener la llave de un cuarto, como vimos en otros hoteles a los que me llevó el taxista.

El tipo al principio parecía inocentemente amable. Me llevó a varios hoteles mientras yo miraba con angustia el contador que iba aumentando la suma que tendría que pagarle al final de la expedición. Cuando ya recorrimos unos seis o siete hoteles donde ninguno de ellos tenía empleados de carne y hueso a esas horas me empecé a angustiar. El tipo detuvo el contador del taxi para que no me saliera muy caro y empezó a decir cosas como que podría acompañarme hasta la mañana siguiente para que no estuviera sola. Entré en pánico porque no tenía absolutamente ningún lugar al que ir, nadie a quien llamar en ese lugar y tampoco cómo hacerlo. Cuando él seguía conduciendo podía guardar la compostura pero cuando se detuvo en un hotel y se bajó a pagar un cuarto con su tarjeta de crédito me alarmé. No quería ni imaginarme las ideas que tenía, pero le dije en repetidas ocasiones que no quería que pagara, ni que consiguiera el cuarto. No me hizo caso y unas tres personas que también llegaron al lugar presenciaron la escena. Volvió al carro, quitó el foquito de taxi del carro y bajó mis maletas para subirlas al cuarto. Tenía intenciones de entrar pero le dije que no, que quería estar sola. Le pagué el taxi, el valor del cuarto y al final cedió y se fue. Yo estaba horrorizada, me imaginaba descuartizada en las paredes y lo único que pude hacer fue conectarme a internet a platicar con mi familia.

Esta mañana bajé a desayunar, después de una noche con muy poco sueño y tampoco pude comer. La recepcionista/mesera me informó que la única forma de hacer llamadas es con teléfonos que se pagan con tarjetas de crédito pero me hizo el favor de llamar un taxi. Mi intención era irme a la residencia de la universidad y plantarme allí todo el día hasta que abrieran la recepción, que según la información que nos hicieron llegar sería a las 5 de la tarde. Llegué al lugar y en el rótulo del horario ni siquiera aparecía hora de apertura para los domingos. Esta vez sí me vine al hotel que nos habían recomendado, uno muy bonito y en una zona más céntrica.

Salí a almorzar y cruzando la calle encontré un restaurante que simula ser una cafetería o soda shop de Estados Unidos en los 60’s. Me arrepiento de no haber llevado cámara para tomarle fotos a las sillas rosadas, los posters, estatuas y a toda la decoración kitsch de semejante lugar. Y ahora estoy de vuelta en el hotel del cual no quiero salir hasta haber recuperado mi sueño, mi hambre y mis ganas de ir a batallar. Espero mañana poder ir a la residencia universitaria, tener mi cuarto, recuperar mi maleta y empezar todo como si nada hubiera pasado.

Pero tengo que dormir primero.

5 comments

  1. Marce, me alegro que estes bien!!!! Suerte en todo lo que hagas y cuidate muchisisisisisisisimo!!!!! Porque si queremos verte de vuelta... ;P

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  2. Rayos, todo lo que te ha pasadoooo... seguro todo mejorará. Cuidate mucho!!!!

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  3. Es claro que nada de lo que cuentas ha sido fácil de llevar, pero, cuando me pasan cosas así pienso que es bueno tener algo que contar, para tener las audiencias escuchando, como en este caso leí atento ;)
    Podrías contar, que piensas estudiar, y por cuánto? Te felicito, estoy muy orgulloso de vos! ;)

    dz

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  4. Me gusta en los viajes tomarme tiempo para descansar en la habitación del hotel, y poder llevar una cuenta de lo que hice en el dia. Es por eso que busco conseguir hoteles baratos que se encuentren bien ubicados del centro de la ciudad

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  5. Anonymous2:25 PM

    Y así empezó la odisea.

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