11 April 2021

The Voice como un revelador de las diferencias culturales entre Francia y los Estados Unidos


Venirme a vivir a los Estados Unidos ha marcado una recaída casi total a mi antigua adicción a la cultura popular (c.f. mi reciente interés por Taylor Swift). Mi adicción solía ser tan fuerte que solo logré controlarla extrayéndome totalmente del ambiente donde prosperaba, a.k.a. Honduras, cuando me fui por primera vez en el 2010 y por segunda vez en el 2013. Sin acceso a un televisor durante los días de semana, poco a poco fui perdiendo la noción de quiénes eran los artistas o los programas de moda, con una notable excepción: la versión francesa de The Voice.


Mientras estuve viviendo en Suiza, la mayoría de los fines de semana me iba a ver a Jacques a Lyon y él sí tenía televisor. Por suerte, no tenía cable y por ende ningún acceso a E! Entertainment Television, por lo que pude soportar ver un reality show sin caer en mis viejas costumbres. Empezamos viendo The Voice de vez en cuando, las raras veces que regresábamos temprano de alguna salida o cuando no salíamos los sábados por la noche, pero sin darnos cuenta nos quedamos enganchados. Llegamos al punto que cuando no podíamos ver el episodio en vivo lo bajábamos para verlo en otro momento.


Creo que ese año me gustó el programa por ser la primera temporada de Mika quien, a pesar de que vivió sus primeros años en Francia, tiene referencias culturales y musicales muy diferentes a las de sus otros colegas jueces por haber estudiado en Inglaterra. Mika era el único juez que yo conocía, los demás eran cantantes franceses o canadienses desconocidos para mí. El participante de Mika ganó esa temporada, un cantante de origen gitano increíblemente talentoso, Kendji Girac, que ahora tiene una carrera de mucho éxito en Francia.


El segundo año me enganché porque la nueva juez era Zazie, una cantante-compositora que me cayó muy bien porque le gusta el rock y en su forma de cantar se nota que le gustan mis artistas favoritas, como Tori Amos. Vi la temporada siguiente, pero empecé a perder el interés y ni recuerdo quién ganó. El año siguiente, Jacques se fue a Turquía por nueve meses y nunca más volví a ver el programa.


Heme aquí en los Estados y le propuse a Jacques que empezáramos a ver la versión gringa, que nunca había visto. Desafortunadamente, ni Christina Aguilera, ni Gwen Stefani, ni Alicia Keys son jueces este año. Me tengo que conformar con Blake Shelton (who???), Nick Jonas (guácala), John Legend (emoji de persona levantando los hombros con indiferencia) y Kelly Clarkson, la única que me gusta. A pesar que empecé a ver American Idol después de que ganó, pasé todo el 2005 escuchando su disco “Breakaway” sin interrupciones, así que le tengo mucho cariño.


Obviamente, el formato del programa es el mismo en los dos países, pero la versión gringa y la francesa de The Voice tienen muy poco en común. Más bien, muestran las diferencias contundentes entre las dos culturas. Empecemos con el presentador. En Francia, es el periodista Nikos Aliagas, en los Estados, el antiguo presentador de Total Request Live de Mtv, Carson Daly. Yo no conocía a Nikos, pero le tengo mucho respeto porque es un buen moderador y entrevistador. Es serio, pero entretenido y muy inteligente. Después de la muerte de TRL, no volví a saber de Carson Daly pero, aunque lleva 10 años presentado The Voice, se ve todo golpeado por la vida y tiene cero protagonismo en el programa. Es todo estático, no tiene carisma y dice apenas lo estrictamente necesario para que la competencia siga su curso. Nadie va a notar el día que se vaya.


Es claro que la dinámica entre los jueces y los concursantes franceses y gringos tiene que ser diferente, pero nunca me imaginé a qué grado. En Francia, los jueces eran muy amables entre ellos, me los imaginaba casi amigos, yendo a cenar y a tomar tragos juntos. Me imagino que lo hacen en broma, pero los jueces gringos compiten entre ellos como que de eso dependiera su próximo cheque. Pasan peleando tan seguido que eso le quita todo el protagonismo al pobre diablo muerto de nervios que viene a cantar. La mayor parte del tiempo los jueces no dejan hablar a los concursantes, no les preguntan nada aparte del nombre y los tratan de convencer de ir a su equipo recalcando los defectos de los otros jueces, o argumentando cuántas veces han ganado el concurso.


Exacto, en la versión gringa los jueces se creen los ganadores, como si fueran ellos los que cantaran. Son tan egocéntricos que da vergüenza. Además, cada juez representa un género de música y es muy obvio quién se va a dar vuelta por el candidato dependiendo de la canción. Algunas veces un juez desobedece el patrón, pero es extremadamente raro que los cuatro jueces compitan por una misma persona. Esto es muy común en Francia y definitivamente no existe tanta diferenciación de juez por tipo de música. Y esos sketches dizque cómicos que hacen los jueces gringos solo muestra que no cualquiera es un buen actor.


Hay que decir que los cantantes gringos son mejores que los franceses. Suena duro, pero es verdad. Después de todo, el estándar de una voz poderosa es Mariah Carey o Whitney Houston, en cualquier país que sea. Y con tanto gringo religioso, cantan más seguido en las iglesias, lo que les da una ventaja significativa con respecto a los ateos franceses que solo cantan obligados en las clases de música. Pero porque los gringos son mejores me enoja más cuando eliminan a los virtuosos que no tienen potencial de estrellas pop, es decir que no son jóvenes, atractivos o con una historia patética detrás. Casi que parece requisito haber sufrido para cantar bien, si se cree en los perfiles de los candidatos de The Voice US. Cada uno está allí porque su mamá fue madre soltera, o ellos son padres solteros, porque los trataron mal sus compañeros de colegio, porque tienen una enfermedad incurable, un complejo sobre su cuerpo, o porque no pueden pagar su alquiler a menos que persigan sus sueños. Sus historias son tan tristes que ya me volví inmune a sus peroratas lastimeras.  


Así que puedo decir que genuinamente me gustaba la versión francesa de The Voice, con los jueces que yo conocí, porque cuando vi un episodio con los actuales no me cayeron bien, mientras que me gusta detestar The Voice US, que es una forma totalmente diferente de consumir un producto cultural. Y esto corresponde a mi opinión de los dos países, de hecho.




Moving to the USA has signified a complete relapse in my old addiction to popular culture (cf. my recent interest in Taylor Swift). My addiction used to be so strong that I was only able to control it by extracting myself from the environment where it prospered, a.k.a. Honduras, when I left for the first time in 2010 and for the second time in 2013. Without any access to a tv during the weekdays, I started losing the notion of who were the hip artists or shows, with a notable exception: the French version of The Voice.


While I was living in Switzerland, most weekends I traveled to Lyon to see Jacques and he did have a tv. Luckily, he did not have cable and therefore no access to E! Entertainment Television, which is why I could stand to watch a reality show without falling into old habits. We started watching The Voice occasionally, the few times that we came back early from any outing or when we did not go out on a Saturday evening, but we got hooked without realizing it. We even reached the point where, if we could not watch the episode live, we downloaded it to watch it later.


I think I enjoyed the show that year in particular because it was Mika’s first season as a judge. Mika spent his early childhood in France, but later studied in England and so he has different cultural and musical references from that of his fellow judges. He was the only judge I knew, whereas the others were French or Canadian singers I had never heard of. Mika’s contestant won that year, a very talented singer with Roma origins, Kendji Girac, who has a very successful career in France.


The second year I got hooked because the new judge was Zazie, a singer-songwriter whom I liked because she likes rock music and it is evident in her way of singing that she likes some of my favorite artists, like Tori Amos. I watched the next season, but I started losing interest and I do not even remember who won. The next year, Jacques left for Turkey and I never watched the show again.


So here I am in the US and I suggested to Jacques that we start watching the American version of the show, which I had never watched before. Unfortunately, neither Christina Aguilera, Gwen Stefani, nor Alicia Keys are judges this year. I had to settle for Blake Shelton (who????), Nick Jonas (yuck), John Legend (emoji of person raising his shoulders as a sign of indifference) and Kelly Clarkson, the only one I love. Even though I started watching American Idol after she won, I spent all 2005 listening to her album “Breakaway” non-stop, so I have a special place for her in my heart.


Obviously, the show’s format is the same in the two countries, but the American and the French versions of The Voice barely have anything in common. Instead, they demonstrate the overwhelming differences between the two cultures. Let us start with the host. In France, it is the journalist Nikos Aliagas; in the US it is the former Total Request Live host from Mtv, Carson Daly. I did not know Nikos before, but I have great respect for him because he is a good moderator and interviewer. He is serious, but entertaining and very intelligent. After TRL’s death, I did not know what became of Carson Daly, but he may be hosting The Voice for 10 years now, he looks beaten by life and has zero relevance in the show. He is completely static, has no charisma and says the bare minimum to keep the show going. No one will notice the day he does not show up.


It is clear that the dynamics between American and French judges and contestants must be different, but I never imagined to what extent. In France, the judges were very kind between one another, I pictured them as friends, often having dinner and drinks together. I guess they are joking, but the American judges compete against one another as if their next check depended on it. They fight so much that they take the spotlight away from the poor nervous soul who comes to sing. Most of the time the judges do not let contestants speak, they ask them no questions besides their name and try to convince them to join their team by highlighting the other judge’s flaws, or arguing how many times they have won the show.


Exactly, in the American version the judges think they are the winners, like they are the ones doing the singing. They are so self-centered it is embarrassing. Besides, each judge represents a genre of music and it is obvious who will turn for a candidate depending on the song. Sometimes a judge will go against the pattern, but it is extremely rare that all four judges compete for the same person. This is very common in France and there is definitely no clear differentiation of the judges according to the type of music. And the so-called funny sketches of the American judges only show that not everyone can be a good actor.


It must said that the American singers are better than the French ones. It sounds harsh, but it is true. After all, the standard for a powerful voice is Mariah Carey or Whitney Houston, no matter the country. And with so much religious Americans, they sing more frequently in their churches, which gives them a significant advantage to the French atheists who only sing when they are forced to in music classes in high school. But that the Americans are better only annoys me more when the really talented ones are eliminated because they have no pop star potential, meaning they are not young, good looking or with a pathetic history. It almost looks like a requisite to have suffered to sing well, if you believe in the profiles in The Voice US. Each one of them is there because their mother was a single parent, or they are single parents, or because they were bullied in high school, have an incurable disease, have body image issues, or because they are not able to pay their rent if they do not follow their dreams. Their stories are so sad that I became immune to those pitiful speeches.


So I can say that I genuinely loved the French version of The Voice, with the judges I knew, because I watched one episode with the current ones and did not like them, while I love to hate The Voice US, which is an entirely different way of consuming a cultural product. And this matches my opinion of the two countries, actually. 



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