07 October 2006

an army of one

Mi experimento de ampliar horizontes a veces resulta conmigo bailando con un cadete, que tiene las habilidades para bailar que tienen los cadetes (nulas), y con un gran dolor de cabeza al haberme infligido un moño por primera vez en 6 años.

Gina C. nos invitó a Deysi, Sharon, a la otra Gina y a mí a una fiesta de gala en la Academia Militar. Su papá es coronel y le dijo a Gina que invitara a sus “amiguitas”. Desde luego que siempre supe que iba como carne de exhibición o en el peor de los casos como escort, pero acepté por que me paso quejando de tener pocas amigas, y esta sería una buena ocasión para reforzar lazos. Gente con la que casi no me llevo en una experiencia completamente distinta. Llegaron además los 2 hermanos menores de Gina C. y su mejor amiga Karina.

En cuanto llegamos a la Academia, tan amablemente como es posible en esos casos, se nos pidió a las mujeres que bajáramos del carro para inspeccionar nuestros vestidos. Habíamos notado varias chavas con vestido corto afuera. No las dejaron pasar. Voy a pretender que no es humillante pararse a ser observado por una fila de pelados en uniforme, por algo tan estúpido como el largo de tu ropa. Pero sí lo es. Voy a tragarme mis principios y mi deseo de gritarles que ni Emily Post le hubiera negado la entrada a invitados por su vestimenta, y se hubiera limitado a poner su mejor falsa sonrisa. Ella los habría puesto en una mesa al lado de la cocina y alejados del salón, pero no los habría tenido parados bajo la lluvia, viendo como todos los demás eran revisados inescrupulosamente y pasada la prueba se perdían en el camino bordeado por lámparas de gas.

La nueva peste del milenio son esos fotógrafos que te piden posar para sus páginas web de fiestas y eventos. En alguno de esos anda pululando una foto de nosotras con un arreglo floral casi mortuorio de fondo.

Yo he ido a unos 15 años de gente de pueblo. La única diferencia es que la comida en esto fue mejor. Nada podía quitarme la sensación de ridiculez, de que todas las mujeres parecíamos trabajadoras en su día libre aspirando a conocer soldados con quien ir al cine los domingos en la tarde.
Las bandas tropicales me persiguen aparentemente.
Había tragos ilimitados en una noche que me exigía guardar la compostura. El ruido no me dejaba hablar y no se qué tan buena es mi cara de “estoy aburrida pero tratando seriamente de no parecerlo”. Uno de los hermanos de Gina sacó a Deysi a bailar los covers de reguetón versión salsa. Estábamos en un palco, así que la pista de baile principal la mirábamos desde unas grandes pantallas que intercalaban las imágenes de los vestidos meneándose al ritmo de “Lo que pasó, pasó” con otras de soldados disparando cañones y corriendo en fila por campos verdes. Fue uno de esos momentos que me arrepiento de no andar cámara, tan surrealista.

Después de la cena tuve que enfrentar mi destino e ir a bailar. Primero en grupo, hasta que los cadetes iban escogiéndonos y llevándonos lejos. Nunca, en la historia de fiestas a las que voy sin acompañante, me ha sacado a bailar alguien que me parezca remotamente decente, mucho menos atractivo. No sé qué deuda kármica estaré pagando, pero esta ha sido la cúspide de lo horroroso. “La señal de rescate”, pensé, y me acordé que el moño no me permitía sacudirme el pelo de los hombros, y que nadie en ese grupo iba a poder descifrarla. Por varias canciones traté de convencerme que bailar con un solo chavo, por fatal que fuera y se moviera, era mejor que satisfacer la fantasía de los hermanos de Gina de hacer un threesome con una chava adelante y la otra atrás. Pero no lo soporté y preferí ir a sentarme y despotricar internamente sobre lo sola que me siento el 99% del tiempo. Justo cuando mi mente veía desfilar la frase “Todo lo que has temido finalmente se hizo realidad” aparecieron Deysi y su compañero de baile para que buscáramos a los demás por que Karina estaba escandalosamente ebria. Nos fuimos de allí como una hora después.

En el trayecto de regreso me estaba soltando el pelo, queriendo poner la mayor distancia mental posible entre esa noche y el presente.

9 comments

  1. Awwwww.
    Te hubieras preguntado "what would Rory do?", suena como algo q le pasaría a ella.

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  2. Hahaha, Jose tiene razón: esa es una situación Rory. I'm so sorry que tuvieras que haber pasado por todo eso, I really am. Pero, como habíamos dicho antes: ya sabés a qué decir NO, plus, ya tenés una anécdota para contar, de esas que nunca lo hubieras creído de no haber sido porque la viviste.

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  3. tengo q ser como la plebe y decir que es cierto...es muy rory eso...

    hasta imagino como las dos irian con un cansancio hacia la mesa y sentarse a la pista de baile...

    creeme, cuando menos te imagines, ese 1% donde no te sentis tan sola, comienza a aumentar exponencialmente ;)

    saludos

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  4. A mi me parecio diferente
    e interasente

    por qué no?

    Besos***

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  5. Estoy empezando a darme cuenta Andrés ;)

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  6. Paso por acá. ¿No dejaban entrar con minis? Mmmm. Algo olía mal desde un comienzo. Saludos desde el culo del mundo.
    NS

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  7. Qué atros...No soy una persona muy aficionada a hombres en uniformes por una razón muy obvia,menos a una fiesta con una multitud de ellos...Puaj,no vayas nunca mas Marcela!

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  8. Anonymous6:03 PM

    Los milicos nunca dejan de sorprenderme...buen relato

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  9. Recuerdo haberte escuchado contar esa historia, en un on the run, fue tan genial escucharte mientras la contaba, me ataque de la risa esa vez y ahora lo vuelvo a hacer, como dicen, el libro es mejor que la pelicula, y hay muchos detalles que me atacaron de la risa, como el de las trabajadoras y el domingo al cine, tan verídico, ya me imagino la escena. Esa experiencia tuya doblemente reforzada no se me va a olvidar y logre formar una imagen mental tan clara que hasta me atreveria hacer una pelicula tipo mullholand drive - con un toque un poco mas gracioso - por lo subrealista que fue tu experiencia.

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