Por favor, que alguien le regale un trípode a Lars Von Trier.
Mi primera experiencia con una película suya fue naturalmente con “Dancer in the dark”. Digo naturalmente, por que en ella actúa Bjork, el único elemento necesario para que me gustara. Unos años después la volví a ver, desde una perspectiva más crítica y menos de fanática, y me sorprendió lo innecesariamente cruel de la historia, esa sensación de angustia y de impotencia ante el destino que transmite.
Esperaba algo similar en “Dogville”. Von Trier ha de hacerle algo a sus actrices, ha de maltratarlas psicológicamente para que sin importar quiénes sean o qué tan talentosas sean, siempre tengan esa expresión de recién haber salido de una cámara de tortura medieval. Las semejanzas entre el personaje de Bjork, Selma, y el de Nicole Kidman, Grace, son demasiado obvias, aunque pertenecen a situaciones distintas. Ambas son mujeres puras de corazón al principio del drama, que poco a poco descubren los secretos tenebrosos de la naturaleza humana y deben pagar un precio por su inocencia.
Pero allí donde Selma vio truncada su redención al ser ahorcada, Grace castiga a sus malhechores en uno de los tiroteos e incendios más catárticos que he presenciado.
Grace es una fugitiva que llega al escondido pueblo de “Dogville”, huyendo de unos gángsters. Para congraciarse con los 15 habitantes del lugar y que le permitan quedarse allí sin ser delatada, ella accede a trabajar en casa de todos ellos, todos los días. Después de limar asperezas iniciales, se termina adaptando bastante bien. Pero no pasa mucho tiempo antes de que cada habitante muestre sus defectos. Grace trata de escapar, pero es traicionada, la regresan al pueblo, la acusan de robo y para castigarla la encadenan a una pesada rueda metálica desde un collar. Como si fuera poco, todos los hombres la usan impunemente para su disfrute personal. Uno de los pueblerinos, que supuestamente estaba enamorado de Grace, contacta a los gángsters de los que ella huía en primer lugar, según él para que se deshaga de ella. No sabe que su jefe es el padre de Grace, que desea que su hija regrese y sea parte del negocio familiar. Por un instante, ella tiene intenciones de perdonar a Dogville, por que entiende que cada quien actúa lo mejor que puede, bajo las circunstancias en las que se encuentra. Pero su padre le abre los ojos: “¿Y lo mejor que pueden es suficiente?”
En este caso, no.
Los seres humanos pueden ser vistos tal como los presenta esta metáfora, como perros que sólo responden a su naturaleza. Eso nos permitiría pensar que cuando son malignos, mezquinos y abusivos si están en una posición de poder respecto a la tuya, no es su “culpa”, es su instinto. Así los dejamos salirse con la suya, ponemos la otra mejilla. Pero hasta obedecer a los instintos es una elección, no somos completamente animales, y en ningún momento tenemos que ser víctimas de las malas decisiones de los demás. Hay venganzas que son justas y necesarias, por el bien de la humanidad. En todo caso, “Dogville” aniquiló cualquier idealización o delirio de mudarme a un pequeño pueblo que haya alimentado en las últimas semanas.
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