10 March 2010

Tratando de leer en un mundo moderno

Como hace la mayoría de los lectores, mi libro de turno es la recompensa por haber tolerado un día más en la Tierra, así que es un placer que generalmente reservo para el final del día. Sin embargo, el cambio en las actividades está interfiriendo drásticamente con mi hábito. Yo creía que extrañaba ir al gimnasio: ando todo el tiempo pensando en que lo que como seguramente se va a convertir en manteca. Pero es aún peor dejar de leer, me da la impresión que me estoy haciendo más bruta con cada hora que pasa. Especialmente porque la única lectura asegurada de cada día es un periódico nacional y eso es casi garantía de atrofia mental, pero el periódico tiene la enorme ventaja de que puede leerse mientras se está desayunando ya que no hay que sostenerlo, y se puede llenar de comida sin culpa ya que igual no contiene nada valioso o importante.

Todo el día ando tratando de robar minutos para leer tranquila. Como parte de un programa experimental, si no quiero gastar dos horas de mi día en transporte urbano debo ir a dejar a todo mundo adonde deben estar antes de las 7 de la mañana, regreso a la casa a comer y vuelvo a salir a recoger a quien me va a dejar adonde yo debo estar antes de las 8 y media. Sin embargo, después de las 7 y media salir a la calle es una de las peores experiencias del universo, recomendable únicamente a enemigos y ex novios conflictivos. La cuesta que separa el cerro donde vivo del resto de la ciudad se convierte en una pasarela para carros que rehúsan moverse. Como todos deben saber a estas alturas, me caracterizo por ser pasivo-agresiva, pero ese es el único momento donde no me reconozco: me da tanta cólera saber que todos esos invasores utilizan la calle de mi colonia como un atajo, así que me meto en la fila como si fuera un vil taxista, o Herminio. Se me van hasta 20 minutos en llegar a un lugar que sin tráfico podría alcanzar en 5. Pero salgo temprano por 15 minutos, cuando tengo suerte, en los que me puedo quedar encerrada en el carro, leyendo, con el suave murmullo de camiones de Pollo Rey a mi lado.

Durante el día es lógicamente imposible. El libro se queda en mi gaveta donde suspiro por él como si fuera una inalcanzable barra de chocolate en mis peores días de antojos. Llego a mi casa cuando ya no hay luz natural a comer, bañarme, revisar correos, ocasionalmente a hacer algo pendiente, a ver noticias (E! news), y al fin estoy libre, no hay nada acumulado y puedo ponerme a leer en paz.

Pero no han pasado dos párrafos o cinco minutos y me quedo dormida. Maldición.

2 comments

  1. Marcela, te entiendo en lo de quedarse dormida (no sé cómo hay personas que pueden leer toda la noche, seguro que son personas que no pasan haciendo nada durante el día) y en el maldito tráfico, sé que en Tegus debe ser peor, pero yo siempre debo salir media hora antes de mi casa para llegar a tiempo, es horrible, envidio tanto a la gente que vive en lugares céntricos.

    Saludos, hace mucho no pasaba por aquí, el tiempo...

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  2. Es muy cierto Marcela. De forma similar, debo dejar mis lecturas más interesantes para el final del día, ya de regreso a casa o cuando decido tumbarme en la cama antes de "concentrarme" en mi sueño! Un abrazo de Zaloette

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