A aquellos que se sientan intimidados por las 558 páginas de Dietrich Schwanitz y su promesa de atiborrarlos con todo aquello que deberÃan haber aprendido en la escuela pero que el sistema educativo en deterioro falló en transmitir y que se sienten muy avergonzados en reconocer, les digo: no teman. La cultura es divertida y es fácil de leer… algunas veces. Schwanitz se da a la ardua tarea de condensar los conocimientos esenciales sobre la cultura occidental, desde un punto de vista descaradamente euro-centrista, de manera que sea comprensible por un extranjero, o por alguien que en el pasado ha tenido intereses más concentrados en una sola área. Este es un curso intensivo en historia universal, historia del arte, música y filosofÃa, asà como en literatura y el debate entre los sexos. Pero sus aspiraciones van más allá de sólo ser un boletÃn informativo de los último 5 000 años: pretende también instruir sobre las reglas de etiqueta de la persona culta del siglo XXI. Y esto es lo que lo separa de una clase general de la universidad.
En ninguna otra parte encontrarán ustedes recomendaciones sobre no presumir de sus conocimientos, ya que fanfarronear es demostrar ignorancia, ni la explicación de por qué es de mal gusto interrogar a los demás en materias históricas o cientÃficas, sin por ello justificar una actitud de inferioridad ante el mundo. El libro es un interesante compendio de las reglas tácitas del juego de póker que es el mundo de los intelectuales: todos creen que el otro sabe lo que todos deberÃan saber, pero lo más seguro es que no sea asÃ, aunque todos se comportan como si asà fuera. Esto automáticamente anula los que el autor caracteriza como hábitos femeninos: ver televisión o leer noticias de celebridades o realeza; pero también señala a los hombres con sus obsesiones con los deportes y sus costumbres raras de hablar de tipos, marcas o partes de carros como si la gente normal fuera versada en ese tema.
Sobre la televisión se explica de una vez por todas el porqué no es un instrumento eficaz para crear cultura. Es casi un requisito de los que tienen delirios de neuronas denigrar a la televisión sin saber de lo que hablan, pero Schwanitz explica que ver un programa no desarrolla las habilidades de redacción, razonamiento, imaginación, paciencia, comprensión del lenguaje y capacidad para recibir una recompensa posteriormente que sà se adquieren con la lectura. Leer permite construir una historia desde un punto de vista único –el del lector-, que a su propio ritmo y gracias a su auto impuesta disciplina, va deshilachando los componentes de un relato que al verse en pantalla plana no deja nada a ser construido por el espectador. (Sin embargo, cabe mencionar que el mismo autor reconoce que sólo los iniciados son aquellos que pueden disfrutar de los placeres inferiores ya que saben distinguir aquello que es rescatable en ellos.) Los libros son el componente fundamental de la cultura, de la inteligencia y del disfrute de la vida y los capÃtulos dedicados a los libros que cambiaron el mundo y la bibliografÃa recomendada sólo dejan una angustia sobre tantos temas y tan poco tiempo disponible.
El libro es valiosÃsimo ya que da un panorama general de muchas cosas que están destinadas en convertirse en sujetos de estudio más adelante. Son muy pocos los temas en los que uno no desearÃa que se tratara de forma más extensa y profunda, pero entonces se perderÃa su propósito. Se ensalza la Historia como la base de toda la comprensión de nuestra sociedad y pensamiento actual, asà como una forma para cuestionar nuestro presente y para intentar cambiarlo. De igual manera ayuda a entender la manifestación contemporánea de un arte como el resultado de una experimentación progresiva de nuestros antepasados.
Sin embargo, por muy ameno y entretenido que es “Todo lo que hay que saber” no está exento de cosas de las cuales se podrÃa prescindir. Para empezar, está el previamente mencionado punto de vista del libro. Entiendo que la intención era que un autor alemán intentara educar a un público alemán, pero eso hace justamente que la visión sea limitada y llena de prejuicios. Al leer este libro el autor se expresa de Alemania de una forma que uno pensarÃa que se trata de un paÃs tercermundista recién salido de una dictadura: lo hace ver como un paÃs todavÃa consumido por sus culpas históricas; como la nación más atrasada de Europa en comparación a sus vecinos que sà tuvieron el perÃodo de la Ilustración; como unos ilusos, bárbaros y neandertales.
Para variar, según los europeos, de América Latina no hay nada importante que saber. Luego de su descubrimiento no hay nada que merezca una mención en este tomo. De hecho, sólo los norteamericanos comparten protagonismo aquÃ. El capÃtulo de “GeopolÃtica para el hombre de mundo” se anunciaba como una forma de anclarnos a los puntos de vista de los acontecimientos actuales y resultó ser una descripción de clichés sobre los franceses, españoles, ingleses, austrÃacos, holandeses… y alemanes.
Y al final uno se pregunta cuál es la verdadera utilidad de este libro. No hay ningún comité de intelectuales que premie los conocimientos que uno pueda tener sobre la biografÃa de Napoleón desde el punto de vista hegeliano de la progresión de la Historia y hasta donde he podido observar, saber más no te hace conocer a más gente, de hecho, no te hace entenderte muy bien con ellos. La alta cultura –en contraposición a la cultura de masas que tan deliciosamente defiende Eco- es una cima solitaria. Supongo que los escaladores y escaladoras sociales han encontrado el manual para hacerse pasar por alguien que ha recibido educación de calidad y que ha aprendido buenos modales, pero para el resto de nosotros sólo es un recordatorio de todo lo que no sabemos, queremos aprender y esperamos que la vida nos dé tiempo para cultivar.
En ninguna otra parte encontrarán ustedes recomendaciones sobre no presumir de sus conocimientos, ya que fanfarronear es demostrar ignorancia, ni la explicación de por qué es de mal gusto interrogar a los demás en materias históricas o cientÃficas, sin por ello justificar una actitud de inferioridad ante el mundo. El libro es un interesante compendio de las reglas tácitas del juego de póker que es el mundo de los intelectuales: todos creen que el otro sabe lo que todos deberÃan saber, pero lo más seguro es que no sea asÃ, aunque todos se comportan como si asà fuera. Esto automáticamente anula los que el autor caracteriza como hábitos femeninos: ver televisión o leer noticias de celebridades o realeza; pero también señala a los hombres con sus obsesiones con los deportes y sus costumbres raras de hablar de tipos, marcas o partes de carros como si la gente normal fuera versada en ese tema.
Sobre la televisión se explica de una vez por todas el porqué no es un instrumento eficaz para crear cultura. Es casi un requisito de los que tienen delirios de neuronas denigrar a la televisión sin saber de lo que hablan, pero Schwanitz explica que ver un programa no desarrolla las habilidades de redacción, razonamiento, imaginación, paciencia, comprensión del lenguaje y capacidad para recibir una recompensa posteriormente que sà se adquieren con la lectura. Leer permite construir una historia desde un punto de vista único –el del lector-, que a su propio ritmo y gracias a su auto impuesta disciplina, va deshilachando los componentes de un relato que al verse en pantalla plana no deja nada a ser construido por el espectador. (Sin embargo, cabe mencionar que el mismo autor reconoce que sólo los iniciados son aquellos que pueden disfrutar de los placeres inferiores ya que saben distinguir aquello que es rescatable en ellos.) Los libros son el componente fundamental de la cultura, de la inteligencia y del disfrute de la vida y los capÃtulos dedicados a los libros que cambiaron el mundo y la bibliografÃa recomendada sólo dejan una angustia sobre tantos temas y tan poco tiempo disponible.
El libro es valiosÃsimo ya que da un panorama general de muchas cosas que están destinadas en convertirse en sujetos de estudio más adelante. Son muy pocos los temas en los que uno no desearÃa que se tratara de forma más extensa y profunda, pero entonces se perderÃa su propósito. Se ensalza la Historia como la base de toda la comprensión de nuestra sociedad y pensamiento actual, asà como una forma para cuestionar nuestro presente y para intentar cambiarlo. De igual manera ayuda a entender la manifestación contemporánea de un arte como el resultado de una experimentación progresiva de nuestros antepasados.
Sin embargo, por muy ameno y entretenido que es “Todo lo que hay que saber” no está exento de cosas de las cuales se podrÃa prescindir. Para empezar, está el previamente mencionado punto de vista del libro. Entiendo que la intención era que un autor alemán intentara educar a un público alemán, pero eso hace justamente que la visión sea limitada y llena de prejuicios. Al leer este libro el autor se expresa de Alemania de una forma que uno pensarÃa que se trata de un paÃs tercermundista recién salido de una dictadura: lo hace ver como un paÃs todavÃa consumido por sus culpas históricas; como la nación más atrasada de Europa en comparación a sus vecinos que sà tuvieron el perÃodo de la Ilustración; como unos ilusos, bárbaros y neandertales.
Para variar, según los europeos, de América Latina no hay nada importante que saber. Luego de su descubrimiento no hay nada que merezca una mención en este tomo. De hecho, sólo los norteamericanos comparten protagonismo aquÃ. El capÃtulo de “GeopolÃtica para el hombre de mundo” se anunciaba como una forma de anclarnos a los puntos de vista de los acontecimientos actuales y resultó ser una descripción de clichés sobre los franceses, españoles, ingleses, austrÃacos, holandeses… y alemanes.
Y al final uno se pregunta cuál es la verdadera utilidad de este libro. No hay ningún comité de intelectuales que premie los conocimientos que uno pueda tener sobre la biografÃa de Napoleón desde el punto de vista hegeliano de la progresión de la Historia y hasta donde he podido observar, saber más no te hace conocer a más gente, de hecho, no te hace entenderte muy bien con ellos. La alta cultura –en contraposición a la cultura de masas que tan deliciosamente defiende Eco- es una cima solitaria. Supongo que los escaladores y escaladoras sociales han encontrado el manual para hacerse pasar por alguien que ha recibido educación de calidad y que ha aprendido buenos modales, pero para el resto de nosotros sólo es un recordatorio de todo lo que no sabemos, queremos aprender y esperamos que la vida nos dé tiempo para cultivar.
Wowz, ya veo un candidato a ser mi próxima lectura. Me tanta risa la parte de los deportes y los autos: en varias conversaciones me he quedado inmerso en la vista del horizonte mientras gente se pone a hablar de carros y deportes, aunque debo admitir que para algunas cosas sobre deportes tengo algún conocimiento seguramente obtenido por estar en contacto con una horda de machos por 11 años de mi vida, pero de carros nunca se me pudo pegar nada; creo que me parece tan ridÃculo.
ReplyDeleteRagnarörk eres chico o chica?
ReplyDeleteChico, por qué Xavier? Jejejeje
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