16 February 2011

Las calificaciones del primer semestre

Esta mañana, mientras me acomodaba frente a la computadora con lo que es mi habitual desayuno, cereal con yogurt, una naranja y un café, me mandó un mensaje la chava con la que he estado haciendo los trabajos en grupo de la universidad. Aparentemente las notas del primer semestre ya estaban publicadas en internet.

Voy a ser brutalmente honesta: no las quería ver. De hecho, consideré cómo me sentiría durante todo el resto del día si no las mirara, si sería capaz de continuar con mis quehaceres diarios como si nada. Las notas tenían que haberse publicado hasta mañana, hoy era mi último día de felicidad en la ignorancia. Era a partir de mañana que todo cambiaría, que sabría si tendría que ir a recuperación en junio y por ende a empezar a estudiar y leer más de lo que ya tengo encima, sabría si mis métodos de estudio todavía funcionan, si no he perdido el toque para lo académico, si todas las salidas que rechacé valieron la pena, si lo poco que disfruté las fiestas navideñas por estar estudiando rindió sus frutos, si los mareos, el insomnio, la subida y bajada de peso han sido justificados. Y me robaron ese día adelantando las notas para hoy.

Ayer fui a una asamblea estudiantil debido a que nos enviaron por correo una notificación en la que se explicaba que se quiere hacer un proyecto de reforma en la universidad que incluye, entre otros puntos, la eliminación de la recuperación. Me dije que si eliminan eso estaría frita porque sin saber si me toca o no hacerlo tendría que estar preparada para lo peor. Así que en lugar de ir a preparar almuerzo a mi apartamento me uní a la multitud que en principio debería haberse reunido en la plaza central de la universidad pero que fueron relegados por la lluvia a un salón donde la Administración se negó a proveer un micrófono. La mayoría eran estudiantes de licenciatura y la asamblea estaba dirigida por muchachos muy jóvenes. Una chava explicó el proyecto que se quiere implementar a partir de septiembre: eliminar el régimen “dispensado” y hacer obligatorio el régimen general con el control continuo, dejando exentos de clase a los casos especiales como atletas de alto nivel o personas en dificultad cuyos casos serían evaluados de forma individual por una comisión; eliminar la recuperación; aumentar las horas y semanas de clase. El sistema actual consiste en que se puede elegir si uno es un alumno regular que asiste a clases y es evaluado en control continuo, o es dispensado y tiene la posibilidad de no ir a clases y hace un solo examen al final del semestre. Eso es muy práctico para los alumnos que se ven obligados a trabajar. Actualmente nuestro semestre es de 2 ciclos de 6 semanas cada uno y en nuestra universidad clases como las lenguas extranjeras son totalmente opcionales. Desde luego que para mí todo esto es novedoso, pero en realidad me parece extraño que yo estoy en régimen continuo y la evaluación consiste en un solo examen al final del semestre, al igual que los chavos que no asisten a clases. Para algunas clases se hacen trabajos escritos –que algunos no guardan relación con el curso impartido- y para otras se hace un solo examen oral que dura de 5 a 10 minutos, de un seminario que está compuesto por dos cursos, es decir que la evaluación se hace al azar sobre únicamente uno de los dos temas, en un sorteo que se realiza el día del examen. Realmente no entiendo cuál es la diferencia con el régimen dispensado, sobretodo porque la mayoría de los alumnos no asiste a clases. De una gran cantidad de chavos que éramos en septiembre, ahora somos los mismos 10 pelados que asistimos a las clases. El semestre me parece corto, 12 semanas no es nada y con todo lo que hay que leer, los trabajos que hay que presentar, sumado a la monografía que se tiene que entregar al final del primer año, no me extraña que esté somatizando mi estrés hasta con crisis de acné que me hacen regresar mentalmente al colegio o a las últimas semanas de cualquier semestre de la UNAH. Ayer nos anunciaron que la monografía debe entregarse en la primera sesión de los exámenes, a finales de abril, principios de mayo, porque como su calificación forma parte del seminario compuesto por las dos clases, si quisiéramos presentarla en la segunda sesión -primeras semanas de junio-, tendríamos que ir a recuperación de toda la clase, es decir de los dos seminarios. Hasta ahora estaba mentalizada que pasara lo que pasara tendría por lo menos un mes sin clases para trabajar en mi monografía, de la cual he estado arañando el tiempo para leer a duras penas la primera parte de la bibliografía, pero me quitaron ese mes. Mi antesala al desayuno la pasé revisando el correo de la universidad en el que una maestra ya asignaba la tarea para su clase que empieza dentro de dos semanas: un libro que Amazon va a tardar de 2 a 4 semanas en entregar y que debo haber leído y escrito un resumen “crítico” para antes del 4 de abril, misma fecha de entrega de otro resumen de un catálogo de una exposición del Quai-Branly en el que tenemos que hacer un análisis sobre los métodos antropológicos aplicados a la historia del arte. En cuanto leí el correo me empezaron mareos, que un doctor de la universidad me diagnosticó como ligados a ansiedad. Así que estaba en esa asamblea porque de alguna forma sentía que mi pellejo estaba en juego también.

Fue una cuestión curiosa, los alumnos hablaban, cada uno a su turno, exponiendo sus razones por las que no estaban de acuerdo con la reforma. A las dos o tres intervenciones salió de la multitud un señor vestido de traje, que se presentó como el vicepresidente de la universidad y el cerebro detrás de esa reforma. Explicó que su principal interés es aumentar las semanas de clase para volver obligatorias las clases de idiomas y de informática; que la razón para eliminar el régimen dispensado y la recuperación es porque la tasa de aprobación de esos exámenes era muy baja como para justificar su existencia, especialmente si se toma en cuenta todo el tiempo que cuesta organizar esa sesión de pruebas. Sus razones no eran muy convincentes y definitivamente no ayudó que una maestra tomara la palabra diciendo que todas esas reformas no habían sido explicadas lo suficiente al cuerpo docente y que desde hace más de 7 años que se quieren implementar pero que nunca lo habían logrado. Muchos se quejaron que eliminar el régimen dispensado dejaría sin la posibilidad de estudiar a muchos alumnos que no pueden dejar de trabajar, que una comisión jamás sería efectiva a la hora de estudiar la cantidad de casos especiales que serían solicitados para estar exentos de clases y que lo que se quiere es eliminar a miles de estudiantes porque no hay suficientes puestos laborales allá afuera. Quedé muy sorprendida porque nadie se sentía intimidado ante el vicepresidente de la universidad y más de alguna vez le hablaron de una manera abiertamente irrespetuosa. Al final votaron a favor de una manifestación el día de hoy y de otra asamblea el próximo martes. En fin, yo no podría ir a la manifestación, tenía que leer una tesis que mandé a traer desde Nantes y debo devolver el viernes sin falta. Me pasa lo mismo que me pasó en Arquitectura: sencillamente no tengo tiempo de ser comprometida. Tengo demasiadas cosas que hacer para andar en manifestaciones, asambleas, reuniones de información, etc. De hecho, hay una asociación de estudiantes de Historia del arte, para la cual hay que pagar inscripción y hay que trabajar en la oficina una cierta cantidad de horas a la semana, esa última razón primordial para mi decisión de no adherirme.

Cuando estoy en esos momentos de angustia y de sobrecarga de trabajo trato de recordar cómo era mi último trabajo en Honduras. Cómo es en general el trabajo de un arquitecto que está empezando, cuál es el mundo laboral que le espera, el tipo de proyectos a los que puede aspirar, las funciones que va a desempeñar, el sueldo que le toca, los limitados horizontes que se despliegan ante sí, pero aún peor, lo frágil que se siente ese trabajo, cómo puede acabarse en cualquier momento y pasarán meses antes de que otra oportunidad vuelva a aparecer. Ser estudiante es estar protegido de cierta forma, el mundo se derrumba, las crisis políticas y financieras ocurren pero uno está bajo el resguardo de la no productividad. Pero es una responsabilidad, en mi caso aumentada porque no hay día que pase que no recuerde que de una forma estoy aquí representando a mi familia, a mi país, que dejé a personas que quería mucho por venirme; que dejé un trabajo, frágil y con mucho que desear, pero era un trabajo en una época que se caracteriza por no tener una abundancia de ellos. Y mi obligación como estudiante es dar lo mejor que puedo y rogar porque eso sea suficiente para pasar mis clases.

Así que respiré profundo y vi mis notas. Puedo respirar con tranquilidad, de hecho, hasta puedo celebrar. No pasé mi trabajo sobre el Monumento a los Girondinos (de todas las cosas posibles?!?!?!?!), pero sobreviví, heme aquí. A trabajar más duro para el segundo semestre.

1 comment

  1. Hola Amiga, la apoyo en todo, el derecho a decidir, optar y éxito en todo, un abrazo desde Chile, Eduardo.

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