Quedé muy impactada después del choque en el carro de Yanis. Estuve por una semana traumatizada por que pude haber resultado herida, o pudo haber pasado algo peor, pero estaba muy lejos de saber que esa sólo iba a ser el primero de tantos avisos.
En Guatemala, una noche que regresábamos al albergue donde nos hospedábamos, el bus que nos transportaba dio una vuelta en u prohibida, sin fijarse en un carro que venía a gran velocidad por el carril de al lado. Estuvo a punto de pegarnos, apenas pudo frenar a tiempo. Cuando se detuvo estaba enfrente de mí y si hubiera chocado yo habría la principal afectada.
Y hoy el maldito freno tardó en responderme en una intersección en la que yo no tenía la vía, cuando un auto venía en mi dirección. Yo ya estaba preparada para lo peor, pero afortunadamente pudo detenerse.
¿Qué demonios significa todo esto?
No es que ande deseando recordar conscientemente, pero desde la semana pasada me siento inexplicablemente melancólica. Ayer no soporté la curiosidad y fui a revisar mis diarios viejos. Tengo un año de estar tratando de cerrar ciclos, de intentar ser honesta conmigo misma y con los demás, de aprender a estar sola y no sólo desenvolverme sin problemas pero también disfrutarlo. Supuestamente debería de estar haciéndolo bien, pero todavía hay piezas que no encajan, cuestiones y personas de las que quiero seguir huyendo y, para variar, mi incapacidad social se está acrecentando.
El estúpido viaje sirvió, entre otras cosas, para recordarme los pocos amigos que tengo, lo insoportables que me resultan mis compañeros y lo insoportable que les he de parecer yo también. Para empezar, la gente de mi universidad no se mezcló con las otras universidades de aquí. Aparentemente por decisión de ellos. Tampoco anduvimos mezclándonos con gente de otros países. E internamente estábamos divididos también. Por un lado la generación de los mayores, por otro los nuevos, y allá a lo lejos, mi minúsculo subgrupo de Yanis y Deysi. Deysi se lleva con todo mundo, es adorable y llevadera, pero Yanis y yo éramos las ovejas negras de todo el rebaño. Por un tiempo pude lidiar bastante bien con eso. No quería arruinar mi viaje, y la pasé muy bien. Pero ya al final no lo soportaba: empecé a acomplejarme sobre en qué me estaba equivocando, y cómo es que todos tienen alguna imagen mía que hace que no se me acerquen.
Bertha ya no lleva clases, este es el último semestre de Mafer, casi nunca veo a Moisés ni a Herminio: mis amigos cercanos están en nuevas etapas de su vida, lejos de la universidad. Voy a tener que aprender a tratar a mis compañeros de facultad. Extraño tener una amiga. De esas con quien sales todos los días, hablas por teléfono y te vas a dormir a su casa el fin de semana para hablar hasta la madrugada. Tengo muchos años de no tener ese nivel de intimidad con una chava. Aclaro que hablo de una mujer por que con un amigo varón la dinámica es inevitablemente distinta.
Mis clases están bien, estoy disfrutando Diseño, tengo una rutina bien estructurada, soy eficiente y productiva, pero no puedo quitarme esta sensación de vacío y de querer aún más. Ese más que los encontronazos con los carros a alta velocidad pasan recordándome constantemente.
En Guatemala, una noche que regresábamos al albergue donde nos hospedábamos, el bus que nos transportaba dio una vuelta en u prohibida, sin fijarse en un carro que venía a gran velocidad por el carril de al lado. Estuvo a punto de pegarnos, apenas pudo frenar a tiempo. Cuando se detuvo estaba enfrente de mí y si hubiera chocado yo habría la principal afectada.
Y hoy el maldito freno tardó en responderme en una intersección en la que yo no tenía la vía, cuando un auto venía en mi dirección. Yo ya estaba preparada para lo peor, pero afortunadamente pudo detenerse.
¿Qué demonios significa todo esto?
No es que ande deseando recordar conscientemente, pero desde la semana pasada me siento inexplicablemente melancólica. Ayer no soporté la curiosidad y fui a revisar mis diarios viejos. Tengo un año de estar tratando de cerrar ciclos, de intentar ser honesta conmigo misma y con los demás, de aprender a estar sola y no sólo desenvolverme sin problemas pero también disfrutarlo. Supuestamente debería de estar haciéndolo bien, pero todavía hay piezas que no encajan, cuestiones y personas de las que quiero seguir huyendo y, para variar, mi incapacidad social se está acrecentando.
El estúpido viaje sirvió, entre otras cosas, para recordarme los pocos amigos que tengo, lo insoportables que me resultan mis compañeros y lo insoportable que les he de parecer yo también. Para empezar, la gente de mi universidad no se mezcló con las otras universidades de aquí. Aparentemente por decisión de ellos. Tampoco anduvimos mezclándonos con gente de otros países. E internamente estábamos divididos también. Por un lado la generación de los mayores, por otro los nuevos, y allá a lo lejos, mi minúsculo subgrupo de Yanis y Deysi. Deysi se lleva con todo mundo, es adorable y llevadera, pero Yanis y yo éramos las ovejas negras de todo el rebaño. Por un tiempo pude lidiar bastante bien con eso. No quería arruinar mi viaje, y la pasé muy bien. Pero ya al final no lo soportaba: empecé a acomplejarme sobre en qué me estaba equivocando, y cómo es que todos tienen alguna imagen mía que hace que no se me acerquen.
Bertha ya no lleva clases, este es el último semestre de Mafer, casi nunca veo a Moisés ni a Herminio: mis amigos cercanos están en nuevas etapas de su vida, lejos de la universidad. Voy a tener que aprender a tratar a mis compañeros de facultad. Extraño tener una amiga. De esas con quien sales todos los días, hablas por teléfono y te vas a dormir a su casa el fin de semana para hablar hasta la madrugada. Tengo muchos años de no tener ese nivel de intimidad con una chava. Aclaro que hablo de una mujer por que con un amigo varón la dinámica es inevitablemente distinta.
Mis clases están bien, estoy disfrutando Diseño, tengo una rutina bien estructurada, soy eficiente y productiva, pero no puedo quitarme esta sensación de vacío y de querer aún más. Ese más que los encontronazos con los carros a alta velocidad pasan recordándome constantemente.
y bueno, las estrategias de lidiar con la sensacion de que no estas en paz dentro de tu propio cuerpo siempre agobian...mas te comprendo con respecto al ultimo año.
ReplyDeleteyo igual he estado en esas situaciones. la verdad es que el cambio es inevitable. la cosa es la forma de adaptacion nuestra. lo que es nunca sera, y lo que sera nadie lo sabe...
las señales a nuestro alrededor solo nos recuerdan que por mas que añoremos, a veces no tenemos tiempo para todo. nosotros no tenemos el control...
saludos
"¿Qué demonios significa todo esto?" Es la gran pregunta que siempre nos vamos ir haciendo, y capaz y nos vamos a dar cuenta de esas respuestas hasta que ya estemos completos, y allá, flotando en nuestro universo de felicidad; inclusive cuando ya nos hayamos olvidado que alguna vez las planteamos.
ReplyDeleteComo ya lo he dicho antes niña, ellos se lo pierden. Ellos no saben lo maravillosa que sos, y es por decisión propia de ellos. Quizás simplemente, si debe haber un momento en el que hay que relacionarse con esa gente, el viaje simplemente no era el momento.
La vida evoluciona, pero lo importante es saber que tenés a gente maravillosa a tu lado. La gente indicada va a llegar en el momento indicado. Miralo como que el Universo no te quiere hacer perder el tiempo conociendo gente que no vale la pena. Vos vas a recibir "the real deal" niña, y cuando llegue, no vas a dejar de apreciar esa espera.