24 May 2010

"La obra de arte que consiste en el espacio expresivo delimitado por elementos constructivos para compeler al acto humano perfecto"

La vida profesional es un mundo extraño definitivamente. Voy a emplear un eufemismo y a decir que el trabajo en sí es… agitado. La mayoría del tiempo nuestro incentivo es la urgencia, nos persigue constantemente la zozobra de que esperan miradas de decepción, retrasos a terceros o acumulación de actividades y la eficiencia es motivada por la angustia de que todo puede esfumarse en cualquier momento si las cosas no se hacen rápido y bien. Esto no es nada que un estudiante de arquitectura no haya experimentado previamente, así que no debería de ser ninguna sorpresa. Pero sí lo es porque uno siempre imagina el otro lado del mundo estudiantil como algo diferente, ideal o por lo menos organizado.

A pesar de todo lo extraño que ha sido este trabajo para mí me ha enseñado algo que nunca antes había sentido en la universidad, el amor genuino hacia mi oficio. No me refiero a querer mi puesto en una empresa, la vida de oficina y la sempiterna diplomacia forzada, sino a la arquitectura como profesión, como manera de ganarme la vida. Cuando empecé a estudiar visualizaba la carrera como un trampolín para irme de la casa, del país y para hacer cualquier otra cosa que no fuera valorada en un escenario tercermundista. Jamás me imaginaba lidiando con albañiles, comprando en ferreterías y usando burros con camisas de cuadros bajo el sol. No me entusiasmaba la idea de diseñar, mucho menos la de ser esclava de los diseños mediocres de otro. Por suerte mis rebeldías y crisis de identidad se limitan a lo conceptual y nunca se me ocurrió dejar los estudios ni a perderme en cualquier vicio o vagancia; supongo que mi deseo de dejar atrás la Autónoma fue más fuerte que las inseguridades con respecto a la vocación. Porque esa ha sido mi obsesión desde que tengo memoria: encontrar una vocación, algo que me guste lo suficiente para hacerlo por el resto de mi vida, que me permita alcanzar reconocimiento actual y un lugar en la posteridad. No creo haberla encontrado, probablemente ni siquiera la tenga, pero supongo que he dejado de preocuparme por eso. En cambio, he aprendido cosas muy prácticas, como sacar cantidades de obra, diseñar y dibujar planos, pero sobretodo he entendido la importancia que tiene la arquitectura como el arte supremo entre todos los demás.

Creo que ahora, más que nunca, entiendo las consecuencias de no reconocer que la arquitectura es un arte y que las casas, edificios, plazas y ciudades deberían de concebirse como tales. Vivir en un país donde eso ni siquiera se plantea como un asunto importante es equivalente a estar viviendo en cavernas modernas y eso es un insulto a la cueva de Lascaux. Saber que está en mis manos contribuir a revalorizar mi profesión es algo que me entusiasma. No tengo idea de cómo lo voy a hacer, ni de cómo se va a ir desarrollando toda esta historia, pero creo que he ganado mucho al sentirme finalmente orgullosa de llamarme arquitecta y al creer que tomé la decisión correcta al haber estudiado mi carrera.

2 comments

  1. ¡Qué mal que ese spammer siempre te deja esas cosas en tu blog!!!!!!! ¡AAAAHHHH!!!! Y tu post es muy motivante, ya vas a ver que lo vas a lograr.

    ReplyDelete
  2. Te lo juro que es detestable, pero lo peor es saber que Blogger es tan inútil que no tiene una forma de denunciar a estos usuarios ni ninguna manera de bloquearlos.

    Gracias por tu comentario!!! ^^ Voy a aprovechar para dejar su blog en mis links.

    ReplyDelete