“To the person in the bell jar, blank and stopped as a dead baby, the world itself is the bad dream.”
No sé qué tan común sea en el resto de los individuos el sumergirse en la historia de un libro y relacionarlo todo en base a él, cuando encuentras un personaje en particular que sientes que está contándote tu propia historia, o mejor dicho, cómo serías vos si estuvieras en un contexto determinado. Probablemente sea una extraordinaria habilidad del escritor la que es responsable de esa alienación, o simplemente una subjetividad enfermiza que requiera experimentar dentro de sus límites todo lo que le sucede a otros. “The Bell Jar” es un descenso a los lados más oscuros del alma, que no recomendaría a cualquiera. La historia semi autobiográfica de Sylvia Plath, te seduce lentamente con las aventuras fascinantes de su personaje Esther Greenwood en Nueva York, mientras goza de una beca y pasantía en una revista de moda, el sueño de cualquier chava. Pero ella no es una niña más: es talentosa, inteligente, acostumbrada a las buenas notas y la adoración de sus maestros; tiene un propósito en la vida y un deseo vehemente de trabajar, aprender y experimentar todo para usarlo más adelante en su obra.
Cuando la emoción de la actividad se desvanece, y es tiempo de regresar a casa, una gran nube de depresión se cierne sobre ella. No es anhelo de la gran ciudad, no es que le haga falta su padre que murió cuando ella tenía nueve años, ni siquiera son conflictos con su madre. Pero la tristeza la consume, y una vez que la ha invadido por completo le succiona la capacidad de sentir, dejándola como un gran traste vacío. A estas alturas el lector está capturado por completo: te ha arrastrado en su corriente inclemente, y sólo te dejas llevar. Esther empieza con pequeñas manifestaciones: insomnio, lo que la lleva a pastillas para dormir, consultas con psiquiatra… Pero después de las terapias de electroshock no hay vuelta atrás. Ahora son intentos de suicidio. Uno esperaría un relato exagerado y dramático de una criatura consentida que lo tiene todo y que sufre por naderías, pero no es el caso. La narración es irónicamente poética y estoica a la vez. Todo es comprensible, inevitable, está en su lugar. Por eso no es sorprendente cuando la protagonista se mete en un hueco en el sótano de su casa, cubre la entrada con leños y engulle casi 50 pastillas para dormir.
Esther se levanta está en un hospital, hinchada y deforme. Uno sufre, por que ahora ella se comporta de manera impredecible, como si de verdad se estuviera volviendo loca. Gracias a una escritora famosa que la conoce, es llevada a un sanatorio de buena reputación. Vuelve la terapia de electroshock, pero ahora no es tan traumática. Una compañera suya sí tiene éxito en su intento de suicidio, y su muerte funciona como un pequeño vistazo a lo que pudo haber pasado si las cosas hubieran sido diferentes. Las cosas mejoran, pero siempre queda en el aire la posibilidad de que el día de mañana no lo estén. No es que ella pueda hacer algo para evitarlo, ese tipo de Náuseas se presentan de forma súbita y sin avisos, así que da lo mismo levantarse y tratar de hacer lo mejor que se pueda.
Para los que conocemos la historia de Sylvia, sabemos que la sombra la cubrió por una última vez, la noche que dejó abierta la estufa de gas y se encerró en el cuarto. Al resto de nosotros sólo nos queda sostener nuestra campana de cristal el mayor tiempo que podamos mantener nuestros brazos suspendidos en el aire.
oh g-d! i've heard of this book not a long while ago and now with your review, i'm dying to read it!
ReplyDeleteinteresting how we identify ourselves with certain characters from books or movies, or even songs. plato said that the "poetry" [literary arts in general] was dangerous to society, because it was the copy of a "copy" [you know the cave myth, about the real world and the ideal world, right?] that intended to be the real. aristotle however defended the "poetry" by saying that it doesn't intend to be the real thing, but it uses real world elements to create a whole new world, reality.
i guess that in general we all live the same lives; everywhere there's someone winning, another losing, someone falling in love, others having their hearts broken... these things happen concomitantly all over the world and artists use them to create their new realities. but, what if this society is so drenched in literary and artistic elements sided by the fact we're mostly fucked up, that WE are the ones influenced by things we firstly created to entertain us?
okay, got too tripy... but i think this is a good thing to think about. watcha think marce?