Mis ojos están hinchados, el interior de mi nariz y garganta arden, mi cuerpo se siente como un punching bag en manos de Mike Tyson, mi voz es el equivalente femenino de Barry White hablando frente a un ventilador. La gripe es la mejor forma de celebrar el inicio del período corto. Eso y el feriado por el día del estudiante, que retrasa mis clases de la universidad para el miércoles. Pero no pude librarme del curso de Autocad. Descubrí que el dolor de cuerpo te agrega velocidad al caminar, y con mi voz de trompeta desafinada le pregunté al taxista si pasaba por el Maya. “Súbase”, me ordenó. El tipo tenía algún tipo de compulsión o ADD, pero no dejó de sonar la bocina en todo el trayecto. Iba a la suficiente velocidad para que todos temiéramos por nuestras vidas, pero a él le debo haber llegado a tiempo. Yo de ingenua pensaba que los taxis colectivos tenían paradas específicas, como los buses, y casi llegando al centro, estuve a punto de lanzarme del vehículo en movimiento, porque tenía que haber salido cuadras antes y no avisé.
El arquitecto que es instructor del curso es un tipo tan tranquilo y tan adorable. Cuando se presenta no se hace llamar “arquitecto”. No encuentro otra explicación a ese fenómeno que no sea un nivel de humildad que no creía posible.
Me siento tan adulta, moviéndome en la ciudad por mi cuenta. Pero sólo regresé a mi casa a pedirle a mi mami que me inyectara. Los 22 años serán celebrados simbólicamente nada más.
Y eso que andas en el transporte público Marce, que paso con tu carro. Para mi hay un cierto deleite en recorrer la ciudad de esa forma(bus/colectivo/pie) obviando el hecho de los malditos ladrones, y si no tenes tanta prisa, de esa forma pude conocer muchos lugares y metederos de la ciudad y ahora no me pierdo en carro, el respectivo flirteo con la mirada a chavas que me pueden llamar la atención, en fin, el rústico transportarse que te hace entrar en contacto con el ritmo de esta ciudad loca en que vivimos.
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