Los países europeos están extremadamente preocupados sobre sus bajas tasas de natalidad, que están por debajo de lo necesario para reemplazar a la generación presente. A grosso modo, se concluye que en los países de cultura tradicional, como España, Italia y Grecia, donde las mujeres tienen acceso a buenas oportunidades de educación y trabajo pero en los que todavía se mantiene la costumbre de que se queden en casa después de tener hijos, la natalidad es más baja que en países igualmente desarrollados donde tanto el padre como la madre trabajan y participan, de manera equitativa, en la crianza de los hijos. Al parecer los subsidios e incentivos económicos que da el gobierno a las parejas con niños son agradables casualidades, pero no los factores principales que va a determinar si alguien quiere o no ser padre.
Personalmente tengo mucha curiosidad por ver cómo va a desarrollarse todo este asunto con mi generación, en este país. El tanteo que yo hago en mi sector demográfico, de entrada, no es muy alentador. Se pueden alegar muchas razones, como el hecho que ahora las personas se gradúan de la universidad de manera muy temprana, y que la recién adquirida independencia trae consigo el peso de las responsabilidades y la conciencia de que si es difícil mantenerse mismo, es más complicado hacerse cargo de otro ser. He notado que cuando las personas empiezan a trabajar tienen más interés en emigrar para continuar sus estudios en otro país, o en avanzar en su actual puesto, que en formar un hogar. De hecho, se ve con mucho desprecio a aquellos que deciden casarse a una edad muy temprana si no tienen la obligación moral que implica un hijo accidental, y si ese es el caso, se agrega el componente de la lástima hacia esos individuos.
Hace poco tanteaba con mis amigos la pregunta de si ellos conocían a personas de su edad que estuvieran viviendo con sus novios o novias, sin casarse. Sólo encontré dos ejemplos. ¿Qué significa todo esto? Que la gente no se está casando, no está viviendo en unión libre, no quieren tener hijos, no les interesa el compromiso de ningún tipo. De hecho, es muy raro encontrar jóvenes graduados que no vivan con sus padres todavía. Personalmente encuentro reprochable esto último, porque considero fundamental la emancipación para terminar de madurar, pero supongo que todo termina siendo una decisión basada en criterios económicos. Con respecto a lo demás, no puedo culpar a nadie y no creo que yo sería diferente. Cuando uno vive en pareja –no me refiero al matrimonio todavía- los gastos se comparten, se vuelve más fácil la supervivencia. Como hemos visto antes, esa es la base del desarrollo de nuestra especie. Pero los frecuentes divorcios y los malos ejemplos de parejas casadas son el mejor método de control de población que pueda existir. En la raíz del problema subyace una profunda decepción en la situación actual de nuestros países, falta de fe en la humanidad, y la convicción de que el futuro no tiene razón alguna traer mejoras o consuelo.
Esta es la generación de la indiferencia política, el cinismo existencial, el individualismo crónico. Si las cosas no cambian, bien podríamos ser de las últimas generaciones en lo absoluto. Pero cuando pensamos en el estado precario de nuestros recursos renovables, comparto la opinión de que menos personas probablemente sea lo mejor. Sin embargo, insisto, hablo de la franja de población con la que comparto características como edad, educación, situación económica, que somos una alarmante minoría en el panorama de los países tercermundistas. Tal vez seamos sólo nosotros los condenados a desaparecer.
Acabamos de instalar la expansión, y qué sorpresa nos llevamos cuando encontramos a Paris, mmm, Haris Pilton en Shattrath City. Pero no vende bolsas como decía aquel artículo de Yahoo. Igual no podía desaprovechar la oportunidad de tomarnos una foto con ella, y claro con Tinkerbell, que parece una rata al lado de Hermenegildo.
Es una construcción gigantesca, importante, con múltiples empresas a su cargo, millones de albañiles e ingenieros responsables, y ella es la única que va a estar en la obra cargando planos (o usando casco). Todo mundo la observa extrañado, preguntándose qué serán esos papeles gigantes que son tan incómodos de manipular en el aire, y por qué no sabe de memoria lo que contienen. Lo suyo no es la obra civil, y sin embargo no puede reprimir los hábitos adquiridos en seis años: encuentra errores en la obra, o errores en los planos, no tiene idea. En teoría está observando los planos corregidos y actualizados, pero definitivamente hay un local en el dibujo que no existe en la obra, hay paredes construidas desfasadas con respecto a lo gráfico, y hay instalaciones movidas de lugar. Se decide a preguntarle a un arquitecto recién graduado que estudió en su misma facultad pero que ella, sorpresa, no recuerda. De entrada él le asegura que todo está bien, que no hay de qué preocuparse, hasta que ella lo lleva a los lugares de la equivocaciones: su semblante cambia completamente.
Llamémosle falta de comunicación, pero ella nunca sabe cuándo va a tener que quedarse en la oficina todo el día y cuando va a tener que ir a la construcción. Como resultado se le puede ver de vez en cuando atravesando bosques de enconfrado y evitando clavos en las más divertidas posiciones, vestida con pantalones casi nuevos y zapatos, que a pesar de que no tienen tacón, son todo menos resistentes al cemento fresco.
Se quedará media hora observando con detenimiento, dándose fuerzas para subir una escalera de madera que lleva al segundo nivel del edificio, que tiene como único método de soporte una pila de grava. Esta es una situación muy vergonzosa, con todos los albañiles viendo con curiosidad por qué rayos no sube de una vez. Pero ellos no entienden que si ella se cae no hay nadie que se haga responsable por ella, y que probablemente nadie se dé cuenta hasta que la compactadora del material selecto encuentre un obstáculo cuando lleguen a ese sector. Se maldice por dentro que sus jefes pasen demasiado distraídos con otros proyectos para venir a hacer eso en lo que ella tendría que estar asistiendo y no haciendo como principal dirigente. ¿Quién se supone que va a asumir la culpa en las reuniones, divertidas para ella, pero terroríficas para los que SÍ trabajan en serio, si algo sale mal? ¿Ella? Si es sólo una dibujante, y por dos meses nada más!! Esto es ridículo: no quiere subir, arriesgarse a ver hacia abajo, que la maldita escalera se tambalee , que sus estúpidos huesos queden esparcidos en el suelo y su espíritu asuste por el resto de los tiempos a la gente tarada que vaya a desperdiciar su dinero cuando esté todo terminado. Pero no puede quedarse y alegar que no hizo el trabajo porque todavía no le han dado el carnet del seguro social. Un albañil se ofrece a llevar los planos y el cuaderno. El endemoniado cuaderno del cual no se despega porque si esto contara como práctica tendría que dejar un record de absolutamente todo lo que hace, y ahora que sabe que esto será infructífero le sirve como diario cuando se encuentra en lugares alejados de computadoras. Ahora sí, llega al segundo nivel.
Terminará el trabajo en un promedio de treinta minutos. En gran parte porque no sabe exactamente qué debería estar haciendo. Se supone que iban a llamarla para ver cómo iba, pero es más que obvio a las 2 horas de que nadie se ha reportado, que no tienen esa intención. Se va a un lugar con gente donde tenga menos dificultad mimetizándose con el ambiente y deje de resaltar por el olor a nuevo que destila de sus poros. Llama por teléfono a un alma caritativa que se ofrece a acompañarla, pero igual, debe quedarse otra media hora esperando, deseando tener sus últimas vacaciones como estudiante, durmiendo sin preocupaciones. Pero no tiene nadie más a quien culpar por esto que a ella misma, y eso debería evitar que ande quejándose y lamentándose… en público. Si no llama a alguien, está siempre un café donde puede ir a sentarse a leer y a escribir. Porque aparte del cuaderno ya mencionado, la individua en cuestión siempre anda con una mochila pequeña, en la que carga un libro.
Trata a todo mundo de usted. En la industria del voceo crónico e insubordinado, ella es la única donde sólo el chavo con el que llevó clases es el exento de ser tratado con demasiado respeto o distancia, depende del punto de vista. Cuando una figura de autoridad le pide que le llame por su nombre, el sistema se desmorona. Es inconcebible tratar como si nada a alguien a quien uno le debe responder, y por algunos eventos recientes, no es recomendable porque se da lugar a malos entendidos. (Por nada del mundo deben quedar malos entendidos con personas mayores, o comprometidas. Pero nos desviamos del tema.)
Con este auge de las universidades privadas, los pagos por plazos y las personas temerosas de las universidades públicas, se necesitan mejores herramientas para diferenciar a los novatos, de los graduados jóvenes con algo de experiencia. Espero haber sido de ayuda.
Tertuliana es mi main character en WoW. Es una Tauren Hunter. Su nombre proviene de un libro de José Saramago que estaba leyendo en la época en que se me ocurrió instalar los 4 gigas del juego. Su creación fue completamente espontánea: confieso que no hubo mucha preparación en el asunto. Sabía que quería que fuera horda, y dentro de esa facción las niñas más bonitas son las undead, las tauren y las blood elves que no podía escoger porque todavía no tenía la expansión. Ya había alguien conocido con una undead, así que me fui por la Tauren. Para elegir la clase lo único que tenía claro era que quería un personaje de combate, aunque en ese tiempo no entendía la diferencia entre ser atacante que haga mucho daño –dps: damage per second, dot: damage over time- o atacado que resiste por mucho tiempo-tanque-. No me atraían mucho los healers o los personajes de magia, así que me incliné por hunter, que tiene como bonus que es la única clase que puede domesticar animales salvajes y tenerlos como mascotas. El warlock también maneja criaturas, pero son estándar y no se les puede cambiar de nombre.
Tengo varios amigos que tienen personajes Alianza en el servidor Agammagan, pero no quería encontrarme con ellos usando un personaje enemigo porque están demasiado bien equipados, y entre facciones opuestas es imposible la comunicación. Si me encontraba con alguno de ellos me iban a destrozar sin piedad. Vashj es el servidor que ellos utilizan para sus hordas, pero no los quieren tanto como a los otros porque no los veo muy seguido. Sin embargo, en ese momento yo no lo sabía y heme aquí. Comencé leveleando sola sin tener idea de lo que estaba haciendo. Una vez que di mis primeros pininos leí el manual del juego para ambientarme mejor. Conocí a algunas personas, y hacía mis primeras misiones en el pueblo natal del jefe de los Tauren. En nivel 10 obtuve la misión para domesticar a mi primera mascota. Es un proceso muy divertido porque el hunter se queda prácticamente sin armadura mientras tiene que dejarse atacar por el animal, ya que está encantándolo con un hechizo. Si a un pelo de que te mueras el pet no ha cedido, es necesario sacrificarlo, de lo contrario, ya es tu amigo. Los pets deben ser alimentados con la comida de su preferencia para que estén felices. Una barrita al lado de su nombre muestra el porcentaje de felicidad de la bestia. Si llega a niveles alarmantes de infelicidad se rehúsa a obedecer e incluso puede atacarlo a uno. El primer animal que logré conseguir fue un lobo de un nivel menor al mío. En honor a un poblador de la ciudad de Río Abajo en la que nos dejaron un trabajo de Teoría del Urbanismo, lo llamé Hermenegildo. Supuestamente hay que estar cambiando de mascota para enseñarle habilidades del nuevo animal al anterior, y hay toda una teoría extensiva al respecto. Pero Hermenegildo es tan educado que siempre sube de nivel casi inmediatamente después que yo, y me gusta demasiado como para reemplazarlo. Hasta hace unos días descubrí que es completamente inútil conservar un solo animal: no se ganan más training points por ello, que es lo que te permite mejorar sus habilidades.
Dependiendo de la rama de talentos que escoja un hunter, su pet juega un papel crucial. La primera rama es Beast Mastery, que sube todas las habilidades del pet, hasta llegar a una que es genial porque el pet entra en estado de rage y se vuelve casi invencible, pero el personaje que lo controla se vuelve secundario, y eso en mi opinión no tiene sentido. A estos tipos les convienen los pets dps, que hagan mucho daño rápido, como los raptors. La segunda es Survival, que mejora las habilidades cuerpo a cuerpo (melee) del hunter, pero tampoco es práctica porque el propósito de esta clase es atacar de lejos, usando el pet para jalar aggro (es decir mantener distraído y enfocado al enemigo), y sólo en caso de emergencia atacar de cerca. De hecho, si ya se han aproximado mucho a mí, y entran a mi zona de ataque melee, es muy difícil que salga con vida. Por eso detesto a los rogues y a los warriors. Entonces la rama más ventajosa para un hunter es Markmanship, que hace la mayor cantidad de daño con armas de rango. En este caso el pet debe ser tanque y resistir mucho daño porque uno no lo mejora mucho por su cuenta. Los mejores tanques son aquellos animales con mucha vida, como por ejemplo los osos. Pero los lobos, como Hermenegildo son mitad tanque, mitad dps, y sin especializarse en algo, logran cubrir todos los flancos. Y en el nivel en el que está, es muy difícil matarlo. De todas formas, cuando se encuentren con un hunter, un warlock o un shaman, nunca hay que atacar al pet, al minion o al tótem, siempre al dueño. Es gasto de mana y no se consigue nada, porque la creación desaparece cuando se elimina al responsable por ella.
Tertuliana ha pasado por varias guilds. En la primera la gente casi no sociabilizaba y por eso yo creía que todas eran así. Como dejaba de jugar por varios meses, después de mi primera interrupción descubrí que me habían sacado y anduve sin ley hasta que unos tipos de “Ravenous rabbits” me invitaron a estar con ellos. Desde las primeras conversaciones en las que me preguntaron mi verdadero nombre y nacionalidad debí sospechar que eran gente rara. Pero cuando tipos raros ya me empezaban a coquetear y a pedirme clases de español por medio del micrófono decidí andar yo sola mejor. Ahora con Yanis tenemos nuestra propia guild, “Queso y Pasta”, la contraparte de “Pasta y Queso” la Alianza en el otro servidor. Mientras se les vencen las cuentas de prueba a Moisés, Herminio y Ludmila, somos los únicos miembros activos, pero no importa, tenemos nuestro propio banco y lo estamos atiborrando de cosas para los recién llegados.
Tengo otra character, una undead warrior llamada Tustaca. Es super guapa, pero Tertuliana es la primera, y tiene un valor muy especial por eso. Dejo algunas fotos de ella posando por todo el mundo.
Si alguien ha jugado Warcraft III reconocerá al boss de los orcos, Thrall.
El Boss de los Trolls también está en la capital orca, Orgrimmar.
En Undercity, la boss es la night elf convertida en banshee, Sylvanas, que tiene una misión especial que al entregarla, comienza a cantar.
El jefe de mi tribu es don Cairne Bloodhoof.
Existe una cosa genial en WoW que si vos ves un item en venta o en otro jugador, puedes probar cómo te quedaría en el dressing room, sólo por diversión porque no se lo puedes quitar. Esta sería mi armadura ideal de nivel 70, si tuviera el honor, el nivel y el dinero suficientes para conseguirla. Es rosada por uno de esos azares del destino.
Como estamos celebrando el Midsummer festival, un día entregué una misión a un fueguito en un pueblo, y se infló todo de la felicidad.También las ciudades tienen un poste en el que uno baila alrededor. No pude resistir a la tentación.
Y por último, Tertuliana probándose la ropa de su eterna compañera, Daxja.
Hicieron un personaje basado en ella que ¿coincidencia?, es una blood elf. Las niñas blood elf bailan como Britney Spears en "Toxic", por lo que Hilton no está fuera de lugar en lo absoluto.
Ahora que hemos logrado nuestras intenciones oscuras de hacer que varios amigos se unan a nuestros maratones de World of Warcraft, y debido a las múltiples menciones que he hecho de ese juego en el blog, es justo que haga una pequeña introducción a ese fascinante modus vivendi, con la esperanza de que muchas personas más lo practiquen, se hagan horda, se metan en Vashj, y estén en la guild Queso y Pasta.
Antes que nada, voy a aclarar que esta no es una introducción profesional (porque sí existen), y que tengo alrededor de un año jugando, con interrupciones debido a razones académicas, lo que me hace una completa amateur en el panorama amplio de las personas que nos dedicamos a ello. WoW, como se abrevia el juego, es un MMORPG, un massively multiplayer online role-playing game. Se juega en línea, en tiempo real con un personaje que uno ha creado, con la ventaja que uno puede interactuar con otras personas. Personalmente, ningún tipo de juego, ya sea en computadora o en consola, me ha vuelto a interesar desde que el Super Nintendo pasó de moda, así que estamos considerando que todos los otros juegos son inexistentes o de inferior calidad, pero WoW no es el único en el mercado, naturalmente. (La verdad es que aunque fueran mejores, mis amigos no están allí, así que no me interesan.) De hecho, uno compra los cds de instalación o lo puede bajar gratis desde la página oficial, pero se debe pagar una mensualidad de 15$ para tener activa la cuenta. Eso parece de entrada una gran desventaja, pero a medida que vaya explicando los pormenores de todo el universo, se puede entender que se justifica esa inversión.
Como ya mencioné, uno crea su personaje. Uno escoge entre dos facciones opuestas: ya sea la Alianza o la Horda. Estas dos facciones, el mundo, las misiones y los NPCs (non playing characters) tienen su historia anclada en Warcraft I, II y III, y sus expansiones, que son para computadora. Pero no es necesario conocer toda la mitología de WoW para disfrutar lo demás. Lo esencial es que en la Alianza están los buenos de la película, los normales; pertenecen a ella los humanos, los enanos, los gnomos, los night elves, y los draenei si has comprado la expansión, the Burning Crusade. En la Horda estamos los inadaptados, malignos y generalmente los viejos: se dice que los jóvenes prefieren a sus personajes todos buenos y bonitos. En nuestra facción hay orcos, undeads, trolls, tauren y blood elves. Cuando uno decide la raza de su personaje, uno escoge sus características físicas, desde el pelo, el color de piel, la cara, los piercings y hasta marcas que parecen tatuajes, según lo que uno ha escogido. Desde luego que el nombre también. Se elige la clase del individuo, que varía dependiendo de la raza, porque no todas las razas pueden usar todas las clases. Estas son: druidas, cazadores, magos, paladines, clérigos (priests), pillos (rogues), shamanes, hechiceros y guerreros. En teoría, una persona que quiera jugar correctamente se informaría antes de tiempo sobre las mejores características raciales para escoger una clase, pero mi método al azar me ha dado buenos resultados. Cuando ya se tiene a un personaje, es necesario colocarlo en un reino, en un servidor. Para esta parte del planeta, los servidores más populares son los de Estados Unidos o los de Oceanía, pero uno puede jugar adonde quiera, porque existen versiones europeas de WoW: francesa, española, italiana, alemana, etc, o si uno prefiere, puede jugar en reinos asiáticos. Están introduciendo el paquete de español latino para crear servidores exclusivos para Latinoamérica, pero todavía están en estado de prueba.
Es muy importante escoger el reino correcto, porque de eso depende la forma de juego. Existen varios tipos de servidores, los dos más importantes los de PvP y los PvE. En los PvP (player vs player) uno juega en contra de la facción opuesta literalmente, y cuando encuentras a un personaje enemigo, que no se restringe a los NPCs, puedes matarlo, y hasta obtienes puntos de honor por ello. Por el contrario, los servidores PvE son player vs environment, y en ellos se puede convivir con los enemigos; sólo te enfrentas a las criaturas del juego en sí. Para la versión normal del WoW, el juego consiste en dos continentes, con cada región perteneciente a una facción o siendo neutral. La expansión abre nuevos lugares. Cada región está dividida por el nivel de los monstruos o de las misiones que se encuentran en ellas. Tienen varias ciudades en las que uno encuentra inns donde uno puede dejar al personaje descansando y al que el mismo puede regresar usando su Hearthstone; se encuentran en ella varios personajes vendedores, ya sea de comida, armas, o de materiales, los flight masters que son los encargados del transporte aéreo entre ciudades, y también se encuentran los trainers de las distintas profesiones. En WoW, como en el mundo real, hay que trabajar para conseguir dinero. Las profesiones se escogen, dependiendo de la clase del personaje para que uno le pueda fabricar cosas que le sirvan, o dependiendo de la inflación del servidor, uno puede dedicarse a algo por motivos meramente económicos. Se puede tener un máximo de dos profesiones principales, que son alquimia, herrería, encantamiento, ingeniería, herbalismo, fabricación de joyas, trabajo en cuero, minería, costura y despellejamiento de animales. Se pueden aprender las profesiones secundarias, sin restricción en este caso: primeros auxilios, cocina y pesca. Para subir de nivel estas profesiones uno debe encontrar o comprar los materiales que sean necesarios según las distintas recetas que pueden ser compradas a NPCs o que caigan por casualidad en alguna misión o instancia. Las ciudades tienen casas de subasta, en las que uno puede poner a la venta al público objetos que uno haya fabricado, y mientras más alto de nivel y difícil de conseguir sea este, más caro se vende. Uno obtiene dinero –cobre, plata y oro- matando humanoides, realizando misiones o vendiendo cosas. Las ciudades importantes tienen también bancos donde uno puede guardar objetos que no quiera andar cargando en las bolsitas de viaje; establos para las mascotas de los Hunters, etc.
Las misiones se obtienen de NPCs con signos de admiración sobre sus cabezas. Explican más o menos la razón de que estén dando esa misión, adónde debes ir, lo que quiere que hagas, y la recompensa que te va a dar a cambio. Cuando la hayas completado, debes regresar con él, o con quien te indique, que se va a distinguir por tener un signo de interrogación encima de él y te va a dar otra misión o te va a enviar a otro lugar para que continúes. Hay misiones estándar, y otras que son específicas por clase, raza o profesión. También algunas se realizan en grupos, más o menos numerosos, y otras son para manadas que pueden alcanzar hasta 40 personas: las instancias. Las instancias son algo muy particular: son construcciones cerradas en las que tu grupo entra y no encontrará otros camaradas jugadores, porque está programada para que ustedes sean los únicos allí que puedan matar a los enemigos y obtener el loot. Estos son excelentes lugares para obtener armaduras de nivel alto, y buena experiencia. Si no tienes un grupo de amigos con quien ir, el juego tiene un sistema de “Find group” que te pone en lista de espera con otras personas que quieren hacer lo mismo que vos, y cuando estén los jugadores completos, dos o más individuos que ya estén en el lugar invocan a los restantes, donde sea que estén. A medida que uno está en los niveles altos las instancias se vuelven más largas y difíciles, pero también más creativas.
A partir del nivel 10, uno debe irse especializando según una de las 3 ramas de talentos disponibles para cada raza. Estos talentos mejoran habilidades que uno adquiere a medida que sube de nivel, o le da habilidades que de otra forma no podría conseguir. Dos personas pueden tener la misma raza y clase de jugador, y hasta la misma armadura, pero una disposición distinta de los talentos los diferencia por completo. Es una práctica muy común subir de nivel con cierta rama, y ya en los niveles altos, cambiarse por completo a otra, o tener combinadas varias ramas. Otras personas sólo se cambian de sets completos de armadura, según lo que quieran mejorar.
Una forma de conseguir buenas armaduras es comprándolas con puntos de honor, que uno obtiene en battlegrounds, en los que se pelea contra la facción opuesta. Entran varios grupos, que dependiendo del bg que uno ha escogido tiene un propósito distinto, como agarrar la bandera del enemigo o controlar la mayor cantidad de bases, por ejemplo. Duran aproximadamente media hora, y son una buena forma de comparar tu método de juego con el de otras personas.
Uno puede perfectamente subir de nivel un personaje sin conocer a nadie, pero la interacción se vuelve necesaria eventualmente. El juego tiene tres canales de chat que van cambiando según la región: el general, para conversar de temas variados, el trade channel si quieres vender o comprar algo, y el local defense, que avisa si alguna región está siendo invadida por miembros de la facción opuesta. Uno puede unirse a una guild, que es un grupo que cuenta con su propio banco y un guild master que determina el rango que va a tener cada persona. Por lo general estos guilds varían desde personas que disfrutan jugar juntos y lo hacen por diversión, hasta otros que se lo toman muy en serio y sólo te aceptan si cuentas con el equipo o talentos adecuados según ellos para levelear o para hacer raids o battlegrounds. Uno puede chatear por escrito con cualquier persona, o hablar por micrófono con personas que has invitado a estar en tu grupo.
En el juego también se celebran algunas festividades, como Navidad, Año Nuevo, San Valentín, el comienzo de verano, Oktoberfest, con nombres ligeramente distintos, y otras que son inventadas. En estas temporadas todas las ciudades son decoradas según la fiesta, hay misiones especiales, y se pueden comprar objetos bastante peculiares y divertidos.
Esto puede sonar como mucha información, pero una vez que se empieza, la adaptación es fluida y sin problemas. El juego es muy amigable, y mientras uno no se dedique a hacer cosas ilegales, como vender oro del juego por dinero de verdad, o no esté bajando add-ons de páginas no confiables, no hay riesgo de ser sancionado o de que te hackeen la cuenta. Es una forma muy desestresante de ver pasar el tiempo y de estar en contacto con amigos, y a medida que pasa el tiempo uno se encariña con si personaje. Muy pronto hablaré del mío y hasta pondré algunas fotos. Por mientras, tengo que ganar más honor para que cuando llegue mi expansión pueda llegar a nivel 70 y pueda comprar buenas cosas.
Estuve reflexionando toda esta semana cuál sería el post adecuado para celebrar mi cumpleaños. Un post indulgente, narcisista, en el que sólo haya un punto de vista-el mío- que sea tomado en cuenta; exclusivo para esta conmemoración. En el mundo real, también me di licencia-para-hacer-lo-que-me-plazca. Eso incluye salir a almorzar en vez de comer lo que traje de casa, tomar granita inmediatamente después del almuerzo (la decadencia!!), y ponerme una de mis camisas favoritas. Más tarde iré a comprobar si es cierto que los cumpleañeros no pagan su comida en Friday's. Y para prolongar las celebraciones, mañana en la tarde habrá una asada de carne donde Yanis, como si yo fuera de esos millonarios que festejan por varios días seguidos. Sin embargo, es puramente circunstancial, porque mañana me toca trabajar y por una vez, quisiera reunirme con mis amigos sin tener que estar pendiente de irme a dormir temprano. Como ven, en el mundo real hay limitantes para la permisividad. Entonces en el blog es donde está la fiesta. ¿Pero qué haría diferente hoy si el año completo aquí es sobre celebrar mi existencia?
Mejor no escribo, siempre habrá otro día más.
Enfrascados en las tareas diarias, una taza de café con leche instantáneo mexicano nos hace divagar hacia aquellas actividades por las que nos gustaría ser remunerados. Como siempre he dicho y vuelvo a hacer hincapié: se vale soñar. En primer lugar se encuentra desde luego, escribir. Sobre cualquier cosa. Nunca consideré periodismo como una opción de carrera, en primer lugar porque los noticieros y periódicos hondureños son absolutamente vomitivos, pero también son políticamente parcializados, censurados y sin ningún valor literario. Periodismo es lo que todo mundo estudia aquí cuando se resigna a que no se va a poder graduar de otra cosa. Pero no pude evitar el atisbo de envidia cuando leyendo la autobiografía de García Márquez supe cómo hizo el salto de reportero a novelista famoso. Pinche tipo. Me imagino escribiendo columnas en revistas, tanto impresas como en línea; de esas escritoras que tienen la suficiente libertad para escribir desde sus casas, pero tienen que reportarse periódicamente a algún jefe que las consiente bastante porque sabe que su empleada es bastante cotizada en todo el medio y podría salirse de allí si quisiera para estar en un lugar mejor. Por fin mi cinismo y sentido de la observación tendrían una aplicación en el mundo real en las críticas literarias, musicales y arquitectónicas a las que me dedicaría. Simultáneamente me desempeñaría como jefa de una editorial, revisando manuscritos que aspirantes a escritores me enviarían, con el sueño de ver en papel sus ideas. Yo los leería, haría correcciones, sugerencias para mejorar la claridad, sin modificar el mensaje de lo que quieren expresar. Ocasionalmente alguna universidad me contrataría para dar una clase o una serie de conferencias. No tengo problema en hablar por tiempos prolongados frente a grandes masas humanas cuando manejo muy bien el tema.
Otra cosa que me encantaría ser es guionista de cine o televisión. No puedo creer que te paguen por inventarte una historia y desarrollarla con seres de carne y hueso. Ha de ser lo mejor del mundo. Todo el proceso ha de ser genial, desde crear la trama, escoger los actores, inventar el escenario, supervisar la edición. Sentiría que todas esas horas frente a la tele han sido en realidad una inversión. Mi primera serie sería sobre una facultad de arquitectura, y como una niña que deseaba irse a estudiar al extranjero vio su vida tomar un giro completamente distinto al que tenía planeado cuando se quedó a estudiar en su país natal una carrera que no resultó ser lo que esperaba. Si un miserable blog me ha metido en tantos problemas por basarlo en mi vida real, no me imagino cómo sería si de verdad lograra hacer eso. Pero estoy segura que la serie sería tan exitosa que la gente se sentiría halagada de ser mencionada en ella, y si no, siempre se les puede pagar para que no protesten. Pero es que deberían de ver a los arquitectos: son tan caricaturescos, sería atroz que todas las historias que se pueden contar sobre ellos no quedaran registradas de alguna manera.
En tercer lugar, me gustaría que me pagaran por retomar la pintura. Antes de hacerlo, desde luego que sería de esas artistas ultra snobs que han estudiado por años y años historia del arte, apreciación artística, cualquier tipo de licenciatura que te ayude a conocer mejor el medio. Por las mañanas sería curadora de algún gran museo, buscando a otros artistas, conociéndolos, dándoles un espacio para que ellos muestren sus obras, y por las noches me dedicaría a la mía, practicando, estudiando más. Todos los años reservaría por lo menos dos meses para dedicarlos exclusivamente a viajar, a conocer lugares y culturas nuevas, que me ayuden a mantenerme actualizada y a aprender más. A pesar de que admiro a todos aquellos pintores que tienen una vida atormentada y difícil en la cual inspirarse, me gustaría que la mía fuera apacible y agradable. Quisiera aprender a estar tranquila y a sentirme bien y dejar de creer que sólo voy a poder decir algo si es en contra de algo o alguien.
Creo que mi obsesión por el orden y la organización tendrían un buen uso práctico si abriera una empresa de limpieza de casas. Pero no de empleadas domésticas, sino más como las “life coaches” que han surgido en los últimos tiempos. Un grupo de personas llegaría a la casa de la persona que los contrató para que le enseñen y le ayuden a ordenar todo de una buena vez. Cada cosa estaría clasificada según su uso, estaría en el lugar que le corresponde, y todo estaría limpio. Podríamos hacer un paquete especial que incluya algo de Feng Shui, sólo por diversión.
¿Y si pudiera trabajar en algo de arquitectura? ¿Algo que realmente me apasionaría? Irónicamente, de esa carrera supuestamente tan artística y expresiva, lo que más me gusta es la organización de los diferentes procesos que conforman la construcción de una obra. Creo que estos seis años me han desengañado en creer que lo más importante de un edificio es su aspecto exterior, cuando hay tantas otras cosas que tomar en cuenta para evaluar si un proyecto ha sido exitoso o no. Por supuesto, estas cosas sólo son disfrutables para los que han estado metidos en todo esto. Entiendo perfectamente que un observador ajeno sólo pueda saber si algo le gusta o no. Pero está por verse si ya trabajando en esto alguna otra cosa aparezca que sea calificable para las categorías de “no puedo creer que me estén pagando por esto”. Por mientras, voy a seguir pensando en qué otros servicios podría ofrecer mi empresa de “limpiamos su casa en aras de nuestra salud mental”.
Estoy en medio de mi primera jornada completa en el trabajo. Acabo de almorzar comida traída de casa, que cayó en el momento justo ya que sentía que me iba a desmayar de la hipoglicemia o del aburrimiento -lo que me consumiera primero- porque hoy sólo he estado dibujando en la computadora. Digo “sólo” porque ayer fue un día repleto de emocionantes aventuras que mi portátil, infectada de un virus cortesía de mis compañeras de Diseño, no me permitió reportar debido a que se negaba a acceder a ninguna página de internet pero sí a los servidores de World of Warcraft. Definitivamente las cosas se parecen a su dueño. Calenté la comida y me senté en el escritorio a maldecir porque no traje ninguna de las series que Herminio me ha quemado en dvds. A diario reviso todos los blogs que tengo en mis links (y unos cuantos que son placeres de culpa que no expongo para el conocimiento general) pero a partir de ahora es seguro decir que estaré actualizada, sin falta y casi en el momento exacto en el que todo el mundo postee.
Desde luego que me invaden numerosas interrogantes desde que he empezado a sumergirme en el mundo laboral. Por ejemplo, ¿la gente se lava los dientes en el trabajo? Yo conseguí un cepillo y una pasta, tamaño viajero, porque la idea de pasar 9 horas sin controlar mi aliento me parece inaudita, y si le agregamos mi paranoia eterna de que tengo un sucio entre los dientes, sería incapaz de hablar por el resto de la tarde si no supiera que, en principio, todo debería estar bien. ¿Será permitido instalar el WoW en la oficina? Respuesta obvia, pero se vale soñar. ¿Cuánto tiempo ha de pasar antes de que se me empiece a atrofiar el cerebro por el maratón diario de baladas en español de dudosa calidad? ¿Es Alejandro Sanz un compositor genial que he despreciado por demasiado tiempo y es hora de que le dé una oportunidad en mi repertorio, o es cómo siempre he pensado y trataré de sostener hasta el final de los tiempos, un tipo con voz de gato al que le aplastan la cola? ¿Qué habrá de almuerzo hoy en mi casa que traeré mañana aquí? Porque debo aclarar que nadie puede esperar que engorde con este trabajo, aunque la mayor parte la pase sentada en una silla. Mis principios (económicos) no me permitirían la compra diaria de comida de restaurante o chatarra. Además, adonde estoy, tengo cerca el Metromall, famoso por sus asaltos constantes, y Plaza la Granja, al que tendría que irme en bus con el tráfico de medio día, y la última vez que pasé por allí el mejor restaurante era de mariscos y yo los aborrezco. (¿Será que después de un tiempo de estar aquí aprenda a disfrutar “The office”, aunque me toque verla sola porque el día que traté de introducirla a los aleros escapé por un pelo de una linchada?)
Entro al Messenger para ver quién anda rondando. Generalmente aparezco Ausente, que es mi forma de decir, estoy aquí, haciendo algo medianamente importante, pero me reservo el derecho de alejarme de la computadora por períodos prolongados sin previo aviso. Cuando estoy muy ocupada estoy offline, y cuando estoy ocupada pero necesito información de otras personas aparezco No disponible. Así que verme conectada sin ninguna restricción es mi manera simbólica de decir “HÁBLENME!! ME MUERO DEL ABURRIMIENTO! ALGUIEN DISTRAIGAME POR FAVOR!”. Queda como referencia para los que estén interesados en el futuro.
Hoy me pagaron mi primer cheque, que en teoría no es el primero que gano con el sudor de mi frente, pero sí producto del esfuerzo/tortura de la universidad. Así que estoy pensando qué regalarme de cumpleaños en estos días que han de llegar. Me preguntó cómo cambiará mi percepción con respecto al dinero ahora que tenga una mejor idea de lo que cuesta conseguirlo. Lo más seguro es que siga siendo tacaña hasta la muerte, excepto cuando entro a las librerías o a la tienda esa de ropa española que está a punto de dejarme en la quiebra, si sólo cuento con mi presupuesto estudiantil.
Me despido de la parte que decido hacer pública del incesante monólogo interno, para aprovechar a hacer unos cuantos comentarios en blogs ajenos, antes de continuar con las labores. Tal vez tenga suerte y pueda escuchar una canción decente con los audífonos sin tener que subir a volúmenes peligrosos para tratar de ignorar la otra “música” de fondo.
Siguiendo con la onda de los tests, encontré el de Trastorno de la Personalidad.
Me sorprende que no hayan más cosas altas :P
Test de trastorno de la personalidad
Para averiguar sobre cada uno de los trastornos, este es el link.
Me sorprende que no hayan más cosas altas :P
Trastorno | Grado |
---|---|
Paranoide | MODERADO |
Esquizoide | BAJO |
Esquizotipico | BAJO |
Histrionico | MODERADO |
Antisocial | BAJO |
Narcisista | MODERADO |
Limite | MODERADO |
Obsesivo | ALTO |
Dependiente | BAJO |
Evitador | MODERADO |
Para averiguar sobre cada uno de los trastornos, este es el link.
La gente se burla, pero hay infinitas ventajas a ser pequeña, delgada y flexible. Uno puede trabajar para compañías de aire acondicionado, por ejemplo. Supuestamente es una empresa grande y poderosa en el Salvador, pero en las oficinas de Tegucigalpa somos seis personas, incluyéndome a mí que sólo voy a estar estos dos meses de vacaciones. Ocupaban un dibujante de Autocad, que hiciera levantamientos de los cuartos de máquinas de los proyectos (buenos proyectos, eso sí) en los que instalan ductos, para comparar el diseño original, con el que se termina construyendo. Aparentemente los dos nunca coinciden. Yo entusiasmada, empiezo a comprar ropa bonita para mi introducción al mundo laboral relativo a mi carrera, y me encuentro el sábado en la mañana en un cuarto minúsculo del banco (…), atiborrado de cajas metálicas forradas con fibra de vidrio a las que le salen conductos serpenteantes, también metálicos y también forrados, con sus bocas pegadas a la pared, sobre el cielo falso acústico de fibra de vidrio de 2’x2’, y una maraña de tubos para agua fría, (necesito repasar desesperadamente Instalaciones III), que hacen muy difícil la circulación para cualquier individuo que se jacte de su estatura o que pese más de 49 kg. Sin contar con que el aire es húmedo, el piso pasa mojado y las máquinas se menean al respirar. Son nueve de estos cuartitos que tengo que medir.
Si estas salas tuvieran cámaras de vigilancia yo sería un buen espectáculo para los guardias. Arrastrándome por el suelo; batallando con el metro que se niega a estirarse verticalmente, que se sentiría más cómodo y menos aburrido si tuviera otra persona que sostuviera su otro extremo, que leyera sus medidas y que le ayudara decidir si es que está siendo mal utilizado o si de verdad la construcción de un sistema de ductos no es una ciencia exacta cómo nos habían hecho creer. En la entrevista yo había preguntado si acaso me iban a tirar a medir solita, desamparada e indefensa, y en teoría yo iba a estar de asistente de los ingenieros, pero lo que temía se hizo realidad. La zona donde queda la oficina tiene uno de los peores tráficos vehiculares de toda la ciudad, el horario que me va a tocar una vez que hayamos entregado el fatídico proyecto de Diseño es atroz, voy a tener que almorzar la merienda que yo me prepare (y este semestre que implementé esa política terminé con anemia al final de las clases): era sábado al mediodía, y técnicamente ya estaba liberada, pero recibí una llamada de mi ingeniero supervisor de ese proyecto, preguntándome adónde quería comer. Sorprendida y angustiada le respondo que no sabía que tenía que continuar. Aparentemente no me avisaron que me ocupaba todo el día, pero no podía quedarme, había hecho planes, que incluían una visita a la pedagógica para averiguar sobre becas. Está bien, él va a pasar por mí, pero se va a tardar un poco porque está al otro lado de la ciudad. Me siento en el suelo, preguntándome en qué me he metido, sin posibilidad de comunicarme con el exterior, porque mi inútil celular no tiene carga.
El lunes en la tarde, llego a la oficina para que me hagan mi identificación. La computadora en la que dibujaría todavía no tiene internet, así que no me da lástima volver al banco. Esta vez ya tengo práctica, soy más rápida y aprecio las pequeñas bendiciones, como buena luz, o que las tuberías no chorreen mucha agua. Pero a mitad de la tarde recibo una llamada. Hay una reunión en otro gran proyecto que está siendo construido, y el otro ingeniero quiere que lo acompañe. Yo ni pregunté para qué, sólo quería ver de cerca todo el proceso, estar en medio de las máquinas, los trabajadores, los encofrados. Habían varios ingenieros, de los distintos departamentos, una de las principales era una mujer, y la persona que los coordinaba a todos era una chava muy joven. Yo estaba toda emocionada, y gran coincidencia, otra de las personas que trabaja allí fue compañero de mi clase de Estructuras –a quien sí le hablo y me cae bien, valga la aclaración-. Me llamaban arquitecta (risa contenida), y conocimos al administrador. Subimos unas escaleras por las que ninguna aseguradora se atrevería a responder, y contemplé desde lo alto la ciudad. Todos hablaban de las fechas de terminación de los distintos sectores, recorríamos laberintos de madera, respirábamos arena y cemento. Escuchaba a los ingenieros y sentí un poco de nostalgia por estar en mi casa haciendo nada, por dormir un poco más, por comer mejor. Estaba lejos de todo lo que conocía, por mi cuenta y bajo mi responsabilidad, pero entendí que algo bueno tiene que salir de todo esto. Algo tengo que aprender, aunque no esté relacionado directamente con mi carrera, aunque sólo sea saber desenvolverme en el mundo real, aprender a tratar con profesionales. Estoy oficialmente trabajando.
El tercer día de tomar medidas, puse música y el tiempo pasó volando. Terminé antes de la hora.
Hay muchas cosas en mi vida que nunca pensé que era correcto sentir; siquiera pensar en ellas. Creía que eran un atraso, una traición a la esencia de lo que justificaba mi presencia en este mundo. Nunca hubiera imaginado que esas cosas que veía como ilusorias llegarían a concretarse.
Robert Frost dijo que él tuvo una pelea de amantes con la vida, pero yo puedo afirmar con toda certeza que no me gustaba vivir hasta que te conocí. Me encantaba ganar discusiones, sacar buenas notas, sentir que no iba a desperdiciar el tiempo como otros, pero nunca antes había conocido el exquisito placer respirar sólo por que sí; ver pasar el tiempo enfrascada en la ardua tarea de no hacer nada, y experimentar una dicha absoluta.
Mi mayor tristeza en este momento es que seamos dos individuos, separados por los confines del espacio físico, que no pueden estar siempre juntos, todo el día, todas las semanas de los meses que conforman los años que están por venir. Quisiera meterme en tu cuerpo y no salir nunca más, ver lo que ves, sentir lo que sentís, entender lo que entendés. Llevar las mismas clases, trabajar en el mismo lugar; ser vecinos no es suficiente, esas cinco casas estorban mucho más de lo que creés.
Y todos los días crezco un poco más, aprendo algo nuevo, me sumerjo en el universo de las responsabilidades, el futuro, la carrera, pero yo te adoro con la inocencia, la pureza y la esperanza de alguien que ha visto el pasado esfumarse sin ningún resentimiento. Es como volver a nacer, cada mañana.
No me dejes de querer porque ya no me vas a ver tanto; no es que yo esté allí.
Mis padres relatan con orgullo los tiempos en que yo era una pequeña niña, que me sentaba en el sillón a pedir que por favor pusieran en el equipo de sonido a Silvio Rodríguez o “Sing” de The Carpenters. Pero el orgullo se quedó en esa época, porque a los pocos años, me compraron un cassette pirateado de Magneto. Recuerdo haber pasado muchos sábados, en el cuarto de mis papás, porque allí tenían una grabadora, escuchando una y otra vez “Vuela, vuela”. Como la grabadora ya tenía ese sistema de darle vuelta al cassette automáticamente, entonces yo no tenía que hacer nada, más que sentarme en la cama a disfrutar de mi inocencia. En la escuela hasta hicimos una coreografía de “40 grados” con unas compañeras. Eran los tiempos de los bikers de lycra fosforescente, las camisas de los Zumbies y las colitas arrugadas en el pelo. Íbamos a la casa de mi compañera la rubia, a practicar todas las tardes. Su hermana mayor llegaba a burlarse de nosotras, pero nos sentíamos tan increíbles, tan cool, que nos tenía sin cuidado lo que pensaran los demás.
Eso nos lleva al razonamiento de que el pop adolescente es una etapa necesaria para el crecimiento de toda persona remotamente normal. No es ninguna garantía de que ese individuo se ajustará a la sociedad más adelante, pero definitivamente va a disfrutar de lo que esté viviendo en ese momento. Por ejemplo, en mi casa yo siempre fui una rebelde porque yo estaba enamorada de Michael Jackson. Él era mi ídolo, mi razón de existir, pero mis padres, descendientes del rock hippie y/o progresivo-setentero, no entendían de dónde pude haber heredado semejantes gustos herejes. A medida que fui creciendo la popularidad de don Michael fue decreciendo enormemente, pero yo me mantenía fiel a mis convicciones. Y, paria de mis contemporáneos, fui recompensada en el viaje de sexto grado a Francia, cuando en una fiesta con otros niños de allá, supe que esa era una nación infestada por otro montón de obsesionados por el rey del pop. Fue muy divertido.
Desde luego que me gustaron las Spice Girls. Sin embargo, no fueron las primeras cantantes feministas en mi repertorio. En algunas ocasiones mi hermano y yo nos quedábamos a dormir en casa de mi tía C., para jugar con mis primos y platicar con ella. Pues una noche estábamos arreglando la casa después de un día agitado, y sonó una canción en la radio. “Tía, ¿le puedo subir el volumen? Es mi canción favorita de todos los tiempos”. (Yo tenía como seis años.) “¡Claro que sí! ¿Cuál es?” Girls just wanna have fun, de Cindy Lauper. “Es una canción muy importante, muy cierta, sobre cómo somos en realidad las mujeres”. Yo me creía realmente liberada a través de ella.
Tengo miles de cajas en las que guardo cartas, fotos, tarjetas, boletos de conciertos y miles de papeles, recuerdos de toda mi vida. Y un buen porcentaje de esos recuerdos son memorabilia de las Spice Girls. Desde envolturas de Chupa Chups, recortes del periódico, tatuajes temporales, hay de todo. (Eso me recuerda que me tengo que bajar su primer disco… creo que regalé el cassette que tenía.)
Cuando estaba pequeña, me gustaba que llegaran los hijos de mis padrinos a la casa, porque con el mayor de ellos, nos poníamos a bailar las coreografías de Fey, con pañuelo y todo. Aquí era mi hermano que se reía. Llegaban los amigos de mis papás a platicar con él sobre cuál era su disco favorito de Led Zeppelin, y yo arrastraba a mi papá al concierto de la rockola Coca Cola, que trajo a Caló y a Fey en un mismo viaje. Estábamos tan lejos del escenario, pero yo sentía que me iba a morir de la emoción, que conste que no por Caló, wacala. Otros mexicanos por quienes sentí que iba a perder la cordura, fue por Moenia. Pero ya estaba más grande en esta época. Si mi memoria no falla, fui como a dos conciertos, y en uno de ellos, yo sigo jurando que Alfonso me quedó viendo a mí, entre toda la multitud, porque con mis amigas parranderas nos logramos colar en la primera fila y casi lo podíamos tocar. Bertha y yo decíamos que “Manto estelar” era nuestra canción oficial, y a cada rato llamábamos a Vox para que la pusieran. Seguramente sólo yo llamaba, porque me gustaba un locutor, pero esa es otra historia.
Sin embargo, el periodo más oscuro de todo mi criterio es cuando me gustaron los Backstreet boys. Reviví todo ese tiempo una tarde de maqueta de Taller 2, en casa de Iris, que conserva esos discos, a diferencia mía, que me deshice de toda esa evidencia. Hasta les hice un maratón de BSB a mis compañeros, con mi participación y todo, porque todavía recuerdo las letras. Mi favorito de los cinco era Brian, el que tenía mejor voz, pero el menos atractivo también. Ser una fan de los backstreet sin cable, era todo un reto. Mi único contacto con los programas de música del mundo era el canal 21, que pirateaba Mtv: los Diez más pedidos en las tardes, 120 minutos en las madrugadas y el top 20 los sábados por la noche. Pasaba todos los días pegada a la televisión, viendo si habían subido o bajado de posición. Por esa época empezaba a pegar Britney, y yo la detestaba porque era competencia para mis adorados, pero gracias a esa costumbre, poco a poco empecé a darme cuenta de otros grupos. Muchas cosas se conjugaron: empecé a grabar todas las noches, 120 minutos de Mtv, que daban de 1 a 3 de la mañana. Eran dos horas con videos alternativos, que jamás podría haber visto en horas del día. Ayudó el hecho que en Metromedia tenían una enciclopedia del rock en oferta, y mi madre me la compró. Miraba entonces los videos, y buscaba las biografías de los artistas en el libro. También, el hermano mayor de Bertha era quien la introducía a nueva música, pero a mí no me gustaba Korn, que era la alternativa que ofrecían para mi gusto popular y común. Pero cuando él empezó a escuchar Pearl Jam, hasta yo sucumbí. Me compré “Yield” y fue el principio del fin. En primer curso, me sentaba al lado de Victoria, que también tenía un hermano mayor, y que le enseñó a Soda Stereo. Contrabandeábamos discos en clases, y un día, Arnaud, el profesor de francés, nos atrapó. Pero resultó que a él también le gustaba Soda. Y hasta le intercambió “Sueño Stereo”, por el “Unplugged”, que fue el disco que pedí para mi siguiente cumpleaños (y que se llevaron cuando se metieron a robar mi casa!). La verdad es que Arnaud hubiera podido escuchar al Buki y yo le hubiera hecho caso, porque era demasiado inteligente, demasiado divertido y demasiado guapo para una impresionable niña de 13 años, por lo que debo agradecer por su buen gusto. [Ese unplugged también tiene otro significado en mi historia.] También Victoria se trajo a escondidas el Black album de Metallica, y lo puso a todo volumen, una tarde que teníamos la casa para nosotras solas. Casi me muero del susto.
Eran buenas esas tardes sólo con amigas en mi casa. Un día que mis papás salieron, Lorna y yo decidimos cocinar pollo frito para mi hermano que estaba enfermo. Quisimos poner ambiente con “Synkronized” de Jamiroquai. Nos emocionamos tanto que salimos a bailar a la terraza, con todo y delantales. Cuando terminó la canción estaban mis dos padres, muertos de la risa, viéndonos desde la sala.
El otro disco que marcó una pauta en mi existencia, fue “The fragile”, de Nine inch nails. Conocí al grupo cuando estudié los artistas más influyentes de los 90s, pero por alguna razón ningún otro de sus discos me impactó tanto como ese. Era una cadena: un grupo se relacionaba con otro, y yo lo escuchaba, tenían como amigos a otros artistas y yo los investigaba. Pues Trent Reznor tocó una canción en “Under the pink” de Tori Amos. Y por una gran casualidad, “To Venus and back” estaba en el Palacio del disco en el mall. Y después Luis me mandó a pedir “From the choirgirl hotel”. Y de Tori pasamos a Björk, que tocó una canción con Thom Yorke para el soundtrack de “Dancer in the dark”, y él por su lado fue invitado por Pj Harvey en más de la mitad de “Stories from the city, stories from the sea”. Y de allí siguieron miles más, pero esos ya no me avergüenzan, por lo que no tienen cabida en este post.
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