De todos los limbos en los que me he encontrado –yo que vivo retorciéndome en la ambigüedad- el más extraño ha sido este de la práctica profesional. No soy una estudiante: no tengo una forma 003 para tramitar el nuevo carnet de la biblioteca (que ahora es todo moderno, hasta con fotografía digital y que deciden incorporar hasta que yo me salgo de la universidad, yo que sí lo renovaba todos los semestres y alquilaba libros con frecuencia y ahora sólo me queda de recuerdo el antiguo cartón mal laminado con una foto en la que tengo 15 años porque fue la última edad en la que me consideré fotogénica), sin carnet no puedo optar a descuentos en los cines, teatros o museos; sin ser estudiante no tengo derecho a consultas médicas gratuitas en el CB y me acabo de enterar que desde enero que comenzó este rito de iniciación tampoco he tenido seguro médico, porque no existe un seguro para egresados. Pero tampoco trabajo y el Universo entero se desvive en recordármelo. Se tardaron 3 días en conseguir mi computadora en el lugar donde estoy haciendo la práctica de Diseño porque nadie consideró que fuera tan urgente, y al final cuando me la dan bautizan mi usuario con el nombre de, qué otra cosa podría ser, “practicante”, el mismo título que aparece en mi carnet porque al parecer carezco de una identidad que merezca ser recordada. Por eso es que tampoco me hacen una inducción completa en la que me presentan con todo el personal del edificio, así que tengo que ser amable todo el tiempo y presentarme ante la gente advirtiéndoles mi temporalidad, como un aviso para que no se apeguen a mi presencia. Estoy en un lugar solitario, improvisado, frente a una sala de conferencias en construcción que curiosamente queda en la mitad del piso, donde me llega el olor de las palomitas de maíz que preparan por las tardes y a las que nadie me convida porque no soy una empleada y nadie se molesta en socializar con las especies en peligro de extinción. Pero cumplo con los requisitos de los empleados: me tengo que disfrazar como una con pantalones de tela y zapatos altos que dejan inutilizables los pies después de hacer inspecciones de todos los cubículos de un edificio de 5 pisos, sólo dispongo de media hora para almorzar y asisto a reuniones en representación de mis superiores donde tengo que actuar con la naturalidad de alguien que puede conducirse apropiadamente en grupos desconocidos cuando apenas estoy aprendiendo a hacerlo. Soy lo más bajo en la cadena alimenticia; hasta las secretarias me transfieren sus llamadas cuando ellas van a estar ausentes.
En mis recomendaciones del informe de la práctica anterior escribí que la universidad debería poseer una base de datos sobre los lugares en los que los alumnos recién egresados pudieran hacer su práctica, para así recomendar a cada uno de ellos sobre el lugar que mejor se ajuste a sus necesidades. Al final cada uno de nosotros podríamos hacer una recomendación de la empresa o institución para saber si es conveniente seguir enviando gente allí, todo esto para que de alguna manera tuviéramos el apoyo de la institución allá afuera y que dejáramos de ser unos hijos de nadie, pero me dijeron que la universidad se encarga únicamente de proveer las clases, el resto es problema de cada quién. En realidad se me dijo que cada persona era “gestora de sus propias oportunidades”. Siendo objetiva, la práctica es una excelente forma de investigar las distintas opciones que tengo en cuanto a mundos laborales se refiere, es como un ensayo sin compromiso, especialmente porque no hay dinero de por medio y la razón por la que trabajo tan arduamente es porque quiero hacer un buen informe y quiero escribir sobre la mayor cantidad de actividades posibles. Pero tampoco es una situación envidiable que me gustaría prolongar indefinidamente. En mi cabeza ya tengo tatuados los lugares donde sueño trabajar porque siento que podría contribuir en ellos y todo este proceso es una pérdida de tiempo, un obstáculo más que me obliga a postergar lo que quiero. Tengo la impresión que mi vida entera hasta ahora ha sido sólo eso, llenar requisitos para justificar que merezco aquello que realmente me gusta y ya estoy lista para una nueva etapa, quiero acabar con esta adolescencia obligada. Quisiera poder decir que finalmente me puedo mantener por mí misma haciendo algo que me importa en vez de mirar constantemente el reloj de la computadora para saber si ya se acerca el final a otro día más.
Ah, los practicantes... en mi caso fui p-010 ¿A quien podría importarle mi nombre?... Me gusta tu blog!
ReplyDeleteMuchas gracias Gina! Sos muy amable ;)
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