25 April 2010

Growing up

Como yo no tenía la más mínima idea de quién era Russell Baker antes de leer su autobiografía, “Growing up”, voy a contar su historia como si todos los demás no supieran quién es. Russell es el primer hijo de Benny, uno de los doce hijos de la gran matriarca de su familia, Ida Rebecca, y de Lucy Elizabeth, una humilde pero trabajadora e inteligente profesora de escuela. Lucy Elizabeth idolatraba a su padre a quien perdió cuando estaba joven, dejándola a ella y a su familia en la pobreza. Conoció a Benny, le gustó y terminó embarazada. Ida Rebecca no estaba satisfecha en lo absoluto: era una mujer mandona, impositiva y acostumbrada a que las cosas se den sólo a su manera. Pero si Ida era obstinada, Lucy era aún peor. Se casó con Benny y se mudó a una casa exactamente enfrente de la de su suegra, en Morrisonville, Virginia. Allí nacerían sus dos hijas siguientes, Doris y Audrey. Lucy siempre albergó la esperanza de mejorar a su marido y hacerlo semejante al buen hombre que era su padre, pero pasaba particularmente furiosa con la tendencia de su esposo a beber, aún cuando le hacía mucho daño. Resulta que en ese tiempo no se sabía que Benny era diabético y una noche en que salió a beber entró en una grave crisis de la cual no pudo recuperarse. Russell sólo tenía 5 años.


El primer gran cambio fue que Lucy aceptó dar a su hija Audrey a un hermano de Benny y a su esposa que soñaban con tener un hijo y nunca habían podido. Lucy no quería quedarse viviendo con la familia de su esposo y aceptó mudarse a New Jersey con su hermano Allen y su esposa Pat, en lo que debería ser un arreglo temporal mientras encontraba un trabajo para poder financiarse una casa propia, el sueño de su vida. Sin embargo, todo eso ocurrió exactamente para los años 30s, la década de la Gran Depresión. La madre de Russell pasaría muchos años sin encontrar trabajo pero se dedicaría entonces a convertir a su hijo en un gran hombre. Eso sería un trabajo casi de tiempo completo. Lo hacía practicar deportes en los que su desempeño era lastimero, le buscaba trabajos en los que era casi inútil; incluso su hermana menor vendía periódicos mejor que él. Lo único para lo que el niño descubriría que tenía talento era para sacar buenas notas en clases. Era un niño tímido y sencillo, habitualmente golpeado por muchachos más grandes que él, ingenuo, amante de las novelas policíacas de mala calidad a pesar de que su madre le pagaba suscripciones a clubs de novelas clásicas además de revistas y periódicos importantes.

Russell habría de presenciar, con mucha inocencia, el primer cortejo post-marital de su madre con un danés llamado Oluf, que habría de separarse de su conquista debido a su búsqueda interminable por un trabajo fijo. Muchos años después vendría Herb, pero para entonces Russell ya era un adolescente rebelde, en una escuela secundaria de prestigio donde le enseñaban cosas que su madre ya no le podía enseñar a estudiar. Esto y su buen desempeño en el colegio le habrían de crear una especie de delirio de superioridad, que combinado con el abrupto matrimonio de su madre con Herb -quien finalmente haría realidad el sueño de la casa propia que Lucy Elizabeth siempre persiguió- y encima de eso el nacimiento de su tercera hermana Mary Leslie, probarían ser una combinación explosiva para Russell, convirtiéndolo en el desadaptado, infeliz y enojado rebelde que todos llegamos a ser en esas edades.

El final de la escuela se acercaba y sus perspectivas para el futuro no parecían incluir la universidad por obvios motivos financieros, hasta que un amigo le explicó que podía aplicar para una beca en la universidad de John Hopkins. Entre una multitud de gente, Russell salió favorecido. Pero a los pocos años estalló la Segunda Guerra Mundial y cuando llegó el turno de pelear para Estados Unidos, Russell decide entrar a la fuerza naval. Allí aprende a pilotear aviones, cumpliendo uno de sus más grandes sueños de la infancia, pero, para su gran decepción, la guerra termina justo a tiempo para que él no tenga que ser enviado al extranjero a demostrar cualquier habilidad que había adquirido para entonces.

Vuelve a la universidad, donde la obsesión por perder su virginidad que había empezado durante su temporada en la naval, regresa con más fuerza. Habíamos mencionado que Russell era ingenuo y tímido y estas son características letales a la hora de conocer y seducir muchachas. Su prioridad no era encontrar almas gemelas ni nada por el estilo, pero la vida le tenía preparada una inusual sorpresa. Conoce a Mimi, una joven hija de un alcohólico y de una enferma mental que es obligada a dejar la escuela y a trabajar con tal de no vivir más en casas ajenas u orfanatos. Es preciosa y es muy lista a pesar de no ser académicamente preparada. Lo que se anuncia inicialmente como un cortejo unilateral por parte de Russell, pronto se desarrolla como una relación casual y luego como algo estable, pero no permanente. Mimi se quiere casar y formar una familia, pero su novio insiste en que “no están en las cartas”. No ayuda en lo absoluto que Lucy Elizabeth no aprueba en lo absoluto la relación (así como Ida Rebecca no aprobó la de ella y Benny muchos años atrás), a pesar del esfuerzo sobrehumano que hacía su hijo en tratar de integrarla a la familia. Ella se termina cansando de esa situación, encuentra un trabajo lejos de Russell que para ese entonces ya se había graduado y tenía su primer trabajo como reportero de crímenes del periódico Baltimore Sun. Pero por alguna razón, Russell no la olvida, la llama en cada ocasión, la extraña y cuando cree que va a perderla finalmente le propone matrimonio.

La historia de Baker es tan divertida como conmovedora. Uno tiende a olvidar que todas esas personas fueron de carne y hueso a pesar que parecen figuras humorísticas de los años durante y después de la Gran Depresión. La muerte de su padre, las dificultades económicas, los sueños frustrados de su madre, son cosas que me hacían llorar casi todos los días que leía el libro, a pesar que Russell no es un narrador lastimero. Su propósito en ningún momento es crear lástima o hacerse pasar por un muchacho que la vida maltrató, pero es inevitable sentir que el corazón se encoge cuando empieza y termina su relato con la descripción de su madre en el hospital, que apenas lo recuerda o reconoce y que mezcla los períodos de su vida como si de un mosaico se tratara. Y es que la gran protagonista de este libro es Lucy Elizabeth, una mujer lo suficientemente fuerte para criar a esos niños con la conciencia que podían llegar muy lejos si trabajaban mucho y eran gente buena y honesta. Tuvo muchos años difíciles pero su mente siempre estuvo puesta en sus objetivos, que uno a uno se fueron cumpliendo.

Leyendo la vida de Baker estuve pensando en cómo nosotros ahora vamos a ser hijos de una Depresión similar a la que él experimentó. También, muchos de nosotros que tenemos padres originarios de pueblos totalmente distintos de Tegucigalpa seremos los últimos testigos de la vida sencilla de los ambientes rurales. No pude evitar relacionar a Lucy con mi propia abuela y en preguntarme cómo va a ser mi vida cuando llegue mi turno de contársela a mis hijos, que fue el propósito con el que Russell escribió este libro. “Growing up” ganaría un premio Pulitzer, el segundo de su carrera periodística como un columnista del New York Times. Es seguro decir que Lucy Elizabeth también cumplió su sueño que su hijo se convirtiera en un gran hombre.

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