04 April 2010

how's the lizzies, how's your Jesus Christ been hanging

Extraño tener una religión. Me hace tanta falta sentir un propósito para mi existencia, un sentido que supere mi pobre humanidad y sus limitaciones, pero sobretodo un manual de instrucciones, una metodología infalible que garantice que mi sufrimiento será compensado, que mis enemigos serán devorados por el fuego y que me espera una vida eterna de paz, tranquilidad y televisión satelital.

Desde los 13 años que se me revelaron las ilusiones colectivas como sólo eso, ilusiones, ya no tengo ese aliado angelical que me seguía todo el tiempo y me protegía. El que evitaba que me deslizara por las escaleras cuando el piso estaba mojado y que se ponía de mi lado en la pelea de turno en la que me encontrara.

Como simple mortal estoy sola y aunque nunca sentí ningún apego o admiración particular por Jesús sí extraño el modelo que representaba la Virgen María para mí. Su sencillez, su abnegación ante los caprichos divinos, su rol como la única mujer que valía algo en la mitología cristiana, a pesar de que su valor residía en la misma negación de su naturaleza. Ella era mi madre, aquella que perdona y que me quería incondicionalmente y como tal, era irreal. Como simple mortal mi vida se acabará en un funeral horrible donde seguramente las personas cercanas a mí no se hablarán entre ellos y todo aquello por lo que habré trabajado y anhelado durante mi existencia se va a esfumar en el viento sin ninguna posibilidad de continuar luego de mi muerte. Si los seres más bondadosos de esta tierra tienen finales así, no puedo imaginarme el hoyo en el que irán a tirar mi cadáver una vez que yo no lo esté usando. Mi finitud me hace aspirar a perpetuarme a través de hijos, obras, empresas, dinero, a cualquier cosa que me haga creer que tengo un lugar en el mundo y que soy esencial para alguien. Pero los hijos están destinados a ponerse en contra de los padres si es que quieren forjar su propio camino, las obras no son valoradas por este mundo impío y las empresas y el dinero se ven bien externamente pero te chupan la energía hasta que no quedan ganas de vivir.

Tal vez si creyera en algo sentiría que el mundo todavía tiene salvación. Dejaría de tener esos pensamientos obsesivos con respecto a la destrucción de la naturaleza y dejaría de anhelar que todas esas profecías que anuncian el fin del mundo en dos años fueran verdad. Dejaría de ver como una amenaza la homogenización cultural: el sólo hecho de saber que se ha propagado la única Verdad en todos los rincones del planeta me haría creer que el Hombre finalmente va a entrar en razón colectivamente y que el nuevo Reino finalmente va a comenzar. Me sentiría poderosa con mi libro en las manos, queriendo convertir a todos para que mis amigos puedan acompañarme el día que nos separen en las filas de los Justos y los demás.

Extraño la muleta filosófica para justificar mi buen comportamiento: mi rechazo a la bebida, a la música pagana y a todos los pecados de la carne. Con una doctrina detrás uno es disciplinado y correcto, sin ella sólo soy un bulto de aburrimiento. Las tradiciones me hacen falta también, tener una razón para esperar Navidad, usar la cruz en la frente el miércoles de Ceniza, sentir como una fiesta personal el Domingo de Resurrección. Nosotros los ateos sentimos la vida como la sucesión ininterrumpida de las mismas 24 horas, donde el único alivio es que los demás nos obliguen a quedarnos en casa por sus creencias.

Pero lo que más necesito es esa voz reconfortante que me asegure que no se me ponen más pruebas de las que yo soy capaz de manejar. Sentir que tengo a alguien sobrenatural con quien compartir la carga, con quien ser yo misma y poder estar bien, porque me siento tan cansada y no hay nadie a quien pedirle piedad y compasión, nadie que ponga un freno a todos los castigos que parecen que nunca va a terminar, nadie que me acompañe por las noches y que escuche lo que me pasó durante el día. Pero escogí ser de esos iluminados que no tienen nada en qué creer, nada porqué vivir y deciden existir en un mundo sin Dios donde todo está permitido. Que así sea.

3 comments

  1. Algo de desencanto en este post sobre el ateísmo. A mí también me da ganas a veces de creer en algo, pero es mentira; la verdad es que uno "esta condenado a su propia libertad" como dice Sartre.

    Además, con el tiempo he llegado a la conclusión que como la religión es una cuestión de fe, la fe se tiene o no se tiene y allí acaba el asunto. Eso me ayudó a aceptar las prácticas religiosas de los demás y ser tolerante, aunque no creyente y quizas por eso me paso la misa de navidad y año nuevo sin discutir fuertemente.

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  2. Creo que todos tienen fe. Los que creen en un ser superior, por que no lo ven, y los que han preferido pensar que por no verlo, todo esto surgió de un caos, y que estamos aquí por la deriva y a la deriva, obviando tanta estructura micro y macroscópica, tienen que tener mucha fe para creer en la casualidad. La fe, la conciencia y otros sentimientos que parece que no calzan en el contexto de lo casual, son otro motivo de estudio. (http://www.d-verse-city.net/2007/12/u-problem-is-monkey-business.html)

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  3. Hola, la fe es mas que una necesidad personal, es un misterio al cual a algunos nos toca y a otros no, pero para la fe no hay que ser tan racional, ni emocional, simplemente hay que ser y hay que dejarse llevar, confiar, como lo haríamos con una nueva pareja y nuestro primer amor, dejarse amar y punto.

    Cariños y éxito en todo, me alegra haber retornado al blog y pasar por este gran sitio, Eduardo Cavieres.

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