Desde hace varios años tengo una extraña adicción a las camisas rayadas, al punto que uno de mis mejores amigos ya no encontraba forma de prohibírmelas cuando era la gloriosa época del año para ir de compras. Tengo tantas camisas así que son una categoría aparte en la clasificación de mi armario y es muy difícil que me resista cuando veo una en una tienda, una hazaña extraordinaria en el país que inventó las marineras. Es por eso que cuando mi maestra de imágenes medievales nos recomendó un libro sobre la historia de los tejidos rayados no pude sucumbir a la tentación de leerlo.
La bibliografía de Michel Pastoureau puede dar la impresión que la Historia es esta disciplina ecléctica y divertida: El ajedrez de Carlomagno. Un juego para no jugar (1990), Jesús en la tintorería. Colores y tintes en el Occidente medieval (1997), Azul. Historia de un color (2000), El cerdo. Historia de un primo mal amado (2009), son sólo un ápice de una extensa colección de libros, artículos y ensayos de este erudito profesor de la universidad con mejor reputación en humanidades en París, la Escuela en Estudios Avanzados en Ciencias Sociales. Y si La tela del diablo, Una historia de las rayas y de los tejidos rayados no constituye una excepción en su trayectoria, no puedo esperar a leer sus otras obras. Esta es sencillamente exquisita.
En un estilo ligero, en menos de 150 páginas pero con extensas fuentes y referencias, Pastoureau nos explica cómo las rayas en la Edad Media (su área de especialidad) eran utilizadas para resaltar a los traidores en la Biblia, a San José cuando todos se burlaban de él antes del Renacimiento y nos hizo comprender por qué fue un escándalo de tanta magnitud cuando la orden de los Carmelitas tuvo la descabellada idea de usar abrigos rayados en el siglo XIII.
Haciendo uso de los conocimientos que adquirió durante sus estudios sobre la heráldica nos hace una breve introducción a las rayas en los escudos y al vocabulario que las acompaña. Luego nos explica cómo las rayas se van valorizando con el tiempo, convirtiéndose en un atributo de las vestimentas domésticas en los siglos XV y XVI, desapareciendo con la Reforma protestante y resurgiendo con grandes pompas en el XVIII. Y es que la gran atracción francesa por las rayas tiene gran parte de su origen en algo que a muchos dejará insatisfechos: la bandera de los Estados Unidos. Las rayas se convertirían en un símbolo de contestación al orden establecido y fueron adoptadas por los revolucionarios. Los marineros en lo más bajo de la jerarquía se apropiarían de ellas en circunstancias misteriosas, pero las rayas azul marino sobre fondo blanco guardarían siempre una fuerte conexión con el universo balneario gracias a las recomendaciones de los doctores de bañarse en el mar en ropa blanca. Para evitar espectáculos dignos de ser filmados por Joe Francis era necesario cubrir la tela con líneas. Los estadounidenses serían los primeros en hacer la asociación barras de prisión/uniformes rayados, en la segunda mitad del siglo XVIII. Y las rayas tomarían una semántica adicional en nuestra época en los trajes de los mafiosos.
En todo caso el mensaje es claro: las rayas sirven para resaltar, ya sea para excluir, denunciar, castigar, valorizar o hasta divertir. Engañan y entretienen la vista, crean movimiento. Conocer su origen incita a continuar usándolas, así que Moisés, tendrás que disculparme. Bueno, al final, hasta vos te habías resignado: todavía tengo la camisa que me regalaste el año pasado para mi cumpleaños.
PASTOUREAU Michel, L’étoffe du diable, Une histoire des rayures et des tissus rayés, Éditions du Seuil, Paris, 2007
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